Plinio Corrêa de Oliveira

 

LA ESTRUCTURA SUPRANACIONAL

 EN EL MAGISTERIO DE PÍO XII

 

 "Catolicismo" Nº 12, Diciembre de 1951

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A D V E R T E N C I A

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.


El éxito de la Unión Latina garantizará el triunfo de la calidad

sobre la cantidad en la vida internacional

 

Concluimos hoy nuestros comentarios sobre el discurso del Santo Padre a los dirigentes del Movimiento Universal para una Confederación Mundial (Ver “Catolicismo” Nº 8 - agosto de 1951, Nº 9 - septiembre de 1951 y Nº 11 - noviembre de 1951 respectivamente).

Veamos cómo se sitúa, en el discurso, el problema de la organización jurídica de la sociedad internacional.

En sus líneas teóricas generales, los términos de este problema son muy claros.

Los términos del problema

Trajes típicos de Evolène, en el Valle de Hérens - Cantón de Valais, Suiza.

En todos los hombres notamos dos tipos de atributos. Algunos son inherentes a su propia naturaleza, y constituyen aquello por lo que no son ni plantas, ni piedras, ni Ángeles. Evidentemente, estos atributos son comunes a todos los hombres. Otros, por el contrario, son propios de ciertas naciones. Así, por ejemplo, los rasgos distintivos del francés no son en absoluto los del alemán. En cada país, a su vez, las distintas regiones tienen, además de las características nacionales, otras que les son propias. Así, en Italia, entre el florentino y el siciliano, ¡cuántas diferencias se pueden señalar! Finalmente, en cada provincia la ciudad, en cada ciudad la familia, en cada familia —a veces— la rama, en cada rama el individuo tiene sus características espirituales y físicas inconfundibles.

Así, cada individuo, como miembro de una serie de grupos concéntricos que se extienden desde el hogar hasta la sociedad internacional, tiene, por así decirlo, varios rasgos de personalidad, cada uno de ellos susceptible de un desarrollo propio, que van desde los rasgos genéricos y comunes de toda la humanidad hasta las menores minucias del carácter personal de cada individuo.

La cuestión es si todas estas características son conformes e inherentes a la naturaleza humana, o si son extrínsecas a ella y contrarias a su verdadera dignidad. En la primera hipótesis, las naciones, regiones y municipios deben subsistir como todos espirituales y morales bien definidos, con su propia cultura, civilización y gobierno. Si no, deben desaparecer y fundirse en uno solo todo.

Este es el quid del problema.

La diversidad de opiniones, de instituciones, de costumbres, de formas de ser, muy considerable entre las naciones de antaño, los dialectos, los bailes regionales, los trajes, las costumbres, las manifestaciones artísticas de cada provincia o zona van desapareciendo a ojos vistos. ¿Es esto un mal o un bien? La técnica industrial moderna, basada en la máquina estrictamente impersonal, inexorablemente anónima, inflexiblemente uniforme en toda su producción, ha conducido a la estandarización de todos los objetos de uso individual, y tiende a sofocar, en una escala cada vez mayor, las manifestaciones de la personalidad del hombre contemporáneo. ¿Esto es serio? ¿O no es más que una nimiedad? En definitiva, ¿pueden todos los pueblos y naciones fundirse en un solo pueblo universal, en una sola Patria común? En este caso, ¿sería posible constituir, no tanto un supergobierno mundial (es decir, un gobierno con una esfera de acción superior a los gobiernos locales, pero que dejara vivir a los demás), sino un único gobierno universal bajo el cual todas las autoridades locales no fueran más que administrativas? ¿Sería esto útil, se ajustaría al orden natural de las cosas?

Todos estos problemas dependen esencialmente de la cuestión preliminar. Esto es suficiente para mostrar toda la importancia de ésta.

La actualidad del problema

Proclamación del rei de Prussia Guillermo I como Emperador Alemán, en Versalles

[Anton von Werner, 1885]

Su actualidad no es menor. Desde el siglo XIV, comenzó a gestarse con la caída del feudalismo y la germinación del Estado moderno, una poderosa tendencia unificadora. Así, poco a poco, las regiones, con la decadencia de la autoridad feudal intrínsecamente local, pasaron al pleno dominio de las coronas que actuaron como fuerzas esencialmente centralistas. Por otra parte, un gran número de estados se reunieron bajo un mismo cetro como resultado de guerras o sucesiones dinásticas: León (siglo XII), Granada (siglo XV), Aragón (siglo XV), la Navarra española (siglo XVI) a Castilla; Irlanda (siglo XII) y Escocia (siglo XVII) a Inglaterra; los Países Bajos (siglo XV), Bohemia (siglo XVI), Hungría (siglo XVII), etc. a la Casa de Austria.

