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Plinio Corrêa de Oliveira AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES El arte moderno visto en algunos de sus peores aspectos
"Catolicismo" N.º 136 - Abril de 1962 |
Deformando sistemáticamente la realidad, [el arte moderno] presenta aquí cuatro ejemplares de animales —con el pretexto de interpretarlos— como si fueran monstruos.
El toro, si caminase, cojearía. Si tuviera pulmones, sería asmático. Si tuviera un sistema digestivo, haría una mala digestión. O incluso sería incapaz de hacer la digestión. Un granjero que inesperadamente viera, por alguna misteriosa radiactividad, que su rebaño se volviera así, enloquecería. ¡Y así es como el artista ve al toro!
¡Qué ciervo, el de la segunda foto! Monstruoso en todos sus aspectos: un pequeño cuerpo cilíndrico irreal, apoyado sobre patas gruesas y cortas que dan la impresión de haber sido amputadas, de modo que el animal caminaría con los muslos directamente sobre el suelo. Aberración de la naturaleza, este ciervo tiene dos cabezas, una que sirve para sostener los ojos, las fosas nasales, las orejas y la boca, y la otra que parece un estuche para sostener la masa encefálica y llevar la cornamenta. ¿Podría haber una pesadilla peor?
Uno pensaría que no. Pero tal vez sería aún más espeluznante soñar con un bosque o un prado enteramente poblado por bandadas de animales abultados y obtusos como el de la tercera foto. Es todo vientre. En el colmo de la infelicidad, sus pequeñas patas parecen incapaces de sostener y mover una criatura tan carnosa. La pequeña cara es totalmente secundaria en el conjunto. El hocico grueso y brutalmente romo da una impresión de estupidez y vulgaridad que encaja bien con el ojo redondo y saltón de idiota. Y el nombre que merece la estatuilla bien podría ser "lisiado carnoso".
Por último, un ciervo con un corzo. Una imagen de miseria y horror. Parece una figura inventada por algún agro-reformista y titulada: un ciervo criado en un latifundio sin explotar. La cabeza tiene algo de satánico, con sus enormes cuernos y la risa sardónica de su boca abierta. ¡Qué diferencia entre este monstruo y los hermosos ciervos, ágiles, fuertes, elegantes, que Dios ha esparcido por el mundo!
Ahí tienes "Catolicismo" con sus intolerancias y sus alergias, dirá algún lector idólatra del arte moderno. Es necesario ver estas esculturas con ojos contemporáneos, comprender su valor profundo, marchar con los tiempos. ¿Para qué este periódico [N.C.: la revista “Catolicismo” en aquel tiempo tenía formato de periódico] reaccionario está siempre mirando al pasado? Los tiempos de las catedrales góticas, de las Madonas de Rafael, de los minuetos y de la “belle époque” han pasado. Debemos comprender el alma del hombre moderno, asumirla y no llenarla de baldones. En resumen, naveguemos hacia adelante en las procelosas aguas de la Historia, y no hacia atrás. Porque lo monstruoso, esto sí, es querer restaurar un pasado que ya no existe.
Estimado lector que defiendes con tanto ahínco estos objetos, que figurarían tan apropiadamente en algún museo de tu amado arte moderno: te parecerán sorprendentes si te decimos lo que son. El primero de ellos es un bronce proto-hitita encontrado en Asia Menor. Los expertos sitúan su fecha de origen en torno al año 2000 antes de Cristo. La foto número 2 es un bronce hitita de unos mil años antes de la era cristiana. Se descubrió en la región del Tigris. Es un poco más moderno que el anterior... La tercera foto es un ritón de terracota, también hitita, procedente de la región de Hacem-Euyuk. También data de mil años antes de Jesucristo. En esta serie, el apogeo de la modernidad está representado por la última estatua, ya que "sólo" tiene 2.760 o 2.860 años. Es de bronce y procede de la región de Gaziantep. Por lo tanto, aquí se evidencia claramente el sello reaccionario del arte moderno. Nosotros queremos restaurar la civilización cristiana. [El arte moderno] pretende ir más atrás en la historia y restaurar el mundo pagano.
Vemos así la actitud del estimado lector al que nos dirigimos: se indigna, lanza exclamaciones, insulta al periódico, lo arruga, lo tira a un lado. Hace de todo, excepto producir un argumento que nos refute con eficacia. ¿Por qué tanta furia contra nosotros? Es porque hemos enunciado un pensamiento que desagrada a este rabioso partidario de la libertad de pensar. |
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