Plinio Corrêa de Oliveira

 

“Poblad toda la tierra”

 

 

 

 

 

 

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Folha de S. Paulo, 14 de Junio de 1984

Nuestro grande Brasil, nuestro hermoso Brasil, nuestro querido Brasil: grande, hermoso, querido, son algunos de los adjetivos que, a fuerza de aplicarse merecidamente a este país, terminaron por hacerse banales. Mucho menos banal sería quien se refiriese a nuestro indescifrable país. Y, sin embargo, el Brasil lo es bajo más de un aspecto. Hoy me refiero a uno de ellos.

Imagine el lector a un hacendado, que ocupa con su familia una casa amplia, rodeada por las vastas extensiones que integran la  propiedad rural. Vastas, realmente, hasta perderse la vista.

Ocurre que la familia se multiplicó mucho, y en el caserón falta espacio para la descendencia del hacendado. Todos discuten. Unos quieren ampliar las exiguas superficies que ocupan. Para eso, alegan que la casa es, de cierto modo, un bien común de toda la familia. Y rugen, con la metálica insistencia de arapongas (1), algunas tantas frases hechas sobre la función social de la propiedad. Otros alegan, y repiten, el viejo principio romano: “melior est conditio possidentis" (mejor es la condición de quien tiene la posesión). Dos o tres ya entrados en años, ligeramente en vena de filósofos, van más a fondo: proclaman el principio de la propiedad privada. Sin embargo, la mayoría ya no sabe que quiere decir esto, y la voz de los mayores se diluye en el aire.

En medio de este caos, muchos se mantienen ajenos a la querella: comen, beben, duermen, trabajan, juegan, discuten, sin incomodarae con la polémica “agroreformista" que amenaza llevar a los otros al fratricidio.

- ¿No será exactamente éste el cuadro del Brasil contemporáneo, que amenaza -según el Sr. Cardenal Primado de Bahía- precipitarse en guerra civil, azuzado por el refomiiamo socio-económico, en el preciso momento en que la mayoría de la población no parece desconfiar de nada?

Vuelvo a la parábola. Súbitamente, escuchando hablar de “propiedad privada”, el dueño del campo se hace fuerte y exclama: “¡El que decide todo aquí, soy yo! Las tierras incultas de que dispongo son inmensas. No consiento ni en divisiones del eapacio, ni en discusiones. Termine ya este griterío. A los que consideran insuficientes el espacio que ocupan en el viejo hogar, les doy un bonito lote de tierras incultas. Además, una ayuda para los gastos de construcción de una residencia provisoria, adquisición de semillas y herramientas. Id, id enseguida a comenzar la vida ardua y noble que os posibilito. Y aquí, en casa, repito: ¡se terminó el griterío!"

En ese momento, todos escuchan el irreflexivo acercarse de un automóvil que, también irreexivamente, frena. De su interior salta un joven de cabellos y barba desgrellados, y camiseta que deja ver largos brazos flacidos pero velludos. Algo que recuerda un tanto la figura de Esaú, en dibujos de antiguas historias sagradas. El joven entra lanzando invectivas directamente contra el viejo hacendado: “Abandone ese patemalisrno, Don Geraldo. Hoy, quien manda es la comunidad. ¿Ud. consultó a todos si aceptan su solución?" Silencio general. Porque el “Esaú" es el Padre Jonas, el párroco.

Los que dormitaban en hamacas o sofas, despiertan sorprendidos. Otros, que estaban comiendo, se aproximan masticando. Las circunstancias hacen simbólico y solemne el enfrentamiento de la tradición patriarcal con el progresismo eclesiástico y autodemoledor. Algunos cuchichean que es más divertido vivir en el buen caserón, en el burbullar peleador del reformismo, antes que en las casuchas distantes que el abuelo Geraldo les posibilita construir.

Pero esta vez el abuelo no acepta charlatanerías. Tomó una Biblia, que juntaba polvo bajo un mueble, la abrió, y leyó con voz de trueno:

“Poblad toda la tierra” (Gen. 1, 28). Acto seguido, en voz todavía más alta, literalmente proclamó: “Poblad -ésta es la palabra de Dios. Dentro de una semana. todos los jóvenes tienen que  estar afuera, para gradualmente, ir poblando todo mi campo". Y, volviéndose hacia el sacerdote, le dijo: "Mire, jovencito, ¡no sé qué clase de religión es la suya! Dios manda a los hombres que se dispersen para ocupar la tierra entera, sacando provecho pacífico y abundante de los dones que por todas partes les dejó a su espera; ¿Ud quiere que no se pueble mi tierra, que todos se queden aquí, pisándose unos a otros?” Y señalando hacia un viejo oratorio, en el que un crucijo rústico abría amorosamente sus brazos a todos los hombres, y una imagen de Nuestra Señora parecía mirar a todos con ojos de madre, dijo al extraño levita, que fumaba embarazado un cigarrillo: “A mis nietos, les di plazo de una semana para salir. A Ud le doy plazo de un minuto. Salga ya, joven. Jesús y María no nos dejarán sin sacerdotes que, cuando Dios dice ‘poblad’, nos digan a su vez ‘poblad’. Y que cubran de bendiciones el rudo sacrificio de la separación, de la erección de nuevas casas, del desmonte de nuevas tierras, de donde surgirán nuevas culturas…”

*

Todos callaron, y el sacerdote Esaufome fue saliendo sin chistar. Puso en marcha el automóvil, el que se puso en movimiento… sin estrépito.

*

Una semana después, el caserón estaba en paz. Y nuevos establecimientos comenzaban a germinar en aquellas vastedades.

*

Imaginé este cuento leyendo la linda noticia de que 500 familias de agricultores desocupados del Estado de Paraná, simpáticamente organizados por la ACAST -Asociación de Colonización y Apoyo al Agricultor Sin Tierra de Curitiba- mediante acuerdo con el Instituto de Tierras del Amazonas, recibieron 70.000 hectáreas, divididas en lotes, para establecerse. Sólo les faltan a estos bravos brasileños los medios de transporte hasta el límite del Amazonas, donde el gobierno de ese Estado los esperará con barcos. Cada familia recibirá como ayuda 3.000.000 de cruzeiros (2), a interés subsidiado y pago a largo plazo. Está prevista la construcción de un núcleo habitacional “Nueva Curitiba", con supermercado estatal a precios reducidos, asistencia médica, etc.

Al mismo tiempo leo que, según declaración del Señor Joel Luis Bulhões. secretario de Industria, Comercio y Turismo de Mato Grosso do Sul, con sólo el 3,5 % de sus tierras fértiles cultivadas, ese Estado se ha constituído en un importante factor de nutrición del Brasil y del mundo.

¿Por qué razón la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil) no dice a todos aquellos a quienes el clero de izquierda estimula a cometer execrables atentados “reformistas” contra propiedades rurales y urbanas: “No peleen, vayan a poblar Mato Grosso y Amazonas según el designio de la Providencia"? ¡Y tan sólo a pocas personas les parece esto extraño en el Brasil! ¡Oh indescifrable Brasil! Oh, incomprensible CNBB, por cierto el más intrincado y amenazador interrogante que hay en este nuestro inmenso, hermoso y querido Brasil.

Notas:

(1) Ave brasileña cuyo canto imita los golpes del herrero en el yunque.

(2) Cerca de 1.800 dólares (N. del T.).


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