Transeúntes en una ciudad
de nuestro tiempo. Fotografía de un grupo de personas que esperan el
permiso para pasar en una esquina de la calle en Louisville, Estados
Unidos. Grupos como estos se ven en todo el mundo contemporáneo:
personas de ambos sexos, de las más variadas edades y condiciones
sociales, formando aglomeraciones más o menos grandes, esperando un
semáforo, un vehículo, la apertura de una oficina, etc. En definitiva,
es uno de los aspectos más comunes de la vida cotidiana.
Por ello, la fotografía
se presta a una pregunta: en este cuadro, del que nosotros mismos
formamos parte tantas veces, ¿cuál es la atmósfera moral? ¿Hay
despreocupación, bienestar, alegría: hay, en una palabra, lo que
Talleyrand llamaba "douceur de vivre"?
La respuesta es
inevitablemente negativa. Se podría decir que cada uno lleva dentro un
horizonte de nieblas pesadas y plomizas. Nadie presta atención a su
prójimo ni a nada que esté ante sus ojos. Todos —incluso los niños—
miran con preocupación un punto que flota menos en el aire que en la
mente de cada uno. Son los problemas de la vida cotidiana incierta, dura
y difícil que las condiciones del mundo contemporáneo imponen a todos.
Por eso, la actitud psíquica de casi todos es la de quien camina hacia
un problema. Y, de hecho, ¿qué no es un problema en nuestros días?
* * *
La vida moderna es
sombría y nerviosa. Sus placeres son desordenados, frenéticos,
agotadores y fugaces. Por lo general, son momentos pasajeros en una
existencia hecha de dura lucha, de constante preocupación, de una
tensión que sentimos incluso cuando dormimos. Sin embargo, parece que el
hombre nunca ha estado tan ávido de placeres. ¿Cómo se puede explicar
esto?
Puede decirse de la
alegría lo que San Bernardo decía de la gloria, que es como una sombra:
si corremos tras ella, se aleja de nosotros; y si de ella huimos, ella
corre tras nosotros. No hay verdadera alegría sino en nuestro Señor
Jesucristo, es decir, a la sombra de la Cruz. Cuanto más se mortifica un
hombre, más alegre es. Cuanto más busca los placeres, más triste es.
Por eso, en los siglos
del apogeo de la civilización cristiana, el [hombre] era alegre: basta
pensar en la Edad Media. Y cuanto más se "descatoliza", más se
entristece.
De generación en
generación, este cambio se acentúa. El hombre del siglo XIX, por
ejemplo, ya no tiene la deliciosa "douceur de vivre" del hombre
del siglo XVIII. Sin embargo, ¡cómo era aún más rico en paz interior y
bienestar que el hombre de hoy!
Cuántos de nuestros
lectores recordarán la abundancia, la tranquilidad, la cordialidad de
las relaciones, la amenidad de la vida que aún caracterizaba el ambiente
brasileño hace veinte años. Carestía, inflación, colas, crisis, ¿quién
hablaba de esto? Y aun así los viejos decían que alrededor de 1890 todo
era mejor.
Banalidad, dirá algún
lector. Todos los ancianos piensan que los tiempos de su juventud fueron
mejores. Y por eso el pasado siempre parece mejor que el presente.
Este fenómeno existe sin
duda. Pero cuanta superficialidad hay en reducir todo a esta ilusión
óptica. En este sentido, la fotografía trae un concurso decisivo para la
elucidación del asunto. Hay numerosas fotografías de personas populares
de hace cincuenta años [N.C.: notar que el autor escribe en 1953]. La
diferencia entre su estado de ánimo y el nuestro es impactante.
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Tomemos —de una voluminosa colección— sólo un ejemplo. En París, hacia
1900, los propietarios y camareros de un pequeño “restaurant” que
suministra ostras esperan la llegada de los primeros clientes. Todos
están tranquilos, sanos, normales. Sus rostros están serenos. No hay más
problemas para resolver que los de una rutina diaria ligera. Pero se
trata de personas integradas habitualmente en un entorno de trabajo y
vida familiar, sin soñar con grandezas alucinantes, ni con placeres
extáticos, ni con catástrofes aterradoras; sin correr a 150 por hora en
las carreteras, sin hacer colas, sin temer la quiebra para el día
siguiente, ni un accidente de coche en 15 minutos. Templanza,
sobriedad, normalidad, paz, equilibrio, ¡valores del alma impagables que
el neopaganismo está borrando de la faz de la tierra!
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Traducción realizada con la versión gratuita del traductor
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