Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Polônia y la tentación del relativismo

 

"Catolicismo" N.º 189 - Septiembre de 1966

 

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Polonia era todavía una nación bárbara, en el año 966, cuando el príncipe Mieszko pidió a los vecinos checos que enviaran misioneros católicos. Su acción fue victoriosa. El Príncipe se convirtió y se bautizó. Después de él, las conversiones se multiplicaron rápidamente y, desde entonces, Polonia se ha convertido en la gran nación católica que sigue siendo hoy en día, a pesar de unas condiciones tan adversas. Este año se celebra el milenio de este afortunado acontecimiento.

El bautismo del príncipe Mieszko y la conversión de su pueblo fueron el punto de partida de varios acontecimientos propicios. En toda Polonia se empezaron a talar los robles que hasta entonces habían sido adorados por el pueblo. La construcción de iglesias católicas comenzó en todas partes. Mieszko se casó con la princesa checa Dombreowka. De esta unión surgió la famosa dinastía Piast, que reinó en Polonia hasta 1370. Mientras el pueblo se civilizaba y crecía en virtudes bajo la influencia de la Religión Católica, el sucesor de Mieszko, Boleslao I, el Valiente, incorporaba varios territorios al principado, con los que se formó el Estado polaco. En 1025, Boleslao fue coronado rey por el arzobispo de Gniezno. Poco después, el monarca murió. Pero dejó completa la gloriosa obra de su predecesor con la constitución definitiva del Reino Católico de Polonia.

Desde entonces hasta nuestros días, la nación polaca, aplastada por la Rusia cismática y luego también por la Prusia luterana, ha sufrido toda clase de tormentos para conservar su fe. Estos tormentos culminaron en nuestro siglo, cuando el nazismo prusiano y el comunismo ruso, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, dejaron a ese valiente pueblo destrozado y exangüe.

Acabamos de hablar de los tormentos de Polonia en este siglo. Nos referimos a los tormentos materiales. Los tormentos espirituales iban a ser aún mayores después de la guerra.

Tal vez sólo en el Día del Juicio Final se revelen todos los responsables de uno de los mayores crímenes de nuestro tiempo, a saber, el consentimiento tácito de los aliados a la ocupación del territorio polaco por los comunistas. El hecho es que desde entonces Polonia ha sido sometida por los ocupantes soviéticos y sus títeres polacos a un "tratamiento" capaz de volverle a uno loco. A veces con actos de violencia, a veces con maniobras engañosas de acercamiento, el comunismo ha querido obligar al pueblo polaco a aceptar la filosofía y la doctrina político-social del régimen. Para ello, su maniobra más astuta ha consistido en crear una izquierda católica dispuesta, en Polonia como en otras partes, a proclamarse antimarxista para atraer la confianza de los católicos, y al mismo tiempo, con el pretexto de la imparcialidad, alabar ciertos aspectos de la acción de los comunistas, y con el pretexto de la prudencia recomendar la colaboración, al menos implícita, con el gobierno (1).

Con esta política, el comunismo logra su triunfo más notable, que consiste en hacerse aplaudir y apoyar por quienes deberían ser sus adversarios naturales e irreductibles.

Nuestras primeras fotos reproducen el hermoso monumento que muestra, en Poznan, al príncipe Mieszko I y al rey Boleslao I el Valiente: figuras varoniles, sagradas y guerreras, hombres de fe, para quienes el sí es sí y el no es no, dispuestos en todo momento a empuñar la espada en defensa de las prerrogativas y libertades de la única y verdadera Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo. Representan dignamente la asertividad, la coherencia y la intrepidez propias de la fibra religiosa de su pueblo.

Precisamente para negar estas virtudes típicas, los saboteadores de la fe, bajo la dirección de la izquierda católica, actúan en Polonia. No piden directamente a los católicos que renuncien a la religión. Piden, más bien, que acepten en su religiosidad un matiz de relativismo, como resultado del cual ni el sí es enteramente sí, ni el no es enteramente no — ni el bien es verdaderamente bueno, ni el mal es verdaderamente malo. A partir de esto, todas las incongruencias, todas las combinaciones espurias y todas las defecciones son posibles.

¿Cómo afronta la población polaca esta tentación? Nuestra segunda foto nos lleva a afirmar que la respuesta sea: magníficamente. Peregrinos de todas las edades procedentes de todos los rincones de Polonia asisten a una representación de la Pasión en Stara Kalwaria, a 50 kilómetros de Cracovia, durante la Semana Santa de 1965. Los rostros de personas profundamente atentas y sufrientes, que por un momento olvidaron sus propios sufrimientos para pensar sólo en los insondables sufrimientos de Aquel a quien la Sagrada Escritura llama el Varón de Dolores, "Vir dolorum" (Is 53,3). Fe profunda, participación intensa en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, coherencia viva entre lo que se cree y lo que se siente, nos presenta esta admirable fotografía.

 Todo hace esperar que Polonia acabe triunfando. Es en este sentido que elevamos aquí nuestras más ardientes oraciones a Nuestra Señora de Czestochowa, la celestial Patrona del glorioso pueblo polaco.


NOTAS

(1) Esta maniobra del comunismo ponía a los católicos delante de la problemática de la licitud de una colaboración con el régimen comunista. Para denunciar esta maniobra y refutar la tesis de la licitud de la colaboración con el régimen comunista, el Prof. Plinio escribió, en 1963, el libro LA LIBERTAD DE LA IGLESIA EN EL ESTADO COMUNISTA - LA IGLESIA, EL DECÁLOGO Y EL DERECHO DE PROPIEDAD. Esta obra fue elogiada por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades, órgano de la Santa Sede encargado de incentivar, orientar y vigilar la enseñanza católica en todo el mundo, en carta firmada por Su Eminencia el Cardenal Giuseppe Pizzardo y Su Excia. Revma. Mons. Dino Staffa, Arzobispo titular de Cesarea, como Prefecto y Secretario de este Sagrado Dicasterio, respectivamente.

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