Hace algunos años, el comunismo internacional
constituía un monolito doctrinario, cultural y
político.
Posteriormente, este monolito se ha ido
fragmentando. En Europa surgieron los cismas
yugoslavo y albanés. En Asia se abrió una
inmensa grieta con China. De ahí el
fraccionamiento de los medios comunistas en todo
el mundo en dos tendencias rivales, la pro-rusa
y la pro-china. Con la revolución marcusiana de
1968 y la agitación checoslovaca se hizo —a su
vez— más concreta la distinción ya antes
delineada entre un neo-comunismo liberal semi
anárquico, y un comunismo soviético, férreamente
dictatorial.
Esto, fuera de Rusia. Dentro, también la
naturaleza monolítica del comunismo sufre
profundas alteraciones. Al lado de los
comunistas de vieja cepa estaliniana, aparecerán
los comunistas “deshelados” de tipo Kruchev.
Después surgirán los comunistas postkruchevianos,
que aparecen como
una mezcla de kruchevismo y estalinismo. Luego
los postkruchevianos se dividen en “palomas” y “halcones”.
Y por fin —a juzgar por las copiosas
informaciones del escritor Kuznetsov— el
comunismo ruso va perdiendo la identidad consigo
mismo quedando en algo brutal e indefinido, que
reserva en su fondo toda clase de sorpresas. El
reclamo del comunismo se habría refugiado en el
pecho de algunos intelectuales perseguidos.
Como se ve, todo son heterogeneidades y
confusiones. Diríase que los fragmentos del
comunismo pierden sus contornos, liquidarán y
acabarán transformándose en un magma en el cual
los diversos elementos se encuentran, se
combinan o se repelen en su contenido sin dejar
de formar parte de la misma masa líquida.
Es verdad que, para este hecho, se han dado
múltiples explicaciones: rivalidades de jefes u
otras en el interior de Rusia; choques de
intereses nacionales dentro del bloque
soviético; explosiones de liberalismo en
reacción al medio siglo de tiranía, etc. La
“inteligentzia” del mundo se preocupa en
desarrollar explicaciones. Filósofos, sociólogos
y literatos van divagando de buena gana sobre
este asunto. Cada cual procura motivar el
fenómeno según el ángulo del que lo observa.
Estas explicaciones, que la mayor parte de las
veces se contradicen, van siendo introducidas
entre el público por medio de libros,
conferencias, revistas y periódicos. En conjunto
llevan, a todo Occidente, a la convicción de
que, en un momento dado, se pondrán en acción
factores múltiples y dispares, nacidos de las
más profundas entrañas de la realidad, las
cuales, a una, quebrarán y licuarán el viejo
monolito.
El presupuesto de esta convicción es de que todos
los comunistas que se agitan en este pandemónium
son sinceros. Que todos dicen lo que piensan y
cumplen lo que dicen. Cada cual, haría, de este
modo, en el caos rojo, un juego propio, en el
que llegaría hasta el fin.
No dispongo de elementos para saber si ese
chaparrón de explicaciones nacidas de este
supuesto son verdaderamente objetivas. Pero
parece poco prudente y contrario a todas las
leyes de la lógica admitir —como punto de
partida para tan amplia visión de la presente
realidad comunista— un supuesto que no ha sido
previamente objeto de un cuidadoso análisis.
Sin emprender aquí este análisis deseo comunicar
a los lectores algunas observaciones y
reflexiones que tal vez les ayuden a emprender
por si mismos ese trabajo.
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El "New York Herald Tribune "
presentó esta "viñeta" sagaz de
Mauldin, a propósito de la "rivalidad
" e incluso el "antagonismo" entre
el comunismo soviético y el
comunismo chino. Un occidental con
la estúpida fisonomía marcada por
una amplia sonrisa optimista e
ininteligente, dispuesto a pisar con
paso rápido la terrible trampa que
le cortará por el medio. |
En
primer lugar, notemos que la escisión
Rusia-China, tan vistosamente afirmada por la
prensa de las dos potencias, es mucho menos
profunda de lo que parece. Entre los dos
“grandes” del comunismo persisten puntos de
contacto de importancia vital, pero
cuidadosamente dejados en la sombra por ambos.
