Plinio Corrêa de Oliveira

 

 

Constituyente sin plebiscito:

 

inautenticidad

 

 

 

Folha de S. Paulo, 20-6-1986

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Me ha venido más de una vez al espíritu la correlación -generalmente inadvertida por los brasileros- entre dos temas de la mayor actualidad: reforma agraria y Constituyente. Y, si alerto la atención de los lectores de la Folha para tal correlación, lo hago especialmente para el bien de la futura Constituyente. Pues intento concurrir así para la preservación del más esencial y más honroso de los predicados que ella debe tener, esto es, su autenticidad. Me explico.

1.- En la perspectiva democrático representativa inherente a la apertura, la elección para la Constituyente debe ser vista como siendo especificamente el acto por el cual la nación designará los genuinos portavoces del pensamiento y de los designios de ella en lo tocante a los rumbos a ser elegidos, bien como a las soluciones a ser dadas a los grandes problemas nacionales.

Esa representatividad de la elección es esencial para que el sistema reciba el título de representativo.

Y, como es inherente a toda y cualquier representación (por ejemplo, un mandato otorgado por un particular a otro), también esa representación colectiva y eminentemente política del electorado vale precisamennte por su autenticidad. Un mandato inauténtico sólo puede ser calificado de erróneo, falso o impostor.

Una Constituyente inauténtica también sólo puede ser calificada de falsa, nula, usurpadora.

Este enunciado puede parecer duro. Pero hasta ahí conduce la fuerza de la lógica.

2.- Para que la elección sea auténtica (y en consecuencia para que lo sean la Constituyente y la Constitución), debe a su vez ser auténtico el pensamiento expresado por los electores. Esto es, que cada voto exprese el pensamiento real y profundo de quien lo depositó en la urna.

En otros términos, es preciso que el electorado haya tenido todas las facilidades para conocer, en sus varios aspectos, los asuntos que el debate electoral va a poner en discusión. Y que el juicio y los designios formados por el electorado, en vista de estos datos informativos, tengan genuina consonancia con el sentir y el pensar profundos del país.

Puede no ocurrir esto? Como?

3.- De varios modos. Por ejemplo, desnaturalizados los debates públicos previos a la elección.

Tales debates son indispensables para que el elector emita un voto conciente. De un lado, porque le dan oportunidad de abrir sus propios horizontes, en la confrontación de las respectivas convicciones y de los respectivos argumentos, con las convicciones y los argumentos de los que piensan de manera diversa. Y de ver así, más claro en los problemas sobre los cuales le toca pronunciarse.

Esto pone en foco los zurrados términos de libertad de pensamiento y de libertad de opinión.

Esos dos principios, íntimamente conexos, han sufrido, a lo largo de la historia, connotaciones cargadas de errores. Entre éstas, el libre-examen de Lutero, y el liberalismo desenfrenado de la Revolución Francesa. Pero entendidos en un sentido compatible con la prudencia cristiana, es obvio ser ellos elementos indispensables para un debate pre-electoral genuino y, por tanto, para la representatividad auténtica del resultado electoral.

4.- Estas diversas y delicadas preliminares conducen al análisis de las inter-relaciones de la reforma agraria con la Constituyente.

Una rápida palabra sobre la primera.

Dado que la reforma agraria representa una inversión casi completa de la estructura inmobiliaria rural del país, y deja el camino abierto para la implantación de un sistema igualitario en el campo, pienso que, desde la Independencia, jamás estuvimos en la perspectiva de una transformación de tan profundas consecuencias socio-económicas. No fueron de alcance mayor la Abolición, la República, la Revolución de 1930, con la consecuente derrocada política de la aristocracia rural, o la revolución industrial tan fuertemente acelerada a partir del gobiemo Getúlio Vargas. Ni el golpe del 64.

Considero, pues, enteramente incongruente con la apertura, que el Ejecutivo opere tan grave reforma cuando apenas pocos meses nos separan de la elección Constituyente. Pues sería natural que sobre tan magno tema, las decisiones fueran tomadas directamente por el pueblo, y no por un Legislativo que no hace sino representar al pueblo, con las fallas y lagunas inherentes a todo cuanto es humano... máxime en materia política. Cómo no consultar a la propia nación, previa y directamente, sobre la reforma agraria, cuando tan normal ocasión se presenta para esto?

