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Antecedentes doctrinales

 

Parte I

 

Una nueva mentalidad y una nueva doctrina

pretenden conciliar los antagonismos

más contradictorios 

·       ¿Pueden caer las barreras entre la verdad y el error, el bien y el mal, lo bello y lo horrendo? - El amortiguamiento del principio de contradicción en la raíz de la desconcertante apatía que hoy domina a la opinión pública.

·       Una nueva ideología que devora por dentro a todas las demás y que condiciona a fondo la España actual.

·       El pueblo español inducido a volverse contra su propia identidad histórica.


Capítulo 3 - 1er. parte

 

Los héroes de nuestra Historia en la picota

 

La difusión del ecumenismo, ya sea en sus formas doctrinales, ya sea como mentalidad o hábito social, está creando en un número cada vez mayor de españoles un complejo de inferioridad con relación a nuestra propia Historia. Primero el protestantismo, después la ilustración, y más tarde el laicismo liberal, dentro y fuera de España, pretendieron denigrar los episodios históricos en los cuales se manifestó claramente la catolicidad militante del pueblo español. Fue así como surgió la Leyenda Negra*.

 

* Julián Marías, en su España inteligible resalta la singularidad y el carácter sistemático de la Leyenda Negra que comenzó a difundirse contra España cuando ésta se convirtió en el principal baluarte de la Iglesia y de la Cristiandad: “La ignorancia —dice— el mero error no bastan para explicar la movilización de esa nueva etapa de la leyenda negra. ¿Cuáles fueron los motivos de que una fracción decisiva de Europa emprendiera una insidiosa y tenaz acción frente a una España excepcionalmente decorosa, razonablemente próspera y nada amenazadora? (...) España era en el siglo XVIII ‘una enorme inercia cruzada por corrientes críticas'. Esa enorme inercia, que se desperezaba armoniosamente y se incorporaba a nuevas formas, era el gran obstáculo. ¿A qué? —se preguntará—. A ese proceso revolucionario iniciado en Francia y extendido por casi toda Europa. (...) La realidad de España, a pesar del desdén con que se la mira, es inmensa; todavía sigue siendo la Monarquía más extensa del mundo. (...) No hace nada en medio de la crisis revolucionaria que se difunde por Europa; solamente estar. Los promotores de la transformación radical, de la eliminación del cristianismo, se encuentran con una sociedad que sigue siendo, casi íntegramente, cristiana. (...) Mientras España permanezca intacta (...) la revolución no podrá triunfar definitivamente en Europa” (Julián MARÍAS, España inteligible, pp.301-303).

El héroe, ¿atrapado ente el Quijote y Sancho Panza?

Al margen de la Leyenda Negra, podría hacerse una investigación de cómo influyeron en nuestra Historia las tendencias y corrientes a favor y en contra del heroísmo hispánico nacido de la Fe. Ya en el enfrentamiento de Don Pelayo con el obispo Don Opas en Covadonga  podemos ver de un modo paradigmático esas dos tendencias. A lo largo de los ocho siglos de la Reconquista, se repite este enfrentamiento entre el heroísmo desinteresado y la acomodación egoísta y pusilánime.

La tendencia que se levanta contra lo más característico de nuestra grandeza —el heroísmo— ha entrado constantemente en escena desde el Renacimiento, a propósito de las interpretaciones dadas a la obra del genio de Cervantes, El Quijote. El caballero de la triste figura y Sancho Panza, su escudero, han representado y siguen representando para muchos dos dimensiones del alma española: una heroica e idealista, pero alumbrada, ridícula y destinada al fracaso; otra egoísta y pusilánime, pero llena de sentido común, realismo y equilibrio.

De hecho, la dimensión heroica de nuestro pueblo nada tiene de quimérica, ni de ridículamente visionaria; ni su sentido común o su realismo, de egoísta y pusilánime.

El heroísmo de nuestras gentes nace de una noción muy lúcida de la vida y de la realidad, considerada a la luz de la Fe. El héroe español no se olvida de las tristes consecuencias del pecado original. La lucha en sus diversas formas, el sacrificio, el dolor e incluso el holocausto, enfrentados con serena hidalguía, no le causan pavor ni sorpresa cuando la conciencia del deber se lo pide. Así, ni el héroe español es quijotesco ni su sentido común lo transforma necesariamente en Sancho Panza.

Respecto a la diversidad de interpretaciones dadas a la obra de Cervantes, encontramos un ejemplo ilustrativo en una edición del "Ingenioso Hidalgo" publicada por la editorial Sopena. En el prólogo de la misma, A. Herrero Miguel transcribe el siguiente trecho del poeta alemán del siglo XIX Enrique Heine: "¿Qué pensamiento fundamental condujo al gran Cervantes a escribir su gran libro? ¿Se propuso solamente la ruina de los libros de caballerías, cuya lectura en España prevalecía en su tiempo tan obstinada hasta el punto de ser impotentes contra ella las disposiciones eclesiásticas y civiles, o quiso ridiculizar todas las representaciones de la exaltación humana en general, y particularmente el heroísmo de los que todo lo esperan del valor de su espada? Evidentemente, tuvo por Objeto exteriorizar en una sátira todos los absurdos de dichas novelas, para universal rechifla y ocaso de las mismas. Y esto lo consiguió de una manera brillante, pues ni lo que las exhortaciones desde el pulpito, ni las amenazas cancillerescas pudieron lograr, lo realizó la aislada pluma de un pobre escritor. Arruinó tan fundamental y completamente los libros de caballerías, que poco después de la aparición de [Don Quijote] se extinguió el gusto por aquellos libros en toda España y no se volvió a imprimir ninguno. Pero la pluma del genio es más grande que él mismo, va siempre más lejos que sus intenciones momentáneas y sin que tuviese clara conciencia de ello, escribió Cervantes la mayor sátira contra la exaltación humana" (Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Ed. Ramón Sopeña, prólogo de A. Herrero Miguel, Barcelona, 1966, pp. 21-22).

