Conclusión
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SE HA CONSIDERADO, a lo largo de estas páginas, el proceso de convergencia comuno-católica que se viene desarrollando desde hace dos décadas en Cuba. Entre mediados de 1988 y los primeros meses de 1989, ese proceso tomó un ritmo casi vertiginoso. A partir de la segunda mitad de 1989, afloraron algunos hechos interpretados por ciertos medios de prensa como siendo contramarchas en ese acercamiento. Pero lamentablemente, de parte de los principales protagonistas del lado católico, no ha habido una esperada rectificación de rumbos, a pesar de las referidas especulaciones de prensa en este sentido. Dicha situación se prolonga hasta el momento en que se escribe la presente Conclusión. La etapa actual de este proceso es analizada sucintamente en los dos últimos Capítulos de la Parte II. Este estudio es lanzado en la perspectiva de tres acontecimientos relevantes que se entrelazan por su proximidad y, a su modo, tienen relación con ese proceso: el probable viaje de Juan Pablo II a Cuba, el V Centenario de la Evangelización católica del continente y la trasposición próxima del tercer milenio de la era cristiana. El primero, si se llega a concretar, influirá decisivamente sobre los otros dos, una vez que, con toda probabilidad, marcará pautas para la conducta que la Iglesia cubana haya de seguir en el futuro frente al comunismo; lo cual repercutirá sin duda en otros países del continente. En este delinear de rumbos, las circunstancias históricas colocaron a Cuba en una posición llave. Así lo reconocen los propios protagonistas del acercamiento comuno-católico en la isla. Por ejemplo, en discurso inaugural del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), realizado en 1986, el entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana y actual Obispo de Camaguey, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, espresaba: “Muchos son los ojos del mundo entero puestos hoy en la Iglesia cubana, que parece convertida en este momento como en un eje universal. Y es que Cuba, su Iglesia, su Estado, sus hombres, tenemos una oportunidad y responsabilidad compartida de ayudar a una evolución general del mundo”.1 El papel de la experiencia convergencial cubana para América Latina y el orbe, también es resaltado por el “Documento final” del ENEC: "Sabemos que Obispos, sacerdotes y laicos de América Latina miran atentamente hacia la Iglesia que está en Cuba, con deseos de conocer sus posibilidades evangelizadoras en el contexto inédito en América de un pais socialista. Los Obispos, sacerdotes, consagrados y laicos de Cuba somos conscientes del papel que puede desempeñar la Iglesia, cuando se halla en una situadón singular como la nuestra, en relación con los demás países de América Latina y aún del mundo”.2 Asi, el "Documento final”, promulgado por los Obispos cubanos, no llama con angustia a los Episcopados latinoamericanos, a luchar con todas sus fuerzas espirituales para que la miseria moral y material comunista no se instale en sus paises. Por el contrario, les ofrece como modelo su propia experiencia "convergencial”, alentando implicitamente una capituladón anticipada ante el peligro comunista. El documento señala más adelante que "Cuba fue en su tiempo la llave del Golfo, la puerta de este continente, y puede ser en el futuro, con su aporte especifico y la síntesis vital que logremos hacer los cristianos cubanos entre fe y cultura, un precioso aporte para nuestros hermanos latinoamericanos”.3 Este "aporte” consiste fundamentalmente, como ya se vio en la Parte III, en una "síntesis” entre la Fé católica y la pseudo-cultura actual cubana, profundamente modelada por la intoxicación de la doctrina marxista. Los textos precedentes muestran, entonces, que cuando se efectuó el Encuentro Eclesial, los Obispos cubanos tenían muy presente que estaba en juego la causa de toda América Latina; más específicamente, la sovietización o no del continente. Y ellos no podían ignorar el papel fundamental de Fidel Castro en las maniobras del Kremlin para comunistizar esa importante región del mundo. Sin embargo, los prelados cubanos preconizaron un espíritu de colaboración ante un régimen socioeconómico que, por su propia naturaleza, provoca un inmenso daño a las almas, a la Religión y a las condiciones culturales y materiales de vida. Ello