Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

"Se hicieron abominables, como

aquellas cosas que amaron"

 

"Catolicismo" N.º 116 - Agosto de 1960

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Nuestro primer grabado muestra una "Cabeza", un mármol de 35,5 cm de altura expuesto en el Museo del Louvre. Proviene de Amorgos, en el archipiélago griego de las Cícladas. Es un ídolo de la época prehelénica.

Las maravillas del universo deben llevar al hombre al conocimiento de la sabiduría, la bondad y la belleza del Creador de todas las cosas. Pero, habiéndose hecho pagano, comenzó a adorar no pocas veces a seres inferiores, como animales, o incluso a divinidades imaginarias horrendas. A menudo, adorando figuras humanas, las adoró monstruosas, como es el caso de esta "cabeza". Si alguien con esta cara caminara por las calles, causaría horror. Y si se subiera a un tranvía o a un autobús, este se vaciaría inmediatamente. Si hubiera una enfermedad cuyo efecto fuera hacer que sus víctimas fueran así, todos los médicos del mundo se movilizarían contra ella. Es un monstruo, muy expresivo, es cierto, pero por eso mismo tanto más terrible, pues de él sólo se desprende monstruosidad.

¿Cómo no sentir compasión por los pobres paganos, llevados a adorar a este monstruo? ¿Cómo no percibir la deformación mental y moral que introduce en el alma la adoración de tal entidad?

A este respecto, la Sagrada Escritura observa con clarividencia que los hombres se modelan a sí mismos en las cosas que aman:

Como uvas en desierto hallé a Israel: como los primeros frutos de la higuera en lo alto de ella, vi a los padres de ellos: mas ellos entraron a[l templo de] Beelphegór, y se enajenaron para su confusión, y se hicieron abominables, como aquellas cosas que amaron” (Os 9,10) [*].

Si es cierto que lo que el hombre ama lo transforma, uno se pregunta: ¿es deseable modelar a alguien según esta extraña y grotesca cabeza reproducida en la segunda foto? ¿Querría el lector, por ejemplo, que sus hijos se conformasen según ella de alma o de cuerpo?

Y cómo duele decir que la intención del autor, el conocido escultor francés contemporáneo Jean Lambert-Rucki, era representar a Nuestro Señor Jesucristo, fuente de toda santidad y, por eso mismo, modelo infinitamente perfecto de inefable equilibrio de personalidad.

Decirle a alguien: este era Cristo, imítalo, sé como Él, ¿es educar, es formar, es trabajar por la ascensión espiritual del hombre?

 


NOTAS

[*] Citación retirada de:

La Vulgata Latina, Traducida en Español por Don Phelipe Scio de San Miguel. Tercera Edición, Tomo XI, del Antiguo Testamento, Los doce Prophetas Menores. Madrid, 1815

https://archive.org/details/labibliavulgatal11scio/page/n3/mode/2up?q=oseas&view=theater

 

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