Para precisar en qué consiste la Leyenda Negra el historiador recurre a Julián Juderías, autor de un libro específico sobre el tema escrito en 1914: “Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra Patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles (...) la negación, o por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso (...) las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad” (ib., p. 200).

Sobre la organización y los métodos utilizados para difundir la Leyenda Negra véanse las páginas 202-209 y 296-301 de la referida obra.

De la influencia de la Leyenda Negra en España dice Julián Marías: “La Leyenda Negra introduce una vacilación en la mente de los españoles que tuvieron la responsabilidad de orientar e interpretar la configuración de España y su argumento en la historia. Hasta entonces se habían sentido identificados con él, lo habían formulado con espontaneidad y sencillez, y ese proyecto había funcionado como una creencia básica para el conjunto del pueblo español” (ib., p. 210).

*   *   *

El talento literario de Ramiro de Maeztu expresa, en una elocuente oración a Nuestro Señor Jesucristo, esta misma realidad:

“Durante los siglos de grandeza no dejamos de proclamar un día que nuestra fortaleza estaba en Ti, que eres Tú nuestro refugio y nuestro libertador, y las calumnias de nuestros enemigos se estrellaron contra nuestros pechos, henchidos por la Fe.

“Dejaron de servirte nuestros gobernantes, y todo lo perdimos.” Y el poeta describe lo que le parece un merecido castigo divino: “Nos pusiste por oprobio de nuestros enemigos, por escarnio y burla de los que nos rodean; mostraste a tu pueblo cosas duras, dístenos a beber el vino de la compunción y al fin nos creímos las calumnias de nuestros enemigos, envidiosos de nuestra grandeza, con lo que el alma se nos envenenó” (Salmos de España apud “Iglesia Mundo”, N° 305-306, octubre 1985, pp. 2-3).

 

Sin embargo, aquello que no consiguieron de modo eficaz los enemigos de la España católica en el pasado, lo está logrando hoy ampliamente el ambiente creado por el ecumenismo. En efecto, cuando una gran parte de las clases dirigentes, y de los que accionan las palancas decisivas de la información, se mueven con mayor o menor ímpetu en el rumbo trazado por el ecumenismo, no es de extrañar que tiendan a volverse incomprensibles las grandes figuras que marcaron nuestra Historia. Un pueblo sin principios y con una tendencia cada vez mayor hacia lo trivial, quedará a merced del único criterio de certezas —¡cuán relativo!— que el ecumenismo le deja: la consonancia casi instintiva con lo que cree ser la orientación irresistible de la mayoría. Es el consenso transformado en ídolo ante el cual todo se sacrifica.

Este es el criterio supremo e inapelable con el que están siendo sometidos a proceso los héroes de nuestra Historia. Arrancados del contexto en que vivieron los van llevando denigrados, deformados, inexplicables ante el jurado de los hombres de buena voluntad.

Vamos a considerar el problema como fenómeno de opinión pública. No estamos escribiendo un manual de Historia. No es el momento, pues, de deslindar críticamente la autenticidad de ciertos acontecimientos o pormenores en la vida de los héroes procesados por el ecumenismo. Se trata, en realidad, de verlos tal como quedaron grabados en lo que se ha dado en llamar memoria colectiva del pueblo. Es decir, esas personalidades excepcionales encarnaron doctrinas, ideales, modos de ser y estilos de vida que la tradición fue guardando como ejemplos característicos de la hispanidad; puntos de referencia y de unión entre los españoles de todas las épocas y de todas las Españas*.

 

* A esos héroes se refiere con su clásica maestría Menéndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles: “Nada parecía ni resultaba imposible: la fe de aquellos hombres, que parecían guarnecidos de triple lámina de bronce, era la fe, que mueve de su lugar las montañas. Por eso en los arcanos de Dios les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el Golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y salvar, por ministerio del joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bátavas con la espada en la boca y el agua a la cinta y el entregar a la Iglesia Romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.

“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectones o de los reyes de taifas” (p. 1194).

 

Aquello que no consiguieron los enemigos de la España católica, lo está logrando hoy ampliamente el ambiente creado por el ecumenismo relativista: arrancados del contexto en que vivieron, denigrados, deformados, inexplicables, están siendo procesados, uno a uno, los mayores héroes de nuestra Historia.

Tumba de Don Juan de Austria. Panteón Real. Monasterio de El Escorial.

Disociarse de los prototipos históricos que hicieron brillar la nota hispánica de afirmación católica militante, es el objetivo del ecumenismo ideológico de sectores dirigentes, que arrastran por ese camino a las masas sin ideología.

El ecumenismo no podrá consolidarse, ni el español abandonará la casa paterna como el hijo pródigo, mientras conserve los recuerdos entrañables de sus grandezas, esplendores y afabilidades.

Ninguna gloria de nuestro pasado será perdonada.

 

I — El Apóstol Santiago en el banquillo de los acusados

 

¿Cómo podrá, por ejemplo, conservarse incólume en una España ecuménica la devoción a Santiago Apóstol? Trae demasiadas reminiscencias de la vocación providencial de España, bendecida desde sus albores por la propia Madre de Dios en el Pilar.

Santiago Patrón de España, Santiago Matamoros, es el mismo símbolo de la catolicidad militante de un pueblo que, después de luchar ocho largos siglos para reconquistar su territorio a los infieles, tuvo espíritu de Fe y encontró en su alma recursos suficientes para lanzarse a los mares y dar un continente nuevo a la Iglesia y a la Cristiandad. Símbolo válido para todas las épocas de nuestra Historia.

No se trata de una mera cristalización mítica y efímera de los instintos guerreros de una época. Es una devoción modelada por la gracia en el interior de las almas a lo largo de los siglos, reconocida por el sensus fidei del pueblo católico y estimulada con las más altas aprobaciones eclesiásticas. Son numerosos, además, los documentos de comprobada autenticidad que relatan los milagros y apariciones del Apóstol de España interviniendo en momentos decisivos tanto en las luchas de la Reconquista como en la epopeya de América. Una de las apariciones más célebres —perpetuada en el lugar por una capilla y por un antiquísimo bajorrelieve en piedra de la catedral compostelana— fue la de la batalla de Clavijo, en la que Santiago dio la victoria a los ejércitos de Ramiro I sobre los de Abderrhamán, emir de Córdoba*.

