Parte II
Capítulo 3 1985 Fidel Castro se vale de eclesiásticos extranjeros para proyectar su “política religiosa" en las tres Américas
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Para comprender en toda su amplitud los objetivos perseguidos por Fidel Castro con su nueva “política religiosa”, debe considerarse su constante empeño en proyectarse como líder revolucionario en las tres Américas, en especial, en América Latina, el bloque geográfico y demográfico de mayor población católica. Ello explica su interés en aprovechar cualquier ocasión para crear en el público la impresión de que no sólo altos jerarcas comunistas, sino también eclesiásticos, estarían favoreciendo una convergencia comuno-católica a partir de Cuba, a ser imitada en otros países del continente. En esa convergencia, la parte comunista viene presentando un perfil “duro” y anti-“perestroika”, con lo cual se explica la actitud de Castro contraria a la política de Gorbachev, al menos en apariencia. Pues no se debe descartar la posibilidad de que los diversos roles representados por ambos dirigentes constituyan la ejecución teatral de una bien montada maniobra de guerra psicológica revolucionaria. Enero de 1985: Delegación de alto nivel de Obispos norteamericanos visita Cuba En la última semana de enero de 1985, una importante delegación de la Conferencia Nacional de Obispos norteamericanos inicia una visita de cinco días a La Habana. Integran la delegación su presidente, Monseñor James W. Malone, Obispo de Youngstown, Ohio; su Secretario General, Monseñor Daniel F. Hoye, Obispo de Taunton; el Arzobispo de Boston, Monseñor Bernard Law; el Arzobispo de San Antonio, Monseñor Patrick Flores, y un sacerdote.1 Según “The Boston Herald”, el anfitrión fue el Episcopado local, y el objetivo de la visita, “estudiar las necesidades de la Iglesia Católica cubana”. Fidel Castro, al relatar a Fray Betto aspectos de esta visita, agrega detalles substanciales a la escueta versión del “The Boston Herald”.2 El dictador no esconde su satisfacción tanto con el hecho mismo del viaje de los Obispos norteamericanos cuanto con los resultados concretos, ampliamente rentables —al menos, desde el punto de vista publicitario— para su “política religiosa”. “Yo tenía antecedentes de la posición de la Iglesia Católica norteamericana, porque existe allí un Episcopado prestigioso, y ellos a nuestro juicio, han adoptado posiciones correctas y valientes sobre una serie de importantes cuestiones de nuestro tiempo”, dice Castro, citando como ejemplos la “oposición a la carrera armamentista”, el rechazo a la política “intervencionista” en América Latina... de los propios Estados Unidos, “determinadas tesis de carácter moral en relación con el empleo del arma atómica”, etc. Actitudes que no podían dejar de agradar al dictador; lo cual explica que, según él, hayan sido dadas a los prelados visitantes “todas las facilidades para que hicieran su recorrido a distintos lugares de la isla”. Castro narra que dentro de la agenda confeccionada para la delegación visitante por los Obispos cubanos, éstos concordaron en destinar una jornada a un programa organizado por el gobierno comunista. En la tarde de ese día, agrega, “tuvimos una reunión de varias horas”, interrumpida para asistir a una recepción a la cual también estaba invitado el Episcopado de la isla; “y, después de la recepción, continuamos la conversación”. “Con relación a Cuba, revela el tirano, ellos estaban interesados en conocer las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno, nuestras opiniones y nuestras posiciones al respecto”. Fidel Castro concluye: “Estaban, además, deseosos de lograr un mayor acercamiento y un mejor entendimiento entre la Iglesia y la Revolución”. Esta afirmación sobre la finalidad de la visita de los Obispos norteamericanos es muy grave. Aquí, según el dictador, se estaría ante un virtual ofrecimiento de mediación de los Obispos norteamericanos, para estimular un mayor “acercamiento” y “entendimiento” de los católicos con el régimen anticristiano y su figura-símbolo, responsables por haber reducido a la Iglesia en aquel país a su mínima expresión. Obviamente, a Fidel Castro poco le interesa la objetividad, y por esa razón él afirma aquello que le conviene. Sus palabras son merecedoras de sospecha, como todo lo que proviene de él; por lo que ellas no demuestran, por sí mismas, que dicho episodio haya transcurrido de esa manera. Pero sirven para palpar cuánto interesa al dictador que se piense que existió ese ofrecimiento episcopal. Debe considerarse que el libro “Fidel y la Religión”, en el que dichos comentarios del dictador fueron incluidos, se vio favorecido por una publicidad estridente y universal, habiendo sido publicado también en los Estados Unidos, país de origen