Insistimos en la idea expresada en números anteriores. Si por “moderno” entendemos todo lo que es contemporáneo, sólo una persona estúpida podría condenar en bloque las cosas modernas sólo porque son modernas. Pero si por “moderno” entendemos las innumerables y triunfantes manifestaciones de cierto espíritu materialista, nivelador y pagano que ha llegado ahora a su paroxismo, entonces nos oponemos a todo lo moderno, en bloque y por principio.
No nos detengamos en la cuestión de las palabras, que consistiría en saber si moderno es sinónimo de hodierno, o si sólo indica una faceta —la materialista y revolucionaria— de lo contemporáneo. Es mejor ir directamente a los ejemplos, que dilucidan la distinción entre lo bueno y lo malo de lo moderno, entre lo hodierno y lo moderno.
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El deporte está muy arraigado en las costumbres actuales. ¿Estamos a favor o en contra?
Cumple distinguir. Nadie puede estar en contra del ejercicio físico como tal, es decir, como medio para preservar la salud, y como honesta distracción.
Pero de esto a cierta deportividad de nuestros días, ¡qué diferencia! El entorno deportivo ha adquirido —con demasiada frecuencia— aspectos francamente reprobables. En primer lugar, porque proporciona un pretexto para todo tipo de exhibiciones nudistas. En segundo lugar, porque ha degenerado en una idolatría del cuerpo, con total desprecio de la virtud, la inteligencia y la cultura, que son las riquezas del alma. En tercer lugar, porque en esta idolatría del cuerpo, la deportividad actual no se ha mantenido al nivel de los clásicos, sino que ha degenerado en el culto a los puñetazos y las patadas, a la brutalidad en definitiva, con total desprecio a la nobleza del cuerpo humano. Es típico el trato que sufren los hombres en la cabeza, la parte más noble de su cuerpo, en el combate de boxeo. En cuarto lugar, el ambiente deportivo ha adquirido algo de delirante y brutal, con su exagerada “animación”, la degradante trivialidad de los modales y el atuendo llamado “deportivo”, etc., etc.
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Pero hay deportes y deportes.
Considérese el estado de la cara del boxeador cuya fotografía publicamos aquí. ¿Es lícito, es justo, es digno poner un rostro humano en tal condición, sólo para divertir a una multitud? Si a un sirviente de la Edad Media se le hubiera puesto en esta condición en un partido, para divertir a algún señor feudal,
¡cuantas declamaciones lacrimosas se habrían producido!. Este boxeador, para ganarse la vida y hacer carrera, se sometió a quedar así para divertir al gran señor de nuestros días, que es la multitud. Y casi nadie ve nada objetable en esto.
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En este pobre boxeador se diría que la fuerza bruta ha reducido al mínimo las manifestaciones del alma, la materia comprime, oprime, deprime el espíritu.
Considérese, por otra parte, el alpinismo, un deporte también apreciado hoy en día. El cuerpo trabaja intensamente. Pero no menos el alma. Hay que correr riesgos, que requieren valor; hay lances en los que no basta con la fuerza, sino que es necesaria la agilidad. Y situaciones en las que la escalada no termina en desastre sólo por la presencia de ánimo, la fuerza de espíritu, el ingenio y la inventiva de los escaladores. Viéndolo, pues, como en el cliché,
[alcanzando] la cima de un pináculo que parecería inaccesible, triunfando sobre todos los obstáculos de la naturaleza, se tiene una sensación muy fuerte de la victoria del espíritu sobre la materia. Porque si el hombre, físicamente tan frágil, incluso cuando es corpulento, domina las asperezas de los acantilados, ¿no es cierto que lo debe sobre todo a que tiene audacia, espíritu de iniciativa, capacidad
creativa?
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D e todo esto, nuestro tercer cliché ofrece una demostración casi emocionante. En Alemania hay muchos discapacitados de guerra que practican deportes de nieve. Compensan las deficiencias de sus cuerpos mutilados con el vigor de sus almas, deslizan céleres por superficies heladas y superan precipicios. ¿Quién no siente respeto ante tanta fuerza de espíritu y simpatía por un ejercicio físico tan dignificante?
¿Estamos a favor o en contra del deporte? ¿A favor de lo moderno o en contra de lo moderno? Preguntas confusas y capciosas.
Si moderno es sinónimo de materialista, revolucionario, pagano, estamos en contra de lo moderno. Si significa hodierno, distinguimos: estamos a favor de lo hodierno sano y honesto, en contra de lo hodierno pagano.
Y, mutatis mutandis, decimos lo mismo del deporte. Si por deporte entendemos todo ejercicio físico, distinguimos: hay deportes buenos y malos, incluso hay formas buenas y malas de practicar los buenos deportes. La natación, por ejemplo, es en sí misma un buen deporte. Pero en una piscina mixta, es malo. Todavía si el deporte auténtico y por antonomasia es el deporte embrutecedor, degradante, sensual, demagógico, vulgarizador, y si el resto son formas anticuadas de deporte, en vías de desaparición, decimos con valor que lo anticuado es bueno y lo nuevo es malo.
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