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En Venecia, el Cardenal Patriarca Joseph Sarto maduró todos los conceptos que en el supremo gobierno de la Iglesia han dado a su nombre una gloria inmortal. |
Hace tiempo que el público brasileño siente la necesidad
de una presentación de la figura de San Pío X en todos
sus aspectos, y en una perspectiva de conjunto que ponga
de relieve la conexión mutua, la adecuada jerarquía de
naturaleza y fines, y la armoniosa unidad que existe
entre estos aspectos.
Hasta cierto punto, en la mente de la gente, hay
"varios" Pío X. Algunos sólo ven en él a un taumaturgo,
con la cabeza cubierta por un halo de santidad,
repartiendo bendiciones milagrosas en las nobles
galerías del Vaticano. Otros, un anciano lleno de
dulzura, enteramente absorto en la mejora de la
instrucción catequética y la piedad eucarística de los
niños. Los artistas consideran en el exclusivamente el
restaurador de la música sacra. Algunos piadosos tanto
se impresionan por su vida interior que se lo imaginan
como un alma puramente contemplativa, tanto más cuanto
que, fuera de Italia, su intenso apostolado personal se
ha perdido un poco en la memoria de las masas. Las
personas más particularmente llamadas a la lucha tienden
a veces a considerar a Pío X no más que como el Ángel
con la espada de fuego, que infligió al modernismo la
mayor derrota que jamás haya sufrido, y que puso un
dique victorioso a la embestida anticlerical en Francia.
Ahora bien, la mayor gloria de San Pío X no reside en
haber sido el Ángel de la Guarda de la humanidad de su
tiempo, o el admirable taumaturgo del Vaticano, o el
Papa de la Eucaristía, etc., sino en haber sido todas
estas cosas a la vez, de manera eminente, realizando en
su persona y en su obra una variedad de aspectos
desconcertante por su riqueza y, sin embargo,
supremamente armoniosa. Una atenta consideración de este
punto nos da un conocimiento exacto de quién era Pío X,
y abre perspectivas a una noción equilibrada y muy
provechosa de lo que son la santidad y la misión de la
Iglesia misma.
UNA EXCELENTE BIOGRAFÍA
Una excelente ocasión para retomar este tema es el hecho
de que la prestante editorial "Publicaciones
Cristiandad" nos ha enviado un hermoso volumen que
contiene la traducción española de la
biografía de San Pío X publicada en italiano por el
Padre Jerónimo Dal Gal, O.F.M. Cap.
La edición española contiene una carta de presentación
del Exmo. Rvdmo. Sr. Arzobispo-Obispo de Barcelona,
escrita con el entusiasmo comunicativo de quien ha
tenido la ventura de conocer personalmente al Santo. El
propio padre Dal Gal también lo conoció, y parece que lo
conoció muy de cerca, ya que nos cuenta en una de sus
notas que rezó el Ángelus con él varias veces, en el
Vaticano. Son páginas en las que aún se siente el calor
de la presencia del gran Papa, realzadas por un
interesante material fotográfico.
El Padre Dal Gal es un narrador claro, distinguido y,
sobre todo, bien documentado, pues ha recurrido a las
mejores fuentes: las "Acta
Pii X Pontificis Maximi", las "Acta
Apostolicae Sedis", las cartas pastorales
del Santo como Obispo de Mantua y Patriarca de Venecia,
sus cartas privadas escritas en el ejercicio de esos
cargos y del Sumo Pontificado, los procesos de
beatificación y canonización, etc. La bibliografía es
muy sobria y selecta. Cita, entre otras, las
interesantísimas memorias del cardenal Merry del Val. El
volumen español va acompañado de útiles cuadros
cronológicos. Sin embargo, tenemos que señalar un
pequeño inconveniente. Una obra tan importante merecía
estar dotada de un índice alfabético de nombres y
materias. Hacemos votos de que no falte en la próxima
edición.
Gracias a este libro, cualquier lector podrá
familiarizarse fácilmente con la vida del gran
Pontífice, que se relata en él con la imparcialidad,
firmeza e inteligencia de un historiador de pulso. Nos
proporciona en abundancia los materiales necesarios para
la “mise au point” que deseábamos realizar.