Brecha de la Puerta Pía - Toma de Roma en 1870 - Litografía de época

Cuando, en 1789, dejó de existir la época moderna y se inauguró la contemporánea, este proceso de aglutinación había avanzado enormemente en todos los países. Ciertamente existía una Navarra con instituciones y costumbres propias, teóricamente independiente, y vinculada a Francia por la mera circunstancia de que su Rey era también Rey de Francia. Pero esto era tan teórico que a la Revolución le bastó un solo golpe, por así decirlo, para fusionar Navarra (y a fortiori meros feudos como Bretaña) con Francia, para formar un estado macizo, como una barra de acero, que es la Francia de hoy. En este sentido, fue Francia una precursora. En el siglo XIX, la centralización política y administrativa se acentuó en todos los estados europeos, donde reinos teóricamente existentes como el de los Algarves, los “de las Españas”, se fusionaron con la misma facilidad con la que se fusionó Navarra en el siglo XVIII. Y, al mismo tiempo, dos grandes movimientos unificadores transformaron dos grandes naciones en Estados compactos: Alemania, que pasó de mera “Confederación Germánica” a Imperio en 1870, e Italia, en la que se amalgamaron Piamonte, Lombardía, Véneto, Toscana, el Reino de las Dos Sicilias y, finalmente, con la toma de Roma también en 1870, los Estados Pontificios.

Es cierto que, en sentido contrario, se produjo cierta descentralización en el mapa europeo durante el siglo XIX, bajo la presión del principio de las nacionalidades y otros factores: del Imperio Otomano se separaron varias monarquías cristianas (1829-1878), Grecia, Bulgaria, Montenegro, Serbia, Rumanía; ya a principios del siglo XX, en 1905, Noruega se separó de Suecia para formar un reino independiente; en 1830 Bélgica se constituyó como un estado distinto de Holanda y Francia; la monarquía austro-húngara se disolvió tras la Primera Guerra Mundial en numerosas repúblicas soberanas, Austria, Hungría, Checoslovaquia, y parte de su territorio se incorporó a Yugoslavia; Serbia más Montenegro, etc. a la resucitada Polonia.

Sin embargo, de los dos fenómenos, el centralizador y el descentralizador, el primero resultó ser duradero y el segundo efímero. De hecho, tras los tratados de paz de 1918, ningún Estado volvió a desmembrarse y, en sentido contrario, se produjo un movimiento de agrupación cada vez más pronunciado entre los países más pequeños. Este movimiento se hizo especialmente claro después de la última guerra. Algunos pequeños Estados, al constatar la insuficiencia de sus recursos económicos militares dentro de la gran tragedia contemporánea, se han visto abocados a unirse para constituir un organismo supraestatal más eficaz. El ejemplo más característico es el “Benelux”, formado por Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Los países bálticos —Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia— también tienden a formar una unión similar a la del Benelux. Menos cercana, pero mucho más importante es la construcción de la organización a que se proyecta dar el nombre de “Estados Unidos de Europa”. Churchill dedicó a la realización de esta empresa gran parte del ocio que le proporcionó su reciente ostracismo; y todo hace pensar que su ascenso al poder acelerará considerablemente los estudios, las negociaciones destinadas a tal fin. Por otra parte, la Liga Árabe se está constituyendo en una poderosa federación en África y Asia. Y la Unión Latina, inaugurada oportunamente en Río de Janeiro, es una semilla que parece rica en frutos de sentido federalista.

En contraste con estos triunfos unitaristas se podría mencionar, por supuesto, el aparente fracaso de los dos grandes intentos de formar un superestado, a saber, la Sociedad de Naciones y la ONU. Sin embargo, nadie advierte que el superestado está de hecho en proceso de realización, aunque de otra manera. De hecho, todas las naciones del mundo están amalgamadas en dos grandes bloques hostiles, y cada uno de estos bloques asume cada vez más claramente el “encanto” del superestado en relación con los pueblos que le componen. A medida que dura la paz armada, estos dos bloques ganan en cohesión y homogeneidad. Una vez que estalle la guerra, el bloque victorioso se apoderará del bloque vencido, y el mundo entero se unificará bajo el férreo dominio de la nación líder del bloque victorioso. Así, con la ONU, sin ella, contra ella incluso si fuera necesario, los acontecimientos nos llevarían a la unificación.

En resumen:

a) el regionalismo del Estado antiguo fue sustituido por el centralismo del Estado moderno;

b) las pequeñas naciones se fusionaron para formar grandes estados, formando grandes bloques internacionales;

c) las naciones de una misma raza o de un mismo continente tienden a formar inmensos bloques federativos;

d) el mundo entero, a su vez, ya está dividido en dos grandes huestes. Después de la guerra, la nación líder de la hueste victoriosa dominará, y bajo su dominio unificará el mundo, si no intervienen otras circunstancias.

Frente a este movimiento varias veces secular, poderoso, universal y de gran actualidad, se trata de fijar la posición del pensamiento católico.

Esto es suficiente para demostrar la actualidad y la importancia del problema sobre el que se pronunció el discurso pontificio.

La posición de la Iglesia

¿Cuál es la posición católica ante este problema? ¿Se opone la Iglesia a este movimiento?

Sí y no, nos dice la alocución pontificia. Por un lado, reconoce que la existencia de un órgano supranacional destinado a mantener y defender los principios del Derecho Internacional, y a trabajar por el bien de los pueblos, es plenamente conforme con el orden natural, y por tanto altamente deseable.

