“Quia nominor leo”


Consideraciones de la TFP chilena

sobre un comunicado de los

Obispos de su país

 

 

 

Resistencia, Madrid, N° 2 - Enero-Marzo 1977, pags. 2 y 33 - Sociedad Cultural Covadonga

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El semanario progresista “Vida Nueva”, vinculado a la organización editorial “Propaganda Popular Católica” (PPC) con ramificaciones por toda España y a la asociación sacerdotal de los “Operarios Diocesanos”, publicó en su número de 22 de enero de 1977, una carta de D. Antonio del Alamo Martín, “sacerdote burgalés, que llevó 11 años de trabajo sacerdotal en Chile", en la que se procuraba “asustar” a los 1.000 sacerdotes españoles que apoyaron el libro “La Iglesia del Silencio en Chile".

Para ello, el autor de la misiva, que no explica cual fue su participación y responsabilidad en los hechos denunciados en el libro con respecto a la colaboración de eclesiásticos en el proceso de marxistización de Chile, reproduce un comunicado publicado por el presidente y el secretario de la Conferencia Episcopal chilena respecto al libro.

La “Sociedad Cultural Covadonga" respondió a "Vida Nueva" con fecha de 22 de febrero pasado, adjuntando para su publicación la respuesta de la TFP al documento de los Obispos, y que el sacerdote burgalés silenció, muy sintomáticamente. Ya han pasado ocho meses sin que los Obispos hayan contestado.

A continuación, reproducimos el texto atribuido al Cardenal Villot y las consideraciones de la TFP, estando seguros de que los lectores de RESISTENCIA y de modo especial el clero español se verán agradados con los mismos. 

Intervención vaticana

EL siguiente es el texto atribuido al Cardenal Villot y difundido por el Centro Nacional de Información Social del Episcopado Chileno:

"Frente a los reiterados ataques de Fiducia contra la Iglesia, y la publicación y difusión de nuevos folletos que pueden confundir a los católicos, juzgamos necesario dar a conocer a la opinión pública el apoyo de la Santa Sede a los Obispos de Chile.

"El Episcopado chileno recibió una carta del Cardenal Villot, Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, que en la parte relativa al libro de Fiducia dice lo siguiente: El Cardenal Prefecto da a conocer el profundo dolor con que el Santo Padre vio las graves e inadmisibles acusaciones dirigidas contra sus hermanos en el Episcopado y sus colaboradores inmediatos, motivo por el cual desea que llegue a todos Uds la seguridad de su particular afecto y de su plena confianza. La manifiesta ceguera de los culpables, la enormidad misma de las calumnias que se han atrevido a urdir y la invitación a la rebelión contra la legítima autoridad de la Iglesia, dejan bien claro lo censurable de tales actitudes y hechos.

“Juan Francisco Fresno Larraín, Arzobispo de la Serena y Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile; Carlos Camus Larena, Obispo Secretario de la Conferencia Episcopal de Chile / Santiago, 10 de junio de 1976". 

Respuesta de la TFP

Como católicos, quisiéramos que los altos intereses de la Patria y la Civilización Cristiana no nos hubieran obligado a publicar el libro La Iglesia del Silencio en Chile - La TFP proclama la verdad entera. No obstante, el tener conciencia del deber cumplido compensa con creces, en nuestro fuero íntimo, la tristeza que sentimos por el paso que tuvimos que dar. La compensa también el indiscutible apoyo de la gran mayoría de los chilenos, expresado no sólo por las numerosas manifestaciones de adhesión que recibimos -entre ellas, el mensaje escrito de 33 valerosos sacerdotes- sino aún la caudalosa venta de nuestro libro en Santiago y en el resto del país.

Síntoma expresivo de ese apoyo es la incómoda reacción del Comité Permanente del Episcopado y de varios Prelados. En sus pronunciamientos públicos no dieron pruebas para impugnar un solo hecho ni para refutar un solo argumento. Su reacción se limitó simplemente a afirmar que no habían incurrido en las culpas señaladas en nuestro libro y a dar como prueba el argumento de autoridad: son Obispos y por lo tanto está probado automáticamente todo cuanto afirman. La réplica episcopal recuerda el dicho del león en la fábula de Fedro: tengo razón quia nominor leo- porque soy el león.

Ante la ulterior respuesta de la TFP, franca pero respetuosa, se mantuvieron por fin en silencio. ¿Qué interés tenía el león en prolongar un debate que esperaba ver cerrado con su rugido?

Lo que sucede es que el león no había contado con un dato fundamental de la situación. Todo cuanto le imputáramos, Chile entero lo presenció y está registrado en todos los periódicos.

De suerte que, apagados en la indiferencia general los ecos del rugido, el león se dio cuenta que no había impresionado a nadie, excepto, desde luego, a los sectores allendistas, miristas y demócrata-cristianos. Dentro de Chile no había remedio para la mala situación en que se había lanzado.

Necesitaba por lo tanto buscar apoyo fuera del país, es decir, en la gran propaganda intemacional.

La tarea era difícil, pues la propia Radio Moscú, en por lo menos cuatro programas en castellano, a partir del 23 de febrero ppdo., ya se había precipitado a arrojar invectivas contra nuestro libro, en apresurada defensa del Episcopado chileno. Todo fue en vano.

Nuestros Obispos nos dan la impresión de haber pedido entonces el apoyo del Vaticano en respaldo de su situación como parecen confesar ingenuamente en el comunicado del 10 del presente.

