Plinio Corrêa de Oliveira
Autorretrato
filosófico
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A D V E R T E N C I A
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La sonrisa de los escépticos jamás ha conseguido detener la marcha victoriosa de los que tienen Fe [1]
Soy tomista convencido. El aspecto de la Filosofía por el que me intereso más es la Filosofía de la Historia. En función de ésta encuentro el punto de unión entre los dos géneros de actividad a los que me he dedicado a lo largo de mi vida: el estudio y la acción. Esta última la he ejercido en un campo muy definido: la difusión doctrinal, realizada tanto con carácter de diálogo, como también de polémica. Por más que la noción y la palabra parezcan anacrónicas, me siento plenamente a gusto al hacer la presente afirmación. El ensayo en que condenso lo esencial de mi pensamiento explica el sentido de mi actuación ideológica. Se trata del libro Revolución y Contra-Revolución. Las grandes transformaciones históricas provienen de la actitud del espíritu humano frente a la Religión y a la FilosofíaUno de los presupuestos de este ensayo es que, al contrario de lo que pretenden tantos filósofos y sociólogos, el curso de la Historia no es trazado exclusiva o preponderantemente por las imposiciones de la materia sobre el hombre. Influyen, sin duda, en la obra humana. Pero la dirección de la Historia le pertenece al hombre, dotado de un alma racional y libre. En otras palabras, es él quien, actuando unas veces más profundamente y otras menos sobre las circunstancias en las que se encuentra, y recibiendo asimismo, de manera variable, las influencias de éstas, comunica su curso a los acontecimientos. Ahora bien, la acción del hombre se desarrolla, normalmente, en función de sus concepciones sobre el universo, sobre sí mismo y sobre la vida. Esto importa en decir que las doctrinas religiosas y filosóficas dominan la Historia, y que el núcleo más dinámico de los factores de los que resultan las grandes transformaciones históricas está en las sucesivas actitudes del espíritu humano frente a la Religión y la Filosofía. Civilización cristiana:en entera consonancia con los principios básicos y perennes de la Ley Natural y de la Ley de DiosPaso a otro presupuesto de Revolución y Contra-Revolución. Una concepción católica de la Historia debe tener en cuenta el hecho de que la Ley Antigua y la Ley Nueva, contienen en sí no sólo los preceptos según los cuales el hombre debe modelar su alma para imitar a Cristo, preparándose de esa manera para la visión beatífica, sino también las normas fundamentales del procedimiento humano conformes al orden natural de las cosas. Así, al mismo tiempo que el hombre se eleva en la vida de la gracia, va elaborando, por la práctica de la virtud, una cultura, un orden político, económico y social, en entera consonancia con los principios básicos y perennes de la Ley Natural y de la Ley de Dios. Es lo que se llama civilización cristiana. Es obvio que la buena disposición de las cosas terrenas no se ciñe exclusivamente a estos principios básicos y perennes, que tienen mucho de contingente, transitorio y libre. La civilización cristiana abarca una incalculable variedad de aspectos y matices. Esto es tan verdadero que, bajo cierto punto de vista, se puede incluso hablar de civilizaciones cristianas, y no sólo de civilización cristiana. No obstante, dada la identidad de los principios fundamentales inherentes a todas las civilizaciones cristianas, la gran realidad que cubre a todas ellas es una poderosa unidad, la cual merece el nombre de Civilización Cristiana por antonomasia. La unidad en la variedad y la variedad en la unidad son elementos de perfección. La civilización cristiana continúa siendo una en toda la variedad de sus realizaciones, de manera que se puede decir, en el sentido más profundo de la palabra, que hay una sola civilización