Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

¿La juventud fue hecha para

el heroísmo o para el placer?

 

"Catolicismo" Nº 72 - Diciembre de 1956

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Con la guitarra en bandolera, y el micrófono en la mano, el "artista", campeón mundial del frenesí, que está poniendo en delirio a millones de personas, Elvis Presley, canta y baila en medio de instrumentos de orquesta, frente a un público alucinado.

En el hombre la inteligencia debe dirigir la voluntad, y ambas deben a su vez esclarecer la sensibilidad, guiarla, y ampararla contra la flaqueza que le es propia. Pues, de las facultades humanas, todas nobles en sí mismas, pero todas tocadas por el pecado original, aquella por donde más frecuentemente comienzan los desórdenes, las crisis, los desmanes, es precisamente la sensibilidad.

Por el contrario, en el porte, en el gesto, en la fisonomía de este pobre joven, todo indica el desencadenamiento total de la sensibilidad, subyugando enteramente la voluntad, determinando movimientos en los que absolutamente no se nota el equilibrio, el buen sentido, la compostura inherentes a la acción rectora de la inteligencia.

Y, aún en el caso presente ni siquiera se trata precisamente de la hipertrofia de la sensibilidad, al estilo de los románticos. Censurable en estos era el exceso de emotividad en relación a determinados asuntos políticos, sociales, artísticos o literarios, o frente a ciertas situaciones personales como la orfandad, la viudez, la soledad afectiva, etc. Desde un cierto ángulo, el error del romántico consistía en hacer del sentimiento el ápice y el fin de toda la vida mental. Error, sin duda, error grave, que produjo en la historia de la cultura occidental funestas consecuencias. Pero error que, por lo menos, todavía presumía una verdad, o sea que el sentimiento es uno de los elementos integrantes del proceso intelectual.

En el caso concreto, hay un mero vibrar de nervios. De nervios enfermizos y super excitados, que vibran sin otra razón, sin otro punto de partida y sin otro objetivo sino el placer mórbido de vibrar, y cuyo frenesí pide a su vez vibraciones siempre mayores, por donde se llega rápidamente a las manifestaciones extremas, ritmos delirantes, gestos desordenados, expresiones, fisionómicas contorsionadas, un conjunto de desmanes, en fin típicos de los que, según la expresión incisiva de Dante, "perdieron la luz del intelecto".

En una palabra, y bajando el nivel de estas consideraciones, si un borracho cantase y bailase, lo haría estertorando así. Embriaguez contagiosa, pues se extiende como un nuevo "baile de San Vito" a millones de personas. Embriaguez mucho más peligrosa que el alcohol, porque indica un desorden fundamental del alma, que no pasa como los efectos del vino.

*   *   *

A l lado de esta lamentable manifestación de indisciplina interior de tantos jóvenes de nuestros días, dan bellísimo ejemplo estos estudiantes católicos alemanes, que participan del Katholikentag de 1954, realizado en Fulda.

Fisonomías que expresan el hábito de concentrarse y estudiar, creado por una formación intelectual profundamente seria, comenzada en los bancos del curso primario. Vigor físico resultante de un trato al cuerpo, contenido en sus justos límites, sin exageraciones del "deportivismo" frecuente entre nosotros. Un porte firme, del cual está excluida cualquier molicie, y que nos hace ver en estes jóvenes, no sólo futuros intelectuales, sino hombres dispuestos para la acción y la lucha.

El traje tradicional de los estudiantes alemanes corresponde plenamente a toda la concepción de la juventud. De un lado, el policrómico, alegre, variado y práctico como conviene a los jóvenes. Por otro lado, tiene la distinción propia de estudiantes que saben respetarse, y respetar las cosas del espíritu, a las cuales se dedican. Por fin, la espada, con sus reminiscencias medievales de luchas heroicas, acrecienta una nota de idealismo militante. Y simultáneamente perpetúa la tradición de la esgrima, el deporte intelectual por excelencia pues es admirablemente apto para formar la atención, la habilidad, el espíritu de iniciativa y el "panache", al mismo tiempo que pone en acción el cuerpo entero.

En este cliché, todo hace pensar en la gran verdad enunciada por Claudel: la juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo. Al tiempo que en el primer grabado todo parece decirnos que la juventud no fue hecha para el heroísmo, sino para el placer. O peor aún, para gozar.

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