Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

La Masa, engendrada por la Revolución

El Pueblo, hijo de la Tradición

 

"Catolicismo" Nº 123 - Marzo de 1961

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"CATOLICISMO” ha publicado varias veces el maravilloso pasaje del Mensaje de Navidad de 1944, en el que Pío XII establecía la distinción entre el pueblo y masa. [1] No es necesario, pues, repetirlo aquí.

A este respecto, conviene recordar que los falsos profetas del populismo revolucionario, aunque aparentan ser celosos de los intereses y derechos de las clases humildes, omiten sistemáticamente este punto de importancia capital: asegurar al pueblo el derecho y los medios prácticos de ser un pueblo auténtico, en el pleno sentido del término, y no una informe y caótica masa.

En su intento de nivelar, confundir y reducir todo al anonimato, aplace a la Revolución aglomerar enormes masas inorgánicas. Aquí el hombre se siente como una unidad meramente aritmética, un grano de arena en un desierto, una ficha, algo de inerte, de ajeno, de inexpresivo, de inhumano en definitiva, que la propaganda, la burocracia y la policía —las tres tenazas del socialismo— dirigen a su antojo.

Es en este orden de cosas, que tiende a privar a cada hombre, a cada familia, a cada región, a cada profesión, de los medios de expandir su propia personalidad típica y original, de formar grupos y corporaciones animados por una vida autónoma y peculiar, que muchos quieren ver el paraíso del pueblo.

Considérese este inmenso conglomerado obrero dentro de una vastísima sala. ¿Qué nacionalidad tiene? ¿Qué profesión? ¿En qué ciudad tiene lugar la reunión?

Los obreros pueden estar empleados en la industria del acero, en el transporte, en la industria del calzado, en la industria textil o en la minería. Pueden ser italianos, suecos, franceses o argentinos. Se puede suponer que la construcción existe en cualquier continente, y se puede destinar a los fines más variados. Cosmopolita, banal, insignificante en el sentido estricto de la palabra, es incluso la gruesa figura que aparece de espaldas, con su opulencia física, su grueso gabán y su melena revuelta, que puede pertenecer a cualquier pueblo, hablar cualquier idioma, ejercer cualquier tipo de actividad.

Es la masa, bien exactamente como la describió Pío XII. ¿Qué simboliza mejor esta multitud que un montón de arena?

Sana, sólida, viva, esta joven es evidentemente alemana. Tiene una raza definida y las características de una patria específica. Además, pertenece —y su traje lo dice bien— a una región donde los siglos han elaborado libremente toda una indumentaria típica, adecuada a la mentalidad de los habitantes y a sus condiciones de vida.

Además, no se puede dudar de su profesión. Dos limones pegados en el sombrero, además de servir de adorno agradable y pintoresco, indican que la joven es vendedora de estas frutas.

Alemana, [característicamente natural de Hamburgo], vendedora de limones, esta chica vive en marcos sociales y en entornos definidos en los que puede ser ella misma, es decir, algo más que un número impersonal en un "mare magnum" de hombres, amorfo e inhumano, como el de la multitud reunida para un mitin en el Parque de Exposiciones de París.

 


NOTAS

[1] Véase "Catolicismo" n.º 113, mayo de 1960, en el apartado "Bienes de alma en la vida popular". El texto completo del Radiomensaje puede verse aquí.

 Un magnífico comentario del Prof. Plinio sobre esta alocución puede verse en una conferencia sobre el libro Nobleza y élites tradicionales análogas en los discursos de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana pinchando aquí. 

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