LAS PRINCIPALES LÍNEAS BIOGRÁFICAS
El futuro Pío X nació en junio de 1835 de padres muy
pobres, Juan Bautista Sarto y Margarita Sanson, en una
aldea insignificante llamada Riese, la antigua Marca de
Treviso. Al día siguiente fue bautizado con el nombre de
José. Confirmado a los 10 años, fue admitido a la
Sagrada Comunión a los 12. En 1850 ingresó en el
seminario de Padua, donde recibió sucesivamente las
Órdenes Menor y Mayor hasta 1858, año en que recibió el
presbiterado. Más tarde fue nombrado Capellán de Tombolo
y en 1867 Párroco de Salzano. En 1875 fue promovido a
Canónigo de Treviso, acumulando estas funciones con las
de Canciller de la Diócesis y Director Espiritual del
Seminario. En 1884, a la edad de 49 años, fue elegido
Obispo de Mantua y en 1893 recibió el Cardenalato como
recompensa a sus altos méritos. Ese mismo año fue
elevado a Patriarca de Venecia. En 1903, el Cónclave que
se reunió para elegir al sucesor de León XIII lo eligió
para el Sumo Pontificado. Joseph Sarto tomó entonces el
nombre de Pío X. Tenía 68 años y gobernó la Iglesia
hasta su muerte, acaecida a la edad de 79 años, el 20 de
agosto de 1914.
Como puede verse, fue una carrera brillante que llevó a
Jose Sarto por todos los escalones intermedios, desde la
pobre vivienda de Riese hasta los esplendores del
Vaticano.
Esta carrera le dio la oportunidad de ejercer su
ministerio sacerdotal en las situaciones más variadas,
viendo los problemas del apostolado desde todas las
perspectivas, entrando en contacto con ellos en todos
los niveles de la cura de almas, desde Coadjutor de
aldea hasta Romano Pontífice, y pasando por delicadas
funciones, no sólo como Canciller de un Obispado, sino
también como Director Espiritual de un Seminario,
delicado entre los más delicados.
Es, como puede verse, una preparación incomparable para
el Papado.
EL SENTIDO PROFUNDO DE UNA VIDA
Si se comparan en la obra del P. Dal Gal las actividades
del Santo en cada una de estas etapas, se ve que son
sustancialmente las mismas que en la etapa anterior,
sólo que transpuestas a un campo más amplio. Podría
decirse que son una misma melodía, interpretada con
fuerza y armonía crecientes, hasta cubrir con sus
acordes toda la superficie de la tierra. Las notas de
esta melodía espiritual —es decir, los conceptos más
elevados de la Iglesia, la acción de la Providencia en
el gobierno de las almas y en la dirección de los
acontecimientos terrenales, la santidad sacerdotal, la
difusión del bien y la represión del mal, como aspectos
de la gran pugna de la Iglesia militante— en esencia no
son muchas. Su valor procede de la belleza incomparable
de cada una, de la armonía que reina entre todas ellas.
La verdadera música no se hace con muchos sonidos de
mero efecto, sino con el desarrollo de melodías
sencillas, armoniosas y bellas.
Podríamos quizás enunciar así las líneas maestras que
hemos podido constatar en la fecunda obra del gran Papa:
— Por su misma razón de ser, el Sacerdote u Obispo,
tanto en su vida personal como en el ejercicio de su
ministerio, debe estar íntimamente unido a Nuestro Señor
Jesucristo y ocupado en hacer Su voluntad sin
restricciones, incondicionalmente, sin pusilanimidad ni
medias tintas. Por tanto, oración, meditación,
mortificación, ante todo. Mutatis mutandis, lo
mismo debe decirse de los Religiosos, y de los apóstoles
que en las filas de los laicos asisten a la Sagrada
Jerarquía. Por eso, todo lo que tiene que ver con el
enfervorizamiento de la piedad, tanto entre los fieles como entre los
sacerdotes y religiosos, merece el primer lugar.
— Siendo la Sagrada Eucaristía y Nuestra Señora,
respectivamente, fuente y canal de las gracias
necesarias para ello, es de la mayor importancia
fomentar y desarrollar la devoción de los fieles hacia
ellas. El culto público en la Iglesia, celebrado con
gravedad y decoro, es un medio indispensable y
eficacísimo para la santificación de las almas. Para
ello, es muy importante fomentar la buena música
sacra y eliminar la música profana, teatral e indecorosa,
que desgraciadamente ha invadido el santuario.
