TFP Informa, Quito, Enero 1984, Pág. 3

 

Extremismo de derecha, cebollas y sapos alados

 

Plinio Corrêa de Oliveira (*)

 

Ciertos indicios llevan a suponer que existe — alojada en cualquier lugar — una mafia (1) progresista difundiendo, de vez en cuando, rumores contra la TFP. En efecto, no hay humareda sin fuego. Ni efecto sin causa. Y sin la hipótesis de un foco de diseminación único, es difícil explicar cómo —simultáneamente y en vendaval— ciertas críticas surgen contra la TFP en ambientes enteramente diversos. Tanto más cuando ellas se apoyan en los mismos argumentos capciosos y se propagan con las mismas cautelas.

Sería simplista — nótese bien — afirmando que participan de tal mafia cuantos diseminan, acerca de la TFP, tales objeciones. En efecto, hay una técnica de fabricar y dar propulsión a los rumores como para elaborar y poner en circulación cualquier factor de publicidad: un slogan, un anuncio, un libro o un periódico. El rumor bien engendrado corresponde a la psicología de ciertas familias de almas o de ciertos sectores de opinión. El da cuerpo y palabra a prevenciones vagas, resentimientos difusos, o impresiones indefinidas. Una vez lanzado encuentra esparcidos aquí, allá o más allá, elementos (de los cuales muchos cercados de la consideración general) que por así decir lo esperaban, y así ávidamente le dan crédito. Tales elementos, después de degustar el rumor, lo diseminarán más o menos como —perdónenos el lector la trivialidad de la comparación— quien come cebolla y le difunde el olor al hablar. Y así el fuerte aliento de los "rumoreros" puede hacer con que, en una nación entera, el olor encebollado de una misma charlatanería se propague. Como se ve, la diseminación de los rumores anti-TFP constituye un proceso que tiene mucho de natural.

¿Qué tiene entonces de artificial? — Es la sistemática simultaneidad con que el rumor nace en lugares que no tienen comunicación entre sí. Es también su irracionalidad, yo diría más bien en el cuño enteramente arbitrario de su contenido. Y por fin, su táctica rígidamente uniforme: lanzado se difunde hasta que sea refutado; — refutado, calla siempre; — silenciado, se conserva en el matorral hasta que la refutación sea olvidada; y olvidada la refutación, vuelve a la carga exactamente como antes. Así va y viene infatigablemente la charlatanería. Tanta uniformidad y tanto método son incompatibles, en general con la naturaleza fantasiosa y caprichosa de la mentira.

Una característica curiosa de ese sistema es su forma de conducirse. Nunca escoge la palabra escrita: le sería fatal el desmentido o la refutación. El rumor anti-TFP se encuba siempre en el cuchicheo de pariente a pariente, o de amigo a amigo, en ruedas más o menos íntimas. Y jamás "trabaja" cuando está presente alguien de la TFP.

Insisto cuanto a la artificialidad. Por más natural y espontánea que sea, en teoría, la difusión de un rumor, me parece muy difícil que se pueda repetir infatigablemente como las olas del mar, contra una misma entidad sin que una sagaz máquina lo sepa engendrar o revivir en la hora "precisa", darle forma alada y viento propicio, inocularle la preferencia exclusiva por el cuchicheo, etc.

Claro está que, entre los difusores inadvertidos del rumor están mis amigos "sapos" (2). Y hasta creo que sin la "sapería" no habría tales rumores. Pero no son sólo ellos. Y es en esto que la habilidad de los fabricantes del rumor parece mostrar lo mejor de su sinuoso talento.

Ejemplifico.

Para hacer antipática a la TFP, el rumor difundió que constituimos un grupo pequeño y cerrado de aristo-plutócratas, empeñados en defender sus privilegios contra todo y contra todos. Seríamos pues, unos enemigos del bien común.

¿Pruebas? El rumor las exhibe: es la palabra "propiedad" en nuestro lema.

Son las campañas que hicimos en 1964 contra la reforma agraria.

Este material para cuchicheo así mal hilvanado, ese conjunto de "clichés" sugestivos, esa cebolla de fuerte olor y fácil aceptación junto a los imaginativos, se pone a circular entre los indecisos. Por contagio, mucha gente ajena a la mafia, la difunde. Donde hay falta de clima o de interés, un "mafioso" ayuda a la difusión, temperando la cebolla conforme las apetencias del ambiente. Y por fin la "operación cebolla" alcanza la amplitud deseada.

Los "supporters" mafiosos del rumor lo ayudan también en otro punto básico. Es en resistir —por la repetición obstinada— a la evidencia de los hechos.

¿Somos un puñadito de gente? Mientras tanto, nuestras manifestaciones públicas sorprenden por el número.

¿Somos unos aristo-plutócratas? Basta analizar nuestra gente cuando sale a campaña en las calles para ver que reclutamos en todas las clases sociales, especialmente en las más modestas... donde es más rara la "sapería".

¿Somos defensores de todos los abusos posibles e imaginables de la propiedad? Entonces, ¿afirmar un derecho es ipso facto apoyarle los abusos? ¿Una facultad de Derecho, que tiene por misión definir y enseñar todos los derechos es, entonces, una escuela de abusos? Dada esa contra objeción, el individuo no "mafioso" tal vez se rinda a la evidencia. El mafioso o víctima de la mafia, esto es, por ejemplo, algún "sapo" fuertemente "encebollado", éste no. El salta a otro punto. A pesar de haber atacado hace instantes la palabra "propiedad" en nuestro lema, él afirma desenvuelto que el mal no está ahí. Está en nuestros libros y publicaciones. Allí está bien clara la lista de las tesis abusivas, insustentables, reaccionarias, extremistas, que propugnamos. Tan seguro está de esto el "sapo", que forzosamente se lo dijo alguien oculto por detrás de él.

Y él lo creyó. Interróguese al "sapo": ¿en cuál de nuestros libros, en qué página están definidos y propugnados estos abusos? ¿En qué artículos de la revista mensual "Catolicismo"? O entonces, ¿en cuál de mis artículos o entrevista de la prensa diaria o en las más variadas revistas? El "sapo" no sabe, porque no leyó. Tartamudea, entonces, y para zafarse del apuro lanza un insulto: "¿Sabe que más? Uds. son extremistas de derecha".

¿"En qué mi "sapo" "rumorero" y encebollado? ¿En qué Ud. está en desacuerdo con nuestras publicaciones? ¿En qué Ud. ve extremismo? Afirmo que la mayoría maciza de los brasileños piensa como nosotros acerca de la propiedad... Vaya a leer para después argumentar!"

El "sapo" se calla y sale. Va a esparcir por otras partes el olor de la cebolla.

De lejos intento alcanzarlo con una pregunta: "¿Cuándo, al final, Ud. me dirá bien concretamente cómo son las reformas de base que Ud. quiere?"

Pero el "sapo" está lejos. Al sonido de esta pregunta incómoda, el "sapo" es como el rumor. Tiene alas...

 

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1) MAFIA: palabra usada por el autor para designar indistintamente la máquina de detracción montada contra la TFP o la crítica sin fundamento difundida contra ella.

2) SAPO: palabra usada por el autor para designar a los comunistas que viven con lujo y riqueza.

 

(*) Transcrito de la "Folha de S. Paulo", 28-12-69.

 

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