5.- Por el contrario, intentando imponer ex auctoritate propia la reforma agraria promulgada por el régimen militar, en las vísperas de una grande elección, el gobierno actúa tiránicamente.

Dado, que, a su vez, el Estatuto de la Tierra del régimen militar se inspira en las intenciones agro-reformistas de Jango, es janguista la reforma agraria de la apertura. Lo que, positivamente, no se esperaba de ella.

6.- Hablé poco antes del debate pre-electoral, y de la libertad indispensable para que él produzca frutos auténticos. Es el momento de relacionarlo con el tema agro-reformista.

A lo largo de todo el período pre-electoral, los propietarios rurales del Brasil -mediata o inmediatamente sujetos al pánico de la confiscación- tienen ipso facto apoyado en la frente el “caño de revolver” psicológico de la expropiación de sus tierras a precio vil.

Por lo tanto los que se levantan contra la reforma agraria, más que nadie, se exponen al riesgo de la expropiación conscatoria.

Qué les resta, así, de libre participación en el debate electoral? La pregunta haría reir, si no fuese dramática.

Acontece que esta clase tiene un peso electoral mucho mayor que el de la simple suma numérica de los votos de todos los propietarios rurales y de sus familias.

En efecto, en su conjunto, las invasiones de tierra han tenido el valor de un verdadero plebiscito contra la reforma agraria. Pues, todas o casi todas las invasiones noticiadas por la prensa resultan de la acción de alborotadores extrínsecos a los campos. Nunca o casi nunca de la rebelión de los colonos o de los “bóias-frías” que trabajan en el campo. Lo que demuestra, con claridad de cegar, que reina habituahnente la armonía entre éstos y los propietarios rurales. De donde se explica la natural y tradicional inuencia de éstos últimos.

Toda esa inmensa legión de agro-brasileros es normal que se sienta constreñida, coartada, amenazada, si, al intervenir en el debate electoral, no pudiera proponer y defender libremente la abolición de la reforma agraria (Estatuto de la Tierra y PNRA-Plan Nacional de Reforma Agraria) por la Constituyente.

Ahora, la reforma agraria -preludio ineluctable de las reformas urbana y empresarial- es la grande cuestión del Brasil de estos días. Si ella quedara al margen del debate electoral, o sí, entrando en el debate, no hubiera posibilidad de que el Brasil rural se manifieste lejos del “caño de revolver” de la amenaza tremenda de la conscación, cuál es la autenticidad de la proxima elección y de la Constitución que le seguirá?

7.- Para que sobre la futura Constitución no quede proyectada esta sombra, mi pedido es de que, en un gesto liberal (en el sentido un poco arcaizante, pero limpio y bueno de la palabra), el presidente Sarney:

a) suspenda de inmediato las conscaciones admitidas por el Estatuto de la Tierra del régimen militar, y del Plan Nacional de Reforma Agraria aprovado por S. Exa., y permita así a los propietarios de campo, como a los trabajadores rurales, el debate libre sobre la reforma agraria. Esta suspensión debería durar hasta que la Constituyente deliberase sobre el asunto.

b) para mayor garantía de la autenticidad popular de lo que ésta última deliberase sobre la reforma agraria, inmediatamente después de la deliberación (y cuando la Constituyente pasase al análisis de otros temas), el gobierno convoque un plebiscito para consultar directamente a la nación sobre si está de acuerdo con lo decidido por sus representantes.

La consulta plebiscitaria inmediatamente subsecuente a la aprobación de leyes importantes es medida preconizada por numerosos constitucionalistas, y adoptada por países de una organización política enteramente consonante con los principios que en el Brasil inspiraran la apertura, como es el caso de Suiza.

En estas condiciones, si la reforma agraria conscatoria fuera aprobada plebiscitariamente -violando el 7º. y el 10º. Mandamiento de la Ley de Dios, y con daño social y económico irreparable para nuestra patria- por lo menos el presidente Sarney no cargará solo ante la historia la terrible responsabilidad por esta catástrofe. Y -por lo menos a los ojos de los que acreditan que la voluntad popular vale más de que el propio Dios- su posición será objeto de general admiración.


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