Alberto Durero, el célebre pintor
alemán (1471-1528), nos dejó este autorretrato
(Autorretrato a los 26 años; Museo del Prado,
Madrid), famoso no sólo por la belleza del
modelo, sino sobre todo por el valor artístico
de la obra.
Hemos dejado de lado cualquier
consideración estética o artística, para
considerar el lienzo desde el punto de vista del
ambiente, las costumbres y la civilización que
en él se refleja. Durero es un hombre del
Renacimiento, con todas las contradicciones,
desviaciones, extravagancias y atributos que
encierra este apelativo. Aún ligado a la Edad
Media, sin embargo en su fisonomía no se
reflejan los valores sobrenaturales de un alma
verdadera y profundamente cristiana. Es
totalmente natural en todos sus predicados:
inteligencia lúcida y profundamente crítica,
gran riqueza de personalidad, incuestionable
originalidad de espíritu, voluntad de hierro. Al
verlo, no se dirá que es un cristiano, pero no
se podrá negar que es un hombre (en la medida en
que se pueda aceptar esta peligrosa distinción).
Fue este género de hombres que el Occidente del
siglo XVI producía, formaba, honoraba y
proclamaba como destacadamente y típicamente
suyos.
* * *
Comparemos los valores naturales (pues queremos
mantenernos estrictamente en este terreno) de un
hombre típico de su época, con los que
posiblemente existen en este joven de nuestros
días.
Es tal el contraste, que la comparación incluso
duele. Este pobre ser sin profundidad de mente,
sin una personalidad definida, sin principios,
sin convicciones, sin fibra -que parece que sólo
sabe sonreír, y sonreír sin ninguna razón
precisa- ciertamente no tiene la grandeza de las
cualidades humanas de Durero. Compárese la
distinción de uno con el "laisser faire" del
otro; la seriedad de uno y la superficialidad
profunda y sustancial del otro; la fibra de uno
y la manera de "bon enfant" del otro: el
contraste no podría ser mayor.
¿Quién es este joven? No es anónimo, ni
"marginal". Por el contrario, sus colegas de una
gran universidad estadounidense lo proclaman
como la figura exponencial -desde el punto de
vista de la personalidad y la simpatía- de todo
el alumnado. Este es el tipo humano que más
fácilmente atrae la estima, el interés, el
entusiasmo de quienes tienen una mentalidad
totalmente formada según el gusto del siglo XX.
* * *
[Traducción
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