es particularmente grave pues los Obispos cubanos conocen por experiencia propia los frutos de miseria moral y material producidos por el comunismo en la isla-cárcel. De esa forma, parecían indicar un rumbo para que otros Episcopados latinoamericanos siguiesen sus pasos “convergenciales”, en la eventualidad de que sus respectivos países fuesen colocados en situaciones similares. Contra esa eventualidad, ellos no trataron de incentivar las resistencias de los Obispos del continente. El Cardenal Eduardo Pironio, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, y enviado de Juan Pablo II al ENEC, también se refirió con énfasis a las perspectivas que, según él, se abrían para toda América Latina a partir del referido evento eclesiástico. Un mes después de haber retornado de Cuba, el Purpurado afirmó en “L’Osservatore Romano”: ‘‘El ENEC ha sido un acontecimiento salvífico, un verdadero Pentecostés para la Iglesia cubana, un don del Señor para todo el continente. Lo que se ha celebrado en Cuba ha significado algo de nuevo —una verdadera gracia de Dios— para toda América Latina”. Monseñor Pironio tampoco podía ignorar la disyuntiva en que estaban colocadas las naciones latinoamericanas, a que se hizo referencia en el párrafo anterior. Es a la luz de esa constatación que se puede medir la responsabilidad que asumió el Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos al hacer tales afirmaciones. La revista ‘‘The Month”, de los jesuítas ingleses, abordó el tema de la convergencia comuno-católica en Cuba, en artículo sugestivamente titulado “Roma y Cuba: una especie de eje”.4 Después de afirmar que “el mundo está harto de desconciertos y desilusiones ideológicas”, que “hay un terrible desgaste por todas partes”, y va surgiendo “un deseo persistente de algo que es llamado una tercera via”, el artículo concluye: “Lo que se comienza a vislumbrar es la posibilidad de casar la pasión del revolucionario latinoamericano con las comunidades cristianas de base”, con lo cual “el comunista y el cristiano, juntos, pueden avanzar a saltos en una nueva dinámica para el mundo”. Esa “dinámica” no es sino un eufemismo para caracterizar una comunistización de los cristianos, bajo ilusorias apariencias. El apoyo que la “izquierda católica” internacional ha dado a la tan lamentable “experiencia cubana”, no puede extrañar. Pero lo que sí causa perplejidad es observar cómo incluso figuras eclesiásticas conceptuadas como moderadas, y hasta conservadoras, implícita o explícitamente han endosado esa “experiencia” con palabras, actitudes y gestos, incluyendo visitas a la isla y encuentros calificados como cordiales con el dictador.5 * * * A la vista de cuanto fue demostrado, surgen otras interrogaciones. Ellas dicen respecto a los reales beneficios que los católicos cubanos podrían obtener, a partir de las actuales negociaciones que —en el marco de la “ostpolitik"— la Santa Sede lleva a cabo con el régimen cubano. Esas negociaciones obviamente envuelven detalles sobre la situación de la Iglesia cubana en general, y respecto del viaje de Juan Pablo II, en particular. El gran beneficio que algunos parecen esperar sería la obtención de cierta libertad religiosa, fruto de esos esfuerzos diplomáticos llevados a cabo ante el dictador. Quienes así piensan, sostienen que esto significaría una real ventaja para las almas, aún cuando la condición exigida a la Iglesia fuese la de hacer silencio sobre puntos doctrinales diametralmente opuestos a la ideología comunista, como es el caso del derecho de propiedad privada. Pero el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, en su obra Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolidón?, demostró el carácter falaz de una “libertad" así concebida. Delante del acercamiento Iglesia-régimen comunista cubano, dicho libro —que mereciera carta laudatoria de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de la Santa Sede, como ya fue consignado en estas páginas— posee, entonces, la máxima actualidad. Su tesis central es que la Iglesia no puede aceptar acuerdos con gobiernos comunistas que impliquen cualquier renuncia a la prédicación de la doctrina católica, aún cuando este silencio sea de carácter transitorio, y afectando puntos especificos. Si de parte de la ley civil comunista se diese a la Iglesia un tipo de reconocimiento jurídico que comportara, como