Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Teatralidad, Romanticismo

y Hediondez en la Catequesis

 

"Catolicismo" N.º 79 - Julio de 1957

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Nuestro tema de hoy es complejo. Considera ilustraciones catequéticas en tres etapas diversas, con desviaciones crecientes que fueron saliendo una de la otra. La época de la ópera ejerció su influencia sentimental en la primera. La era del cine ha arrugado con sus peores marcas el género “cómic” en el que se inspira la segunda. La tercera es un escándalo en el sentido más amplio de la palabra. Tiene todos los síntomas de los modernos vicios y degeneraciones del arte. Sería interesante describir y analizar en profundidad la relación entre estas tres desviaciones: la naturaleza de esta sección no lo permite. Nos contentaremos, pues, con algunas indicaciones.

Está claro que desde 1930 también se ha hecho mucho bien en el campo de la catequesis. Estamos lejos de negarlo. Simplemente queremos, en esta nota, alertar a nuestros lectores sobre desviaciones que, desde el ángulo esencialmente catequético que adoptamos, son especialmente peligrosas.

Jesús convierte el agua en vino en las bodas de Caná. Escena de una historia sagrada de 1930. Ninguno de los grandes alientos del arte cristiano pasa por esta composición insípida. La Santísima Virgen acaba de obtener una inmensa gracia, pues Jesús ha anticipado la serie de sus milagros operando en atención a Ella un portento. En esta situación, el artista imagina a la Virgen con la fisonomía endulzada, fría e indolente de una muñeca de porcelana. Nuestro Señor parece un joven algo lánguido y soñador que recibe con despreocupación la admiración de los que le rodean. El énfasis teatral de los Apóstoles hace sonreír. Todo el ambiente está impregnado de cierto sentimentalismo.

Vemos que el artista quiso retratar a Nuestro Señor y a su Santísima Madre modestos y bondadosos a pesar de la inmensidad del triunfo, a los Apóstoles edificantemente entusiasmados, a la boda concurrida y animada. Pero la inspiración le faltó totalmente. La imagen es artificial y sin vida. Un cierto romanticismo la marca en varios aspectos.

Sin embargo, la intención era buena. El autor se esforzó por dar una idea digna, bella y piadosa de la escena evangélica. Y, por muy real que sea su fracaso, no puede decirse que haya llegado a un resultado grotesco o caricaturesco.

Escenas de una historia sagrada de 1954, presentadas en forma de “cómic”.

El nivel ha bajado en todos los sentidos: “artístico” (usamos la palabra entre comillas porque el arte está muy lejos en ambos casos), gráfico, psicológico. Es una concepción cinematográfico-romántica de la tentación de Nuestro Señor en el desierto. O más bien, una concepción en estilo “cómic”, un subproducto deplorable del estilo “Hollywood”.

La posición de la cabeza, la mirada vacía y soñadora, impregnada de melancolía sentimental, un cierto género de claroscuro romántico, reúnen en esta figura, en un punto suburbano, todos los atributos de una estrella de cine. El título podría ser Beau Geste vagando por el desierto, añorando su lejana patria.

Después de la aflicción de la estrella, el final feliz y las “girls”. Jesús vence la tentación y los ángeles vienen a servirle. ¡Qué ángeles! Rostros y cuerpos femeninos. Brazos que sobresalen. Sólo las alas son “angelicales”.

Preferimos no indicar la revista de la que se extrajeron estas tristes cosas. Sólo destacamos que también se hicieron con la intención de inculcar a los niños una noción del Evangelio. Probablemente para complacerlos, la escena se estilizó al modo “cómic”. Y, como siempre ocurre en concepciones de este tipo, del Evangelio sólo queda la etiqueta. El resto es puro “comic”.

En relación con la escena anterior, la caída es sensible...

Ahora otra caída. ¡Y qué caída! Es una ilustración del Ofertorio del “Missel de Frère Yves”, para niños de 7 a 12 años. El Centro Nacional de Enseñanza Religiosa de Francia, en una nota publicada por la prensa de ese país, comunicó que las “altas autoridades romanas ven en estos misales un arte que debe ser reprobado de manera absoluta, porque favorece, sobre todo en la imaginación de los niños, la formación de conceptos erróneos o indignos respecto a las cosas santas de las que tratan”.

El rostro es asimétrico. Sólo el ojo izquierdo tiene una ceja. Sólo el lado izquierdo de la nariz tiene una fosa nasal, sólo el lado izquierdo de la cara tiene barba. Una barba que sería mejor llamar perilla, formando extravagantes y ridículos anillos que suben en lugar de bajar. Unos cabellos escurridos, sin gracia ni nobleza, parecen tres hilos de alambre. Los brazos se dirían tubos cilíndricos. Las pequeñas palmas de las manos están desproporcionadas con los largos dedos. El cuerpo sin forma, las piernas de longitud desigual, todo caracteriza a una entidad fundamentalmente mal construida.

Cabe destacar la presencia de un método en esta disformidad. Consiste esencialmente en una cierta miseria orgánica, por la cual el cuerpo no ha tenido la fuerza de crecer y constituirse normalmente. Se diría más bien que se trata de un borrador de organismo, más que propiamente un organismo. Y un borrador desmañado, además. La inserción de la mano en el brazo, y del brazo en el tronco, la ausencia de codos y rodillas dan la impresión de un ser rígido, de movimientos ridículos.

Todo ello al servicio —o en perjuicio— de una pobre mente que mira el mundo estúpidamente (no hay otra expresión), con la serenidad y despreocupación de quien no tiene discernimiento para percibir su propia deformidad, ni el contraste entre ella y la compostura, la armonía, la dignidad de la naturaleza y del universo.

Los clavos en la muñeca, con la forma del botón de ciertas chaquetas, fueron concebidos por una persona que tiene las ideas más tontas sobre el tema. De hecho, son ideas tan tontas que mientras uno de los pies esta clavado, el otro se balancea, vagando, en el aire. De la herida del costado brotan tres hilos de sangre, como los dibujaría un escolar. Parece que el autor es tan tonto como el modelo. Uno se siente inclinado a titular el cuadro “autorretrato”.

Y esto explicaría perfectamente la figura anterior. Sería una versión femenina de su propia personalidad.