Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Sonriendo...

 

"Catolicismo" Nº 84 - Diciembre de 1957

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Dos jóvenes bromean despreocupadamente. Probablemente sean dos estudiantes que se preparan para una broma afeitándose el pelo. El que hace de peluquero, tras su servicio, se sienta y es atendido por el otro. Distendidos, en la flor de la juventud, parecen encontrar diversión en la broma.

Terminada la tarea, caminan risueños, con paso ligero. El primero parece especialmente preocupado por su cigarrillo. Su rostro, al mismo tiempo que risueño tiene una ligera expresión de desagrado. Tal vez sea un fumante mal acostumbrado al fumo, cuyo sabor por veces extraña.

El otro, que, con la cabeza afeitada, tiene algo así como un “look de boxeador”, parece dirigirse alegremente, ligeramente preocupado, pero anticipando ya una victoria, hacia el ring.

Todo natural, común, banal. Tan banal, de hecho, que el lector no sabrá para qué sirven estas fotografías, en “Ambientes, Costumbres, Civilizaciones”.

Bueno, antes de seguir, haga un esfuerzo, a ver si lo adivina. Le servirá como “prueba” de perspicacia...

*   *   *

¡Horror! Estos dos jóvenes de diecinueve años fueron condenados a muerte, por la tan prudente y benévola justicia de los Estados Unidos. Y hoy ya no pertenecen al mundo de los vivos.

Su crimen fue matar a un ciudadano inofensivo, para robarle ochenta dólares y su coche. Como es natural, a lo largo del proceso se examinó cuidadosamente su sanidad mental, y se comprobó que estaba intacta. Por lo tanto, ninguna anormalidad psíquica explica su conducta ni atenúa su culpabilidad. Mataron lúcida y voluntariamente.

La escena del cliché más grande fue tomada cuando ambos se preparaban para la silla eléctrica, afeitándose el pelo para facilitar la circulación de la corriente mortal. Y las otras fotografías los muestran yendo a su último suplicio.

Qué abismo entre este tipo de asesino —que caracteriza muy bien al delincuente precoz moderno— y el tipo de criminal “clásico”. Este último, diferente a todos los demás, con un aspecto feroz, dejando ver desatadas las peores pasiones, y haciendo gala de una total ausencia de amor al prójimo y de compasión. Y el tipo “moderno” del “buen chico”, “simpático”, risueño, afable, muy parecido a los demás. El primero, profundamente consciente de la distinción entre el bien y el mal, y todo entregado al mal. El segundo, matando con un horrible “candor”, con frialdad, con cinismo, sin medir el alcance moral de su acción, e incluso sin pensar que la moral tenga algo que ver con esto. Fruto de una pedagogía basada en la legitimidad de todo lo que es espontáneo y, por tanto, auténtico y sincero (!), tuvo una propensión a matar, y fue fiel a sí mismo, matando.

Para estos seres, ¿qué es matar? Muy poco. Porque poco o nada es morir. Así es como mueren: inconscientes y risueños, como risueños e inconscientes han matado. El embotamiento de su personalidad es tal que incluso el instinto de conservación está deteriorado en ellos.

Forma nueva de barbarie, mil veces más peligrosa para el futuro del mundo que las hazañas astronáuticas soviéticas, o la bomba de hidrógeno, cuyos peligros, sin embargo, estamos lejos de subestimar. Este tipo de ciudadano está hecho para servir a cualquier régimen comunista, y aceptará, inconscientemente, ser obrero, detective o bailarín, según le manden. O para hacer el papel de Laika en algún satélite artificial.

En otras palabras, es el veneno comunista, que circula por las venas del Occidente paganizado.

*   *   *

¿Y el antídoto? Que abramos nuestros oídos y nuestros corazones a las palabras de Nuestra Señora de Fátima.

Pero ¡qué pocos son los que piensan en esto!

Traducido con ayuda de www.DeepL.com/Translator (free version)