Plinio Corrêa de Oliveira
En la fiesta de María Auxiliadora, ¿qué pedirle?
Extracto de conferencia del 23 de mayo de 1964 (*) |
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El 24 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de María “Auxilio de los Cristianos”. La invocación fue introducida en las Letanías de la Santísima Virgen por el Papa San Pío V, en agradecimiento por la gran victoria de las armas católicas en la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), que quebró definitivamente el poderío naval otomano. Y la fiesta fue instituida por el Papa Pío VII, en acción de gracias por su regreso a Roma el 24 de mayo de 1814, tras haber permanecido durante cinco años prisionero de Napoleón Bonaparte. ¿Qué pedir a María Auxiliadora en su fiesta? Plinio Corrêa de Oliveira, fervoroso mariano, nos hace una sencilla y excelente sugerencia. |
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Una razón especial para que pidamos el auxilio de Nuestra Señora
María Auxiliadora, imagen que se venera en el altar mayor de su Basílica, construida por San Juan Bosco en Turín. Retocada digitalmente. Cada fiesta litúrgica que ocurre en la Santa Iglesia tiene como efecto que en esa fecha los fieles pueden recibir gracias condicionadas y proporcionadas a dicha fiesta. Y proporcionada a la fiesta de hoy, ¿qué gracia podemos pedir? Podemos pedirle a Nuestra Señora la gracia de comprender hasta qué punto Ella es Auxiliadora. En general, lo que sucede al hombre en esa materia es, de alguna manera, reflejo de lo que decía San Francisco Javier: el pecado es un gran mal, pero peor que el pecado considerado en sí mismo, es el desánimo y la desconfianza con que el pecador queda en relación con Dios. Ocurre que, como consecuencia difusa de las infidelidades crónicas que cargamos, de los pecados cometidos en el pasado, de la insatisfacción que tenemos hacia nosotros mismos, de todo esto resulta una especie de desconfianza crónica con relación a Nuestra Señora. Y no sólo con relación a Ella, sino también a Dios, a todos los Ángeles y Santos. La idea equivocada que la persona se hace es esta: “Soy tan vil, pequé tanto, y además soy tan mediocre –verdaderamente no valgo nada–, que tengo miedo de aproximarme para pedir”. Entretanto, la verdad es precisamente lo contrario: “Es porque necesito mucho, que debo pedir mucho”. Es más o menos como si un paralítico o un leproso del Evangelio, de aquellos que fueron a pedir su curación a Nuestro Señor, hiciese el siguiente raciocinio: “Estoy tan leproso, que no tengo el valor de pedir mi curación…”. ¡Entonces está claro que no se curará! El raciocinio verdadero es: “Estoy tan necesitado de una cura, que el único medio que tengo es pedir, y por eso voy a pedir, lo que se dice pedir”. De manera que nuestras miserias son una razón especial para pedir. Y es la compenetración con esta verdad lo que debe dar a nuestra vida espiritual aquella unción, aquella suavidad propia a los verdaderos hijos de Nuestra Señora. La gracia que debemos pedirle a Ella, por tanto, es la de compenetrarnos con esta verdad. Y por mayor que sea el horror que tengamos a nuestros pecados y a nuestros defectos interiores, ni aún por eso deja de ser verdad que levantando los ojos a María Santísima, Ella nos atenderá. Esta confianza firme e inquebrantable es la gracia que debemos pedir en el día de hoy.
Fue a raíz de la Batalla de Lepanto que el Papa S. Pío V inició oficialmente la veneración a María como "auxiliadora de los cristianos". En este fresco de Juan de Valdés se observa a María Auxiliadora obteniendo aquella victoria gracias a las oraciones del santo Padre. (*) Extracto de grabación de conferencia del 23 de mayo de 1964 para socios y cooperadores de la TFP brasileña, sin revisión del autor. Traduccion del sitio |