 

* Quien desee conocer un resumen de los argumentos aducidos por historiadores respecto de este episodio, en favor de cuya autenticidad se pronunció el mismo Papa Benedicto XIV, tras detenido examen del asunto, puede leer la voz Clavijo de la Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-Calpe.

 

Apariciones de Santiago en Hispanoamérica

Por ser menos conocidas entre nosotros las apariciones del Apóstol Santiago durante la conquista de América, transcribimos a título ilustrativo, el interesante relato del famoso historiador del Perú, Inca Garcilaso de la Vega, sobre la aparición del Apóstol, recordada en una lápida fijada en la pared externa de la Capilla del Triunfo, situada en la plaza de Armas de Cuzco, al lado izquierdo de la Catedral. En la misma capilla hay un cuadro que representa el momento en que la Virgen, teniendo a su diestra al Apóstol Santiago y a su izquierda al profeta Elías, bajó a proteger a los españoles que se encontraban en trance de muerte (Cfr. Cuzco in Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-Calpe).

Doscientos españoles —dice El Inca Garcilaso de la Vega— fueron cercados en el Cuzco por doscientos mil indios durante ocho meses. Viéndose en situación tan difícil, resolvieron morir peleando todos en un día en vez de aguardar la muerte por hambre o por heridas. Después de confesarse e invocar a los santos de su devoción, salieron al amanecer dispuestos a morir como valientes cristianos. Así describe Garcilaso lo que sucedió en la batalla: "Arremetieron a los indios, llamando a grandes voces el nombre de la Virgen y el de su defensor Apóstol Santiago. (...) Al cabo de cinco horas que assí peleavan, se sintieron los fieles cansados, y sus cavallos andavan ya desalentados. (...) A esta hora y en tal necesidad, fué Nuestro Señor servido favorescer a sus fieles con la presencia del bienaventurado Apóstol Santiago, patrón de España, que apareció visiblemente delante los españoles que lo vieron ellos y los indios encima de un hermoso cavallo blanco, embraçada una adarga, y en ella su divisa de la orden militar, y en la mano derecha una espada que parescía relámpago, según el resplandor que echava de sí. Los indios se espantaron al ver el nuevo cavallero, y unos a otros descían: 'Quién es aquel Viracocha que tiene la illapa en la mano' (que significa relámpago, trueno y rayo). Dondequiera que el sancto acometía, huían los infieles como perdidos y desatinados ahógavanse unos a otros huyendo de aquella maravilla. (...) Con lo cual los españoles se esforçaron y pelearon de nuevo, y mataron ¡numerables enemigos, sin que pudiessen defenderse, y los indios acobardaron de manera que huyeron a más no poder y desampararon la pelea.” (GARCILASO DE LA VEGA, Historia General del Perú, T.1, p. 177).

Veamos ahora algunos ejemplos que ilustran como esta devoción, que está en el centro de la historia del catolicismo español, es sistemáticamente demolida.

Un conocido sacerdote, el P. José María Javierre, sugiere bajar al apóstol del caballo, quitarle las vestimentas de guerrero, su espada y su estandarte, para ponerlo al día con “la voz de los tiempos”: “Convertir al señor Santiago en un ciudadano normal que anda por las calles con su traje bien cortado. Un Santiago dispuesto a trabajar en la oficina y a votar cuando sea necesario.”[1]

En un tristemente célebre libro de comics sobre el Evangelio, de sabor blasfemo —para decir poco— otro sacerdote fue bastante más lejos satirizando la referida devoción, junto con la de otros apóstoles.[2]

El Gobierno socialista, sintiendo el terreno suficientemente abonado, suprimió la obligatoriedad de la celebración de la fiesta multisecular del Apóstol. La mayoría de las comunidades autónomas ya la han eliminado de su calendario oficial*.

El fin del proceso ha sido caricaturizado por un periódico madrileño: el Patrón de España, en trajes de peregrino, abandona la Península...[3]**.

 

* Un real decreto del Ministerio de Trabajo, publicado por el BOE el 29 de julio de 1983, incluyó la festividad del Patrón de España entre las fiestas optativas del calendario laboral, dando así a las comunidades autónomas la oportunidad de sustituirla por alguna fiesta cívica local. Pocos meses después, en Valencia, el

El Apóstol Santiago en el banquillo de los acusados

Pe. José M. Javierre S. J.

 

 

 

 

 

 

 

 

La devoción a Santiago Apóstol -símbolo de la catolicidad militante- es sistemáticamente demolida.

El conocido sacerdote jesuita José María Javierre, sugiere bajar al Apóstol del caballo, quitarle las vestimentas de guerrero, su espada y su estandarte, para ponerle al día con "la voz de los tiempos": "Convertir al señor Santiago en un ciudadano normal que anda por las calles con su traje bien cortado. Un Santiago dispuesto a trabajar en la oficina y a votar cuando sea necesario".

Otros han ido más lejos y no dudan en blasfemar contra el Apóstol de España.

Por su parte, el Gobierno socialista, sintiendo el terreno abonado, suprimió la obligatoriedad de la celebración de la fiesta multisecular del Apóstol. Varias autonomías la han eliminado ya del calendario oficial (En el mapa: señaladas en gris).

Pleno del Consejo sustituía la fiesta de Santiago por la del 9 de octubre, conmemoración de la reconquista de la ciudad por el Rey Jaime I de Aragón. También el Gobierno regional de Castilla-La Mancha la cambió, en este caso por el 31 de mayo, aniversario de la constitución de las primeras Cortes castellano-manchegas. Cataluña y Murcia dejaron de conmemorar la festividad del Apóstol a partir de 1984, Andalucía la sustituía por el 28 de febrero, día de Andalucía; Aragón por el 23 de abril, día de Aragón; Asturias por el 8 de septiembre, día de Asturias; Castilla-León por el 23 de Abril, día de Castilla-León; Extremadura por el 8 de septiembre, día de Extremadura; Madrid por el 2 de mayo, día de la comunidad de Madrid (Datos facilitados por el Ministerio de Administración Territorial. Ver también “ ABC”, 23-10-83 y “El Alcázar”, 30-7-1983, 30-10-1983 y 25-7-1984). Tampoco se celebra ya en las Vascongadas (cfr. “Siempre p'alante”, 21-7-1984, p. 7).