de esos prelados. Desde 1985 hasta nuestros días, ha sido traducido a 19 lenguas y publicado en 26 países, con cerca de dos millones de ejemplares, siendo editado incluso en varios países del Este europeo, bajo el auspicio de las autoridades comunistas. Sólo en Cuba, se difundió más de un millón de libros.3 Por esa razón, habría sido muy conveniente que los Obispos visitantes efectuasen declaraciones que implícitamente desmintieran las versiones de Castro. Las intenciones colaboracionistas que el dictador caribeño atribuyó a los ilustres visitantes, a pesar de la enorme difusión que tuvieron, no fueron impugnadas por ellos. Tal vez, eventuales razones superiores los hayan llevado a no hacerlo. Pero no se evitó el golpe moral que ha significado para los creyentes —en especial, los que viven y sufren en la isla-prisión— que Castro celebrase esa alegada actitud de Pastores de la nación líder del mundo libre. La versión de Castro fue a su vez adoptada, al menos en lo substancial, por una noticia de la revista francesa “Catacombes”.4 Según la publicación, entre los “aspectos positivos” de los contactos con el gobierno comunista, destacadas por Monseñor Malone, figuraba “la mejoría en las relaciones entre la Iglesia y el Estado”. En el libro “Fidel y la Religión”, el dictador agrega: “Yo les dije que, a mi juicio, había muchas cosas comunes entre las doctrinas de la Iglesia y la Revolución”. ¿Cuál habrá sido la réplica de los Obipos visitantes, si es que la hubo, ante una afirmación que choca frontalmente con la enseñanza tradicional de la Iglesia? Por fin, el Vicepresidente de Cuba, Carlos Rafael Rodríguez, entrevistado por el diario comunista francés “L’Humanité”, comentó: “Estoy muy satisfecho con esta visita. Marxistas y católicos pueden «cohabitar»”. Y a continuación reveló imprudentemente otro de los objetivos, hasta el momento velado, de la nueva “política religiosa” de Castro: “El acercamiento entre ambas iglesias no puede sino favorecer la distensión y el acercamiento entre nuestros dos países”.5 Según esta importante figura del régimen, los dividendos potenciales de la visita son tales, que hasta las puertas de los Estados Unidos pueden entreabrirse para el tirano. Así, se efectuó esa nueva etapa de un “deshielo” que, debido a la habilidad de Castro, sorprendentemente despierta esperanzas hasta en algunos prelados conceptuados como conservadores. Etapa que, dentro del “proceso” de que hablaba Fidel Castro, no es la primera, y —como se verá en las páginas que siguen— está lejos de ser la última.
________________________________________________________ Pío XI: Socialismo y comunismo, los mayores peligros para la Iglesia y la sociedad en el Siglo XX Son incontables los pronunciamientos del Magisterio Pontificio alertando a los católicos contra los ardides de la secta comunista. Parece oportuno recordar a esta altura de la cronología, aunque sea sintéticamente, algunos de ellos, transcribiendo dos citaciones de S.S. Pío XI. Alocución “Nostis Qua Praecipire”: “Que todos aquellos que se preocupan de la paz y del bien público, que todos aquellos que aman la santidad de la familia y la dignidad humana, reunieran sus fuerzas para preservarse, ellos y sus conciudadanos, de los peligros muy graves y muy reales con que los amenaza el socialismo y el comunismo (...)”. Discurso “Siamo Ancora”: “El primer peligro, el más grande y el más general, es ciertamente el comunismo bajo todas sus formas y en todos sus grados; pues él amenaza todo, se apodera de todo, se infiltra en todas partes, abierta o solapadamente: en la dignidad individual, en la santidad de la familia, en el orden y en la seguridad de la sociedad y sobre todo en la religión, yendo hasta la negación abierta de Dios, y más especialmente de la religión católica. (...) “Peligro de un alcance verdaderamente universal (...). Universalidad más peligrosa aún cuando, y este fue recientemente el caso, ella toma actitudes menos violentas y en apariencia menos impías, a fin de penetrar en los medios menos accesibles y de obtener —como efectivamente ocurre— connivencias increíbles o al menos silencios y una tolerancia de inestimable ventaja para la causa del mal y de las más funestas consecuencias para la causa del bien”.6 ________________________________________________________
31 de Enero de 1985: Fidel Castro crea la “Oficina de Asuntos Eclesiásticos” Los prelados norteamericanos acaban de partir de Cuba. Acto seguido, Fidel Castro —quien, según la revista “Catacombes”, “tiene gran necesidad del apoyo de la Iglesia” y “multiplica las atenciones en relación a ella”— mueve otra pieza en el tablero, creando el día 31 de enero la “Oficina de Asuntos Religiosos”, dependiente del propio Comité Central del Partido Comunista.7 Antes de la visita de la