El canto de sirena de la "neorrevolución" en curso

No hemos dicho todo sobre el estado actual de la doble operación psíquica y facial a la que el socialismo está sometiendo a España.

Cuando desde un navío se divisa la costa a través de las brumas, el panorama puede presentar contornos definidos —bahías, promontorios, penínsulas— u otros menos nítidos y difíciles de distinguir.

Del mismo modo, una situación puede presentar trazos claros, evidentes y otros confusos o ambiguos. Para analizar la realidad es necesario tomar en consideración también los datos nebulosos y cambiantes que presenta. Sólo así se podrá tener una visión objetiva de la misma, ya sea en sus aspectos ciertos, ya en los inciertos.

En este sentido, el panorama extremadamente complejo que hemos descrito no se agota en los libros de los neosocialistas, ni en la imagen de revolucionarios new look que proyectan Felipe González y sus congéneres, ni en las resoluciones congresuales del PSOE, ni en los desplantes de Alfonso Guerra, ni en las reformas institucionales* ni en las agitaciones del neoproletariado multiforme que el socialismo estimula o coordina. Cada una de estas realidades son aspectos más o menos importantes de la neorrevolución que sugiere la llegada de una nueva época en la historia de España y quizá del mundo. Esta impresión de algo nuevo, no escrita ni formulada por ningún socialista en todos sus términos, es el canto de sirena que, como una tentadora seducción, la neorrevolución susurra sin palabras en el interior de las almas. Seducción que puede enunciarse así:

"Oid, una página de la historia está pasando. La antigua civilización que imponía dogmas y conductas rígidas está muriendo. Los socialistas no hacemos sino presidir esta fiesta universal de la liberación y la fraternidad. Ya nadie tiene el depósito de la verdad, ni Gorbachov en el Kremlin, ni Juan Pablo lI en el Vaticano; ni el comunismo, ni el socialismo, ni el capitalismo, ni el catolicismo. Ninguna forma de superioridad, ninguna moral preestablecida, ninguna autoridad familiar, sindical, empresarial, política, cultural o religiosa puede imponer sus esquemas represivos al hombre que hoy comienza a entregarse al juego primaveral de la libertad, como un fauno que corre libremente por los bosques”.

Y la neorrevolución parece murmurarnos:

"Todos los oprimidos, todos los derrotados, todos los fuera de la ley y los excomulgados, tendrán la posibilidad de manifestarse y relacionarse como quieran. El hombre es dueño de su propio cuerpo; todas las formas de placer puede manifestarlas a la luz del día. Drogadictos, homosexuales, prostitutas y delincuentes en general deben ser acogidos en esta convivencia plural en que 'las exigencias artificiales del principio de contradicción' fueron superadas. Es verdad que las agrupaciones teatrales de vanguardia, comunas hippies o los conjuntos de rock-heavy dan rienda suelta al erotismo. Pero no debéis ver en ello una afirmación de militancia anticristiana. Ellos se entregan simplemente al juego de la liberación...

"Si no queréis hacer lo mismo, no lo hagáis, pero nos os ofendáis con quienes lo hacen. Nadie va a obligaros a abandonar vuestras costumbres tradicionales. Sólo debéis aprender que lo que antes eran antagonismos irreconciliables hoy ya no lo son, y que habéis de convivir con nuevos modos de ser, de pensar y de actuar. Si la nueva cultura liberadora echa mano de la irreverencia y la blasfemia, no hay que rasgarse las vestiduras, ni ser catastrofistas, ni temer una persecución religiosa. En este juego alegre en que se forja la nueva democracia hay incluso sacerdotes que la emplean como recurso crítico. Ensanchad los límites de vuestra tolerancia. Al fin y al cabo, entre las minorías oprimidas y derrotadas a lo largo de los siglos podríamos incluir a los mismos demonios, como los llamáis en vuestro caduco lenguaje teológico"...

Con aires sonrientes y discretamente triunfales, la neorrevolución agregará:

"Los propios guardianes de los sellos de la moral, de la ciencia y del orden establecido, en quien confiáis, parecen aceptar como un hecho consumado esta crisis de todos los valores de la sociedad actual. Ni los eclesiásticos, ni los políticos, ni los empresarios ideológicamente distantes del socialismo, se sienten en el deber de oponer barreras a la liberación cultural que avanza!”

Finalmente, indicando soñadora los confines del horizonte, la neorrevolución en su lenguaje sin palabras, parece susurrar más bajo:

"De esta liberación nacerán — todavía no se sabe cómo— nuevos hábitos de raciocinar, de definirse, de querer y de sentir a la vez subjetivos y colectivos, espontáneos y consensuales; nacerá un nuevo tipo humano capaz de vivir en una sociedad igualitaria y libertaria, la sociedad de los colectivos autónomos, de las pequeñas microunidades autogestionarias, que constituyen la esencia de la utopía tras la cual corren desde hace mucho tiempo y por vías diferentes, socialistas, comunistas y anarquistas"...