 

** No es de extrañar, pues, que TVE, en un programa del 28 de julio de 1986, de la serie La España herética se haya referido despectivamente al “mito del Apóstol Santiago” en medio de informaciones inexactas y errores sobre la historia de la Iglesia. El mismo programa enaltecía al hereje Prisciliano, presentado como héroe popular y precursor del nacionalismo gallego (cfr. “ABC”, 8-8-1986).

 

II — Se montan los autos del proceso contra las gestas de la Reconquista y los Reyes Católicos

 

¿Un escándalo de cinco siglos"?

Desde hace mucho la catedral de Córdoba ha dado ocasión a manifestaciones ecumenistas. Diversos portavoces de esta corriente han manifestado su malestar por el hecho de que esté consagrada desde el siglo XIII al culto católico: unos propugnan transformarla en un templo sincretista que abrigue el culto católico y el musulmán a la vez; otros opinan con Francisco Umbral que "la mezquita es un escándalo de cinco siglos" y que el duodécimo centenario "sería el momento de hacer la reconversión artística, religiosa e histórica de la mezquita limpiándola de adherencias católicas e imperiales" ("El País", 9-2-1985).

De la misma forma, resulta difícil descubrir el sentido legítimo de ciertas frases pronunciadas por el obispo de Córdoba, monseñor Infantes Florido, con motivo del duodécimo centenario de la antigua mezquita. En la ceremonia, realizada en la zona del mihrab —lugar orientado hacia La Meca, en dirección a la cual miraban los mahometanos al rezar—, el obispo de Córdoba destacó que "no ha dejado de alabarse en él al único Dios, padre de todos los hombres"; y que "estos muros (...) transpiran santidad musulmana y santidad cristiana" ("El País", 29-5-1986; "Ecclesia", 7-6-1986).

Por otra parte, el prelado tiene referencias condenatorias a nuestro pasado histórico: "Nuestras viejas disidencias, las páginas violentas de nuestra historia, nuestro reciente pasado de lucha fratricida, recibe el anuncio de la mezquita-catedral de Córdoba de que nos empeñemos en una tarea común y fraterna para la convivencia y la unidad de España" ("ABC", 29-5-1986).

A medida que los españoles vayan aceptando la nueva posición ecumenista y el pacifismo a ultranza, las grandes personalidades que se destacaron por su definición y arrojo en la lucha contra los que amenazaban a la Iglesia y a la Cristiandad, van siendo consideradas más o menos explícitamente —aun cuando se les deje algún lugar de honra en los libros de historia— como una colección de imprudentes, alocados y visionarios fanáticos.

Los fiscales de la inquisición ecuménica irán lanzando contra esas figuras acusaciones cada vez más osadas y denigrantes. Puestos en duda, como fábulas, los milagros de la primera batalla de la Reconquista, no faltó un Francisco Umbral que se refiera a la venerable imagen de la Virgen de Covadonga como “el fetiche portátil de Don Pelayo”, ni un diario como “El País” para difundir la infame blasfemia por toda España[4].

El Rey San Fernando, que dio un impulso decisivo a la guerra de Reconquista que estaba estancada, será visto como un intolerante inoportuno que impidió lo que podía haber sido un entendimiento estable entre la civilización cristiana y el islam en tierras de España*. ¿Cómo podrán perdonarle, por ejemplo, el haber transformado las mezquitas en iglesias y catedrales católicas? (ver recuadro arriba ) ¿O el haber obligado a los moros cautivos a llevar de nuevo hasta Santiago de Compostela las campanas que otrora Almanzor había llevado hasta Córdoba a hombros de cristianos?

 

* Conviene recordar la opresión sufrida por tos católicos españoles bajo el poder de los mahometanos. Así fue descrita por San Eulogio de Córdoba: “¿Y dirán que vivimos tranquilos, cuando se nos destruyen las basílicas, se llena de oprobio a los sacerdotes y se nos obliga a pagar mensualmente un tributo intolerable? Es preferible una muerte rápida a esta vida trabajosa y miserable. Nadie de entre nosotros, puede andar seguro entre ellos (...) en cuanto ven en

La Reconquista: ¿obra “antiecuménica”  de visionarios fanáticos?

La nueva mentalidad que va ganando terreno en los espíritus los prepara para aceptar como verdaderas las peores acusaciones contra las grandes figuras que se destacaron por su definición y arrojo en la lucha contra los que amenazaban a la Iglesia y a la España cristiana.

D. Pelayo, por Madrazo

Batalla de Covadonga

Puestos en duda, como fábulas, los milagros de la primera batalla de la Reconquista, no faltará un Francisco Umbral que se refiera a la venerable imagen de la Virgen de Covadonga como "el fetiche portátil de Don Pelayo", ni un diario como "El País", que difunda esta infame blasfemia por toda España.

nosotros las señales del orden clerical, prorrumpen, como locos, en gritos desaforados (...) ¿Para qué recordar las abominables canciones que profieren al ver el signo venerable de la cruz, y las maldiciones y las inmundicias que vomitan de su boca cuando oyen el sonido de nuestras campanas? En todas partes tenemos que sufrir su insolencia y su odio a nuestra santa religión.” (Fr. Justo PÉREZ DE URBEL O.S.B., San Eulogio de Córdoba, pp. 155-156). El historiador jesuita Ricardo García Villoslada escribe: “Es verdad que la ley mahometana prohibía hacer creyentes por la fuerza, mas esta tolerancia legal estaba restringida por leyes de opresión moral y social. A los cristianos se les agobiaba con tributos y gabelas, mientras los apóstatas obtenían la liberación de los impuestos opresores, el acceso a los cargos públicos y la igualdad de derechos con los dominadores. Nada extraña que las apostasías se multiplicaran. Era el de los cristianos un estado de inferioridad civil y de esclavitud intolerable como dice San Eulogio en su Memorialle Sanctorum” (Historia de la Iglesia Católica, t. II, 3ª ed., corregida y aumentada, Madrid, 1963, p. 167).