delegación episcopal norteamericana, “The Boston Herald” había comentado: “Si el viaje del Arzobispo (Mons. Law) tiene como resultado aunque sea un pequeño aumento en la libertad religiosa, será un suceso”.8 No extrañará, entonces, que cuando Fidel cree esta singular especie de “Ministerio de Culto”, ciertos medios de prensa internacionales, y figuras eclesiásticas cubanas y Extranjeras proclives al “deshielo” con el dictador, se apresuren a interpretar el hecho como un gesto de buena voluntad del régimen, un rayo de luz que traspasaba las murallas de la isla-prisión, una prueba (!), en fin, de que los recientísimos contactos de altos prelados extranjeros ya comenzaban a dar frutos promisorios... Muy poco comentada, en cambio, fue la siniestra personalidad escogida para dirigir esa sección, el Dr. José Felipe Carneado. Esta omisión se explica, pues los antecedentes de Carneado desautorizaban cualquier optimismo. A los 17 años de edad, en 1932, ya había abrazado la causa del marxismo-leninismo, pasando a militar primero en la “Unión de Jóvenes Comunistas” y, poco tiempo después, en las propias filas del Partido. Profesor Emérito de la Universidad de La Habana, entre otras razones, por “su destacada (...) trayectoria revolucionaria”, se vanagloria de poseer un diploma —firmado por el propio Fidel— en reconocimiento a “sus años de servicio al Partido”.9 Pero además, ostenta en su “curriculum” una mancha que toca de cerca especialmente a los católicos: como él mismo lo reconoce, el gobierno revolucionario le dio la misión, ya en 1961 —en momentos en que se afirmaba el carácter marxista-leninista del régimen, y tomaba ribetes dramáticos la persecución a los católicos— de especializarse en el “área sensible” relacionada con la Iglesia.10 Lo que menos puede decirse es que Carneado —quien ha llegado a ser denominado el “obispo rojo” del PCC— fue un secuaz de la persecución sistemática contra los católicos iniciada en esos años, la cual continúa —con matices y tácticas diferentes, pero no menos graves— hasta nuestros días. Marzo de 1985: Secretario General del CELAM visita Cuba En este mes, arriba a La Habana por primera vez una nueva e importante figura episcopal. Se trata de Monseñor Darío Castrillón Hoyos, quien al momento de su viaje ocupa el importante cargo de Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.11 No será el último viaje a la isla-prisión del prelado colombiano, tal como se verá. Marzo de 1985: Fidel recibe delegación de protestantes norteamericanos El día 22 de marzo, Castro se reúne en La Habana con una delegación de protestantes norteamericanos.12 En la agenda de conversaciones fue incluido el tema de las relaciones entre los dos países. El jefe de la delegación norteamericana, pastor metodista Cari Soule, “manifestó a Castro que el grupo no apoya el embargo económico contra Cuba”. En la semana anterior, el Consejo de Iglesias de la Florida, Estados Unidos, y el Consejo Ecuménico Cubano habían lanzado un “comunicado conjunto pidiendo el reatamiento de las relaciones entre La Habana y Washington”. Mayo de 1985: Nuevamente en La Habana, Fray Betto conversa 23 horas con Castro, lo que dará lugar al libro-entrevista “Fidel y la Religión” Fray Betto había estado en febrero en la isla, oficialmente como jurado del premio literario Casa de las Américas. En la oportunidad, dice, “fui invitado a una audiencia privada con Fidel Castro”. Según él, en sus anteriores diez viajes a la isla no se había encontrado personalmente con Fidel: “Era la primera vez que conversábamos en Cuba”. La polémica en torno de la Teología de la Liberación continuaba al rojo vivo, y el dictador estaba interesado en recibir información de primera mano del fraile dominicano. Los vaivenes de esa polémica ciertamente preocupaban a Fidel, pues un desenlace rotundamente desfavorable para los “teólogos de la liberación” podría echar por tierra, de un plumazo, toda su “política religiosa” de alianza estratégica con esta corriente. “Fueron nueve horas —de conversaciones a lo largo de varios días— dedicadas a la cuestión religiosa en Cuba y en América Latina”.13 Ni Fray Betto, ni el locuaz Fidel, siquiera insinúan si conversaron sobre los preparativos que la jerarquía eclesiástica cubana estaba efectuando con motivo del Encuentro Eclesial a realizarse algunos meses más tarde, así como sobre la marcha de los contactos Obispos cubanos-gobierno comunista. Pero es difícil pensar que no lo hubieran hecho, si se tiene en cuenta los síntomas colaboracionistas, tan alentadores para el régimen, que ya se venían insinuando de parte de esos mismos Obispos. Lo cierto es que en mayo, en su 12° viaje a la isla, Fray Betto podrá efectivar el proyecto financiado por el editor Caio Graco Prado —de la Editora Brasiliense, de São Paulo— para