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Los tres monarcas a caballo: el emperador Francisco I (centro), el zar
Alejandro I y el rey Federico Guillermo III. Acuarela de Johann Ernst
Mansfeld y Johann Adam Klein (1816). |
En el centro de esta pintura está el emperador Francisco
I de Austria (1768-1835). Con un uniforme de color
claro, lleva puesto un bicornio con una pluma verde, su
rostro alargado parece de marfil. Aún joven, pero ya
marcado por las cicatrices de los sufrimientos pasados,
nada en él indica un hombre quebrado. Mantiene un
completo dominio sobre el caballo blanco. Mientras que
los otros dos caballos parecen agitados, exigiendo
esfuerzo para ser domados, el de Francisco I representa
la fidelidad, tiene mucha vida y sustancia.
Los tres monarcas a caballo: el emperador Francisco I
(centro), el zar Alejandro I y el rey Federico Guillermo
III. Acuarela de Johann Ernst Mansfeld y Johann Adam
Klein (1816).
Todo habla de un monarca legítimo, en una época en que
el rey era el padre del pueblo y el pueblo se
consideraba hijo del rey. En el emperador y en su
presentación, algo parece afirmar: “Yo soy la
legitimidad. Aunque el Sacro Imperio está extinguido, el
liderazgo de derecho, de historia y de misión permanece
conmigo”. Es por eso que el artista pintó a los otros
dos monarcas (el zar Alejandro I y el rey Federico
Guillermo III de Prusia) en función del emperador de
Austria, otorgándole una discreta delantera sobre las
dos mayores potencias de Europa de aquella época. Por
tanto, una especie de liderazgo de él en relación con
Europa, fruto de las batallas de algunos de sus
generales, pero también de la política de su canciller,
el príncipe de Metternich.
Los colores claros del emperador Francisco I recuerdan
al Antiguo Régimen, mientras que los uniformes de los
otros dos apuntan más a la era de brutalidades del
futuro que emergía. Son personajes de tipo “napoleónico”,
que representan más la fuerza que el derecho. Dentro del
mundo germánico, Austria fue el pináculo de la
civilización. Al frente de toda Europa, estaba junto con
Francia a la cabeza del mundo civilizado.
Rusia representaba un futuro nebuloso, que se estaba
formando sobre una multitud de personas, de tierras, de
hielo, de riquezas; pero también de incógnitas, dentro
de los misterios tenebrosos y medio mágicos de la
iglesia cismática rusa.
Prusia representaba la fuerza militar. En ese sentido,
su rey era el hombre de los hechos consumados: “Yo
decidí, yo hice”, etc. Pero no era el hombre que
representara el derecho, como el emperador Francisco I.
En la pintura, todo esto está simbolizado de un modo
aparentemente involuntario; pero en un análisis del tipo
“Ambientes y Costumbres”, esta es la conclusión a la que
se llega.
NOTAS
(*)
Texto extraído de conferencia del
Prof. Plinio Corrêa de Oliveira de
26 de marzo de
1987. Sin
revisión del autor. Traducción y adaptación por
"El Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe" |