Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

 

Finura e Granfinismo

 

"Catolicismo" Nº 112 - Abril de 1960

Bookmark and Share

Lo normal en una sociedad bien ordenada, en una sociedad cristiana y orgánica, compuesta por clases diversas, armónicamente escalonadas e íntimamente entrelazadas unas en las otras, es que haya para todos abundancia de los bienes indispensables para la existencia, como el alimento, el vestido, la habitación, las medicinas corrientes y los medios de transporte comunes. Al contrario, los bienes que son meramente convenientes, no necesarios, como vinos de óptima calidad, exquisiteces, obras de arte, tejidos preciosos, medios de transporte lujosos, son mucho menos abundantes. Y, por el orden natural de las cosas, deben confluir para las clases dirigentes, más cultas, dotadas de más gusto para apreciarlos y de más capacidad para desenvolverse con ellos.

 Estas consideraciones nos ponen en presencia de un trinomio: función dirigente, cultura, riqueza. Hay entre los elementos de este trinomio una afinidad natural, la cultura es el predicado propio de quien dirige, y la riqueza es a la vez instrumento de dirección y medio de destilar y quintaesenciar cultura.

*   *   *

Estos conceptos son banales. Sin embargo, la Revolución [*] los niega de mil maneras. Se opone a la diferencia de clases, cultura y fortuna. Bajo su inspiración, en muchos lugares donde falta lo necesario se constituyen industrias de baratijas vistosas, objetos superfluos, baratos y de poca durabilidad, que dan al pobre, con el estómago vacío, la ilusión de ser rico. Y finalmente, gracias a las turbulencias económicas y sociales que engendra en todas partes, el trinomio del que hablamos se va descoyuntando. Las clases tradicionales, que representan el factor educación, el gusto, el alto estilo de vida, absorbidas por el placer o la inercia, se van volviendo cada vez menos cultas y menos ricas. Las profesiones intelectuales, en que la educación es el medio de vida, van teniendo una situación económica cada vez más modesta, a la que corresponde una situación social cada vez más apagada. El dinero fluye en inmensas cantidades para elementos sin tradición, sin cultura, sin instrucción y sin gusto.

 Y de ahí viene una serie de ideas falsas que concurren en parte para el ambiente de confusión en que vivimos.

Una de estas confusiones existe entre los conceptos de fino y granfino. Nos ocuparemos de ella hoy.

*   *   *

Granfino se dice de una persona, un traje, un ambiente, etc. Un vestido granfino necesita, en primer lugar, ser nuevo, con esa forma de esplendor que sólo las cosas nuevas tienen. Todo lo que es granfino debe, además, causar un cierto asombro, hacer a la mujer parecer hombre, a la anciana tener aspecto de joven, o al anciano parecer un cursi. Debe dar a los muebles, a la casa o al templo una impresión de máquina, de fábrica, y debe de alguna manera producir la sensación de que viola las leyes de la física.

Su aspecto tiene que ser "democrático", nada de pompa, de solemnidad, de seriedad. Todo simple, lamido, con aires de niño en vacaciones. En compensación debe ser muy limpio. Y sobre todo caro. Cuanto más caro, mejor.

Por tanto, el granfinismo no es prerrogativa de las grandes ciudades, hasta las aldeas lo tienen. Ni es seña de identidad de una clase, hasta en las tabernas de barrio hay granfinos suburbanos. El granfinismo es un estilo, un género, una categoría, una enfermedad. Casi diríamos que forma una secta.

*   *   *

Los granfinos en sus respectivos niveles son todo, el resto no es nada. De ahí viene la idea de que la clase dirigente, si no tiene el monopolio del granfinismo, es como su matriz. Y que tener dinero, tener gusto, ser granfino, es una sola cosa.

Pero ciertamente no lo son. El granfinismo es el triunfo de la vulgaridad y del mal gusto, teniendo a su servicio el dinero. Es fruto de un trinomio, pero que es lo opuesto del trinomio de la finura.

Para hacer algo fino, el dinero es útil, pero de ninguna manera es necesario. Al hacer algo granfino, el dinero es malgastado y sólo sirve para dar fuerza de ostentación a la vulgaridad.

*   *   *

Esta sala de nuestro grabado, de segunda categoría, por cierto, busca nítidamente el granfinismo. El asiento del primer plano tiene cojines muy cómodos, que invitan al cuerpo a relajarse. Pero este respaldo y este asiento tan mullidos no se completan con reposabrazos. El completo relajamiento es incompleto. Además, el cuerpo que se relaja forzosamente pesa. Las delgadas patitas de ese mueble parecen especialmente destinadas a cargar seres diáfanos. Las personas sienten todo esto sin poderlo explicitar. Saben, además, que el asiento no se va a caer. Todo es contradicción rebuscada y astuta. Divertida. O, mejor dicho, graciosa. Nuevo a estrenar, elegante, costó lo suyo, en fin, granfino, o más bien granfinito.

 La alfombra da la impresión de mal peinada. Es lanuda, enredada, sin ser propiamente fofa. ¿Es de buena calidad? Sí, porque no está gastada. No, porque se diría que salió de la fábrica antes de los acabados finales. Mientras no tenga ninguna mancha, ni se destiña, será graciosa y granfina. Esto durará poco. Manchada, desteñida, continuará alfombrilla, felpa horrible que terminará por ir a la basura.

¿El jarrón es un jarrón o un cilindro cualquiera? ¿Qué son estas varillas? ¿Fueron recolectadas o cogidas sueltas en cualquier jardín, rodando por el suelo? ¿Y el cojín que flota solo y desolado en el sofá del fondo? ¿No es la figura del observador sensato, como mísero escombro flotando descorazonado y sin lastre en este pequeño océano de contradicciones llamativas, pedantes y ufanas de sus propias cacofonías?

Caro, un poco. Pretencioso, mucho. Extravagante, completamente. Granfino completamente. Fino, en absoluto.

*   *   *

En la foto vemos una verja de hierro forjado que protege la entrada de un antiguo edificio, pavimentada con grandes tablones anchos y bellos. Paredes de piedra. Todo muy barato. Cuánta afabilidad, cuánta seriedad, cuánta nobleza. Líneas distinguidas, natural dignidad de lo que es serio y correcto. ¿Es cara? En absoluto. ¿Es fina? Mucho. ¿Es granfina? Todo lo contrario.

Ciertamente, nada es más equivocado que confundir finura y granfinismo.

 


NOTAS

[*] Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revoluciónn”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista Catolicismo, en abril de 1959.