Del
artículo "A
propósito de la Cité Catholique: Nota sobre las relaciones entre clérigos y
laicos", publicado en "Itinéraires" (número de mayo de 1962), y
firmado por el Revmo. Frei R. Th. Calmel, O. P.
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"Pensemos por ejemplo en el director de un periódico que utiliza el nombre de
católico. Puede insinuar, e incluso enseñar con cautela, que el comunismo ofrece
ventajas reales para la civilización y para la Iglesia. Su periódico se vende en
las puertas de las iglesias, e incluso a veces dentro de ellas. No faltan
eclesiásticos de todos los hábitos para demostrar que este director no ha
traspasado la frontera —bastante amplia, por cierto, de cierto lado— de lo que
se llama libre elección en lo temporal. — Consideremos una escritora cuyas
costumbres privadas son repugnantes e incluso contra natura. Se jacta de ello en
sus libros, y obtiene dinero y renombre de esta exhibición. No faltan los
periodistas cristianos que explican en una publicación que se vende a las
puertas de las iglesias, e incluso a veces dentro de ellas, que esta escritora
representa el tipo ideal de la "mujer fuerte sin Evangelio". Eclesiásticos de
diversas obediencias consagran estudios serios y eruditos a Mme. de Beauvoir,
observando un perfecto silencio sobre sus torpezas."
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"Tomemos
ahora a un laico cristiano, responsable de una modesta hoja mensual. Presenta
allí, de manera sistemática, los textos de la enseñanza oficial de la Iglesia de
Cristo sobre la familia, el trabajo, la propiedad privada, los cuerpos
intermedios, las comunidades locales, todo lo que, en una palabra, constituye el
tejido de la vida de un laico. Su texto es aprobado por la censura canónica; su
hoja no se pone a la venta en las puertas de las iglesias, y menos aún dentro de
ellas; se limita a invitar a sus amigos a reunirse una o dos veces por semana y
a tomar la revista como base de una instrucción cívica cristiana. Además, pide a
sus amigos (y consigue que se ajusten a estas directrices) que su grupo de
estudio esté abierto a cuantos quieran acercarse a él, así como que limiten sus
discusiones al texto de la propia revista, sin desviarse hacia el comentario de
la actualidad política. En una palabra, nuestro laico organiza de manera
prudente, abierta, cordial, el estudio y la difusión de los principios del
derecho natural (de ese derecho natural que la Iglesia ha hecho suyo,
consagrado, iluminado y elevado). Pues bien, por haber hecho esto, se le hace
acreedor a amonestaciones, requisas, denuncias ante la Jerarquía Eclesiástica.
Algunos periódicos, y no sólo los comunistas, ponen el grito en el cielo contra
esta organización de estudios sociales cristianos. Un sacerdote de la Compañía
de Jesús publica en una buena editorial —la editora Buena Prensa (Bonne Presse)—
una exposición hábil en insinuar, y después de haber dirigido a nuestros laicos
cristianos "siete interrogaciones mayores" (como dice el sacerdote), en torno a
las cuales "podrían gravitar fácilmente otras mil interrogaciones satélite", da
a entender, en conclusión, que esta organización de estudio y difusión podría
ser "a menudo el refugio de un catolicismo ciertamente lleno de celo, pero más
bien pobre e ingenuo, siempre bajo la amenaza de desnaturalizarse, por su
incompetencia teológica, en un integrismo inconsciente" (el texto del P. de
Soras, S. J., se reproduce íntegramente en el n.º 129, de marzo de 1961, de "Verbe"
). Amigos de la “Cité Catholique”, estais bien servidos".
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¿Por qué se
distingue a estos hombres con este trato de favor? "Témoignage Chrétien" se
sigue vendiendo en la puerta de las iglesias; ¿es tan brillante la competencia
teológica de su director? ¿Están sus consideraciones normalmente en armonía con
la doctrina social de la Iglesia?
¿Cómo es que
ningún religioso se ha levantado todavía para "dar testimonio de un malestar"
con respecto al "Témoignage Chrétien"? Y la competencia teológica del director
de "Informations Catholiques Internationales": ¿cómo es que nunca se ha
cuestionado? ¿Por qué el doble rasero? ¿Por qué el laico que funda grupos de
trabajo para conocer y dar a conocer, por ejemplo, la sana doctrina sobre la
familia se ve tratado como un pobre imbécil (y peligroso, además), mientras que
al laico que ensalza la grandeza, la virtud y la limpieza de la siniestra Madame
de Beauvoir se le vende su publicación a la puerta de las iglesias?"
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