São Paulo, 8 de julio de 1991

 

 

Excelentísimo Señor

Don Carlos Salinas de Gortari

Dignísimo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos

Palacio Presidencial

CIUDAD DE MEXICO

 

 

Señor Presidente:

 

 

Saludando atentamente a Vuestra Excelencia, pido venia para llamar su atención hacia el importante asunto que paso a exponerle.

 

Sin duda Vuestra Excelencia conoce de nombre el mayor conjunto de asociaciones anticomunistas de inspiración católica que existen en la actualidad; esto es, las quince Sociedades de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad - TFP, radicadas hoy en los cinco continentes. Me dirijo a Vuestra Excelencia en la presente misiva, en nombre de la TFP brasileña -de cuyo Consejo Nacional soy presidente- y acreditado por las diez TFPs existentes en los siguientes países: Portugal y España, en la Península Ibérica, y Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela, en América del Sur.

 

Entre emocionada y conmovida, la atención del mundo entero se va volviendo hacia las conmemoraciones del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, y comienzan a prepararse por todas partes, en las demás naciones de los cuatro continentes, manifestaciones de simpatía y de júbilo dirigidas a los países que componen la gran familia de pueblos ibéricos e iberoamericanos.

 

Obviamente, es de toda conveniencia que la Conferencia de Guadalajara -reunida por la elevada y oportuna iniciativa de Vuestra Excelencia, y que contará con la presencia de los Jefes de Estado de las dos naciones descubridoras, de las cuales resultaron la población y la evangelización de las vastedades enseguida gobernadas por las monarquías lusa y española- se realice en una atmósfera de armonía de anhelos y de intereses. Sin embargo, Señor Presidente, un acto que incontables ibéricos e ibero-americanos no esperaban, amenaza en estos momentos poluir la atmósfera cordial que se venía formando, por la introducción en el panorama de Guadalajara de una nota fuertemente disonante, capaz de provocar en el previsto certamen fisuras irreparables.

 

En efecto, la atmósfera de las relaciones interibéricas e iberoamericanas no presenta en nuestros días ningún factor de discordia; y este hecho inesperado introducirá en nuestro panorama político-diplomático una causa de discordias palpitante de resentimientos, de aprensiones, en fin, de repulsa justa e inevitable, cuya causa última y verdadera echa raíces muy lejos de nosotros.

 

Como Jefe de Estado de una de las mayores naciones del mundo iberoamericano, Vuestra Excelencia conocerá perfectamente los temores y los sobresaltos que la presencia de Rusia soviética causó en todo el mundo desde el advenimiento del régimen comunista en Rusia en 1917 hasta la caída del Telón de Acero y las primeras esperanzas despertadas en todos los pueblos por las promesas gorbachovianas de glasnost y de perestroika.

 

Vuestra Excelencia estará también perfectamente al tanto de las incertidumbres y de las aprensiones que, a pesar de todo, continúan atormentando al mundo después del asalto del poder soviético contra las naciones bálticas y, especialmente, contra la valiente y laboriosa Lituania.

 

Además habrá tenido Vuestra Excelencia ante los ojos todas las preocupaciones causadas a escala mundial por la dudosa política mantenida por Mijail Gorbachov durante la guerra del Golfo Pérsico; y Vuestra Excelencia continuará presenciando la atmósfera de aprensión -para no decir de sobresalto- en que se mantienen todos los hombres a la vista de las peligrosas incertidumbres en las cuales se arrastra la política interna rusa. Incertidumbres éstas que pueden degenerar, de un momento a otro, en una guerra civil que, a su vez, puede convertirse fácilmente en guerra mundial.

 

Sí, Señor Presidente, toda la humanidad vive días de perplejidad y angustia ante las perspectivas del presente escenario internacional. Imposible será negar que las pesadillas que no abandonan a incontables de nuestros contemporáneos tanto en las horas de vigilia como en las de sueño, resultan de que el cuadro actual se muestra todavía más amenazador que en los últimos días de la era pregorbachoviana.

