Chile
y la TFP responde con dignidad y firmeza
Sociedad Cultural COVADONGA, Madrid, 1976 |
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Declaración del Departamento de Opinión Publica del Arzobispado de Santiago sobre “La Iglesia del Silencio en Chile” Con estridente publicidad se ha venido presentando por sus autores el libro “La Iglesia del Silencio en Chile", editado por la Sociedad Chilena de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. Bajo un título equivoco e imprudente (“Iglesia del Silencio” se entiende en todas partes, y por cierto en el extranjero, como el Pueblo de Dios oprimido por regímenes políticos totalitarios), y a lo largo de casi 500 páginas, se enjuicia el magisterio y conducta pastoral de los Obispos de Chile en los últimos quince años; declarándolos, en su casi totalidad, reos de cisma y herejía, infieles a su ministerio y cómplices directos de los enemigos de Dios y de la Patria. El libelo concluye con un llamado de los fieles para que, como consecuencia y manifestación de amor y obediencia a la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, y a su Magisterio infalible resistan activamente a sus Pastores y rompan la comunión eclesial con ellos. Es lamentable que la comunidad nacional deba distraer parte de su tiempo y de su energía creadora en episodios como la publicación de este Manifiesto, donde se conjugan la irreflexión del adolescente con el decadentismo senil. Chile, su pueblo y su Iglesia necesitan hombres adultos, capaces de integrar equilibradamente fantasía y realidad, tradición y progreso, emoción y razón. Obras al estilo de “Iglesia del Silencio", con su inevitable secuela de réplicas y contrarréplicas, favorecen la persistencia de prejuicios emocionales, alimentados en un falso concepto de tradición y en la añoranza de un pasado venturoso que nunca existió. En esa ensoñación estéril, frecuentemente cargada de odio hacia quienes parecen estorbarla porque invitan a mirar hacia adelante, se van paralizando energías creadoras, talentos de intuición, de sabiduría, de comunión y de servicio que Dios exige hacer fructificar en y para su Iglesia. Llevados de su incompetencia y temeridad teológica los autores del libelo no han llegado a comprender la naturaleza auténtica de la Iglesia que Cristo fundó. El solo hecho de citar textos del Magisterio -bien restringidos, por cierto, a un tema, o aspecto, o período determinado no será nunca piedra de toque de sentido eclesial; así como proclamarse fieles de la Iglesia no será más que sonido vacío si no se es fiel a la Iglesia que está en sus Pastores. Es precisamente esta comunión con los legítimos Pastores, puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios, la que garantiza un verdadero contacto con Cristo, quien se hace escuchar en ellos. Faltos de esta condición vital para nutrirse de Cristo, los autores del libelo se precipitan hacia una concepción de Iglesia y del cristianismo en que el rostro de Cristo se hace prácticamente irreconocible. Bastaría señalar, para ello, que la aplicación consecuente de los principios por ellos invocados llevaría -como históricamente ha llevado exactamente a las mismas aberraciones, teóricas y prácticas, que hacen del comunismo ateo una doctrina intrínsecamente perversa; división del mundo en clases irreductibles de “buenos” y “malos"; legitimación de la violencia como arma de triunfo de los “buenos”; negación de todo derecho para los “malos”, especialmente los derrotados; culto exacerbado de la hostilidad contra los que no militan en el propio bando, haciendo de su destrucción una cuestión de ser o no ser; instrumentalización de la persona humana al servicio y sacrificio de la “causa”, cuyo carácter sacro mantiene prioridad absoluta sobre cualquier derecho, libertad o destino personal; creación de minorías privilegiadas, que retienen el control omnímodo de las ideas, los bienes y las expectativas de vida de las mayorías ciudadanas. Mientras todo esto se hace, en un caso, en oposición consciente y deliberada a la fe cristiana, todo -en el otro- se justifica y sacraliza en nombre de una irrestricta adhesión a la Iglesia de Dios. Semejante mistificación es la que sirve de base a “Cristianos por el Socialismo”. Por esta vía se ofende el santo nombre de Dios y de la Iglesia y se prepara, con las mismas armas del adversario al que se dice odiar y combatir, las condiciones ideales para que la causa de éste prospere y triunfe. Sorprende y duele, finalmente, la injusta apropiación del nombre, “Iglesia del Silencio". Ella está constituida, en efecto, por fieles que nunca separan a Cristo de la Iglesia, ni a la Iglesia de sus Pastores. Verdaderamente destituidos de cualquier acceso a los medios públicos de expresión, impedidos de proclamar su fe fuera del ámbito de sus casas o iglesias, tanto más estrechan sus vínculos de comunión filial con sus Obispos y fraterna entre si. Pobres verdaderamente, hasta esa forma cumbre de pobreza que es tener que callar, ellos hablan sólo con su sufrimiento. Su lenguaje no es otro que el de la Cruz. Por eso ni siquiera hablan contra sus perseguidores: junto al Crucificado, presente a ellos en sus Pastores que les hablan en su nombre y reactualizan su pasión redentora en cada Eucaristía, oran ante todo por sus propios verdugos. Esa es la auténtica Iglesia del Silencio: comunión de fe probada en el crisol del sufrimiento; de esperanza cifrada en el poder de Dios y no en la fuerza del hombre; amor que, como el del Padre perfecto porque misericordioso, se ofrece a justos y pecadores con la sola, suave violencia de la verdad. Es la Iglesia del Espíritu, derramado generosamente en los que tienen corazón de hijos y pueden llamar “Padre” a Dios porque tienen a la Iglesia por Madre. La Iglesia de los que se dejan conducir por el Espíritu hacia la gloria de la Cruz, y ansían la comunión con la sangre derramada, la de Abel, la de Cristo, más elocuente que todas las potencias y sabidurías de este mundo. Iglesia del Silencio: un apelativo, un nombre que impera religioso respeto. Sólo resta lamentar que se haya pretendido usurparlo por parte de quienes ni conocen el silencio ni son la Iglesia. Departamento Opinión Publica Arzobispado de Santiago Santiago, 26 de febrero de 1976.