cristiana. Pero es tan prodigiosamente variada en su unidad que, haciendo uso de una legítima libertad de expresión, se puede afirmar, desde cierto punto de vista, la existencia de diversas civilizaciones cristianas. Hecha esta aclaración — que, por otra parte, vale de modo análogo para el concepto de cultura católica-quiero dejar claro que voy a emplear las expresiones civilización cristiana y cultura cristiana en su sentido maior, que es el de la unidad. Me dispenso de fundamentar las susodichas afirmaciones en textos de Santo Tomás o del Magisterio de la Iglesia, pues son tan numerosos y tan conocidos por los que estudian seriamente estos asuntos, que el trabajo resultaría al mismo tiempo fastidioso y superfluo. Esta observación se aplica asimismo en otras consideraciones que aparecerán en esta primera parte de la presente exposición. En función de los referidos presupuestos, es fácil definir el papel de la Iglesia y de la civilización cristiana en la Historia. Las naciones sólo pueden alcanzar la perfecta civilización mediante la correspondencia a la gracia y a la FeEs verdad que, aunque el hombre pueda conocer con firme certeza y sin error aquello que en las cosas divinas no es de por sí inaccesible a la razón humana [2], debido al pecado original le es imposible practicar durablemente la Ley de Dios. Sólo lo conseguirá por medio de la gracia. Aún así, para resguardar al hombre contra su propia maldad y su propia flaqueza, Jesucristo dotó a la Iglesia de un Magisterio infalible que le enseñase, sin error, no solamente las verdades religiosas, sino también las verdades morales necesarias para la salvación. La adhesión del hombre al Magisterio de la Iglesia es fruto de la Fe. Sin ella, el hombre no puede practicar duradera e íntegramente los Mandamientos. De ahí se sigue que las naciones sólo pueden alcanzarla perfecta civilización, que es la civilización cristiana, mediante la correspondencia a la gracia y ala Fe; lo que incluye un firme reconocimiento de la Iglesia Católica como la única verdadera y del Magisterio eclesiástico como infalible. Así, el punto clave más profundo y central de la Historia consiste en que los hombres conozcan, profesen y practiquen la Fe católica. Al decir esto, no niego, evidentemente, que hayan existido civilizaciones no cristianas de alta cualificación. Sin embargo, todas ellas fueron desfiguradas por estos o aquellos trazos que desentonaron de manera chocante con la propia elevación que presentaban en otros aspectos. Basta recordar la amplia difusión de la esclavitud y la condición servil impuesta a la mujer antes de Jesucristo. No hubo ninguna civilización que presentase la perfección excelsa propia de la civilización cristiana. Del mismo modo, no contesto el hecho de que, en países de población predominantemente cismática o herética, la civilización pueda contener importantes trazos de tradición cristiana. Sin embargo, la plenitud de la civilización cristiana sólo puede florecer con la Iglesia Católica, y sólo puede conservarse cabalmente en pueblos católicos. “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados...Pero preguntará alguien, ¿cuándo existió históricamente esa civilización cristiana perfecta? ¿Es realizable la perfección en esta vida? La respuesta a estas preguntas chocará e irritará a muchos lectores. No obstante, debo afirmar que hubo un tiempo en el cual una gran parte de la Humanidad conoció ese ideal de perfección y tendió hacia él con fervor y sinceridad. Debido a esa tendencia en las almas, los trazos básicos de la civilización se volvieron tan cristianos cuanto lo permitían las circunstancias de un mundo que se iba irguiendo de la barbarie. Me refiero a la Edad Media, de la que, a pesar de este o aquel fallo, León XIII escribió con elocuencia: “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el Imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer” [3].