contrapartida, un compromiso eclesiástico de no criticar ciertos aspectos esenciales de la sociedad comunista, contrarios a la doctrina católica —como es la eliminadón del derecho de propiedad privada, protegido por el 7° y el 10° Mandamientos de la Ley de Dios— esa situadón no sería admisible. “Afirmamos que esa «libertad» sería un simulacro falaz —expresa el Profesor Corrêa de Oliveira— pues la misión magisterial de la Iglesia tiene por objeto enseñar una doctrina que es un todo indivisible. O Ella es libre para cumplir el mandato de Jesucristo enseñando ese todo, o debe considerarse oprimida y perseguida. Si no se le reconociese esa libertad total, Ella deberá —conforme a su naturaleza militante— entrar en lucha con el opresor. La Iglesia no puede aceptar en su función docente un medio silencio, una media opresión, para obtener una media libertad. Sería una entera traición a su misión".6 En Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición? se demuestra que tal “libertad" es catastrófica para las almas y para la Iglesia, aún suponiendo que ésta cuente con Obispos anticomunistas. ¿Cómo evitar la perplejidad de incontables católicos anticomunistas cubanos —muy especialmente, quienes dentro de la isla se oponen a la fraudulenta “política religiosa" del tirano— sabiendo que, además, en el caso de la isla, los Pastores son colaboracionistas? * * * Por otro lado, quien pretenda ver, en la actual situación de Cuba, un cambio sustancial del comunismo en relación a la Religión católica, que no sea una mera evolución táctica o estratégica, debe aportar datos concluyentes. Ahora bien, hasta el momento esas pruebas no han sido presentadas. Con lo cual no se dan, en la situación político-religiosa de la isla, requisitos que configuren una realidad a la cual no se apliquen las conclusiones de la referida obra del Profesor Corrêa de Oliveira .7 Es obvio que los comunistas están dispuestos a manipular sin escrúpulos cualquier bluff publicitario para conseguir sus fines, siguiendo la consigna de Lenín de que “la base de la moralidad comunista está en la lucha por afianzar y culminar la realización del comunismo”.8 En lo que respecta a Cuba, todo indica, como fue mostrado con abundantes ejemplos en estas páginas, que Fidel Castro y su más cercano asesor en asuntos religiosos, José Felipe Carneado, continúan aplicando, en relación a la religión, los criterios leninistas de “moralidad”. La revista “Chrétiens de l’Est",9 especializada en asuntos religiosos de detrás de la Cortina de Hierro, señala sin ambages que “a largo plazo, esa mano extendida, penetrando tan hondo en el interior de la Iglesia, tendrá la misión de extirpar su corazón mismo, esto es, su esencia específicamente religiosa”, y que “la ateización sistemática de la sociedad cubana es, para el Partido, un proceso irreversible, que ningún «armisticio» aparente podrá o deberá detener”. La misma revista ofrece un ejemplo concreto de las verdaderas intenciones del comunismo cubano en relación a los católicos: “Para que alguien se convenciera de lo anterior, si necesidad hubiese, bastaría leer un artículo reciente escrito por un doctor en filosofía de la Universidad de Provincia de Oriente, en Santiago de Cuba: el Profesor Juan Montero Jiménez. Sin rodeos, con una franqueza, una precisión y una claridad ejemplares, este eminente responsable ideológico describe las verdaderas perspectivas que al respecto tiene el Partido Comunista de Cuba, cuya meta final se resume en el propio título del artículo: «Rumbo a una sodedad sin religión». “Después de un breve recuento histórico de la Cuba pre-castrista, el autor describe los progresos de la ateización en 25 años de Revolución, y precisa los medios utilizados para alcanzar, en un futuro no lejano —según calcula— la «solución final», esto es, la eliminación total de la religión en la sociedad cubana”. La revista “Chrétiens de l’Est” agrega lo que denomina “un pequeño detalle de importancia: este artículo, que imprudentemente revela las verdaderas intenciones de los responsables del PCC y del propio Castro (en relación a la Religión), fue escrito en... ruso, y publicado en Moscú en la revista «Naouka i Religia» («Ciencia y Religión»)”.10 En 1988, Juan Rosales, miembro del Comité Central del Partido Comunista argentino —uno de los mayores especialistas marxistas en el tema de la convergencia