Respuesta de la TFP al Arzobispado de Santiago Fue dada a conocer por la prensa, en días recién pasados, una declaración del Departamento de Opinión Pública del Arzobispado de Santiago, referente al libro “LA IGLESIA DEL SILENCIO EN CHILE - La TFP proclama la Verdad Entera”, Los conceptos emitidos en dicha declaración nos obligan a puntualizar algunas sumarias consideraciones. Asumiendo el pronunciamiento el carácter de un llamado o advertencia a la “comunidad nacional”, nos parece que debió primeramente reparar en la índole espiritual de ese conjunto humano, y en el abrumador conflicto interior que le aqueja. Esta insoslayable realidad parece, sin embargo, enteramente ajena -con propósito o sin propósito, no entramos a juzgarlo- a las preocupaciones de quien emitió el referido comunicado. En efecto, siendo Chile una nación cuyo porcentaje de no-católicos se reduce a una ínfima minoría, y constituyendo a la vez su población un conjunto casi compactamente anticomunista -lo cual puede afirmarse sin temor a exageración después de la experiencia allendista- el dilacerante conflicto interior de esta “comunidad nacional”, a la cual se dirige el Arzobispado de Santiago, salta a la vista. Es la trágica situación de un pueblo católico que -contando con acúmulo de datos en el libro de la TFP- no ve respuesta de sus Pastores para aquello que más gravemente le amenaza. Situación análoga y quizás peor al drama vivido por los católicos detrás de la Cortina de Hierro, aún en los años de persecución más sangrienta, cuando los fieles fueran más tiránicamente oprimidos por causa de la justicia. Peor, decimos en un cierto sentido, pues son los propios Pastores quienes, abusando de su autoridad, hostilizan y tratan de lanzar en la confusión y en el silencio a los fieles, impidiéndoles, por las más variadas formas, la reacción frente a la amenaza mortal; y, no bastándoles con abandonar a su suerte el rebaño que se les encomendó, llegan, en su inaudita temeridad, a dar cobijo y alimento al enemigo. Padecimiento doloroso y sin duda peor, por lo que trae consigo de conflicto interior dilacerante y de peligro para la perseverancia de incontables fieles. Es ésta, repetimos, la tragedia de un pueblo católico, cuyos incontables miembros pertenecientes a esta Iglesia del Silencio, enclavada en una faja del hemisferio occidental, podrían haber esperado de las palabras de la autoridad eclesiástica alguna explicación. Para quienes efectivamente la esperaban, confiando en que el Arzobispado aclararía por lo menos alguna de las acusaciones levantadas en el libro “LA IGLESIA DEL SILENCIO EN CHILE - La TFP proclama la Verdad Entera”, el comunicado en referencia no habrá sido más que un nuevo motivo de decepción. Creemos poder afirmar, sin embargo, que, para gran parte de quienes pertenecen a la Iglesia del Silencio en Chile, no habrá habido desilusión alguna, pues no esperaban ya a esta altura una respuesta episcopal diferente a la que se diera. Frente a las acusaciones hechas y demostradas por el libro de la TFP, el Arzobispado no presentó refutación alguna. Ni se detuvo en un examen de conjunto que le permitiese una réplica lógica y sistemática, ni se detuvo tampoco a probar que fuese falsa alguna de las imputaciones que se le hiciera, siendo así que de los 220 documentos citados por la TFP ninguno fue invocado. Declaración plañidera, carente de estructura lógica y de verdadero fundamento, que remata su inconsistencia lanzando una inoportuna diatriba contra los autores del libro. Respuesta clásica de quien nada tiene que responder. Si ante un número tan grande de acusaciones, de las que se desprenden tan graves consecuencias, alguien presume que pueda ser ésta la palabra de respuesta de la verdadera Iglesia, bien cabe afirmar de él que ni sabe usar la palabra, ni es tampoco la Iglesia. Por el Consejo Nacional de la Sociedad Chilena le Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad: ALFREDO MAC HALE ESPINOSA Presidente JOSE ANTONIO URETA ZAÑARTU LUIS MONIES BEZANILLA Directores Santiago, 3 de marzo de l973. Nota: Para profundizar el asunto, consultar: * 1976-03-12 - La TFP chilena ante la Nunciatura Apostólica: respeto, firmeza, pedido de esclarecimiento |