|
Plaza de Santa María
Formosa, Michele Marieschi, 1741 – Grabado |
La pequeña plaza de Venecia que aparece en la
ilustración causa una primera impresión en el
observador: es una plazuela en la que, sin duda alguna,
esta presente una vida con intimidad. Llama la atención
cómo las casas están dispuestas alrededor suyo: hay una
especie de fraternidad entre ellas. Las casas parecen
ser hermanas unas de otras, acogedoras entre sí.
Por otra parte, los habitantes de la plaza son
personas que llevan una vida con cierta suavidad, con
cierta intimidad, similar a la de las casas: una
intimidad ceremoniosa. Ceremoniosa, porque al mismo
tiempo que en esta plaza hay intimidad, no existe el
menor ambiente para, por ejemplo, que alguien salga de
repente en pijama. En este lugar no hay clima para el
pijama.
Hay una especie de calma, resultado de la tradición y
el buen gusto difuso en todo. Cada elemento es de un
gusto refinado y considero que dos o tres fachadas de
estas viviendas, por su discreción, son muy hermosas.
Por ejemplo, aquel palacete de la derecha, en el
grabado: es a la vez pequeñito y muy pomposo. Se puede
ver una corona de conde en la parte superior. Su fachada
es imponente. Uno tiene la impresión que delante de ella
hubo una representación teatral, en una tarima armada
para una fiesta.
Luego, al fondo, la iglesia, que es muy simpática, y
sobre todo su torre, muy elegante. Los trazos de la
torre son hermosos, muy armoniosos, muy distinguidos.
Esta plazuela tendría un defecto —en mi opinión— si
no hubiera un pozo en el centro. Algo faltaría y
parecería enorme. El pozo desempeña un papel, en el
conjunto, que es algo extraordinario. Es un centro
psicológico superior. Se puede ver que la plaza no está
totalmente pavimentada, sino solo en parte.
Donde existe pueblo, hay calor humano, el pueblo
representa un elemento de calidez en las relaciones
humanas. ¡Una sociedad sin pueblo se vuelve inhumana!
Algunas cosas indican la presencia del pueblo en la
plaza. Por ejemplo, la chimenea de la casa, a la
izquierda, con una escalera encima. Me imagino a un
italiano plebeyo, limpiando la chimenea y cantando.
Luego interrumpe su trabajo para almorzar.
Aún puedo imaginar un viento que tumba la escalera y
esta se precipita sobre una niña. Pero, gracias a la
intercesión de san Antonio de Padua, ¡la escalera se
desvía! El grabado sugiere escenas como esa. Lo
encuentro muy pintoresco.
Conclusión: frente a esta plazuela, a fuerza de
mirarla, el sentido común elabora o destila una nota
selectiva o dominante que concierne a todas las notas
particulares existentes en él. Esta nota dominante, a su
vez, tiene para mí un valor del espíritu. Yo diría que
esa nota es: intimidad ceremoniosa y suave, afable,
espiritual, llena de armonía y distinción. Ahí está el
encanto de esta pequeña plaza.
NOTAS
(*)
Texto extraído de conferencia del
Prof. Plinio Corrêa de Oliveira de 18 de maio de 1963. Sin
revisión del autor. Traducción y adaptación por
"El Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe" |