Este historiador muestra cómo un poder anticristiano opresor puede, usando la astucia, encontrar aliados inesperados: “Convencido Abderrahmán de que con la espada no lograría amortiguar el entusiasmo religioso de los cristianos, porque cuantas más víctimas caían mayor era el número de los que corrían a denigrar públicamente a Mahoma y a confesar a Cristo, quiso valerse de los obispos para establecer la paz, pero una paz en que la religión cristiana languideciese en silencio y servidumbre. No se distinguían por el fervor aquellos obispos que, reunidos en concilio bajo la presidencia de Recafredo, metropolitano de Sevilla (852) y hechura de Abderrahmán, declararon que la Iglesia no reconocería como mártires a los que espontáneamente y en forma provocativa se presentasen al martirio. (...) El primero en protestar contra el cobarde oportunismo y transigencia de Recafredo y demás obispos fue San Eulogio, lo que le valió ser encerrado en una prisión” (ib., pp. 168-169).

 

En cuanto a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón la intolerancia de los tolerantes los conduce al banquillo de los acusados como los responsables de haber llevado a cabo la obra intransigente y antiecuménica de la Reconquista.

Durante muchas generaciones los Reyes Católicos fueron vistos como símbolo de nuestra integridad territorial, moral y religiosa que hizo posible el Siglo de Oro, época en que no se ponía el sol en los dominios del rey de España*. Todas estas realidades se van esfumando en la cabeza del español ecumenizado y un nuevo concepto sobre esta etapa decisiva de nuestra Historia se va insinuando gradualmente.

 

* Entre las muchas referencias que podríamos consignar sobre cómo han visto los Papas la obra de estos monarcas transcribimos ésta de Pío XII: “Aquellos Reyes Católicos que se propusieron, como motivo fundamental de sus empresas, la propagación de la Fe y la dilatación del reino de Cristo en la tierra” (PIO XII, Discurso al embajador de la República de Santo Domingo, apud TERRADAS SOLER, Una Epopeya Misionera, p. 154).

 

Oleo de F. Pradilla - Rendición de Granada

"La toma de Granada no fue una reconquista, sino una conquista por medio de las armas, que supuso el pasar de una de las culturas y civilizaciones más ricas e importantes de Occidente, donde se vivía con una exquisita tolerancia y respeto, a una de decadencia absoluta, donde la persecución, el odio y la mediocridad fueron sus rasgos más característicos" (Declaraciones del Partido Andalucista en el aniversario de la Toma de Granada).

¿No hubiera sido mejor que los Reyes Católicos no expulsaran a los moros de Granada? Se habría aprovechado así —soñará el ecumenista— una oportunidad histórica para llegar a un acuerdo que disminuyese el ímpetu mahometano cuyo poderío, colosal en el Norte de África, representaba una terrible amenaza para Europa. Algo semejante proponen hoy en día los dirigentes religiosos y políticos sensatos que, en nombre de la caída de las barreras ideológicas y de la paz, quieren que Europa ceda ante el poderío ruso.

Fernando e Isabel habrían actuado con el pragmatismo de un Roosevelt o de un Kennedy si hubiesen llegado a un acuerdo con Boabdil. Podrían incluso haber permitido que un cierto número de musulmanes volviesen a cruzar el estrecho para establecer un equilibrio de fuerzas. De este modo, el peligro islámico se hubiera disipado, pues los musulmanes, agradados con este hábil y generoso sacrificio de la integridad hispánica, ya no seguirían amenazando a la cristiandad. Los Reyes Católicos habrían dado así un ejemplo al mundo estableciendo la amistad donde antes había prevalecido el odio.

Devaneos ecuménicos como éstos van minando de tal modo la identificación de los españoles con su propia Historia, que las autoridades socialistas se dan el lujo de no comparecer a los actos conmemorativos del aniversario de la toma de Granada y el Partido Andalucista puede declarar con desparpajo que “la toma de Granada no fue una reconquista, sino una conquista por medio de las armas, que supuso el pasar de una de las culturas y civilizaciones más ricas e importantes de Occidente, donde se vivía con una exquisita tolerancia y respeto, a una de decadencia absoluta, donde la persecución, el odio y la mediocridad fueron sus rasgos más característicos” [5].

 

III — Se pretende que el pueblo español reniegue de su epopeya misionera y civilizadora en el Nuevo Mundo

 

Fernando III, Santo, Rey y Cruzado

"San Femando, uno de los mayores reyes españoles, rival de su primo San Luis de Francia en las virtudes cristianas, en el espíritu caballeresco y en celo por dilatar el reino de Dios; más afortunado que él en las guerras, contestó en cierta ocasión al hijo de doña Blanca, que le invitaba a la Cruzada palestinense: 'No faltan musulmanes en mis tierras'. Quería ante todo dar remate a la Cruzada española. Habiendo hecho bendecir su espada y colocar la imagen de Nuestra Señora en el arzón de su caballo, emprendió una serie de campañas militares a cual más gloriosa. Bajando hasta el Guadalquivir, ocupó la región de Andújar y puso sitio a Jaén, que hubo de interrumpir porque le llegó la noticia de la muerte de su padre (Alfonso IX de León. †1230); puso orden en el nuevo reino que le venía a las manos, y, volviendo a Andalucía, tomó a Baeza y Ubeda (1233), mientras las órdenes militares se iban adueñando de otras plazas importantes. En junio de 1236, fiesta de San Pedro Apóstol, entró triunfador en Córdoba, la capital del antiguo califato; plantó la cruz sobre los minaretes, convirtió en catedral la gran mezquita y restituyó a Santiago de Compostela las campanas que Almanzor había arrebatado de la basílica del Apóstol. En la expedición de 1240 conquistó las ciudades de Santaella, Zafra, Osuna, Marchena y otras. Hallándose enfermo mandó a su hijo, el infante don Alfonso, contra Murcia, de la que tomó posesión en 1243. (…)

"En 1246 se le rinde Jaén, y el rey de Granada se adelanta a tributarle vasallaje, pagándole 150.000 maravedís anuales y ofreciéndole tropas para las empresas militares. Al año siguiente, conquista Carmona, dirige su ejército contra el reino de Sevilla, ante cuyos muros se presenta amenazador, mientras, remontando la corriente del Guadalquivir, la flota castellana (...) derrota a la flota musulmana y rompe el puente de barcas que unía la ciudad con el barrio de Triana. Al cabo de un año de resistencia, Fernando III entra en la grande y próspera ciudad del Betis (noviembre de 1248) y hace de ella su residencia habitual.

