¿Cómo
son las representaciones que cierta iconografía muy corriente hace de
los Ángeles buenos? Nos los muestran como seres eminentemente bien
intencionados, felices, cándidos, y todo esto está de acuerdo a la
santidad, a la bienaventuranza, a la pureza que poseen en grado
eminente. Pero estas representaciones son exageradas y, queriendo
acentuar la bondad y la pureza de los Ángeles fieles, y no sabiendo cómo
expresar al mismo tiempo su inteligencia, su fortaleza, su admirable
majestad, los representan como seres insípidos y sin valor.
La
segunda fotografía muestra a una niña trasponiendo un riachuelo, sobre
una tabla. Un Ángel de la guarda la protege. El cuadro, siendo popular y
sin pretensiones, no deja de despertar simpatías legítimas, pues evoca
de modo agradable un panorama campestre, teniendo al fondo el campanario
de la aldea, que impregnado de la inocencia de vida que en los campos
tanto más fácilmente se puede conservar.
Por otro lado es conmovedora la idea de un niño que sigue despreocupado
su camino, protegida por un Príncipe celeste, que la ampara
cariñosamente. Pero este Príncipe, si observamos su cara: ¿no parece
enteramente desprovisto de aquella fuerza, de aquella inteligencia, de
aquella penetración, de aquella sutileza propia de la naturaleza
angélica, con la cual se representa siempre a Satanás? Observemos el
cuerpo que se atribuye al ángel bueno: actitud muelle, despreocupada,
sin inteligencia. Comparémoslo con la figura esbelta, ágil, con el porte
expresivo de Mefistófeles: ¿puede haber mayor diferencia?
En
esto hay un grave inconveniente. Representando insistentemente al
demonio como inteligente, vivo, capaz; y representando siempre ‒como lo
hace cierta iconografía azucarada‒ a los Ángeles buenos como seres
muelles, inexpresivos, casi tontos, ¿qué impresión se crea en el alma
popular? Una impresión de que la virtud produce seres desfibrados y
tontos y, por el contrario, el vicio forma hombres inteligentes y
varoniles.
Este es un aspecto de aquella acción edulcorante que el romanticismo
ejerció tan profundamente, y que todavía continúa ejerciendo, en muchos
medios religiosos.
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