Plinio Corrêa de Oliveira

 

Ya Sun decía...

 

 

 

 

 

 

Folha de São Paulo, 28 de junio de 1970

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Carl Phillip Gottlieb von Clausewitz (1780-1831)

Clausewitz, el gran teórico de la guerra teutónica, enunció el principio de que la victoria sobre un pueblo no consiste en destruirlo físicamente, sino en quitarle la voluntad de perseverar en la lucha. Mil episodios históricos hay que confirman esa máxima. Napoleón, por ejemplo, obtenía victorias militares tan espectaculares, que extinguían en los adversarios cualquier deseo de resistir.

Dos pueblos hubo, entretanto, a los cuales ninguna catástrofe militar consiguió quebrar la determinación de llevar la lucha hasta el fin. Por esto desgastaron y aniquilaron el poder del corso. Como todos saben esos pueblos fueron el español y el ruso.

Así, no causa espanto que principio tan fundamental, ya con mucha anterioridad a Clausewitz haya sido enunciado. Quinientos años antes de Cristo, el escritor chino Sun Tse (hoy día más conocido como Sun Tsu), discurriendo sobre las “Reglas del Arte militar”, aseveró que: “un general competente siempre sabe el arte de humillar al enemigo sin trabar combate, de capturar las ciudadelas sin desenvainar la espada; él conoce el arte de conquistar territorios sin penetrar en ellos”.

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Como es natural, los militares y los políticos soviéticos, ellos también tienen presente ese principio, y lo aplican ampliamente en la guerra psicológica que mueven contra Occidente.

Siendo uno de los mejores métodos para quitar a un adversario la determinación de luchar, persuadirlo de la inutilidad de la resistencia, una inmensa propaganda se desenvuelve de polo a polo, en los países comunistas, teniendo en vista inculcarles que la victoria del marxismo es una fatalidad histórica.

Esa tesis es sustentada de modo claro y radical por todos los adoctrinadores comunistas. Pero, así enunciada categóricamente, ella no alcanza sino una pequeña penetración en el espíritu público. Es que el comunismo asusta, causa horror en numerosos sectores de la opinión pública.

Bien saben de esto los ocupantes del Kremlin. Y por esto usan en su ofensiva algunos otros medios – y bien más sutiles. Uno de ellos, el más generalizado, consiste en difundir en los ambientes que llamaría pre-comunistas – democratacristianos, progresistas, socialistas y congéneres – la convicción de que las multitudes contemporáneas, y especialmente los obreros y los universitarios, son arrojadamente e irreversiblemente izquierdistas. Nada les puede resistir al ímpetu victorioso. Y en consecuencia, el mundo de mañana será totalmente izquierdista.

En qué ese vago izquierdismo se distingue del comunismo, o con él se identifica, no lo dice la propaganda. Pero queda subentendido que el impulso del proletariado y de la juventud hacia la izquierda, sólo encontrará su punto terminal cuando desemboque en la plenitud de la izquierdización. Ahora hablar de plenitud de izquierdización comporta en designar – un poco veladamente – al propio comunismo. Protegida apenas por ese pequeño disfraz, la tesis derrotista penetra así en periódicos, radios y televisión que temerían perder su clientela si hablasen claramente de lo inevitable de una victoria del comunismo.

En sentido contrario, una campaña anticomunista eficiente tiene que destruir el mito de lo inevitable de la izquierdización. Pues así se preserva en los anticomunistas la determinación de luchar. Y la tarea no es difícil, pues “inevitabilidad” no pasa de un engaño.

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Tres hechos recientes lo prueban de sobra. Ciertos noticiarios internacionales señalaban, hace poco, la situación italiana como de las más explosivas.

El crecimiento impresionante de las izquierdas y especialmente del comunismo, estaba a punto de imponer un gobierno de coalición con el PCI. Se celebraron las elecciones provinciales: los resultados probaron que todo no pasaba de ser un terrorismo publicitario, y la fuerza de las diversas corrientes políticas permanecía prácticamente inalterada.

Mucho mayor fue la ola derrotista difundida en Inglaterra por la propaganda laborista. El “bluff” llegó a tal punto, que incluso en la prensa conservadora aparecía una profunda aprensión en cuanto al resultado de las elecciones que se aproximaban.

Las empresas de sondeo de opinión, las más provectas y antiguas, como Gallup, preveían una holgada victoria del “Labour”. El resultado dejó al mundo entero atónito. Vencieron holgadamente, no los laboristas, sino los conservadores…

Harold Wilson decidió pedir a la Reina (Elisabeth II) la convocatoria del electorado, receloso de que en el futuro, otras condiciones tan buenas no se presentasen para que el laborismo enfrentase las incertidumbres de una elección.

Para añadir posibilidades de éxito a su partido, él incluyó en el cuerpo electoral a todos los jóvenes entre 18 y 21 años, que hasta entonces no votaban. Pues a pesar de todo eso, el resultado fue una derrota flagrante. Los votos de los jóvenes – supuestos izquierdistas y contestatarios – no dieron al “Labour” la ventaja esperada.

Tan grande fue la sorpresa general ante el vigor del conservadurismo británico, que un columnista político del diario londinense “Evening Standard” llegó a afirmar, después del pleito, que institutos de sondeo de opinión estaban desacreditados.

Hecho igualmente esclarecedor sucedió en Alemania. Como se sabe, el primer ministro de Bonn, Willy Brandt, está promoviendo entendimientos de los más imprudentes y censurables con Alemania Oriental y Rusia.

En recientes elecciones que abarcaron las tres unidades federativas, con cerca 50% del electorado, el pueblo inflingió una derrota al partido de Willy Brandt, que representó una clara repulsa a su política pro-mundo comunista. El SDP gobernante, perdió votos en los tres estados, mientras el PDC (en Alemania menos indigesto que en todo el resto del mundo) mejoró su posición el los parlamentos provinciales.

Particularmente digna de nota es la circunstancia de que los Estados en que ocurrieron las elecciones son los más industrializados. Pues la inmensas concentraciones obreras que existen allí, votaron contra la aproximación con el comunismo.

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Sirvan estas reflexiones para mostrar que las multitudes de nuestros días no son los pañoles de pólvora que la propaganda describe. Muy por el contrario.

Probado esto, ¿en que queda el mito de la “inevitabilidad” del comunismo? En harapos…

Esto es lo que se necesita poner bien claro a los ojos de Occidente, que se va dejando morir porque le persuadieron de que no consigue sobrevivir!


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