Plinio Corrêa de Oliveira
La
Catedral de Aix-la-Chapelle
Trecho de conferencia del 22 febrero de 1986 (*) |
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Catedral de Aix-la-Chapelle (Aquisgrán), Alemania, construida por el emperador Carlomagno (742-814), y que alberga sus restos mortales. A lo largo de los siglos, el edificio pasó por múltiples restauraciones, subsistiendo actualmente muy poco de su construcción original. Hasta el siglo XVII, las coronaciones imperiales se realizaban en este magnífico templo. En ella fueron coronados 32 emperadores y reyes. ¿Qué decir de esta catedral? El mejor comentario es: ¡Oh! ¿Qué significa este oh? Significa: ¡Oh, preciosidad! ¡Oh, tesoro! ¡Oh, símbolo de algo que eleva mi alma hasta las más altas cumbres! ¡Oh, catedral! Al analizarla, parecería un amontonamiento de torres, de capillas y de cúpulas, colocadas más o menos sin reflexión. Sin embargo, ¡de su conjunto se desprende tal armonía, que me deja verdaderamente maravillado! Armonía que tiene esto de curioso: todo apunta hacia arriba. Se diría que la catedral exclama: Conversatio nostra in cœlo est (“Nuestra conversación está en el cielo”). Hacia arriba apunta la torre, como que elevando los brazos a Dios. Hacia arriba apunta la cúpula que, no satisfecha con elevarse con toda su masa rumbo a lo alto, aún ostenta un cupolino, que es una especie de intento de alcanzar con la punta del dedo aquello que la palma de la mano no consigue tocar. Hacia arriba apunta la forma ojival de las ventanas que están incrustadas en la torre, y cuya extremidad parece reflejar la tendencia a subir, a subir... Cada uno de los torreoncitos de abajo me recuerdan aquellas palabras de la Misa: ¡Sursum corda! Habemus ad Dominum – “Levantemos nuestros corazones”. La respuesta es: “Los tenemos levantados hacia el Señor”. ¡Todo el conjunto es un inmenso, un maravilloso “sursum corda”! * * * Pero, ¿cómo puede una persona, hoy en día, poseer un alma tan dura o tan vil, que no se conmueva y no se entusiasme al mirar esta catedral? Imaginemos que se interrumpiera una novela pornográfica de televisión para exhibir, de repente, una película sobre esta catedral. ¿No habrían personas que se pondrían de mal humor? ¿Y que preferirían la pornografía a esto? ¿Qué alma es esa, que rechaza tal maravilla y que prefiere la pornografía? Sin embargo, el alma humana fue creada para esas elevaciones y esa dignidad. Y el primer movimiento de un alma que pretenda ausentarse de tales panoramas, ¡ya la pone al borde del abismo en que caerá! ♦ (*) Revista “Tesoros de la Fe” (Lima, Perú) |