Altar lateral de
la Iglesia de Sant’Adrea delle Fratte (Roma) sobre
el que apareció la Santísima Virgen y convirtió al
judío Alfonso Ratisbonne
Uno de los hechos que marcan la historia religiosa
del siglo XIX fue la aparición de Nuestra Señora al
judío Alfonso Ratisbonne y su retumbante conversión
al Catolicismo.
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Alfonso Ratisbonne ya como sacerdote |
El joven banquero Ratisbonne, natural de Estrasburgo,
nacido en 1814, de una riquísima familia israelita,
vivía muy distante de la fe católica. El día 20 de
enero de 1842, en viaje turístico a Roma, por una
curiosidad meramente artística accedió a entrar en
la iglesia de Sant’Andrea delle Fratte, acompañando
a un amigo, el Barón de Bussières.
Mientras éste iba a la sacristía para encomendar una
misa, el joven judío apreciaba las obras de arte de
aquel templo.
Cuando se encontraba ante el altar consagrado a
Nuestra Señora de la Gracias de la Medalla Milagrosa
(conocido hoy como altar de la Madonna del
Miracolo), ella se le apareció y lo convirtió
instantáneamente a la Iglesia católica, haciéndolo
un fervoroso católico.
La lápida registra la milagrosa conversión: “En esta
capilla Nuestra Señora apareció al hebreo Alfonso
Ratisbonne convirtiéndolo a Cristo”.
Trascribimos a continuación un comentario el
Profesor Plinio Corrêa de Oliveira con
respecto a la milagrosa imagen, que tuvo la
ocasión de venerar varias veces en su estadía Roma.
* * *
La felicidad inefable
de la despretensión y de la pureza
El
cuadro de la Madonna del Miracolo aparece con la
frente coronada y con un resplandor con 12 estrellas
en forma de círculo.
La fisonomía está discretamente sonriente, con la
mirada dirigida hacia quien esté en arrodillado
delante de Ella. Muy afable, al mismo tiempo muy
regia.
Por el porte, da la impresión de una persona alta,
esbelta sin ser
delgada, muy bien proporcionada y con algo de
una imponderable conciencia de su propia dignidad.
Tenemos la impresión de una reina, mucho menos por
la corona que por todo su talante, por la mezcla de
grandeza y de misericordia.
La persona que la contempla tiende a quedar
apaciguada, serena, tranquilizada, como quien siente
calmadas sus pasiones agitadas. Como si Ella dijese:
“Hijo mío, yo arreglo todo, no se atormente, estoy
aquí oyendo que necesita de todo, pero yo puedo
todo, y mi deseo es darle todo. Por lo tanto, no
tenga dudas, espere un poco más, que lo atenderé
abundantemente”.
El cuadro tiene algo de misterio, pero un misterio
suave y diáfano. Algo como el misterio de un día con
un cielo muy azul, en que uno se pregunta lo que
habrá para allá del azul. Pero no es un misterio
cargado, es un misterio que queda por detrás del
azul y no por detrás de nubes.
Noten la impresión de pureza que el cuadro trasmite.
Comunica algo del placer de ser puro, haciendo
comprender que la felicidad no está en la impureza,
contrariamente de lo que mucha gente piensa. Es lo
contrario. Poseyendo verdaderamente la pureza, se
comprende la inefable felicidad que ella concede, al
lado de la cual toda la pseudo felicidad de la
impureza es basura, tormento y aflicción.
Noten también la humildad. Ella revela una actitud
de reina, pero haciendo abstracción de toda la
superioridad sobre la persona que reza delante de
Ella. Trata a la persona como si tuviese proporción
con Ella; cuando ninguno de nosotros tiene esa
proporción, ni aun los santos.
Sin embargo, si apareciera Nuestro Señor Jesucristo,
ella se arrodillaría para adorar a Aquel que es
infinitamente mayor. Ella tiene la felicidad
inefable de la despretensión y de la pureza.
Delante de un mundo que el demonio va arrastrando
para el mal, por el placer de la impureza y del
orgullo, la Madonna del Miracolo nos comunica ese
placer de la despretensión y de la pureza.
NOTAS
[1]
Excerpta
de conferencia del Prof. Plinio a socios y
cooperantes de la TFP en 20 de Enero de 1976.
La transcripción no fué revista por el autor.
Publicada en "Catolicismo"
N° 673 de Enero de 2007. Traducción
y adaptación por
"Acción
Familia". |