realizar una entrevista al dictador sobre temas religiosos, a ser publicada con bombos y platillos. Tampoco esta vez la dosis de locuacidad de Castro será pequeña: transcurrirán 23 horas de conversación, divididas en algunas sesiones, las que darán lugar al libro “Fidel y la Religión”. La relación de Fidel con Fray Betto, instrumento del dictador para sus planes expansionistas en América Latina La “política religiosa” de Fidel, tan continuadamente sostenida por el dictador, no tendría toda su amplitud y no alcanzaría plenamente su finalidad si no buscase alcanzar con su influencia no sólo a Cuba, sino al resto de América Latina, continente mayoritariamente católico. Fray Betto, como se ha mostrado a lo largo de estas páginas, aparece exactamente en el momento oportuno como una pieza clave del ajedrez publicitario montado por el dictador. El dominico brasileño ya es a esta altura una figura destacada por su radicalidad dentro de la “izquierda católica” del país más extenso de América Latina, y el de mayor población católica del mundo. El religioso tiene asegurado de antemano, detrás de sí, un coro eclesiástico-publicitario considerable para apoyar cualquiera de sus iniciativas revolucionarias. Por ello, al valerse de él como instrumento, tampoco errará esta vez Fidel en sus cálculos políticos. Es lo que se verá cuando, en octubre de 1985, sea lanzado en La Habana el libro “Fidel y la Religión”, seguido casi simultáneamente de ediciones en varias lenguas, tanto en países occidentales, cuanto del Este europeo. Julio de 1985: Por primera vez, dos Obispos cubanos en las pantallas de la TV comunista Mientras se multiplican las visitas a la isla de eclesiásticos extranjeros, Castro complementa los dividendos publicitarios obtenidos por esta vía, organizando eventos internacionales de cierta relevancia sobre temas predilectos de su demagógico repertorio. El de la deuda externa es, sin duda, uno de los favoritos. Así, en julio monta una “Conferencia Internacional sobre la Deuda Externa del Tercer Mundo”, en la que, codo a codo con economistas y políticos de izquierda de numerosos países, introduce un infaltable ingrediente de “teólogos de la liberación”, como Monseñor Pedro Casaldáliga, Obispo de San Félix do Araguaia, Brasil,14 y Monseñor Sergio Mendez Arceo, Obispo resignatario de Cuernavaca, Méjico. Pero la novedad fue la presencia de dos eclesiásticos cubanos en una de las sesiones, invitados por el propio Castro —uno de ellos, Monseñor Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana— quienes son filmados con detenimiento por la TV cubana. Según Thomas Rendon, enviado especial del semanario norteamericano “Christian Century”, el hecho es inédito en la Revolución, y “altamente significativo”.15 Agosto de 1985: Comisión de Redacción de documento de trabajo para próximo Encuentro Eclesial traza “contenido”, “tónica” y “estilo” del mismo Entre el 28 de abril y el 23 de junio se habían celebrado en todas las diócesis de Cuba “Asambleas Diocesanas” que, según afirma lacónicamente el libro “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, fueron “preparadas cuidadosamente”. En las cuatro líneas que dicho libro dedica a estos eventos, si bien se hace referencia al “entusiasmo” de los participantes, y al resultado “iluminador” de esas Asambleas —plasmado en un “Documento de Aportes”— nuevamente aquí se echan de menos datos concretos sobre la representatividad de este proceso.16 En concreto, es de preguntarse si los fieles católicos desconfiados de la “política religiosa” de Fidel, discordantes de la actitud “colaboracionista” de sus Pastores, y sujetos a la tiranía cotidiana del régimen, habrán tenido la oportunidad no sólo de manifestar, sino de ver incluidas, sus opiniones dentro de los “aportes” al ya cercano ENEC.17 El hecho es que en agosto se reúne en el Arzobispado de La Habana la Comisión de Redacción del Documento de Trabajo del ENEC, con representantes de cada diócesis, que traían los respectivos “Documentos de Aportes”. Esta reunión parece ser especialmente decisiva, pues se trata de “concretar la manera de sintetizar los aportes” y fijar, entre otros, el “contenido”, la “tónica” y hasta el “estilo” del Documento de Trabajo.18 “Contenido”, “tónica” y “estilo” que serán —como se verá en su oportunidad— motivo de satisfacción para las autoridades comunistas. Septiembre de 1985: Primer encuentro oficial de Fidel Castro con Obispos cubanos Narra Fray Betto que el dictador se reunió “por la primera vez” con una delegación de Obispos cubanos “el domingo 8 de septiembre, Fiesta de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba”.19 La fecha escogida no podía ser más conveniente para Castro. El encuentro quedaba inevitablemente asociado a la fiesta mariana de mayor relevancia