— La formación piadosa no puede dejar de basarse en una
instrucción religiosa seria, aunque proporcionada
al grado de cultura de cada creyente. Todas las formas
de alta instrucción religiosa —estudios de filosofía
escolástica, investigaciones históricas y bíblicas
exhaustivas, etc.— son dignas de aplauso y desarrollo.
Pero deben presuponer un conocimiento exacto del
Catecismo, sin el cual todo el edificio cultural
católico carece de cimientos. Además, sin el
conocimiento del Catecismo, todo apostolado y toda
apologética son vanos. ¿Cómo se puede propagar una
verdad que no se conoce? ¿Y cómo se puede atacar el
error cuando se ignora la verdad? De donde amplia,
amplísima difusión catequética para niños y también para
adultos.
— Con la piedad, la instrucción religiosa y la
mortificación reinando en sus muros, con miembros
enteramente dóciles al Papa —docilidad que es la piedra
de toque de toda verdadera formación— las falanges
católicas, caminando siempre por las sendas de la
perfección que son las sendas de la Providencia, pueden
contar con el apoyo de Dios. Por eso deben entregarse de
todo corazón —cada uno según su vocación— a la obra del
apostolado. En medio de dificultades, abismos y quizás
aparentes desastres, Dios les conducirá a la victoria.
— Este apostolado debe ser inteligente y heroico.
Inteligente, debe presuponer en sus planes un
conocimiento profundo del tiempo y del lugar en que
actúa, una utilización reflexiva y ágil de métodos de
acción adaptados a las circunstancias, una gran amplitud
e incluso una cierta audacia en la elaboración de los
planes, mucha prudencia en los medios, una profunda
penetración religiosa en todos los sectores y clases de
la sociedad. Debe ser heroica, debe implicar la renuncia
a todas las ventajas personales, y debe implicar la
intrepidez frente a todas las enemistades y riesgos.
— La limosna es uno de los graves deberes de los
católicos.
— El celo del apóstol no puede estar ajeno a la esfera
de la política, para proteger los derechos de la
Iglesia. Por eso, siempre que haya que tratar en
política cuestiones de orden religioso o moral, los
católicos deben estar allí, unidos y disciplinados.
— Para que la actividad de la Iglesia esté libre de
tropiezos interiores, cumple que sus leyes, sabiamente
proporcionadas a las necesidades de los tiempos, sean
conocidas, amadas y obedecidas por todos.
— La acción personal del apóstol sobre aquellos con los
que tiene contacto es de lo más beneficiosa. En el caso
de San Pío X, su eficacia rayaba a menudo en lo
milagroso. Tal eficacia, además, no resulta de
ocultar la verdadera doctrina, ni de concesiones
imposibles, sino de la atracción de la verdad, del bien
y de la gracia.
— La lucha contra el error y el mal no abarca toda la
actividad de la Iglesia, del mismo modo que los cuidados
médicos y quirúrgicos no son los únicos que debemos a
nuestro cuerpo. Es mejor evitar la enfermedad con una
vida metódica y sana. Pero cuando a pesar de todo la
enfermedad aparece, es necesario enfrentarla por todos
los medios posibles. Así es mejor prevenir el
surgimiento del error y del mal, predicando la verdad,
atrayendo a las almas a los sacramentos, haciéndolas
amar la virtud y la mortificación, que reprimir los
desatinos en que puedan caer por nuestro triste
descuido. Pero si el error y el mal se muestran
persistentes, es necesario actuar contra ellos. San
Pío X dio todos los ejemplos de la admirable bondad y
energía con que debe librarse este combate.
Es interesante analizar la continuidad de la gran obra
de San Pío X en todos los cargos que desempeñó, a la luz
de estos principios, que, al menos de un modo
general, encierran sus medios para realizar su
admirable lema: "Instaurare omnia in Christo".
CATECISMO
Este punto merece especial destaque en Brasil, porque
necesitamos el catecismo en todos los grados. Se ha
hecho mucho, pero queda mucho por hacer para el
desarrollo de la catequesis primaria. No menos
importante quizá sea el desarrollo de la enseñanza de la
Religión en el curso secundario. Pero esto no basta.
Debemos trabajar para disipar el triste prejuicio
de que el Catecismo es sólo para niños. Ningún
católico de nivel cultural universitario puede sentirse
al día con su conciencia si no tiene la correspondiente
formación catequética. E insistimos en la palabra "catequético".
