Plinio Corrêa de Oliveira
¿Sólo el arte sacro puede ser cristiano?
"Catolicismo" Nº 24 - Diciembre de 1952 (*) |
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Por las altas ventanas, guarnecidas de vitrales, entra una luz abundante pero suave, que se refleja en el piso de madera, en el metal pulido de las armaduras y de las panoplias, en el bronce y en el cristal de los inmensos candelabros, y parece alcanzar con esfuerzo las nervaduras y pinturas del techo. Las columnas, fuertes y delicadas, se abren hacia lo alto como inmensas palmeras que protegiesen la sala con su ramaje de piedra, de líneas coherentes, nítidas y suaves. La sala está fuertemente impregnada de un ambiente peculiar, que invita a un reposo sin ocio ni disipación, un reposo todo hecho de recogimiento, gravedad, equilibrio y fuerza. Las armaduras, los venados disecados, enriquecen este ambiente con el eco de las proezas practicadas en la cacería y en la guerra. El revestimiento de madera trabajada quiebra con su delicadeza y calidez lo que la austeridad de la piedra tal vez tuviese de excesivo. Al fondo, sobre una peana, la imagen de un santo atrae el pensamiento hacia el cielo. Sin duda esta sala refleja una mentalidad, que podrá agradar a unos, desagradar quizá a otros, pero que de un modo u otro supo disponer admirablemente los colores y las formas para expresarse. Es una sala para uso civil cotidiano. Presenta el ambiente en que el espíritu de nuestros mayores se sentía a su gusto para vivir la vida corriente.
La Sainte Chapelle de París, construida en el siglo XIII por San Luis IX, Rey de Francia, para cobijar algunas espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo, expresa la misma mentalidad, no en cuanto entregada a la vida diaria, sino en cuanto vuelta hacia la oración. La nota de delicadeza alcanza a lo sublime. Ni por esto, la fuerza, el equilibrio, la gravedad, el recogimiento pierden algo de su plenitud. Eclesiásticos, artistas, peregrinos de todos los siglos han visto en la Sainte Chapelle, en el ambiente que en ella palpita, en la mentalidad expresada en sus líneas, sus colores, sus formas, su configuración general, la expresión arquetípica del alma cristiana. * * * Cristiana es la sala como cristiana es la capilla. Y esto no sólo por el efecto de las imágenes y símbolos religiosos que allí se encuentran, sino también por el ambiente que allí se respira, por la mentalidad subyacente a este ambiente. De donde se llega a una noción más amplia. Una obra de arte no es cristiana por el simple hecho de estar cubierta de símbolos de nuestra santa religión, como un hombre no es fraile por el simple hecho de vestir de hábito. Es necesario que sea católica el alma que palpita en la obra de arte, para que ésta pueda decirse genuinamente cristiana. Y el ambiente cristiano no es susceptible de impregnar solamente un edificio destinado al culto, sino cualquier espacio que tenga en su configuración la marca inconfundible con que el alma cristiana expresa todo cuanto hace. (*) Traducción y difusión por el sitio Acción Familia (Santiago de Chile). |