Ese apoyo no les faltó. Según informan en el mismo comunicado, el Cardenal Villot, Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos del Vaticano, les escribió una carta sobre el libro de la TFP. Esa carta nos acusa de enormes calumnias. En esa acusación nos sentimos pesadamente calumniados. Por eso nadie se asombrará de que usemos aquí todos los derechos que la Ley Natural, la Ley Canónica y la Ley Civil otorgan a los calumniados.

Cuando se acusa a alguien de calumniador, la justicia manda que se le diga en qué consistió la calumnia y en que fundamento se apoya la afirmación de que ésta es calumnia.

Nada de eso se encuentra en la pluma del Cardenal Villot. Otra vez el argumento es el del león de la fábula. Y nada más.

Todo cuanto nuestro libro alega y documenta xontra la conducta del Episcopado chileno ante la escalada marxista, la implantación del regimen comunista en Chile y las actuales tentativas de restaurarlo, la carta de Mons. Villot lo califica sumariamente de graves e inadmisibles acusaciones.

Que las acusaciones son graves es muy cierto. Que sean inadmisibles, he ahí la aseveración que debe ser probada.

Ahora bien, como católicos, apostólicos, romanos, sostenemos que se le puede hacer a un Episcopado, con toda justicia, acusaciones graves. Y como prueba de eso no necesitamos otro argumento sino los diversos pedidos de perdón dirigidos por Paulo VI en nombre de la única Iglesia verdadera de Nuestro Señor Jesucristo a las iglesias heréticas y cismáticas, por las injusticias que habría recibido de Ella a lo largo de los siglos.

Pedidos de perdón éstos que al parecer inspiraron al propio Paulo VI una actitud del más alto dramatismo: el beso que, arrodillado ante el Obispo cismático Melitón de Calcedonia, diera en los pies de éste (14 de diciembre de 1975).

¿Cómo expresar con más énfasis que a través de esas actitudes el hecho de que altas autoridades de la Santa Iglesia hayan otrora procedido, en ocasiones muy mal con comunidades separadas de Ella por el cisma o por la herejía?

A nuestro juicio, teniendo en cuenta todo lo que pasó antes, durante y después de Allende, el Episcopado chileno debería haber imitado frente a Chile el gesto de Paulo VI en relación al cismático Melitón de Calcedonia y Paulo VI debería haber bendecido, enternecido, ese pedido de perdón.

Chile entero se habría entonces estremecido de júbilo y su reconciliación con los Pastores habría sido unánime y profunda. Habríamos vivido uno de los momentos más emocionantes de la historia nacional.

Por el contrario, lo que la nación, siempre fiel, siempre respetuosa, pero profundamente entristecida, oye bajar sobre ella desde las sagradas alturas del Vaticano es el mismo quia nominor leo.

¿Imaginará realmente Mons. Villot que de esa forma respalda la posición de nuestro Episcopado a los ojos del público chileno -que todo lo leyó, todo lo oyó y todo lo presenció?

En la declaración La Politica de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas, para la TFP ¿omitirse o resistir?, publicada en abril de 1974, la TFP se declaró oficialmente en estado de resistencia a la Ostpolitik vaticana, desarrollando toda la argumentación necesaria a este respecto. Por razones de brevedad no las reproducimos aquí.

Tan evidente es que teníamos razón que nuestra Declaración no recibió entonces ni la menor réplica por parte de las mismas autoridades eclesiásticas.

En el libro LA IGLESIA DEL SILENCIO EN CHILE - La TFP proclama la verdad entera no hicimos sino poner en práctica aquellos principios que a lo largo de los dos años, que desde entonces transcurrieron, nadie nos censuró por profesarlos.

¿Por qué, pues, se nos acusa ahora tan duramente? Aludiendo aún a los autores del libro LA IGLESIA DEL SILENCIO EN CHILE la carta de Mons. Villot fustiga la manifiesta ceguera de los culpables, la enonnidad misma de las calumnias que se han atrevido a urdir y la invitación a la rebelión contra la legítima autoridad.

Ya hablamos de las calumnias. Una palabra, por fin, sobre la rebelión.

Nuestro proceder publicando el mencionado libro se inspira en escritos de santos, así como de numerosos doctores, canonistas y moralistas célebres.

Para no extendermos demasiado citemos a un Prelado de tan alta confianza de Paulo VI que éste lo elevó al Cardenalato. Ya estaba escrita la obra L'Église du Verbe Incarné y por lo tanto ya la conocía el Vaticano cuando Mons. Journet recibió la púrpura romana. Pueden leerse en su mencionada obra (Desclée, 3ª. edición, 1962) las páginas 215, 222, 533-539, 547-548, 625 y 627 del Tomo I, y las páginas 839, 1063 y 1065 del Tomo II, y se verá que, en principio, el Cardenal Journet admite la legitimidad de actitudes que van considerablemente más allá de la que nosotros hemos tomado.

Dicho lo que antecede queda probado que estamos muy lejos de ser los enormes calumniadores de que habla Mons. Villot. De lo que resulta data venia que fuimos enormemente calumniados. Es lo que en defensa de nuestra propia honra y en defensa de la Verdad nos corresponde afirmar ante Dios y ante los hombres.

Lo hacemos en cumplimiento de un deber. Pero ese deber lo cumplimos con la mayor tristeza, hija del amor indecible, de la veneración sin nombre que profesamos a la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana y especialmente a la Cátedra de Pedro. Sean nuestras palabras finales, por lo tanto, la afirmación de toda nuestra fidelidad a la Iglesia y a la Santa Sede. No fue a pesar de esta fidelidad sino para mantenernos dentro de ella para escribirnos todo lo que arriba queda dicho.

Santiago, 5 de junio de 1976.


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