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Plinio Corrêa de Oliveira AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES "Si Oriente y Occidente se unieren fuera de la Iglesia, solo producirán monstruos"
"Catolicismo" Nº 106 - Octubre de 1959 |
En el campo de la cultura, hay un principio fundamental que recordar. Las diversidades entre los pueblos son un bien. Ellas corresponden, en el plano humano, a las inmensas y armoniosas diversidades con las que Dios enriqueció el universo, diversidades éstas que constituyen precisamente uno de los mayores encantos de la creación. Así, las relaciones entre Occidente y Oriente no deben tener por objeto una insípida y banal uniformidad. Ellas suponen, por el contrario, que Occidente siga siendo bien Occidente, y Oriente, bien Oriente. Se trata, eso sí, de establecer una convivencia armónica entre el uno y el otro, lo que ciertamente puede obtenerse mostrando en qué medida las diversidades legítimas llevan a los pueblos a completarse recíprocamente, realizando aquella unidad que es otra gran nota de la perfección del universo, según los planes de la Providencia. Nuestro primer cliché es una prueba palpable de esto. Representa una de las obras de arte más grandiosas y características de Oriente: el templo de Anghkor-Vath, en Camboya, que data de la primera mitad del siglo XII. Él se compone, esencialmente, de una pirámide adornada por cinco cúpulas. La del centro tiene la altura de 65 metros, aproximadamente la de las torres de la Catedral de Notre-Dame de París. El espacio ocupado por el monumento es de cerca de 80 hectáreas. Si el edificio habla mucho a la imaginación, y a este título representa muy bien al genio oriental, él también se distingue por una simetría que lo torna sumamente grato al gusto occidental. De algún modo puede decirse que es una obra de arte en la que las mejores cualidades de una y otra parte del mundo se encuentran, y en la cual se evidencia cómo las características de alma de todos los pueblos cultos, lejos de conducir a la incomprensión y a la guerra, son susceptibles de armonizarse de un modo espléndido y profundo. * * * Pero si bien esto es verdad en relación a Oriente y a Occidente antiguos, esa verdad no puede ser admitida sin algunas restricciones. La paz es la tranquilidad del orden. Y el verdadero orden humano no puede ser pleno ni durable lejos de Nuestro Señor Jesucristo.
* * * En Samarkand, en Rusia, Nehru y su hija, Sra. Indira Gandhi, visitan un monumento cuyo pórtico, finamente decorado, expresa auténticamente el gusto de la civilización mahometana. Pero hay un violento contraste entre los personajes y el ambiente en que se encuentran. Nehru, enemigo de la cultura mahometana, su hija en traje hindú, pero trayendo en la mano una máquina fotográfica y la respectiva caja colgante, por detrás algunos acompañantes —turistas, funcionarios, detectives, sería difícil calificarlos— en indumentaria occidental. No hay allí un encuentro armonioso entre culturas diversas, sino estridencia, discrepancia, contradicción. ¿Por qué? Mezclas como ésta son frecuentes en todos los lugares donde hay turistas, y en los cuales se reúnen los restos de las más diversas y aún antagónicas civilizaciones, bajo la acción niveladora y estandarizada del cosmopolitismo. Todas las diversidades figuran entonces como anacrónicas e inauténticas, y la única solución parece ser la absorción de todo en una monstruosa fusión de pueblos, razas y tradiciones, para la formación de la república universal construida con el material de demolición de todas las Patrias.
(Foto actual del monumento en Samarkand después de la restauración) |