del país, lo que favorecería darle una ulterior interpretación con aire de “providencial”. Ni siquiera ese trago amargo le fue evitado a los católicos anticomunistas de la isla. En efecto, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana (CEC), llegaría a hablar al respecto, meses después, de una “sorprendente coincidencia”;20 y Monseñor de Céspedes, Secretario General de ese organismo, se referiría a ‘‘coincidencias providenciales”21... Según el propio Fray Betto, la conversación fue “amistosa”, e “inició el proceso de diálogo directo entre dirigentes del gobierno y Pastores de la Iglesia”.22 La revista “Chrétiens de l’Est” proporciona una versión más completa —y, sobre todo, más dolorosa— de los resultados de la entrevista, al aseverar que los Obispos “reafirmaron” su empeño en “encontrar los caminos que conducen, por la vía del diálogo entre marxistas y cristianos, a una participación en el progreso del país”.23 Para los infelices católicos cubanos, esos “caminos” significan ser llevados por sus Pastores a convalidar el régimen marxista. El ya citado Presidente de la Conferencia Episcopal explicó que “tanto las autoridades del país, cuanto nosotros Obispos, hemos definido estos encuentros como parte de un trabajo normal”. "El clima de las conversaciones ha sido positivo”, agregó. El prelado también evidenció su afán de agradar al régimen, atribuyendo a "un mérito de nuestro gobierno (!)” la "posibilidad de este diálogo”.24 La agencia Inter Press Service, en cable desde La Habana, informaría posteriormente que ese primer encuentro Castro-Obispos "ocurrió en la víspera de la partida de un grupo de Obispos norteamericanos que visitó Cuba”.25 Esta alusión a la coincidencia de encuentros, de ser exacta, es altamente expresiva pues indica un deseo en ambas partes de acelerar el proceso de aproximación.26 Sacerdote del Seminario de La Habana: "reconciliación con el comunismo”... También en septiembre ocurre un hecho de otro orden, pero que resulta igualmente significativo. Informa la revista "Chrétiens de l’Est” que el sacerdote René David, profesor de teología en el seminario de La Habana, publica un documento titulado "Por una teología y una pastoral de la reconciliación en Cuba”.27 Según la misma fuente, el estudio del Padre David data de 1981, habiendo sido corregido y aumentado por su autor en 1982. El trabajo es editado en un momento particularmente significativo del acercamiento Fidel-Episcopado cubano. Y el instante escogido se explica si se considera tan sólo uno de sus párrafos, en el que se intenta justificar la convergencia comuno-católica: "El concepto de «reconciliación» (...) se refiere a una reconciliación entre catolicismo y comunismo. Éste último, debe ser considerado como una ideología en la cual el ateísmo de modo alguno es substancial, sino que constituye un accidente”.28 Más adelante se hará referencia a este estudio, y a su papel durante las conferencias de prensa en los intervalos del ENEC. Sólo se llama aquí la atención del lector para su tesis esencial, a saber, que es posible una forma de síntesis con el comunismo, siempre que éste no ponga el acento en su carácter ateo. Como si para este formador de futuros sacerdotes en Cuba, el efecto pudiese ser disociado de su causa... Octubre de 1985: es lanzada en Brasil primera edición del libro "Fidel y la Religión” La Editora Brasiliense lanza en São Paulo la primera edición del libro "Fidel y la Religión”, conteniendo el texto de un conjunto de entrevistas realizadas por Fray Betto a Fidel Castro, en La Habana. Las ediciones internacionales se sucederán vertiginosamente, con publicitados lanzamientos. En Roma, por ejemplo, asistirán a su presentación 18 embajadores, inclusive el representante soviético.29 El propio Juan Pablo II habría hecho comentarios favorables a la obra, según Fray Betto.30 Como se verá en su oportunidad, en diciembre de 1985 el libro será lanzado en La Habana, editado y promovido amplísimamente por el propio régimen. En 1988, a tres años de la primera edición, el libro habrá sido traducido a 19 lenguas y editado en 26 países, con una venta global, según su autor, de "cerca de dos millones de ejemplares”.31 El libro "Fidel y la Religión”, eficaz vehículo de penetración castrista en América Latina, teniendo en la mira especialmente a Brasil La ya citada revista "Chrétiens de l’Est”, supo percibir con claridad el objetivo perseguido con la difusión de "Fidel y la Religión” en el orbe católico, al señalar: "Esta obra, bajo la apariencia distendida de una entrevista amena, constituye un excelente instrumento de propaganda que tiene en vista, muy especialmente, a la opinión pública latinoamericana. De manera que no es por acaso que Fidel escogió como interlocutor a un religioso brasileño notoriamente