Tenemos hoy en Brasil, de Norte a Sur, una numerosa
élite católica, animada por el más vivo interés en los
problemas religiosos, y en el análisis de cuestiones
filosóficas, científicas, artísticas, políticas,
sociales, históricas, económicas, etc., desde el punto
de vista católico. La Santa Sede lo reconoció con
maternal satisfacción, favoreciendo la creación de
numerosas Universidades Católicas e incluso Pontificias
en nuestro país, lo que hubiera sido imposible sin la
existencia de esta élite para los puestos docentes. Con
la natural vivacidad de espíritu del brasileño, en este
mundo cada vez más sin fronteras, nuestro medio
intelectual católico se abrió a todos los vientos que
soplaban en los ambientes culturales de los grandes
centros europeos y americanos. Y aquí empezaron a
estudiarse, a comentarse, a debatirse, tal vez,
cuestiones de todo tipo que hace treinta años eran casi
desconocidas en nuestro país. Todo esto nació, echó
raíces y creció entre nosotros con ese vigor típico de
nuestro ardor de país nuevo, y expresa un desarrollo
natural legítimo. Sería incluso alarmante que nuestra
cultura católica se desarrollara menos que nuestra
cultura secular o nuestra economía. Pero este
progreso tiene el peligro de todo crecimiento rápido.
Hay que guiarlo. Es excelente estudiar sociología,
política, economía, filosofía o incluso teología —un
campo que en modo alguno debería estar vedado a los
laicos cultos—, pero "corruptio optimi pessima".
Si todos los que se dedican a estos estudios tuvieran
una base catequética adecuada, nos parece que
ganarían incomparablemente en firmeza, claridad de
ideas, seguridad doctrinal. Hay aquí un inmenso campo de
apostolado en el que hay mucho de urgente y hermoso por
hacer.
Consideremos la importancia que San Pío X dio a este
asunto.
Giuseppe Sarto fue el alumno más vivaz y esforzado del
curso de Catecismo que siguió en su parroquia natal. Con
la vivacidad que conservó hasta sus últimos días, seguía
las explicaciones del Párroco, al que daba respuestas a
veces sorprendentes. "Daré una manzana a quien me diga
dónde está Dios", dijo una vez el celoso sacerdote. Y el
pequeño José le respondió inmediatamente: "Te daré dos
manzanas si me dices dónde no está Dios". Fue en las
clases de catecismo donde nació su ardiente interés
por la doctrina sagrada, elemento esencial de
toda vocación sacerdotal seria.
Una vez terminados sus estudios en el seminario, su
mente se abrió definitivamente a la importancia de la
enseñanza de la religión. Así, como párroco de Salzano,
enseñaba personalmente el Catecismo al pueblo, invitando
a los feligreses a unirse a él y explicándoles todos los
males que se derivaban de la ignorancia religiosa. "Os
conjuro a que vengáis al Catecismo", solía decir. Y
añadió: "antes faltar a Vísperas que al Catecismo”.
Su enseñanza era seria, profunda, meticulosa, pero muy
interesante. Explicaba la doctrina "con gran vitalidad y
gran calor". Introdujo el método de dialogar el
Catecismo con un joven Sacerdote de la Parroquia vecina,
lo que atraía a sus clases a gente de toda la zona.
Como Canónigo en Treviso, agobiado por sus obligaciones
en la Cancillería de la Curia Diocesana y responsable de
la dirección espiritual de más de 200 seminaristas,
encontraba aún los medios para enseñar el Catecismo a
los alumnos del Colegio Episcopal.
Al frente de la Diócesis de Mantua, una de sus mayores
preocupaciones fue la enseñanza del Catecismo. Fue un
tema frecuente de sus exhortaciones al Clero y a los
fieles. En su Carta Pastoral de 1885, se extendió
particularmente sobre el modo y la ocasión de enseñar la
doctrina católica, ordenando que en todas las parroquias
se estableciera una Escuela de Doctrina Cristiana,
ordenando al Párroco que enseñara el Catecismo al pueblo
los domingos y días de precepto, y diariamente a los
niños durante la Cuaresma y el Adviento. Y, acompañando
estas judiciosas medidas de acción positiva con algunas
severas penas, según su sabia costumbre, prohibió a los
confesores dar la absolución a las personas que
impidieran a sus hijos o criados asistir a las clases de
instrucción religiosa sin causa justificada.