“El resto de Andalucía viene sin dificultad a sus manos: Cádiz, Jerez, Sanlúcar, Santa María del Puerto, etc. Piensa entonces en dar el salto del estrecho y penetrar en África. El Papa aprueba la expedición africana con fines misionales y para socorrer a los cristianos cautivos que allí vivían con relativa tolerancia. La ocasión para intervenir en Marruecos se le presenta espontánea. Uno de los pretendientes al trono marroquí le había pedido auxilio, y el rey castellano se lo prometió. Desgraciadamente la muerte le alcanzó, a los cincuenta y tres años, antes de realizar la empresa africana. Murió en el Alcázar de Sevilla en 1252".

Al sentir aproximarse la muerte, el Santo Rey "fizo acercar a sí Don Alfonso su fijo, et alzó la mano contra él, et santiguólo et diol su bendición... Et dixol más: Sennor te dexo de toda la tierra de la mar acá, que los moros del Rey Rodrigo de Espanna ganado hobieron; et en tu sennorío queda toda; la una conquerida, la otra tributada. Si la en este estado en que te la dexo la sopieres guardar, eres tan buen rey como yo; et si ganares por ti más, mejor que yo; et si desto menguas, non eres tan bueno como yo" (GARCIA VILLOSLADA S.J., Historia de la Iglesia Católica, t. II, Madrid, 1953, pp. 488, 489, 490).

Hasta la obra evangelizadora y civilizadora de España en el Nuevo Mundo se pone en tela de juicio. Se usa para ello el manido recurso de la Leyenda Negra, pese a que ésta no resiste la más elemental crítica histórica*. Pero de tal manera algunos espíritus se dejan fascinar por el afán de autodemoler nuestra grandeza en aras del consenso ecuménico, que las realizaciones más admirables son ignoradas con la mayor desfachatez.

 

* Recomendamos sobre este asunto la excelente y documentada obra del P. Juan Terradas Soler CPCR, Una epopeya misionera — La conquista y colonización de América vistas desde Roma. Para deshacer las calumnias y tergiversaciones que se han hecho contra la obra civilizadora de España, el P. Terradas basa fundamentalmente su obra en el magisterio de los Papas y en abundante documentación.

 

Callan así el espectáculo grandioso de la evangelización del continente americano: en menos de un siglo era casi totalmente católico y se habían sentado las bases de una nueva cristiandad de ultramar. Una legión de misioneros, héroes y santos la ilustraron con sus hazañas, su doctrina y su ejemplo*. Mientras millares de iglesias y escuelas, numerosas universidades e incontables hospitales y asilos se levantaban con escasísimos recursos, la organización político-administrativa, jurídica y socioeconómica alcanzaba rápidamente un grado de progreso que asombra todavía hoy a los historiadores imparciales**.

 

* Españoles y criollos, los santos brillaron de un extremo a otro de la nueva cristiandad iberoamericana. Baste recordar entre los misioneros a San Francisco Solano, a San Pedro Claver, a San Luis Beltrán, al Beato José de Anchieta, bien como a los mártires Beatos Alonso Rodríguez, Juan del Castillo, Juan de Mayorga, Esteban de Zudaires, a los cuarenta jesuitas mártires de Brasil y a tantos otros.

Entre los obispos, brilla la figura de Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima e inquisidor.

Entre los contemplativos, la del Beato Gregorio López, el llamado solitario de Méjico.

Y entre los simples seglares, el campesino y padre de familia Beato Sebastián de Aparicio, también en Méjico.

Entre los nacidos en Hispanoamérica: Santa Rosa de Lima y Santa Mariana de Jesús Paredes, la azucena de Quito. San Martín de Porres, peruano hijo de español y de negra cristiana y San Felipe de Jesús, mejicano de raza mestiza. Además de mártires como el Beato Roque González de Paraguay, Bartolomé Gutiérrez y Bartolomé Laurel (cfr. TERRADAS SOLER, Una Epopeya Misionera, pp. 241-245).

 

España misionera y civilizadora

Pio IX: "La bandera española ha flotado en los mares de América, India y otras regiones, para manifestar que ella era el símbolo de la Fe de Jesucristo, a diferencia de la bandera tricolor, que representa y produce lo que todos sabemos. Por eso España fue grande en los pasados tiempos, porque fundaba su grandeza en propagar la religión cristiana, servirla y defenderla y hacer para conseguirlo toda clase de sacrificios" (Respuesta a la salutación del obispo de Ávila, 20-6-1871 apud TERRADAS SOLER, op. cit., p. 126). 

León XIII: "Del seno del inexplorado océano, gracias a él [Colón], surgió un Nuevo Mundo; millones de hombres, que se hallaban en el olvido y en las tinieblas, se han reintegrado a la sociedad, y han vuelto de la barbarie a la mansedumbre y a la humanidad; y, lo que es más, han sido llamados de la muerte a la vida sempiterna por la comunicación de los bienes que Jesucristo engendró” (LEÓN XIII, Quarto abeunte saeculo, 16-7-1892 apud ib. p. 128). 