comprometido con la teología de la liberación: el dominico Fray Betto. “América Latina es un continente mayoritariamente católico. Y para Cuba, una supresión de la religión, ostensible y radical, de corte staliniano, no sería el mejor medio para conseguir nuevos aliados ni para quebrar su aislamiento diplomático en esa región del mundo. La reanudación de relaciones con Brasil, que cuenta con la población católica más numerosa del mundo, constituye una jugada de primerísimo plano”.32 Dirigentes del bloque comunista europeo hasta hoy continúan reconociendo el impacto favorable del libro para la expansión comunista en América Latina. El polaco Kazimierz Morawski, presidente de la pro-comunista “Asociación Cristiana Social” y diputado al Parlamento de ese país, declaró en 1988: "Quiero recordar una cosa que dijo Fidel Castro en el libro «Fidel y la Religión»: el cristianismo es una gran reserva de la revolución. (...) Esta posición abierta del presidente cubano crea la posibilidad de establecer una situación absolutamente nueva en las fuerzas que impulsan los cambios revolucionarios no sólo marxistas, sino también cristianos”. Morawski concluye resaltando el aspecto capital de la maniobra: “‘En «Fidel y la Religión» se ve que el presidente cubano piensa con perspectiva y realismo. Es imposible hacer la revolución en América Latina sin la participación de los creyentes”. Queda en evidencia así, por boca de dos fuentes opuestas ideológicamente, un juicio coincidente sobre el alcance estratégico de "Fidel y la Religión”. Un libro que, bien analizado en su trasfondo y contradicciones, puede transformarse en un boomerang contra el "comuno-progresismo” Sobre el contenido de "Fidel y la Religión”, se escogió el método de ir comentando trechos específicos del mismo, a lo largo de estas páginas, cuando la temática así lo ha comportado. Y se continuará haciéndolo en numerosas oportunidades. Lo cierto es que si fuera preciso formular un balance de los frutos de este libro para el comunismo, se podría aventurar desde ya un resultado. Es verdad que el provecho publicitario en favor de la secta roja ha sido considerable. Pero al mismo tiempo, las tesis de "Fidel y la Religión” contrastan de tal manera con la verdadera doctrina católica, y revelan un empeño tan grosero en desfigurar la imagen de la Santa Iglesia ante el público, que lo tornan extremamente vulnerable a cualquier análisis serio. Y así, dicho libro puede ser transformado en un poderoso boomerang que se vuelva contra sus propios mentores. Sobre todo porque Fray Betto llevó a su admirado interlocutor a un campo sumamente resbaladizo, respecto del cual el tirano no consigue ocultar su crasa ignorancia.33 Los comentarios sobre “Fidel y la Religión” hechos a lo largo de esta Parte II —y los que se agregarán en las páginas que siguen— tienen como objetivo poner en evidencia, a los ojos de los lectores, los contornos de ese escollo que Fray Betto y Fidel —contra sus propios designios— hayan eventualmente contribuido a levantar. Noviembre de 1985: concluye redacción del Documento para el próximo Encuentro Eclesial; y, poco después, los Obispos se reúnen por segunda vez con Fidel La “labor de redacción” del “documento de trabajo” para el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) concluyó a principios del mes de noviembre.34 Apenas terminada esta fase preparatoria, el día 12, los Obispos cubanos efectúan la segunda reunión de carácter oficial con Castro. Aunque el temario de la reunión no trascendió, no es aventurado suponer que el documento eclesiástico recién concluido haya sido objeto de mención. Si se tratase de despertar el agrado del dictador, los prelados cubanos no estarían con las manos vacías. Pues, como se verá, el "documento” estaba hecho en los moldes que Fray Betto y el dictador delinearan en 1980, en Managua. En esa oportunidad, después de oir la estrategia de Fray Betto para anular la influencia de los católicos anticomunistas, Fidel había concluido: "Usted tiene razón, la única posibilidad real, consecuente, política, es esa, insertar a los cristianos, a la Iglesia, en el proceso de construcción de la sociedad socialista”.35 El Director del Secretariado de la Conferencia Episcopal Cubana (CEC) y Vicario General de la Arquidiócesis de La Habana, describió la reunión como "cálida y positiva”, y la incluyó posteriormente entre las "coincidencias providenciales” (sic) que facilitarían la realización, en febrero del año siguiente, del ENEC.36 Según informaron cables internacionales desde La Habana, después de este segundo encuentro con el Episcopado cubano, "Castro estaría de esa forma cumpliendo la promesa hecha a los Obispos norteamericanos que lo visitaron, de establecer un diálogo de alto nivel entre la Iglesia y el gobierno