Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

La piel es de oveja...

 

"Catolicismo" N.º 176 - Agosto de 1965

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Una escena magnífica: rodeados de una multitud de fieles, cuatro obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa se presentan —con motivo de una ceremonia litúrgica— adornados por el esplendor de los ornamentos eclesiásticos del Oriente cristiano. La imagen está pensada para inculcar el respeto, la confianza y el amor filial.

Pasemos de las apariencias a la realidad. No nos fijemos en las vestimentas: investiguemos quiénes son las personas.

Aquí hay un grupo de jerarcas de la Iglesia rusa dominada por el comunismo. La foto fue tomada alrededor de 1942, en la catedral de Bagoyavlenia en Moscú. De izquierda a derecha son: el Metropolitano de Kiev, Nikolas, el Metropolitano de Moscú, Sergij, un obispo no identificado y el Metropolitano de Leningrado, Alexij.

Cuando el comunismo se instaló en Rusia, el jefe eclesiástico de la jerarquía cismática era el Patriarca Tichon. Los bolcheviques lo presionaron para que se uniera al nuevo régimen. Se negó, y fue acompañado por los demás jerarcas de su iglesia. A esto se siguió una serie de persecuciones y encarcelamientos de obispos, incluido el propio Tichon. Enfermo y oprimido, murió en 1925.

Uno de los obispos perseguidos fue Sergij, metropolitano de Nijni-Novgorod y sustituto legal del Patriarca. También él se arrastró por las cárceles durante unos meses, y no le gustó. Tan poco le gustó la persecución que, a diferencia de sus colegas, entabló negociaciones con el gobierno comunista.

¿El pretexto? Para salvar a la Iglesia rusa de la destrucción total. ¿Efecto concreto? Cambiar la cárcel por una situación personal cómoda y garantizada.

En 1927, Sergij, como administrador del patriarcado, publicó un documento en el que instaba a los fieles a aceptar el régimen soviético de todo corazón. No le disuadió de este paso infame la consideración de que ningún régimen que fuera ofensivo para la propiedad privada podía ser aprobado por los cristianos.

Finalmente, rompió con los demás obispos que no apoyaban el comunismo.

Plato de lentejas: el gobierno soviético, que ya le había reconocido oficialmente como administrador del patriarcado en 1927, permitió que Sergij fuera elegido patriarca de Moscú y de toda Rusia en 1943, durante la guerra. Murió al año siguiente, pero su sucesor, el actual Patriarca Alexij, adoptó la misma línea de conducta. Uno y otro fueron capaces de establecer toda una "jerarquía" de obispos comunistas. Y hoy el patriarca y los obispos viven en paz... con el régimen materialista y expoliador implantado en Moscú.

Efectos ventajosos para el comunismo: confundir y desanimar a nuestros pobres hermanos separados, los herejes y cismáticos de Rusia; hacer creer en el extranjero que los comunistas no persiguen a las iglesias... comunistas; y finalmente crear en muchas personas que tienen fe y amor… a su piel, la siguiente pregunta: ¿no sería mejor que hiciéramos idéntico negocio, en lugar de luchar contra un enemigo tan sañudo y peligroso?

Moraleja: el comunismo considera hoy superada la época clásica en la que sus propagandistas, hirsutos, febriles y amenazantes, se extendían aullando por toda la tierra. El lobo prefirió vestirse de oveja.

Ahora más que nunca ha llegado el momento de hacer caso a la advertencia del Salvador: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso los hombres recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?” (Mt. 7, 15).

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