Pío XII: “Vuestra profesión de marinos españoles Nos trae a la memoria aquellas providenciales carabelas de la España misionera, verdaderas auxiliares de la Nave de San Pedro, que juntamente con la civilización de Europa llevaron las primeras al Nuevo Mundo el tesoro incomparable de la fe en Jesucristo, y con la religión católica legaron a aquellos dilatadísimos continentes la sublime y verdadera civilización de las almas, de que es custodio y dispensador el sucesor de Pedro en esta sede apostólica de Roma" (Alocución a una misión naval española, 6-3-1940 apud ib., p. 237). 

San Pío X: "Agradezco, venerable hermano [al obispo chileno monseñor Ángel Jara que, en representación del Episcopado iberoamericano, traía las banderas de las respectivas naciones para ser entregadas a la Virgen del Pilar en Zaragoza], el noble y grandioso pensamiento por Vos concebido y plenamente acogido por los Obispos de la América española de manifestar la gratitud y el afecto que debéis a la nación de España por haberos dado su Fe, su lengua y cristiana civilización. (...)

“Con este acto de fidelidad, que hoy manifestáis a España, estáis probando que reconocéis la deuda de gratitud que le debéis, y que la ensalzáis, porque al revés de otros pueblos que, siendo favorecidos por Dios, no obstante han vuelto sus espaldas al Vicario de Cristo, mostrándose en extremo ingratos, la España, a pesar de todas las contrariedades, se ha mantenido siempre fiel a la religión católica, apostólica, romana, y estoy cierto que así seguirá manteniéndose en el futuro" (Alocución, 22-11-1908 apud ib., pp. 138-139).

Juan Pablo II: "En una tierra objeto de los desvelos evangelizadores de San Pablo, que está bajo el patrocinio de Santiago el Mayor, cuyo recuerdo perdura en el Pilar de Zaragoza y en Santiago de Compostela; que fue conquistada para la fe por el afán misionero de los siete varones apostólicos, que propició la conversión a la fe de los pueblos visigodos en Toledo, que fue la gran meta de peregrinaciones europeas a Santiago, que vivió la empresa de la reconquista, que descubrió y evangelizó América, que iluminó la ciencia desde Alcalá y Salamanca, y la Teología en Trento. Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma. (...) Gracias sobre todo a esa sin par actividad evangelizadora, la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español" (Discurso, 31-10-1982 in Juan Pablo II en España, pp. 17-18).

** “A mediados del siglo XVII había en la América española —según testifican Solórzano Pereyra y Gil González Dávila— seis arzobispados o provincias eclesiásticas y 32 obispados con más de 70.000 iglesias, 840 conventos de varones, 346 prebendas, 2 abadías, 5 capellanías reales, 3 inquisiciones e infinitos colegios, estudios y hospitales” (Bernardino LLORCA, S.I. y otros. Historia de la Iglesia Católica, t. IV, p. 172).

Por su parte. Pío XII, en alocución al V Congreso de la Confederación Interamericana de Educación Católica afirmó: “Es gloria imperecedera de Hispanoamérica que en el siglo XVIII florecieron en 19 de sus ciudades otros tantos o más centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia” (Radiomensaje, 12-1-1954 apud TERRADAS SOLER, op. cit., p. 250).

Esta obra gigantesca del genio católico español supo fundir razas diferentes y aprovechar orgánicamente sus mejores cualidades en una nueva civilización. Todo ello porque se dio la primacía al impulso aglutinador e inigualable de la Fe, al mismo tiempo que no se descuidó —pese a la Leyenda Negra— la protección del elemento más débil con sabias leyes de amparo al indio, iniciativa en la que se destacaron Isabel la Católica y Felipe II*.

 

* En la referida alocución al Congreso de Educación Católica, Pío XII tiene sobre ello una significativa afirmación: “Basta recordar el intento, en gran parte logrado, de aquellos grandes misioneros, secundados por el espíritu universal y católico de la legislación de sus monarcas, de fundir en un solo pueblo, mediante la catequesis, la escuela y los colegios de Letras Humanas, el elemento indígena con las clases cultas venidas de Europa o nacidas ya en tierra americana” (Radiomensaje, 12-1-1954).

Ramiro de Maeztu pudo referirse así a la legislación indiana en su Defensa de la Hispanidad: “Ninguna legislación colonial extranjera es comparable a nuestras leyes de Indias. Por ellas se prohibió la esclavitud, se proclamó la libertad de los indios, se les prohibió hacerse la guerra, se les brindó la amistad de los españoles, se les reglamentó el régimen de encomienda para castigar los abusos de los encomenderos, se estatuyó la instrucción y adoctrinamiento de los indios como principal fin e intento de los reyes de España, se prescribió que las conversiones se hiciesen voluntariamente y se transformó la conquista de América en difusión del espíritu cristiano” (apud ib., pp. 159-160).

El escritor norteamericano Ch. F. Lummis, sobre el mismo asunto señala: “El asombroso cuidado maternal de España por las almas y los cuerpos de los salvajes que por tanto tiempo disputaron su entrada en el Nuevo Mundo, empezó temprano y nunca disminuyó. Ninguna otra nación trazó y llevó a cabo un 'régimen de las Indias' tan noble como el que ha mantenido España en sus posesiones occidentales por espacio de cuatro siglos” (apud ib.).

 

Ahora bien, precisamente cuando se va a celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América, se pretende hacer tabla rasa de esta obra sin igual, de la cual dan testimonio un conjunto de pueblos que forman la mayor familia de naciones católicas del mundo y que constituyen la fuerza emergente de nuestros días, llamada a tener un papel decisivo en el siglo XXI. Ya en octubre de 1984, TVE dedicó un programa al Descubrimiento en el que, además de exaltar la colonización inglesa en Norteamérica con menoscabo de la obra española, un profesor de historia de Barcelona resumió su exposición difamatoria afirmando que “lo que hizo España allí fue matar hombres, borrar culturas, imponer por la fuerza idioma y religión” [6].