Esta manera de ver la amplitud de la influencia de la Iglesia en la Edad Media la encontramos también en el siguiente texto de Pablo VI, referente al papel del Papado en la Italia medieval: “No olvidamos los siglos durante los cuales el Papado vivió su Historia [de Italia], defendió sus fronteras, guardó su patrimonio cultural y espiritual, educó a sus generaciones en la civilización, en las buenas costumbres, en la virtud moral y social, y asoció su conciencia romana y sus mejores hijos a la propia misión universal [del Papado]” [4] De este modo, la civilización cristiana no es una utopía. Es algo realizable, que en determinada época floreció. Algo, en fin, que duró en cierta manera aun después de la Edad Media, hasta tal punto que el Papa San Pío X pudo escribir: “No, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad.” [5] Por lo tanto, la civilización cristiana posee grandes vestigios, todavía vivos en nuestros días. Las crisis no nacen de la mente de algún pensador sino de las pasiones desordenadas, atizadas por el Poder de la TinieblasHay quien imagina que todas las crisis de la cultura y de la civilización nacen necesariamente de algún pensador, de cuya poderosa mente partiría siempre la centella esclarecedora — o destructora — que se comunicaría, en primer lugar, a los ambientes de alta cultura, ganando después a todo el cuerpo social. Está claro que, a veces, las crisis nacieron de este modo. Pero la Historia no confirma que así hayan nacido todas ellas. Y, en particular, no fue así como nació la crisis que hizo declinar la Edad Media y que suscitó el Humanismo, el Renacimiento y la Pseudo-Reforma protestante. Por el propio hecho de pedirle al hombre una austeridad de costumbres penosa para la naturaleza humana decaída, la influencia de la Iglesia sobre cada alma, cada pueblo, cada cultura y cada civilización está continuamente amenazada. Las pasiones desordenadas, atizadas por la acción preternatural del Poder de las Tinieblas, solicitan continuamente a los hombres y a los pueblos hacia el mal. La debilidad de la inteligencia humana puede ser explotada por estas tendencias. Fácilmente, el hombre engendra sofismas para justificar las malas acciones que desea practicar, o que ya practica, así como las malas costumbres que contrajo o que está contrayendo. Lo dijo Paul Bourget: “Cumple vivir como se piensa so pena de, antes o después, acabar pensando como se vive” [6]. Orgullo y sensualidad: su importancia culminante en el proceso de rebelión contra la IglesiaDos son las pasiones que pueden suscitar especialmente la rebelión del hombre contra la Moral y la Fe cristianas: el orgullo y la sensualidad. El orgullo le lleva a rechazar cualquier superioridad existente en otro, y genera en él un apetito por la preeminencia y por el mando que fácilmente llega al paroxismo. Pues el paroxismo es el punto final hacia el que tienden todos los desórdenes. En su estado paroxístico, el orgullo adopta todos los coloridos metafísicos: no se contenta ya con sacudirse en concreto esta o aquella superioridad, esta o aquella estructura jerárquica, sino que desea la abolición de toda y cualquier superioridad en cualquier campo que exista. La igualdad omnímoda y completa se le presenta como la única situación soportable y, por eso mismo, como la suprema regla de justicia. De esta manera, el orgullo termina por engendrar una moral propia. Y, en la médula de esta moral orgullosa, radica un principio metafísico: el orden del ser postula la igualdad y todo lo que es desigual es ontológicamente malo. La igualdad absoluta es, para el que llamaríamos de orgulloso integral, el supremo valor al que ha de conformarse todo. La lujuria es otra pasión desordenada de importancia capital en el proceso de rebelión contra la Iglesia. En sí, ella induce al libertinaje, convidando al hombre a hollar toda ley y a rechazar como insoportable todo freno. Sus efectos se suman a los del orgullo, suscitando en la mente humana toda especie de sofismas capaces de minar en su interior el propio principio de autoridad. Por eso, la tendencia que despiertan el orgullo y la sensualidad se dirige hacia la abolición de toda desigualdad, de toda autoridad y de toda jerarquía. Dos procesos opuestos: la Fe convida al amor hacia la jerarquía; la corrupción, al igualitarismo anárquicoClaro está que estas pasiones desordenadas, aun cuando el hombre capitule ante