Plinio Corrêa de Oliveira

 

 

Madre del Buen Consejo,

ruega por nosotros

en este siglo de confusión

 

 

 

Catolicismo, Nº 208-209 - Abril-Mayo 1968 (extractos)

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¿Cuál es la actualidad de esta devoción?

Sin duda, en nuestra época, tan aijida y conturbada, incontables son las almas que precisan, a este o aquel título, de un buen consejo. Nada pueden hacer ellas de mejor que implorar el auxilio de Aquella que la Santa Iglesia, en la letanía lauretana invoca como “Mater Boni Consilii”.

Sin embargo cumple ponderar que un consejo es de tanto mayor validez, cuanto mayor fuese la importancia del asunto sobre el cual versa.

Por ésto, supremamente importante son para cada uno los consejos necesarios para conocer a respecto de sí mismo -dentro de la tempestad de tinieblas del siglo XX- los designios de Nuestra Señora y los medios aptos para realizarlos.

Aquí hay un primer título para afìrmar la particular actualidad de la devoción a Nuestra Señora de Genazzano en este siglo que podrá pasar para la Historia como el siglo de la confusión.

Inclusive, si ampliamos nuestros horizontes para mas allá de la esfera individual, y consideramos en una perspectiva histórica la crisis por la cual hoy pasa la Iglesia de Dios, no podremos dejar de ponderar que aún aquí la humanidad necesita como nunca de un buen consejo de la Virgen de las vírgenes.

Parecerá tal vez excesivo, para algunos lectores, que armemos ser éste el siglo más confuso de la Historia. Sin embargo, entre las múltiples pruebas que esta aseveración comporta, es necesario ponderar una, que por sí misma justica nuestra armación.

En efecto, sería difícil constatar que en algún tiempo la confusión haya sido mayor en los medios católicos de que en el nuestro.

Por cierto, hubo épocas en que la Iglesia pareció afectada por una confusión más grave. Así, las crisis a lo largo de las cuales los antipapas dilasceraban el Cuerpo Místico de Cristo, o la lucha de las investiduras que dividió durante mucho tiempo el Occidente Cristiano, lanzando el Sacro Imperio contra el Papado. Pero estas crisis, o eran más de rivalidades personales que de principios, o ponían en juego sólo algunos principios, si bien que básicos, de la doctrina católica.

Actualmente, por lo contrario, no hay error, por más craso y rotundo, que no procure revestirse de un ropaje más o menos nuevo para obtener libre tránsito en los ambientes católicos. Se puede decir que asistimos en nuestro propio medio al desfile de todos los errores, farisaicamente disfrazados con piel de oveja, para solicitar la adhesión de católicos incautos, superficiales o poco devotos de nuestra Fe. Y, ante esa maniobra, cuántas concesiones, cuántas falsas prudencias, cuánto criminal noviazgo con la herejía!

En esta atmósfera que ya sugirió a Pablo VI algunas graves advertencias, la confusión es tan grande, que en no pocos ambientes los católicos observantes y celosos de la ortodoxia son mal vistos y sospechosos, mientras que la turbamulta de las víctimas de los errores disfrazados se conduce con la desenvoltura de quien fuese dueño de la casa!

Trazado este cuadro, pensamos con afecto y con aprensión en las muchas almas sin mayores estudios religiosos.

¡Cuan necesario les es el buen consejo de Nuestra Señora, para vencer la confusión! La Iglesia puede decir de ahí, analógicamente, las palabras de Nuestro Señor; “Yo soy

el Camino, la Verdad y la Vida”, (Juan, XIV, 6). Si en los ambientes católicos sopla la confusión, es inevitable que ésta se extienda por todos los otros dominios de la existencia. Y, en la Iglesia no puede haber confusión mayor de la que de los principios.

Es natural, pues, que armemos ser éste nuestro siglo, el siglo de la confusión, y que de nuestros labios suba una súplica para la Madre de Dios: “Nuestra Señora del Buen Consejo, rogad por nosotros, y ayudadnos a permanecer fieles al Camino, a la Verdad y a la vida, en medio de tanto extravío, de tanta mentira y de tanta muerte.

Nota: Para profundizar en el conocimiento de la historia de ésta devoción, basta pinchar acá.


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