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El Arcangel San Miguel (1500-1503,
Philadelphia Museum of Art, Philadelphia) de
Juan Ximénez (1470-1510) |
El
29 de septiembre, la Santa Iglesia celebrará la
fiesta de san Miguel Arcángel. En el pasado,
esta fecha estuvo marcada por la piedad de los
fieles. Hoy en día, por desgracia, pocos son los
que la toman como una ocasión especial para
rendir culto al Príncipe de la Milicia
Celestial. Sin embargo, como veremos, el culto a
san Miguel, vigente para todos los pueblos en
todos los tiempos, tiene títulos muy especiales
para ser practicado con particular fervor en
nuestros días.
Modelo de humildad
La Santa Iglesia venera a san Miguel Arcángel,
principalmente, como modelo de la humildad
cristiana. Lucifer rechazó el homenaje que el
Altísimo le exigía. San Miguel, acompañado de
los ángeles que permanecieron fieles, prestó ese
homenaje. Mientras que Lucifer personifica a la
Revolución, san Miguel personifica el espíritu
de jerarquía y de disciplina que es la
quintaesencia de la humildad cristiana. En una
época profundamente socavada por el espíritu de
la revolución, cuando todos los poderes
legítimos, sea en el orden espiritual, sea en lo
político, social, económico o familiar, son
objeto de un odio y de una desconfianza
generalizada, es especialmente difícil para un
católico conservar intacto el espíritu de
jerarquía que, en todos los campos de la
actividad, es la nota distintiva de un verdadero
cristiano. Sin embargo, la alternativa es
inexorable. O tenemos el espíritu de jerarquía
que caracterizó a san Miguel, o nuestro espíritu
es el de Lucifer. El patronazgo de san Miguel
es, pues, singularmente precioso para quienes
quieren permanecer fieles a la ortodoxia, a la
genuina doctrina de la Iglesia Católica, en
todos los puntos atacados por el espíritu de
revuelta.
Modelo de combatividad
San Miguel es asimismo el modelo del guerrero
cristiano, por la fortaleza que demostró al
arrojar al infierno a las legiones de espíritus
malditos. Es el guerrero de Dios, que no tolera
que la Majestad divina sea contestada u ofendida
en su presencia, y que está dispuesto en todo
momento a empuñar la espada para aplastar a los
enemigos del Altísimo. Él nos enseña que al
católico no le basta con hacer el bien: también
tiene el deber de combatir el mal. Y no solo un
mal abstracto, sino el mal tal y como existe en
los impíos y pecadores. Pues san Miguel no
arrojó al infierno el mal como un principio, una
mera concepción de la inteligencia, ni los
principios y concepciones meramente
intelectuales son susceptibles de ser quemados
por el fuego eterno. Fue a Lucifer y a sus
secuaces a quienes arrojó al infierno, pues
odiaba el mal como existente en ellos, amado por
ellos. Vivimos en una época de profundo
liberalismo religioso. Pocos son los cristianos
que tienen la idea de pertenecer a una Iglesia
militante, tan militante en la tierra como lo
fueron san Miguel y los Ángeles fieles en el
cielo. También nosotros debemos saber aplastar
la insolencia de la impiedad. También nosotros
debemos oponer al adversario una resistencia
tenaz, atacarlo en sus posiciones, expulsarlo y
reducirlo a la impotencia. San Miguel, en esta
lucha, no debe ser solamente nuestro modelo,
sino nuestro auxilio. La lucha entre San Miguel
y Lucifer no ha cesado, sino que se extiende a
lo largo de los siglos. Él ayuda a todos los
cristianos en los combates que emprenden contra
el poder de las tinieblas.
El Papa León XIII
añadió al final de la Misa, en 1886
la invocación a San Miguel a modo de
exorcismo, que termina con la
petición de que San Miguel arroje al
diablo en el infierno.
S.: San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla,
sed nuestro amparo contra la maldad
y acechanzas del demonio. reprímale
Dios, pedimos suplicantes, y tú,
Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino
poder, a Satanás y a los otros
espíritus malignos que andan
dispersos por el mundo para la
perdición de las almas. R/ Amén
Nota: acrescentado
por este sitio. |
Protector de la Santa Iglesia
No es de extrañar, por lo tanto, que San Miguel
haya sido considerado patrono de la antigua
Sinagoga. Esta fue una prefigura de la Iglesia
Católica. Y a ese título era la organización
militante de todos los hijos de Dios. Por ello,
los que luchan por la Iglesia hoy en día pueden
venerar a San Miguel como su patrono, al igual
que lo hacían los antiguos judíos. Este
patrocinio es especialmente sensible en un
punto. Es en la lucha contra la masonería. En
efecto, la masonería no es más que la anti-Iglesia,
constituida por el poder de las tinieblas para
socavar y destruir la civilización cristiana,
como medio para reducir al mínimo la influencia
de la Iglesia y perder el mayor número de almas.
