Qué horror, qué fealdad excesiva, habrá exclamado cualquier lector
sensato al ver estos tres monstruos. Qué horror, en efecto: lo
decimos, sin embargo, no sólo en el sentido de feo-horrible, sino en
un sentido mucho más profundo aún.
Estos tres monstruos chocan con la sensibilidad natural del
hombre. Están en flagrante contradicción con todos los principios de
orden, bondad y belleza establecidos por Dios en la creación. Una
corriente artística que multiplica monstruos como éstos, que rodea
de ellos el entorno del hombre, y que quiere así acostumbrar a la
humanidad a encontrar normales estos horrores, conduce a un profundo
deterioro de la inteligencia y de la sensibilidad, y es responsable
de todas las consecuencias subsiguientes en el plano religioso,
moral y cultural.
● “Jinete de las tinieblas” es una figura de 90
centímetros en escoria de alto horno de Jean Dubuffet. Más
conocido como pintor, a menudo se le ha calificado como el
artista más importante surgido en Francia después de la guerra.
En efecto, si un San Luís de Francia o un San Fernando de
Castilla, piadoso, puro, fuerte, majestuoso, montando su corcel,
lanza en ristre contra el adversario, es bien el símbolo del
caballero de la luz, hay que reconocer que este lisiado es
análogamente el símbolo del caballero de las tinieblas. Tinieblas,
sí: en la medida en que todo lo que es verdad, coherencia, belleza y
orden es luz, y todo lo que es error, incongruencia, hediondez y
desorden es oscuridad. Este ente absurdo, en el que todas las partes
son incoherentes, en el que cada parte es horrenda y lo horrendo de
la “combinación” de las partes es aún más horrendo, en el que
anatómica y fisiológicamente todo no es más que desorden, constituye
un símbolo de todo lo siniestro. En una sola palabra, un demonio
carrancudo que deseara expresar su horror en forma material podría
elegir muy bien esta forma. |
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¡Qué gemido, el de ese pájaro! ¡Qué catástrofe irremediable le ha
atingido! Su cabeza y su pecho, privados de las condiciones de vida
por una monstruosa amputación viven, sin embargo. Viven una vida
irremediablemente trágica y disparatada, como un eterno desafío a la
sabiduría y a la bondad de Dios, ¡como si Él permitiera que
existiera semejante absurdo, un ser-no-ser! Un demonio que,
blasfemando contra el Señor, quisiera expresar su desesperación como
eterno condenado a un castigo absolutamente justo, irremediable,
totalmente aplastante, podría simbolizarse muy adecuadamente en esta
estatuilla.
● “Quemado, ulcerado y con aspecto de derretirse, el
bronce PÁJARO de Elisabeth Frink (de 40 centímetros de
altura) podría ser un recuerdo de pasado reciente o una visión
profética. La artista es una novata inglesa”.
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Igual en horror a una
cabeza sin cuerpo sólo un cuerpo sin cabeza.
● “La FIGURA
ALADA de César (1 metro de largo) sugiere una ruinosa fusión
entre pájaro, Victoria griega y avión — o historia natural, arte
clásico y tecnología que participan en un holocausto universal”.
Este cuerpo que marcha animosamente como la Victoria de Samotracia,
pero sin ver ni saber para dónde, es ya en sí mismo un absurdo. Lo peor
es que no siente el inmenso peso de algo desproporcionado que pesa sobre
sus alas. Es un ala extra, un destrozo, el ala caída de un avión.
Así, un monstruo lleno de estúpido bienestar lleva una fardo
insoportable, es decir, un destrozo.
Este bronce es un horror análogo al que hemos analizado
anteriormente. Se puede repetir al respecto el mismo comentario.
Horror, dijimos al principio. Horror monstruoso. Peor aún: horror
demoníaco. |