Sin embargo, por otro lado, muestra que la estructura de este organismo no le es indiferente. Si fuere centralizador, si pues implicar en la destrucción de todas las naciones, la Iglesia se opondrá. Pero si respetare la existencia y los derechos de todos los pueblos, la Iglesia lo aprobará.

¿En qué consisten precisamente esa existencia y esos derechos?

La existencia plena de los pueblos

Nuestra Señora de Dong Lu o de la Liberación, proclamada "Emperatriz de China" en 1924. El santuario de Dong Lu, fiel a Roma, hace parte de la llamada "Iglesia Subterránea".

Un pueblo existe normal y plenamente cuando tiene alma propia y suficiente libertad para estructurar de acuerdo con esa alma sus instituciones, costumbres, cultura y modo de vida. Así pues, una organización mundial no debería tener como objetivo destruir las características nacionales o regionales. Por el contrario, debería ver en ellos verdaderos tesoros del humanismo (en el buen sentido de este complejo término) y, por tanto, debería protegerlos con todas sus fuerzas. Un ejemplo de esta sabia actitud es la propia Iglesia. En su seno todos los pueblos conviven pacíficamente. La Iglesia, como buena Madre que es, desea reunirlos. Pero una madre no reúne a sus hijos destruyendo sus características psicológicas y su personalidad. Los educa de tal manera que, con la personalidad de cada uno recta y plenamente desarrollada, se entiendan perfectamente. Por eso, si la Iglesia se esfuerza por hacer que todos los pueblos se amen, no quiere que el suizo, el chino, el escocés, el turco, sean menos característicamente nacionales de lo que son. Toda organización supranacional digna de ese nombre debe hacer lo mismo. Esta es la manera de respetar el derecho de existencia de todos los pueblos. Este derecho, además, no es ilimitado. De las características nacionales, hay algunas que no se pueden respetar y que una organización supranacional debería estar en condiciones de proscribir. Son aquellas que contrarían a los principios de la moral natural y cristiana, como la costumbre de ciertos salvajes de enterrar vivos a algunos de sus hijos.

La independencia de las naciones

En cuanto a los derechos de un pueblo, es fácil definirlos, al menos en teoría. Hay un principio muy importante de la doctrina católica que se aplica aquí en toda su plenitud. Es el de la subsidiariedad.

Normalmente, cada individuo debe hacer por sí mismo lo que esté en su competencia. La familia existe para hacer lo que el hombre aisladamente no puede hacer. El municipio existe para hacer lo que las familias no pueden hacer. La provincia existe para suplir a los municipios. Y el Estado para suplir a las provincias. Así, la familia es subsidiaria con relación a los individuos, y así sucesivamente hasta el Estado.

Cada una de estas entidades tiene como propósito, no matar o absorber a las entidades de carácter inferior, sino favorecerlas. Así, la familia hará todo lo posible por aumentar la individualidad y la capacidad de acción de cada uno de sus miembros. Y así, la provincia debe ser celosa de respetar la esfera de los municipios y ayudarlos a desarrollar al máximo su actividad normal; el país tiene el mismo deber hacia las provincias. Y, en consecuencia, el organismo supranacional debe actuar única y exclusivamente en una esfera que trascienda los intereses peculiares de cada Estado y se sitúe en el plano más elevado del bien común de todos ellos.

En este sentido, la Iglesia aprobaría un organismo supranacional. Pero no si se identifica con la dominación absoluta de un pueblo sobre los demás y la absorción de todos los Estados en uno solo.

Número y calidad

Hay otra lección importante en el documento pontificio. Se refiere a la forma en que las naciones deben estar representadas en la organización supraestatal.

En efecto, el Sumo Pontífice demuestra que las consideraciones meramente numéricas no son suficientes. Estas consideraciones, en las que se basa enteramente el régimen representativo contemporáneo, han llevado el Estado hodierno al fracaso. Sería un error muy grave convertirlos en la base del organismo supraestatal.

Y, efectivamente, Irak tiene más habitantes que Suiza; Asia más naciones que Europa. Si se tiene en cuenta exclusivamente la fuerza del número —número de individuos o número de Estados— la dirección del mundo se alejará de las naciones más cultas y se trasladará a las más atrasadas.

Pero hay otro tipo de consideraciones numéricas que tampoco pueden prevalecer [aquí faltan párrafos en la publicación original].

En otros términos, Estados Unidos y la URSS están a la cabeza de los dos bloques mundiales. En caso de guerra, deseamos de todo corazón que los estadounidenses derroten a los soviéticos en todos los ámbitos. A pesar de ello, queremos afirmar que ni Norteamérica ni Rusia están en condiciones de liderar sus respectivos bloques. Rusia, por razones obvias. Estados Unidos por dos razones. En primer lugar, porque en un bloque formado por latinos y anglosajones no hay razón para que tengan el liderazgo. Y si les toca a los anglosajones, mejor que les toque a los británicos, que son superiores en casi todo cuanto no sea numérico.

Todas estas consideraciones nos llevan a saludar con efusiva simpatía a la Unión Latina creada en Río. Y con este saludo cerramos este comentario.


 

[Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator]

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