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Como en sucesivas
oportunidades hemos expuesto en “Catolicismo”, la explosión
protestante del siglo XVI, la Revolución Francesa, la Revolución
Comunista constituyen algo como tres fases de un movimiento inmenso,
uno por el espíritu, por los objetivos y hasta por los métodos.
En la fisonomía de
tres de sus líderes, la sección “Ambientes, Costumbres,
Civilizaciones”tratamos de ver hoy algunos de los trazos de alma de
este movimiento, es decir, algo del espíritu de la Revolución.
En la foto de
Lutero muerto (cuadro de Lucas Furtenagel, Biblioteca de la
Universidad de Leipzig) un análisis detallado revela, en la grosería
de los rasgos, la nota característica del demagogo lleno de sí mismo;
del alborotador cuya predica tantos errores y tanta rebelión
difundió, y tanta sangre hizo derramar. Pero la primera impresión
que sobresale inmediatamente, y se convierte en definitiva en el
espíritu del observador, es la sensualidad, el amor excesivo de los
regalos de todo tipo, que produce a primera vista una sensación
dolorosa. |
En Robespierre, cuya máscara mortuoria
se conserva en el Museo Tussaud reproducida aquí, lo que se expresa
es principalmente el odio. Un odio tan profundo, tan avasallador,
que, sin haber abolido la sensualidad, es la nota dominante de su
fisonomía. Esos labios cerrados para siempre parecen sin embargo
destilar algo de la predicación de la violencia y muerte de la era
el Terror. Esos ojos que ya no ven parecen conservar una expresión
de odio viperino. La frente abovedada da la sensación que todavía
está rumiando piezas oratorias incendiarias y planes de subversión.
Todo él no es sino odio igualitario, tanto en el plan especulativo
como en el militante: un deseo inmenso de destruir todo lo que, por
cualquier razón, sea superior a él. |
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La tercera
fotografía presenta a Ernesto “Che” Guevara, el argentino
trasplantado a Cuba, que expresa tan auténticamente el cuño marxista
de la revolución cubana.
Los cabellos, que
parecen no haber sido cortados ni lavados desde hace mucho tiempo;
un bigote ralo y deshilachado, cuyos extremos acaban uniéndose con
una barba de contornos inciertos, formando un sólo marco de desaliño
y desorden, que producen una repulsión instintiva, pero que buscan
despertar una impresión de naturalidad y de falta de pretensión
extremadas.
Por su parte, la
mirada, de un brillo inusual, y la sonrisa buscan dar una cierta
idea de cordialidad y amabilidad un tanto mística.
Este hombre de
apariencia dulce es uno de los soportes del régimen del “paredón”,
donde tantas víctimas han sido cruelmente inmoladas; del régimen que
mueve contra la Iglesia una persecución enteramente del estilo de
Robespierre o de Lenin. |
Si la fisonomía de Lutero
expresa sobre todo la avidez de los placeres del cuerpo, y la de
Robespierre sobre todo el odio igualitario, la del “Che” Guevara
representa una de las máscaras más recientes de la revolución, es decir,
la bondad falsa ocultando la peor de las violencias.
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