comuno-católica en América Latina en general, y en Cuba en particular— mostró descarnadamente cuál es el desenlace que los comunistas esperan de su “política religiosa”: “Discipulos de Marx, fundándonos en la ciencia y en la experiencia histórica, consideramos que finalmente, cuando se realice la emancipación humana y las condiciones reales de existencia presenten a los hombres unas relaciones transparentes y racionales entre si y con respecto a la naturaleza (como se afirma en «El Capital», t. 1, cap. 1, pp. 92-93), la religión se extinguirá junto con sus raíces sociales y culturales", dejando “de ser necesaria a seres libremente asociados”, "dueños y señores de su destino terrenal”.11 Las "relaciones transparentes” propugnadas como meta por Marx, no significan otra cosa sino el más completo igualitarismo en la sociedad humana. Al respecto, es necesario considerar que todo régimen político-socioeconómico ejerce una profunda acción formadora —o deformante— sobre el espíritu de cada persona. Pues induce a aceptar como bueno, normal y hasta indiscutible el orden vigente, así como —por una especie de ósmosis— los principios filosóficos y morales que fundamenten ese orden. En el caso del Estado comunista, todas sus instituciones ejercen una acción impregnante, sobre la masa, de los principios anticristianos que ellas reflejan; en especial, de la concepción igualitaria del Universo y de la sociedad. "Por ello —como explica el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira— la cuestión del igualitarismo se sitúa en el centro más central, si así se pudiese calificar, de la lucha entre el marxismo, fundamentalmente ateo, y la Religión Católica, que enseña la existencia de un solo Dios en tres Personas realmente distintas, trascendente, eterno y perfecto. De esa oposición filosófica y religiosa se deriva una oposición socio-político-económica. (...) "Es lo que parece haber comprendido el líder comunista francés Roger Garaudy, agrega Plinio Corrêa de Oliveira, cuando realzó la importancia de la eliminación de las desigualdades sociales para la victoria del ateísmo en el mundo: «No es posible, para un marxista, decir que la eliminación de las creencias religiosas es una condición "sine qua non” para la edificación del comunismo. Karl Marx mostraba, por el contrario, que sólo la realización completa del comunismo, al tornar transparentes las relaciones sociales, haría posible la desaparición de la concepción religiosa del mundo. Para un marxista, pues, es la edificación del comunismo lo que constituye condición "sine qua non” para eliminar las raíces sociales de la religión, y no la eliminación de las creencias religiosas la condición para la construcción del comunismo» (R. Garaudy et alii, “L’homme chrétien et l’homme marxiste, Semaines de la pensée marxiste-Confrontations et débats”, La Palatine, Paris-Génève, 1964, p. 64)”.12 * * * En esa perspectiva, la aproximación Vaticano-Cuba, desarrollada a través de una larga serie de actitudes bilaterales de envergadura, al tiempo que continúa de pie una tan seria hipoteca sobre las reales intenciones comunistas, ¿no expone a los católicos cubanos a riesgos tales, que llegan a producir vértigo? A este título —y dado ese proceso convergencial «Obispos cubanos»—«régimen castrista» señalado a lo largo de estas páginas— tal aproximación diplomática no podrá dejar de presentarse, para la parte católica, como una gran aventura. Considerada en el contexto más amplio de la "ostpolitik” vaticana, ella aparece como un episodio capital de algo que, en su conjunto, tal vez sea la mayor aventura de la Historia de la Iglesia. Tanto más cuanto que su eventual fracaso crea un precedente que podrá afectar decisivamente, por muchísimo tiempo, la posición de la Iglesia en el continente donde Ella posee hoy el mayor número de fieles, que se apresta a celebrar el V Centenario de Evangeliza- ción, y que ha sido calificado, en altos pronunciamientos eclesiásticos, como el “continente de la esperanza”. * * * Ahora bien, toda aventura comporta un grado de incertidumbre. Pero en el caso cubano, la evidencia de que la aproximación comuno-católica ha llevado a una coincidencia con objetivos fundamentales del régimen —opuestos a la doctrina tradicional católica— se impone la casi-certeza de que se marcha hacia una capitulación. La visita del Pontífice no se ha realizado