 

En efecto:

 

1. Antes de Gorbachov, era de conocimiento general (¡con excepción de los comunistas localizados en Occidente!) que el mundo soviético vivía en una profunda miseria; pero, caído el Telón de Acero, demolido el Muro de Berlín, la realidad que se ha hecho patente a los ojos del mundo ha resultado incomparablemente más siniestra de lo que la opinión pública preveía;

 

2. En los años que antecedieron a la ascensión de Gorbachov al poder, los peligros de guerra atómica internacional parecían considerablemente atenuados. Lanzadas las reformas gorbachovianas, el peligro de revoluciones y guerras civiles tomó cuerpo de modo impresionante en Rusia, ya que Gorbachov no sabe, no quiere o no puede mantener en las amplitudes de la así llamada URSS, la sombría paz de cementerio que los anteriores dictadores rusos imponían mediante la cruel brutalidad que les era característica;

 

3. En la era pregobarchoviana, los Partidos Comunistas, si bien adinerados, adoctrinados y entrenados tanto para el crimen político como para la guerra que extendían a casi todas las naciones, padecían de un acentuado fracaso electoral en los cinco continentes; y esto alentaba a la opinión de Occidente.

 

Por el contrario, hoy en día el fracaso de la administración soviética en la propia URSS ha desmoralizado ante la opinión pública internacional al imperialismo ideológico comunista.

 

Tal es hoy el descrédito de los PCs que se diría que deberían estar liquidados; pero la realidad nos muestra lo contrario. Como fantamas sin cerebro, corazón ni entrañas, los Partidos Comunistas se obstinan aún en sobrevivir por todas partes; y esto arranca en innumerables de nuestros contemporáneos este asustado gemido: "¿Cuál es ese germen ideológico tan fanático que enfrenta la realidad de los hechos y se empeña en hacer la propaganda desvergonzada de una ideología que es hoy el oprobio de los hombres?" La simple existencia organizada a escala internacional de ese fanatismo ciegamente obstinado, crea problemas y perspectivas no muy inferiores en su género al tan decantado peligro atómico.

 

Ante ese cuadro así agravado, la presencia comunista es todavía más disonante que antes de Gorbachov. Ahora bien, Señor Presidente, según noticias dadas por toda la prensa escrita y hablada, ha sido invitado para la grandiosa reunión de Guadalajara el hombre -el Jefe-, el verdugo de la Isla-prisión.

 

La disonancia estridente provocada por la perspectiva de la presencia del sanguinario tirano del Caribe en Guadalajara -un tirano "conservador" en el sentido específico que ha venido tomando el término cuando utilizado para designar a los "xiítas" del comunismo internacional- ya ha comenzado a repercutir en las tres Américas y repercutirá en el mundo entero. ¡Lo que no sorprende, una vez que Fidel Castro se proclama orgullosamente el campeón de todas las formas de despotismo y de crueldad gracias a las cuales el régimen comunista consiguió sobrevivir durante tantas décadas!

 

Hay una pregunta que viene al espíritu de todos los observadores imparciales de ese hecho. El mundo luso-ibérico e hispano-ibérico contemporáneo se ufana de ser democrático. ¿Por qué entonces no se ha realizado en todas sus vastedades un plebiscito, preguntando a los pueblos que congrega si quieren -o no quieren- ver al siniestro Fidel sentado entre los Jefes de los Gobiernos que dirigen hoy la Península Ibérica y el mundo descubierto por Colón?

 

Esa situación, Señor Presidente, desemboca en una alternativa impuesta por las leyes de la lógica: habiendo Fidel Castro aceptado ya la atrayente invitación será una brutalidad retirársela; pero verlo como participante de la reunión de Guadalajara importará en cometer una brutalidad contra incontables hijos de Iberia o de Ibero-América.

 

Por más dura que sea la primera alternativa, pedimos a Vuestra Excelencia que, en calidad de anfitrión del gran encuentro, opte por ella; pues siempre es indeciblemente menos duro hacer una brutalidad con un tirano que hacerla con tantas naciones libres.

 

La franqueza de este lenguaje, Señor Presidente, nos la imponen las infelices circunstancias que componen el cuadro de la realidad contemporánea. Si el amor a nuestras patrias y a la civilización cristiana me lleva a mí -y a los presidentes de las mencionadas TFPs- a usarla, lo hacemos con dolor de alma; y con ese mismo sentimiento cada uno de nosotros entregará al respectivo Jefe de Estado copia de la presente misiva.

 

Todos amamos, respetamos y admiramos la noble nación mejicana; todos tenemos presente que la excelsa patrona de Latinoamérica, Nuestra Señora de Guadalupe, tiene su Trono en México, y todos deseamos para su noble Patria, Señor Presidente, que alcance lo antes posible la plenitud de la grandeza cristiana para la cual fue llamada por el propio Dios.

 

Compenetrados de esos sentimientos, rogamos a Nuestra Señora de Guadalupe por la valiente nación mejicana, y al mismo tiempo presentamos a Vuestra Excelencia los testimonios de nuestra alta estima y distinguida consideración,

 

Plinio Corrêa de Oliveira

Presidente del Consejo Nacional

 

 

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