comunista”.37 Diciembre de 1985: Lanzado en La Habana el libro "Fidel y la Religión”, mientras Presidente de Conferencia Episcopal agradece al Concilio por no haber condenado el comunismo... “Fidel y la Religión” fue publicado en La Habana con estrepitosa publicidad. A juzgar por cifras difundidas por la prensa internacional, la salida que el libro alcanzó en La Habana, desde los primeros momentos de su lanzamiento, fue verdaderamente vertiginosa. Ciertamente — tomadas esas versiones al pie de la letra— se hace difícil encontrar un parangón en materia editorial, no sólo en Cuba, sino en cualquier otro país. Ana María Radaelli, de la revista castrista “Cuba Internacional”, se refiere al libro como “un éxito de librería que puede calificarse de extraordinario”.38 El diario “Clarín” de Buenos Aires consigna que “inmediatamente obtuvo un enorme éxito de ventas”.39 Dos meses más tarde, el periodista Massimo Cavallini, enviado a La Habana por el diario comunista italiano “L’Unità”, para cubrir las sesiones del ENEC, informaría que ya se habían vendido a la fecha más de 600 mil ejemplares.40 Un año y medio después del lanzamiento, el “Jornal do Brasil” registrará que el libro “ya vendió más de un 1 millón de ejemplares”, y que “las librerías tienen dificuitad en mantener el libro de Fray Betto en stock” pues “las ediciones se agotan en seguida que llegan”41... En 1988, Fray Betto llegará a afirmar que la venta en Cuba ha alcanzado el millón trescientos mil ejemplares,42 o sea, prácticamente uno por cada diez cubanos. Sólo una promoción activa del gobierno comunista —que posee en sus manos el control más absoluto de los medios de propaganda— pudo haber hecho posibles tiradas que, de otro modo, habrían sido inalcanzables.43 Mientras tanto, el entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana y Obispo de Camagüey, Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, informaba ante el Sínodo de Obispos reunidos en Roma que el diálogo episcopal con el gobierno comunista abría “nuevas perspectivas tanto para la Iglesia cuanto para la Revolución”.44 Las “nuevas perspectivas” a que en tono optimista se refería el prelado, tuvieron para los comunistas un sentido claro. Así, a fines de año, la agencia de noticias “Prensa Latina” declaraba: “Después de muchos años de relaciones respetuosas, pero distantes, 1985 marcó un estrechamiento de los lazos entre la Iglesia Católica y el régimen de Castro, rumbo a una coexistencia positiva en el contexto de las estructuras imperantes actualmente en Cuba”.45 O sea, desde la óptica del régimen, la jerarquía pasó a adoptar dos actitudes favorables: el reconocimiento de las “estructuras” comunistas y el empeño en evitar toda confrontación. Muy significativamente, en la aludida reunión sinodal Monseñor Rodríguez Herrera agradeció a “los Padres Conciliares que, en 1965, se negaron a pronunciar una condena del comunismo”.46 Y en esa semana, en forma coincidente, Castro afirmaba en La Habana que “la Iglesia y la Revolución cubana tienen «muchas cosas en común»”.47 Notas: 1) “The Boston Herald”, 28 y 23-1-85, apud “Of Human Rights — January 1985 through January 1986”, Georgetown University, Washington. 2) “Fidel y la Religión”, pp. 230 a 232. 3) “Teoría e Debate” N° 4, São Paulo, Brasil, septiembre de 1988. 4) “Catacombes”, París, agosto de 1986. 5) “L´Humanité”, 29-1-85. 6) apud Jean Ousset, “El Marxismo-Leninismo”, Ed. Iction, Buenos Aires, 1963, pp. 228-229 y 231-232. 7) “Catacombes”, Paris, agosto de 1986. 8) “The Boston Herald”, 23-1-85. 9) Revista “Cuba Internacional”, edición en inglés, La Habana, septiembre de 1988. 10) op. cit. ibíd. 11) “Chrétiens de l’Est” N° 51, 3° tr. 1986, supl. N° 11, p. 33. 12) “O Estado de S. Paulo”, 23-3-85. 13) “Fidel y la Religión”, “Caminos de un encuentro”, pp. 20-21 14) Sobre la posición pro-comunista de este prelado, véase el libro de Plinio Corrêa de liveira “A Igreja ante a escalada da ameaça comunista — Apelo aos Bispos silenciosos”, Editora Vera Cruz, São Paulo, 3a edición, 1977. 15) 21-5-88, apud “Christian Beacon”, 5-6-86. 16) cfr. “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 20. No se dan, por ejemplo, números de asistentes, y qué porcentajes del total de fíeles de las respectivas diócesis ellos representarían. Debe notarse que para los organizadores hubiera sido sumamente ventajoso esgrimir cifras en este sentido, si ellas les fuesen favorables. 17) A medida que se avance, tanto en este Capítulo, cuanto en los siguientes, se encontrará el reconocimiento, por parte de fuentes insospechadas, de la existencia de una masa de fíeles refractaria al acercamiento católico-comunista en la isla. Para efectos de orden en la exposición, nos limitamos aquí a dejar señalado el delicado asunto. 18) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 20. 