Plinio Correa de Oliveira

 

 

Si alguien tuviese una súbita perturbación en la vista, de los nervios

o en la mente...

 

 

 

Catolicismo, N. 131, Noviembre 1961 (*)

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El famoso cuadro de Velázquez “Las Meninas" es a justo título, uno de los puntos más altos del arte.

La gracia infantil y cándida de la Infanta, el cariño lleno de dignidad y respeto de las jóvenes hidalgas que la sirven, la altanería del caballero de Santiago que se ve a la izquierda (y que es el propio pintor), todo exhala un ambiente recogido, elevado, profundamente civilizado. El estudio atento de esta obra prima, además de enaltecer el sentido artístico, es altamente formativa para el alma humana.

Si un observador tuviese una súbita perturbación en la vista, en los nervios o en la mente, es claro que las armonías del cuadro se irían deshaciendo para él. En el punto extremo de esa perturbación, el aspecto de la obra de Velázquez podría llegar al grado de horripilar; como lo que vamos a ver en la siguiente fotografía.

 

Esto es tan evidente que obviamos otro ejemplo.

Es que el primer cuadro es producto no del desorden sino del orden, del talento, de la cultura, de la civilización y presenta en sus imponderables una marca profundamente cristiana. El segundo es fruto no del orden, sino del desorden, de la extravagancia, del desequilibrio, de la intemperancia. Sólo puede proceder -insistimos- de las pasiones desordenas o de una enfermedad. 


(*) Traducción del sitio Acción Familia (Chile)


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