Hernán Cortés: Santa cólera en derribar los ídolos de Méjico

"Trabajó de decir verdad y de ser hombre de su palabra, lo cual aprovechó mucho a los indios; traía por bandera una cruz colorada en campo negro, en medio de unos fuegos azules y blancos, y la letra decía: ‘Amigos, sigamos la Cruz de Cristo, que, sin en nos hubiere fe, en esta señal venceremos'. Dondequiera que llegaba, luego levantaba la cruz. Cosa maravillosa del esfuerzo y ánimo y prudencia que Dios le dio en todas las cosas que en esta tierra emprendía y muy de notar es la osadía y fuerza que Dios le dio para destruir y derribar los ídolos principales de Méjico, que eran unas estatuas de más de quince pies de alto; y armado de mucho peso de armas, tomó una barra de hierro, y se levantaba tan alto hasta llegar a dar en los ojos y en la cabeza a los ídolos; y estando para derribarlos, enviole a decir el gran señor de Méjico, Moctezuma, que no se atreviera a tocar sus dioses, porque a él y a todos los cristianos mataría luego; entonces el Capitán se volvió a sus compañeros con mucho espíritu, y medio llorando les dijo: 'Hermanos, de cuanto hacemos por nuestras vidas e intereses; ahora muramos aquí por la honra de Dios y porque los demonios no sean adorados’. Y respondió a los mensajeros que deseaba poner la vida, y que no cesaría de lo comenzado. Y que aquello no eran dioses, sino piedras y figuras del demonio, y que viniesen luego, no siendo con el gobernador, sino ciento treinta cristianos, y los indios eran sin número; así tos atemorizó Dios y el ánimo que vieron en su Capitán, que no se osaron menear. Destruidos los ídolos, puso allí la imagen de Nuestra Señora" (Carta de Fray Toribio de Benavente al Emperador Carlos V apud TERRADAS SOLER, Una epopeya misionera, pp. 161-163).

Tal es la presión del consenso ecumenista para avergonzar a los españoles frente a su propia identidad histórica, que el Estado puede usar ese poderoso instrumento informativo que es la televisión, para denigrar a España en términos que antes sólo estaban en boca de los enemigos de nuestra patria, sin que el hecho despierte una ola de indignación.

También el dictador comunista de Cuba, Fidel Castro, tuvo la insolencia de insultar públicamente la gloriosa fecha del 12 de octubre de 1492, durante la clausura de una reunión sindical iberoamericana.

Para Fidel Castro, el 12 de octubre es “una fecha infausta y nefasta”, en que “se inició una de las páginas más bochornosas de la Historia Universal”. “Hicieron de todo los conquistadores —continuó— violaron y esclavizaron a nuestros pueblos”. Sólo sobraron algunos indígenas, según Castro, porque los españoles “no pudieron exterminarlos en su totalidad”, concluyendo que no podía “tragar la apologetización del 12 de octubre” [7]*.

* También el boletín americanista de la Universidad de Barcelona se apresuró a sumarse a la campaña de difamación de la epopeya del Descubrimiento: “Desde estas páginas hacemos un llamamiento a cuantos quieran colaborar en la denuncia de las falacias que se sigan inventando y las mascaradas que se están preparando en torno al V Centenario de lo que en realidad fue una auténtica invasión” (apud Ricardo de la Cierva, Sandinismo en la Universidad de Barcelona in “Ya”, 28-8-1984).

 

La bofetada dada por el dictador a la honra de España quedó sin respuesta adecuada por parte del Gobierno.

En el ambiente de apatía inducida que caracteriza la vida española de hoy, la Universidad Complutense de Madrid convocó, con el apoyo de la comisión del V Centenario, a un grupo de “líderes indígenas” de América*.

 

* Sobre la visión católica, justa y equilibrada de la cuestión indígena y de los intentos comuno-progresistas de explotarla ver Plinio CORRÊA DE OLIVEIRA, Tribalismo indígena, ideal comuno-missionário para o Brasil no século XXI. Ver también el editorial Pretexto indigenista, “ABC”, 13-10-1986.

 

Las páginas de la prensa se llenaron con declaraciones de los “líderes”, que van desde el pedido de que se derogue la Bula del Papa Alejandro VI, que reconoció la legitimidad del dominio español y portugués en América, hasta acusaciones a la tarea civilizadora española calificándola como “genocidio y etnocidio” [8]. Dicha Universidad se transformó así en caja de resonancia de las utopías comuno-tribalistas que ciertos grupos eclesiásticos de izquierda y la propaganda comunista difunden en las tres Américas, para utilizar a las minorías indígenas como factor de desestabilización política en dicho continente.

Lima - Plaza de Armas

Hasta la obra evangelizadora y civilizadora de España en el Nuevo Mundo es puesta en tela de juicio. Se usa para ello el manido recurso de la leyenda negra, pese a que ésta no resiste la más elemental crítica histórica. Asistimos a una verdadera orquestación antihispanista que pretende convencernos a los españoles de que “lo que hizo España allí fue matar hombres, borrar culturas, imponer por la fuerza idioma y religión", como declaró sin rodeos un "profesor de historia" de Barcelona, hablando ante las cámaras de la televisión estatal socialista.

Podemos temer, por consiguiente, que a medida que se acerque la celebración, el tribunal ecuménico vaya multiplicando sus acusaciones contra nuestra epopeya misionera y civilizadora*.

 

* Horacio Saenz Guerrero denuncia en “La Vanguardia” la existencia de una verdadera orquestación antihispanista promovida por españoles a propósito del V Centenario del Descubrimiento. Se trata de presentar la colonización del Nuevo Mundo como “conducta genocida de los españoles en América” (18-1-1987).

 

 


NOTAS

 

[1] Cfr. P. José María Javierre S.J., ¿Santiago Matamoros? In “Ya”, 24-7-86.

[2]  Cfr. CORTES, Un Señor como Dios manda, p. 9.

[3] “El Alcázar”, 30-7-1983.

[4] "El País", 2-6-1986.

[5] “El Alcázar”, 3-1-1985.

[6] "ABC", 12-10-1984

[7]  "ABC", 22-7-1985

[8] “ABC”, 13-10-1986; "Diario 16", 9-10-1986; "Panorama", 12-10-1986; "Ya", 12-10-1986.