ellas, pueden encontrar en un alma, o en el espíritu de un pueblo, contrapesos representados por convicciones, tradiciones, etc. En ese caso, el alma, o la mentalidad del pueblo, queda dividida en dos polos opuestos: por un lado la Fe, que invita a la austeridad, a la humildad, al amor de todas las jerarquías legítimas; y, por otro lado, la corrupción, que convida al igualitarismo completo, anárquico en el sentido etimológico de la palabra. Como se verá dentro de poco, la corrupción acaba por inducir a la duda religiosa y a la negación completa de la Fe. La mayor parte de las veces, la opción entre estos polos no se hace de repente, sino poco a poco. Mediante sucesivos actos de amor a la verdad y al bien, una persona o una nación pueden ir progresando gradualmente en la virtud hasta convertirse por completo. Fue lo que sucedió con el Imperio Romano bajo la influencia de las comunidades cristianas, de las preces de los fieles en las catacumbas y en los yermos, del heroísmo que revelaban en la arena y de los ejemplos de virtud que daban en la vida cotidiana. Es un proceso de ascensión. Pero el proceso puede ser también de decadencia. Debido al embate de las pasiones desordenadas, las buenas convicciones van siendo minadas, las buenas tradiciones pierden su savia, las buenas costumbres son sustituidas por costumbres picantes, que degeneran en lo francamente censurable llegando, por fin, a lo escandaloso. Principales elementos doctrinales de Revolución y Contra-RevoluciónDicho esto, quedan resumidos los principales elementos doctrinales en los que basé Revolución y Contra-Revolución:
Algunas definiciones fundamentales: Orden, Revolución, Contra-RevoluciónEn base a todo esto es fácil definir los conceptos de:
Revolución A, tendencial y sofística; Revolución B, en las leyes, estructuras, instituciones y costumbresComo se puede ver, tanto el Orden como la Revolución y la Contra-Revolución pueden existir: a) en las tendencias; b) en las ideas; c) en las leyes, en las estructuras, en las instituciones y en las costumbres. De esta manera, llamo tendencial a la Revolución en cuanto existente en las tendencias. Y sofistica en cuanto se desenvuelve en el terreno de las doctrinas, al soplo de las tendencias. Estas dos modalidades de Revolución constituyen un fenómeno eminentemente espiritual, esto es, tienen como campo de acción el alma humana y la mentalidad de las sociedades. Forman, por lo tanto, un todo al que denomino Revolución A. Cuando la Revolución pasa del interior de las almas a los actos, produciendo convulsiones históricas, desordenando las leyes, estructuras, instituciones, etc., constituye lo que llamo Revolución B. Claro está que estas nociones, presentadas así con la mayor brevedad, necesitan una serie de salvedades y excepciones, las cuales expongo en Revolución y Contra-Revolución, y que no cabría aquí declarar. Me limito a esclarecer que, delineando en esos trazos lo que hay en la Historia de más esencial, no pretendo que la misma se reduzca a esto. La más elemental observación indica que innumerables factores, entre los que se encuentran los étnicos, geográficos y económicos, condicionan fuertemente el curso de la Historia. Quien sea igualitario tendrá forzosamente objeciones contra la FeMe resta decir una palabra acerca del nexo existente entre el igualitarismo absoluto y metafísico y la Fe. Quien sea radicalmente igualitario tendrá, forzosamente, un sinfín de objeciones contra la doctrina católica. Los conceptos de un Dios personal, perfecto y eterno, que se cierne infinitamente por encima de sus criaturas imperfectas y contingentes; el del orden sobrenatural, que trasciende al natural; el de la Ley promulgada por Dios, la cual cumple obedecer; el de la Revelación, que comunica a la mente humana verdades superiores a su capacidad natural de conocimiento; el del Magisterio infalible de la Iglesia; el de las notas monárquica y aristocrática de la estructura de ésta; todo, en fin, e incluso la noción de un Juicio en el que los buenos serán premiados y los malos castigados, irrita al igualitario y lo convida a la negación. A contrario sensu, el católico aprende en santo Tomás (Summa Theologica, I, q. 47, a. 2) que la desigualdad es una condición necesaria para la perfección del orden creado. Y, en consecuencia, las desigualdades de poder, ciencia, categoría social y de fortuna, son intrínsecamente legítimas e indispensables al buen orden, siempre que no se acentúen hasta el punto de negarle a cada hombre la dignidad, la suficiencia y la estabilidad de vida a la cual tenga derecho por su condición de hombre, por su trabajo, etc. Primera Revolución: Humanismo, Renacimiento, Protestantismo