19) “Fidel y la Religión”, edición en portugués, p. 254. Esta información no figura en la edición en español consultada. 20) “Famiglia Cristiana”, N° 4, 1-86. 21) “Cuba Internacional”, N° 200, 7-86, p. 35. 22) “Fidel y la Religión”, edición en portugués, p. 254. Esta información tampoco figura en la edición en español aquí consultada. 23) N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 33. 24) “Famiglia Cristiana”, N° 4, 1-86. 25) “La Hora”, órgano del Partido Comunista uruguayo, 18-11-85. 26) No fue posible encontrar la misma información en otros medios de prensa, así como conseguir los nombres de los Obispos norteamericanos visitantes. Otro dato que hubiera interesado conocer es si la reunión de la Comisión Central organizadora del Encuentro Nacional Eclesial Cubano —que se efectuó en este mismo mes de septiembre bajo la presidencia del Arzobispo de La Habana— tuvo lugar antes o después de la entrevista de los Obispos con el dictador. El libro “Encuentro Nacional Eclesial Cubano” no entra en este importante pormenor. Sí comenta que la Comisión Central fue “informada” sobre el estado en que estaban la redacción del Documento de Trabajo y los proyectos para la preparación del Encuentro (“Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 21). Debe recordarse que en agosto habían sido definidos, en términos generales, el “contenido”, la “tónica” y el “estilo” del documento a ser debatido en el próximo Encuentro Eclesial. Dado que se estaba en la recta final de los preparativos para la realización del Encuentro, es difícil pensar que éste no haya estado en la agenda de conversaciones con Castro. 27) “Chrétiens de l’Est”, N° 51 , 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 33. 28) op. cit. ídem, ibíd. 29) “Ya”, Madrid, 12-6-86. 30) Revista “Teoría e Debate” N° 4, São Paulo, septiembre de 1988. Dice textualmente Fray Betto: “El Papa leyó el libro e hizo dos observaciones: «el libro es bueno porque, por primera vez, un dirigente comunista en el poder reconoce que la religión no es el opio del pueblo» y «ayuda a la Iglesia, en Cuba»”. El entrevistador le pregunta a continuación: “¿Esas son palabras textuales del Papa? ¿El Santo Padre declaró eso por escrito?” A lo que Fray Betto responde: “No. Lo declaró en reuniones con Obispos, y dos Obispos, de dos países diferentes, me pasaron la misma versión”. 31) Revista “Teoría e Debate”, N° 4, São Paulo, septiembre de 1988. 32) “Chrétiens de l’Est”, N° 51, 3" tr. 1986, supl. N° 11, p. 42. 33) En “Fidel y la Religión”, Fray Betto revela que en mayo de 1985 —durante un “impasse” producido antes que se concretara la serie de entrevistas— Castro “resiste, argumenta que desea prepararse mejor” para responder a las preguntas del dominico brasileño “sobre un tema tan delicado e importante como el de la religión”. Ante la insistencia de Fray Betto, Castro pidió a éste que comenzase a leer el cuestionario. Al ver que no se trataba de “un derrotero de cuestiones teológicas para las que necesitaría preparación bibliográfica”, “de inmediato, se anima”, y se decide a conceder la serie de entrevistas (“Fidel y la Religión”, “La radio José Martí”, pp. 72-73). No era para menos, al ver un interlocutor tan poco exigente, y tan complaciente. 34) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 21. 35) “Prisma Latinoamericano”, N° 160, 1985. 36) Revista “Cuba Internacional”, N° 200, La Habana, julio de 1986, p. 35. 37) “O Estado de S. Paulo”, 16-11-85. 38) Abril de 1986. 39) 9-3-86. 40) 16-2-86. La misma cifra fue proporcionada por el diario "El Día” de Montevideo, del 17-2-86, basada en cables de las agencias AFP y EFE. 41) En Brasil, por ejemplo, en proporción con el número de habitantes, este tirada equivaldría a más de 10 millones de ejemplares. 42) “Teoría e Debate”, N° 4, septiembre de 1988, p. 25. 43) La propaganda que atribuye a “Fidel y la Religión” tan exhorbitante tirada en la isla-presidio, no deja de tener lados inhábiles. En efecto, si bien no existan elementos para impugnar la veracidad de las cifras dadas a conocer, ellas son por lo menos poco verosímiles. Es muy difícil admitir que uno de cada diez cubanos —incluyendo niños, jóvenes y ancianos— haya adquirido el libro, aún considerando que el precio estuviese artificialmente abajo del costo, dado el provecho propagandístico favorable a Castro. Causa extrañeza que hipótesis tan obvias no hayan sido siquiera insinuadas por los medios de comunicación internacional, tan pródigos en hacerse eco de eventuales tiradas astronómicas de “Fidel y la Religión”. 44) “Chrétiens de l’Est”, N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 33. 45) op. cit. ídem, ibíd. 46) op. cit. ídem., ibíd. 47) Artículo “Papa pode visitar Havana”, “O Estado de S. Paulo”, 1-12-85. |