Plinio Corrêa de Oliveira

 

 

"Blandos" y blandos

 

 

 

 

 

"Folha de S. Paulo, 11 de abril de 1981

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No tengo idea de quiénes puedan integrar el núcleo duro de "Solidaridad". Ni tampoco sobre cuál sea su forma de pensar. Pero viendo la situación polaca tal como ella se presenta, me siento muy inclinado a simpatizar con ellos. Por otro lado, veo aquí y allá personas que confían ciegamente en Walesa. Y que, a las preocupaciones que manifesté en mi último artículo, opondrían un único y triunfal argumento: “Walesa no permitirá que ocurra la hecatombe que Ud. teme”. Cualquier desacuerdo en relación a la política de contemporización de Walesa con los comunistas del gobierno polaco, suena a sus oídos como si fuera una blasfemia, casi como una herejía.

Pienso que hay en esa incondicionalidad una pobreza de motivación, de análisis, de penetración que me deja desconcertado.

Es verdad que el jefe sindical cuenta con la más universal, continua y entusiasta sinfonía publicitaria. Pero esto no es un motivo suficiente como para confiar en nadie. Antes bien, todo lo contrario...

¿Cual es el bagaje que él trae, que justifique la incondicionalidad de sus partidarios? ¿Dónde están sus declaraciones notables? ¿Qué es lo que él ha hecho? Sus más ardorosos seguidores no responden nada de substancial a estás preguntas. Se limitan a tapar sus oídos, como si estuviesen oyendo blasfemias.

No estoy informado sobre lo que él pueda haber dicho o hecho en el pasado. El gran público no lo sabe. Si fuese un fantoche de la demagogia, las cosas no serían muy diferentes. Figuras de ese género como que no precisan tener un pasado. 

Su gran día de gloria fue cuando Juan Pablo II lo acogió con honras muy parecidas -la comparación corresponde a órganos de prensa romanos- a las que los Papas dispensaban otrora a los monarcas del Sacro Imperio Romano-Alemán, de visita en Roma.

Para los efectos de opinión pública, una tan solemne bendición papal equivale a otorgarle un bastón de mariscal, de condestable, para que guíe el espíritu del pueblo. Un buen estratega preferiría mil veces esto, a contar con un gran diario. Walesa no tuvo siquiera el problema de la elección: aún sabiendo que él es el hombre de confianza de la diplomacia vaticana, el gobierno permitió que comenzase a circular en el país una edición mensual (90.000 ejemplares) en polaco de “L'Osservatore Romano”, órgano de la Santa Sede. Quedaba claro que las esperanzas puestas por el Vaticano en Walesa se reflejarían lisonjeramente en el diario.

Con todo (¡) esto, ¿qué terreno consiguió conquistar Walesa, hasta aquí, al comunismo polaco? Ninguno. Sólo sufrió un fracaso que hipoteca duramente el prestigio del Vaticano en Polonia. O sea, “Solidaridad” creció y llegó a su auge sin prestar oídos, hasta el momento, a las arengas conciliadoras de Walesa. El movimiento tampoco se deja intimidar por la posible hecatombe de una invasión rusa. Y procede así gloriosamente. Pues en la Historia nada se hizo de extremadamente grande que no conllevase riesgos de hecatombe, en uno u otro sentido.

Lo cierto es que, impulsado por un núcleo de duros que en Occidente nadie -o casi nadie- conoce, pero cuya gesta los anticomunistas comenzamos a admirar, “Solidaridad” está desafiando a Moscú.

El “condestable” señaló con su bastón hacia un lado: el pueblo fue caminando hacia otro. No, hasta el momento, Walesa en nada alteró la estrategia comunista.

Otro hecho. Como para quebrar el ánimo del núcleo duro de “Solidaridad”, los principales gobiernos de Occidente ya dejaron bien claro que no intervendrán en caso que Rusia quiera repetir en Polonia las tristes aventuras de la “primavera de Praga".

Sin embargo “Solidaridad”, con su núcleo duro, continúa avanzando. 

Y según vimos en el artículo anterior, la jugada comunista en Polonia parece ser, por el momento, la separación entre el núcleo duro y la periferia del movimiento. Estableciendo, con ese n, una negociación entre los “no-duros” del comunismo y los de “Solidaridad”.

O sea, de los labiosos del comunismo con el ala boba de “Solidaridad”.

¿Hasta qué punto esta maniobra -muy probablemente favorecida dentro de “Solidaridad” por desviacionistas de toda especie- tendrá éxito? No lo sé. Pero o Moscú no es más Moscú, o las cosas deben estar transcurriendo así en el interior de “Solidaridad”, y también en las “mesas redondas” entre “blandos” comunistas y blandos polacos.

El objetivo de Moscú parece ser que “Solidaridad”, desvastado por las discusiones y por las indecisiones entre duros y blandos, se divida, desanime, y acabe perdiendo el aliento en forma ingloria. Y además, sin ningún derramamiento de sangre. Sin embargo, talvez ocurra alguna escaramuza, o poco más que eso. El menor fracaso podrá conducir entonces a los blandos a ganar un tal prestigio dentro de “Solidaridad” que los duros pierdan la lideranza.

¿Qué podrá suceder entonces? Negociaciones entre “blandos” y blandos, de las cuales emerja una fórmula intermediaria entre el régimen de aquí y el de detrás de la cortina de hierro. O sea, el llamado “modelo polaco”, especie de comunismo de “mano tendida”, con “rostro humano”, de “eurocomunismo”, que casi todos los medios de publicidad de Occidente están siendo preparados para aplaudir con frenesí, como siendo la solución para el siglo XXI.

¿Qué acontecerá entonces con Walesa? “Blandos” y blandos lo llevarán triunfalmente. Habrá sido el hombre que todo lo previó, que la ingratitud estúpida de las masas apartó temporariamente y al cual, por n, los hechos habrán dado la razón. Walesa el genio, Walesa el condestable, Walesa el gurú mirará entonces con desdén hacia todos

los hombres de corazón y de coraje, hacia todos los núcleos duros, derrotados, aislados, desprestigiados.

En un salón del Kremlin, Breznev, con un vaso de vodka en la mano, mirará a su ministro de Relaciones Exteriores, y le dirá, con una risa siniestra (¿que hay en él que no sea siniestro?): “Camarada, esta vez dio un poco de trabajo pero todo terminó bien en Polonia”.

Silencio de ambos, discreto y profundamente eufórico.

Al cabo de algunos instantes, Gromiko dice a Breznev: “Camarada, tenemos para tratar un pequeño asunto. El nuevo nuncio en Moscú quiere presentar sus credenciales. ¿Tienes tiempo? ¿O prefieres que yo lo atienda, tal como ya hicimos con Holanda, Suiza y algunas pequeñas repúblicas de las Antillas?”

Pausa. “Responde al nuncio que tú recibirás sus credenciales. Cuando tengas tiempo”.


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