Plinio Correa de Oliveira

 

Una indispensable campaña

contra el aborto

 

 

 

 

 

 

 

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Catolicismo, N° 392, agosto 1983

Con su habitual lucidez, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, Presidente de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) respondió a preguntas sobre el aborto. Las publicamos a continuación puesto que los principios que sustenta, por ser católicos, tienen valor universal.

*     *     *

Prof. Plinio Corrêa de Oliveira (PCO) — La Iglesia Católica fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo como maestra de la moral. Excluirla de cualquier asunto de naturaleza moral es, luego, excluir al propio Jesucristo, lo que, por desgracia, no es raro que suceda en órganos de comunicación social de nuestros días.

Periodista — ¿Cómo cree Ud. que debería ser el debate, para actuar como instrumento de real esclarecimiento del público?

PCO — Me parece por lo menos cuestionable la conveniencia de que asuntos de éstos sean debatidos por televisión. Pues el formidable poder de penetración de ésta la pone al alcance del oído hasta de cualquier criatura curiosa. Y una cuestión así no conviene indistintamente a cualquier persona de cualquier edad.

Veo televisión en rarísimas oportunidades. Por lo tanto, no estoy siguiendo el debate de que Ud. me habla. Sería deseable que se esté dando invariablemente en los términos doctrinarios y técnicos elevados que el derecho a la vida impone. Pues obviamente es del derecho del niño por nacer a la vida de lo que se trata.

Periodista — En ese caso, ¿habría sido más consonante con el clima de apertura política que todas las corrientes fuesen oídas sin darle privilegios a ninguna?

PCO — Bossuet, el gran predicador francés del siglo XVII, afirmó cierta vez que "la verdad, para ser juzgada, sólo pide ser oída".

No sé si es tan sólo eso lo que la verdad pide, y si la bella afirmación del gran predicador no contiene algo de demasiado categórica. Pero en todo caso, ser oída, la verdad lo pide.

No comprendo un debate en que se tenga miedo de oír cualquier argumento, cualquier voz, cualquier persona.

Todo esto es verdadero, con o sin apertura. Pero en el clima de apertura, esa veracidad se vuelve aún más flagrante.

Periodista — ¿Ud. considera que el debate sería más idóneo si, en un país de mayoría católica, las voces expresivas del pensamiento católico tomasen la delantera? ¿Por qué juzga que eso no está ocurriendo? Parecería que los defensores del aborto están más activos.

PCO — El derecho de la Iglesia de Jesucristo a ser oída no le viene de la mayoría, sino del propio Jesucristo, el cual fue igualmente Maestro cuando la multitud lo glorificaba cantando "Hosanna al hijo de David" como cuando aullaba: "¡Crucifícalo!"

La negación del Divino Maestro es, obviamente, más censurable aún en un país católico, en el cual la inmensa mayoría dispone de medios, inclusive pacíficos y enteramente legales, para conseguir que la voz del Divino Maestro nunca sea rechazada u omitida.

Ajeno hasta ahora al debate del que Ud. me habla, no estoy en condiciones de entrar en pormenores sobre la poca participación de los católicos en él. Sin embargo, de modo general, y como católico, tengo una observación que hacer a este respecto.

Sería falso decir que el Clero de nuestros días —y, en consecuencia, los medios católicos más inmediatamente influenciados por su acción— se muestren inertes en la prédica de la Moral cristiana. Por el contrario, a aquel y a éstos los noto activos. Y muchas veces aún excitados. Excitados en forma fuera de lo común. Pero es frecuente que esa actividad se concentre con tanta insistencia en los puntos de Moral concernientes a las relaciones capital-trabajo, que los otros puntos esenciales de la Doctrina Catolica quedan relegados segundo plano. Me acuerdo, por ejemplo, de cierta declaración del Cardenal D. Eugenio Sales, en la prensa carioca, hecha en elogio del Cardenal Mota. Refiriéndose a una enérgica intervención del entonces recientemente fallecido Prelado minero (N. del T: del Estado de Minas) en contra del divorcio, el Cardenal Sales comentaba que esta medida destructora de la familia tal vez no hubiese vencido, años después, si la nueva embestida divorcista hubiese encontrado por parte de los Obispos del Brasil la misma firmeza. A la vista de la juiciosa observación del Purpurado de Río, salta a los ojos el contraste: veo incontables clérigos entregados a una obsesiva insistencia en materia de relaciones capital-trabajo, por otra parte casi siempre en un sentido izquierdista. Y temo que en la lucha contra el aborto ocurra algo mucho más acentuado aún que en relación al divorcio.

Periodista — ¿Qué piensan los Papas, especialmente Juan Pablo II, sobre el aborto?

PCO — Hay quien señala diversidad entre actitudes de los Papas preconciliares y post-conciliares. Más concretamente, entre la larga sucesión de Papas que va desde San Pedro a Pio XII, y la que comienza con Juan XXIII, continúa con Paulo VI, sin interrumpirse en el efímero Pontificado de Juan Pablo I, y se va extendiendo a través del Pontificado de Juan Pablo II.

Sea como fuere, la condena del aborto es en forma bien característica, un punto en que tal diversidad no puede ser señalada. Visitando España, en noviembre pasado, Juan Pablo II pronunció una alocución de las más enérgicas contra el aborto. Lamentablemente, el PS español, victorioso en las elecciones del 28 de octubre, propuso inmediatamente después un proyecto de ley introduciendo el aborto en la nación de los Reyes Católicos. Es el socialismo, siempre igual a sí mismo en todas partes...

Recuerdo de pasada que la TFP española publicó, contra esa actitud del PS español, un llamado refulgente de espíritu de fe y de energía, que está teniendo en España una acogida ardiente y general. Pero eso ya es otra cuestión...

Periodista — Si el aborto fuera aprobado a lo largo de la actual campaña publicitaria, ¿qué consecuencias prevé Ud. para la sociedad brasileña?

PCO — En una reciente declaración, la Hermandad Sacerdotal, prestigiosa organización que congrega a miembros del Clero español, afirmó que cada aborto constituye un asesinato. Y esto es absolutamente obvio.

Así, a medida en que la impunidad legal venga a favorecer en el Brasil que el aborto se introduzca en nuestras costumbres, ocurrirá un número infinitamente creciente de asesinatos.

Todo eso abre como un río de pecados que "clamarán a los cielos por venganza": expresión enérgica que está hasta en los Catecismos.

¿Puede haber algo más terrible para un pais?

En el plano social, los efectos del aborto son claros. Por un lado, la ausencia de frutos en las llamadas uniones libres sólo puede concurrir para multiplicarlas. Por otro lado, los vínculos del matrimonio son debilitados por el aborto. En efecto, cuanto más numerosos los hijos, tanto más se robustecen los vínculos afectivos y morales entre los padres.

Todo esto redunda en un factor más de debilitación del matrimonio y de la familia, y, por lo tanto, de toda la sociedad brasileña.


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