Está bien visto que la masonería es satánica en
su espíritu, su programa, sus métodos. Y así,
San Miguel es por excelencia el patrono de los
que luchan contra esta secta infernal.
Protector de los moribundos
Se admite generalmente que el demonio, deseoso
de perder las almas, descarga contra ellas
tremendas tentaciones en el momento de la
muerte. Por eso, en la oración por los
agonizantes, la Santa Iglesia incluye una
invocación a San Miguel, pidiéndole que abra las
puertas del Cielo para el moribundo. Así pues,
San Miguel Arcángel debe ser invocado a este
título, y muy asiduamente, por todos los fieles,
y en especial por aquellos que tienen algún
motivo más particular para sentir que su vida
está en peligro.
Modelo de los adoradores eucarísticos
En nuestros días, la piedad eucarística ha
alcanzado un grado de desarrollo admirable.
Las asociaciones destinadas a promover la
adoración al Santísimo Sacramento se multiplican
por doquier. En varias ciudades existe la obra
de la Adoración Perpetua, organizada por los
beneméritos Padres Sacramentinos. De este modo,
se presta a Dios un culto que le es sumamente
grato y, al mismo tiempo, se repara la inmensa
cantidad de pecados y de ultrajes que se cometen
constantemente contra la Majestad divina. Ahora
bien, aún a este título San Miguel Arcángel
tiene una relación especial con la piedad de
nuestro tiempo. En efecto, es el modelo de los
adoradores eucarísticos. Conocemos por la
Sagrada Escritura que San Miguel asiste
perpetuamente junto al trono de Dios,
presidiendo el culto de adoración que se le
tributa al Altísimo y ofreciéndole las oraciones
de los santos, simbolizadas por el incienso cuyo
humo asciende a los cielos. Por lo tanto, es muy
justo ver en él al modelo de los adoradores
eucarísticos.
Patrono de la lucha contra el comunismo
Estos comentarios sobre la devoción a san Miguel
Arcángel serían incompletos si no contuvieran
una referencia a la magnífica oración en
alabanza suya, que León XIII quiso que se
recitara en todo el orbe católico, después de la
misa, por el celebrante arrodillado a los pies
del altar. Es sabido que el propósito de esta
oración era obtener una solución a la cuestión
romana, que mantenía en litigio a la Santa Sede
y a Italia desde la conquista de Roma por las
tropas garibaldinas. Lo que parecía imposible
para la sabiduría humana fue obtenido gracias a
las oraciones de toda la Iglesia. El Tratado de
Letrán (1929) puso término a la espinosa
cuestión. Después de esto, Pío XI dispuso que
esta oración se rezara por la conversión de
Rusia y la derrota mundial del comunismo. El
comunismo constituye, en nuestros días, un
tremendo peligro que pone en sobresalto a todas
las naciones de la tierra. Por su ateísmo
radical, por el espíritu de revuelta que preside
toda su concepción de la sociedad, de la
cultura, de la economía y de la vida en general,
es nítidamente diabólico. Por ello, san Miguel
Arcángel es el patrono naturalmente indicado
para la lucha contra el comunismo.
Así debemos hacer nuestro el propósito expresado
en el himno que la Sagrada Liturgia canta en
alabanza a san Miguel en su fiesta: “Contra ducem superbiae sequamur hunc nos principem, ut
detur ex Agni throno nobis corona gloriae”: en
la lucha contra el jefe del orgullo, sigamos al
príncipe san Miguel, para que del trono del
Cordero nos llegue la corona de gloria.
Según una tradición centenaria, San Miguel se
apareció tres veces al obispo de Avranches,
Aubert, ordenándole construir un santuario en su
honor. Aubert, pensando que era un producto de
su imaginación en sueños, no le prestó atención.
Pero, para convencerle de que no era una
sugestión, aquel Arcángel le metió un dedo en el
cráneo, confirmando el carácter milagroso del
hecho. Esta reliquia de San Aubert (foto de
arriba) se conserva hasta hoy en la iglesia de
San Gervaisio en Avranches (cfr. Servicio de
Museos y Patrimonio de esta ciudad de Normandía,
cerca del Mont Saint Michel).
NOTAS
Traducción y
adaptación por "El
Perú necesita de Fátima - Tesoros de la Fe"