aún. Pero si ésta se efectúa, y figura ante los católicos cubanos como un respaldo, o aún como una aprobación implícita, al Episcopado de la isla, el gran artífice de la convergencia comuno-católica, ¿ella no contribuirá para que los católicos anticomunistas cubanos se vean desalentados, confundidos, reducidos a su más débil y tenue expresión, si no extinguidos? Los autores de este trabajo apartan de su espíritu con angustia esa eventualidad. Y suplican a la Santísima Virgen que una eventual visita del Vicario de Cristo a la isla-cárcel, redunde en lo contrario: el cese de la política suicida del Episcopado cubano. * * * Que Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, ilumine a todos aquellos sobre quienes pesa, en los diversos escalones de la Sagrada Jerarquía de la Iglesia, la responsabilidad por tantas decisiones de fundamental importancia. Pues en sus manos están los rumbos de la civilización cristiana en la isla y, quizás, en América Latina, en el tercer milenio que se aproxima. Notas: 1) “ENEC”, p. 12. 2) “ENEC”, N° 128, p. 55. 3) “ENEC", N° 550, p. 141. 4) Londres, febrero de 1986, p. 40. 5) Esa perplejidad se fundamenta en el deber de los católicos cubanos, dentro y fuera de la isla, de continuar fieles a la enseñanza tradicional y perenne de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana que considera al comunismo “intrínsecamente perverso" en cuanto doctrina y sistema sociopolítico; por lo que “no se puede admitir que colaboren con él, en nigún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana” (Pío XI, Encíclica ‘‘Divini Redemptoris”, Acción Católica Española, Madrid, 1955, pp. 452 a 455). 6) “Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolidón?", Capítulo VI, 2. Esa libertad genuina supone la posibilidad de propagar por entero, sin restricciones de cualquier tipo, la doctrina tradicional de la Iglesia; incluyendo su enseñanza acerca de la familia, con la consecuente condena al divorcio, al aborto y a todas las formas de degradación moral y sexual; así como también lo referente a la propiedad privada y la libre iniciativa. 7) En sectores occidentales se ha pretendido ver síntomas de esa mudanza en la actual política soviética de “perestroïka” y “glasnost”. Pero se aparenta ignorar que el propio Gorbachev, más allá de su retórica propagandística, advierte en su libro “Perestroïka": “Cualquier esperanza de que vayamos a construir una sociedad distinta, no socialista, y nos pasemos al otro campo, es algo vano e irreal". Gorbachev deja claro también que la “perestroika" se basa en “más socialismo", y agrega: “Me gustaria señalar de nuevo que estamos efectuando todas nuestras reformas de acuerdo con la opción socialista. Buscamos en el socialismo, no fuera de él, la respuesta a todas las preguntas que se nos plantean (...). Quienes albergan la esperanza de que abandonemos el camino del socialismo van a quedar muy desengañados" (Ediciones B, Grupo Zeta, Barcelona, 1987, pp. 33 y 34). Sobre la “perestroika” como táctica revolucionaria para engañar a Occidente, ver el ensayo de Plinio Corrêa de Oliveira “Conversando con él «hombre de la calle»: ¿Murió el comunismo? ¿Y también el anticomunismo?" (“Catolicismo", N° 466, octubre de 1989; “Correio Brasiliense", Brasilia, 18-10-89; “The Wall Street Journal", Nueva York, 3-11-89). Ver también, a este respecto, el estudio del mismo autor “El socialismo autogestionario: frente al comunismo, ¿es una barrera o una cabeza de puente?", editado a partir de diciembre de 1981 en 47 grandes diarios de cuatro continentes. Analizado con la perspectiva del tiempo, dicho estudio constituye una impresionante previsión de la "perestroika” gorbacheviana no sólo como artificio de guerra psicológica, sino además en cuanto instrumento para impulsar la realización de las metas últimas del comunismo. 8) V.I. Lenín, “Acerca de la juventud", Editorial de la agencia de prensa Novosti, Moscú, 1969, pp. 27-28. 9) N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, pp. 43-44. 10) “Naouka i Religia", N° 1/1984, pp. 56-58, revista mensual de ateísmo científico, con un tiraje de 300.000 ejemplares, destinados específicamente a los propagandistas del ateísmo en Rusia. 11) “Cristo y/o Marx”, Buenos Aires, 1988, pp. 251-252. 12) “Proyecto de Constitución angustia al Pais", São Paulo, 1987, Parte IV, Capitulo IX, pp. 186-187. |