Para estimular a los Párrocos en este apostolado, ora
venía a esta parroquia, ora a aquella, de improviso,
para cerciorarse de que se daba la clase, y asistir a
ella para comprobar la capacidad del Sacerdote.
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Cardenal
Patriarca de Venecia |
Ni dos meses después de su traslado a Venecia, el nuevo
Patriarca dirigía ya una Carta Pastoral a sus diocesanos
en la que hablaba extensamente del Catecismo y
exclamaba: "Sucede a menudo que las personas educadas
en las ciencias profanas ignoran totalmente las verdades
de la Fe o las conocen mal, y saben el Catecismo menos
que los niños más sencillos. Piénsese en el bien de las
almas, que se tiene en vista. La gente está sedienta de
verdad. Désela lo necesario para la salvación de sus
almas, y entonces, conmovida y emocionada, llorará sus
errores y se acercará a los Divinos Sacramentos”.
Inmediatamente reorganizó las escuelas parroquiales de
Catecismo, ordenó a los Párrocos que explicaran la
doctrina católica de forma más asidua y sistemática,
promovió con todas sus fuerzas la formación de mejores
catequistas e introdujo la enseñanza de la Religión en
las escuelas municipales. Como en Mantua, se presentaba
de vez en cuando ora en una iglesia ora en otra para
observar cómo se impartían las lecciones.
Como Papa, San Pío X dio al mundo católico un espléndido
ejemplo, enseñando el Catecismo en persona
durante ocho años al pueblo romano en el patio de San
Dámaso, donde todavía hoy está marcado el lugar donde
hablaba. Cabe imaginar la eficacia de este ejemplo para
impulsar los esfuerzos catequéticos en todo el mundo.
Pero San Pío X no se contentó con esto. En la Encíclica
"Acerbo Nimis" del 15 de abril de 1905, señaló con
palabras conmovedoras el estado de ignorancia religiosa
en que se encontraban tantos fieles: "es difícil
describir cuán densas son las tinieblas que han envuelto
a innumerables hombres que se suponen cristianos y en
esta creencia viven tranquilamente. En ellos no hay el
menor pensamiento de Dios. Desconocen los misterios de
la Encarnación del Verbo de Dios y de la Redención de la
humanidad realizada por Jesucristo. No saben nada del
Sacrificio de la Misa, ni de los Sacramentos por los que
se adquiere y conserva la gracia de Dios, y desconocen
la malicia que hay en el pecado mortal. Por esta razón,
no se esfuerzan por evitarlo ni por deplorarlo, y solo
se enteran de algo cuando se acercan al final de sus
vidas”. Después de haber demostrado que la
instrucción religiosa es un medio indispensable para el
pleno aprovechamiento de los frutos del Bautismo,
determina medidas para el incremento de la instrucción
religiosa en todo el mundo católico. Estas medidas,
fruto de una larga experiencia, son en esencia las
mismas ya puestas en práctica en Mantua y Venecia. El
Santo Pontífice determinó en este documento que también
en las Universidades "se establezcan Escuelas de
Religión para promover la enseñanza de las verdades de
la Fe y la formación de la vida cristiana". El
efecto de esta Encíclica fue mundial. La preparación de
catequistas laicos para suplir las deficiencias del
Clero se desarrolló enormemente, se multiplicaron los
congresos catequéticos, los concursos, los premios.
Florecieron los estudios sobre metodología catequética.
Fue un amanecer en toda la Iglesia.
San Pío X no concebía la enseñanza del Catecismo como
algo inerte, frío, puramente informativo. Quería que
se hiciera de tal manera que encendiera el amor por
nuestra santa Fe, y el celo por la Ley de Dios.
Su empeño en este sentido se comprende mejor estudiando
la forma en que predicaba San Pío X. De esto nos
ocuparemos en otro número
(Ver:
Estrategia apostólica de un santo, de Febrero de
1955)
Entrada del
Patriarca Sarto en Venecia. Sale de la Iglesia de los
Carmelitas Descalzos, próxima a la estación ferroviaria,
para subir a una lancha de la Marina. La entrada tuvo
lugar el 24 de noviembre de 1894.
NOTAS
- Las letras en negrita proceden de este sitio.
- Para profundizar en el conocimiento de San Pío X y
especialmente su lucha contra el “modernismo”
recomendamos a nuestros visitantes la sección “Especial”
sobre San Pío X (en portugués).
Para acceder pinchar aquí.
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