Así Moscú y Pekín continúan apoyando a Vietnam
del Norte y esto con tal abundancia y vigor que
Nixon se considera forzado a abandonar
gradualmente a su triste suerte a Vietnam del
Sur.
En segundo lugar, no perdamos de vista que
Chang-Kai-Chek solo no ha desembarcado sus
tropas en la China continental, para allí
iniciar la contrarrevolución, porque los Estados
Unidos lo prohíben. ¿Los Estados Unidos podrían
tal vez ser derrotados por China? Evidentemente
no. Si el desembarco de los chinos en apoyo de
los anticomunistas de su patria no se opera, es
porque Estados Unidos recela represalias
soviéticas. Por todo esto es forzoso admitir que
Rusia y China no están tan divididas como
parecen. Y que ambas esconden algo tras la tan
cacareada escisión.
Pero, preguntará el lector, ¿qué ventajas traen
estos aparentes cismas del comunismo a su causa?
¿No es evidente que el caos solo trae desventaja?
Por mi parte, considero la palabra “solo” muy
liviana. Algunas ventajas yo las veo claras.
Apuntaré apenas una.
Hace muchos años Moscú, con toda malicia, viene
intentando una “coexistencia pacífica” con el
Occidente. Con miras a desmovilizar la reacción
anticomunista mundial los dirigentes del Kremlin
ponen en juego todos sus recursos
propagandísticos. Es en vano. La inmensa mayoría
de los occidentales desconfía de sus maniobras,
y permanece obstinadamente fría.
Pero, con el fraccionamiento del monolito, la
desconfianza ha disminuido. El comunismo empieza
a parecer menos maquiavélico. Tomando aires de
espontaneidad en sus reacciones, de abierto en
revelar sus heridas internas, en una palabra, de
más sincero.
Ocurre que los varios aspectos dentro del magma
comunista van tomando un aspecto curioso. Hay
uno para cada gusto. Quien en el mundo
occidental gusta de la libertad, de la aventura,
de la audacia, puede entusiasmarse con el
comunismo marcusiano. Quien gusta de dramas
sentimentales, puede enternecerse con la
desventura de los intelectuales comunistas
perseguidos en Rusia. Quien, por el contrario,
aprecia el orden, la organización, el método,
tiene en Duclos el paradigma de hombre
ponderado, inteligente y firme. Quien aprecia la
agresión, la violencia, el crimen, ya no precisa
recurrir a las novelas policíacas: lea la vida
del Che o de Camilo Torres, o medite sobre las
máximas de Mao-Tsé-tung. Si, por el contrario,
alguno aprecia el diálogo, vuelva los ojos al
razonador PC italiano. Si lo espera todo de una
política de mutuas concesiones, mire a Ceausescu
o a Tito. En suma, como en el clásico “plateau
de fromages” francés, el comunismo actual es un
inmenso “plateau” de comunismos con variedades
de comunismo para todos los gustos.
Sí, para todos, incluso para ciertas derechas.
Pues ¿puede algo agradar más a éstas que la
dictadura excomunista que algunos Kuznetsovs ven
emerger de la Rusia actual?
Desmovilización de la desconfianza universal,
apertura de incontables zonas de simpatía en
toda la opinión mundial, nada podría servir
mejor a la causa de la coexistencia insidiosa
propuesta por Rusia... mientras ella se va
armando hasta los dientes.
Si ese fraccionamiento del bloque comunista
proporciona a su causa tan jugosos intereses,
forzoso es preguntarse si ese “plateau de
fromages” ofrecido por el oso comunista al mundo
no es una gran maniobra.
Maniobra que, como es obvio, se utiliza de mucha
gente que no se da cuenta de que le está
ayudando...
NOTAS
[1] Artículo
originalmente publicado en la
"Folha
de S. Paulo" de 27
de agosto de 1969. Traducción y
adaptación al español por "Cristiandad".
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