De esta manera, se descubre el sentido profundo de la Revolución A sofística y de la Revolución B que ocurrieron en Europa, en el siglo XV, a consecuencia de la anterior Revolución A tendencial descrita arriba. El declinio de la Edad Media estuvo marcado por una explosión de orgullo y sensualidad. Dicha explosión generó tendencias igualitarias y liberales que no hicieron sino progresar a lo largo de los siglos siguientes. En el Humanismo y en el Renacimiento se revela la hostilidad a lo sobrenatural, al Magisterio de la Iglesia, así como a la austeridad de las costumbres. En el Protestantismo se encuentran el libre examen, el minimalismo ante lo sobrenatural, la propiciación del divorcio, la abolición del estado religioso, de las austeridades y sujeciones expresadas en los votos de pobreza, castidad y obediencia, y la eliminación virtual de la jerarquía eclesiástica. Efectivamente, en casi todas las sectas protestantes existe el estado eclesiástico. Pero la diferencia nítida y profunda entre lo eclesiástico y lo seglar, existente en la Iglesia Católica, quedó en ellas debilitada en virtud del modo por el cual entienden el sacerdocio. Además, la estructura jerárquica del estado eclesiástico, tal como está instituida en la Iglesia, fue también profundamente mutilada en las sectas protestantes por la negación del elemento monárquico, que es el Papado. Si entre los anglicanos la tendencia igualitaria no llegó a suprimir la dignidad episcopal, entre los presbiterianos ya no hay dignatarios con título de obispos, sino simplemente presbíteros. En otras sectas el soplo del igualitarismo llegó hasta el punto de abolir, incluso, la condición de sacerdote. Al realzar la importancia del factor liberal e igualitario del Humanismo, del Renacimiento y del Protestantismo, no pretendo negar, claro está, que hayan concurrido otras causas en la génesis y expansión de estos movimientos. Digo tan solo que, en el origen, en la psicología, en las doctrinas, en lo que hoy se llamaría éxito propagandístico, y en las realizaciones de estas corrientes, la Revolución A tendencial, de sentido radicalmente anárquico e igualitario, representó el papel de fuerza maestra.
Tampoco pretendo afirmar que esta fuerza maestra haya actuado solamente en las naciones que se separaron de la Iglesia. El Renacimiento y el Humanismo soplaron con toda su intensidad incluso en los países que se mantuvieron nominalmente católicos. Y, aunque la Revolución A tendencial no llegara a provocar una ruptura explícita con la Iglesia, despertó, sin embargo, formas incubadas de protestantismo, de las cuales la principal fue el jansenismo. Éste, produjo un progresivo enfriamiento religioso que culminó en el escepticismo. Un estudio atento del absolutismo regio, que en ningún país protestante asumió formas más radicales que en la Francia católica, muestra cómo la política de los monarcas absolutos, en todo aquello que no afectaba a su propia autoridad, estaba marcada por cierto espíritu igualitario. La reducción de los privilegios del clero y de la nobleza, hecha progresivamente por los reyes absolutos, caminaba hacia la equiparación política de todos los ciudadanos, sometidos al poder del monarca. El apoyo continuo de los reyes a la parte más activa y desarrollada de la plebe, esto es, la burguesía, contribuyó aún más a la igualdad política. Segunda Revolución: Enciclopedismo, Absolutismo, Revolución FrancesaLa corrupción de las costumbres, que iba creciendo desde finales de la Edad Media, alcanzó en el siglo XVIII tal grado que alarmaba hasta a algunos de sus corifeos. La sociedad francesa, inflamada por los factores que en los países nórdicos produjeron el protestantismo, se preparaba, a través del Enciclopedismo y del Absolutismo, para una profunda convulsión, que no sería otra cosa sino la proyección, en la esfera política, social y económica, y con nuevos desdoblamientos en el campo religioso y filosófico, de aquello que había sido la esencia del protestantismo. Así, cuando este último, a fines del siglo XVIII, cansado y viejo, se mostraba falto de fuerza de expansión, minado interiormente por los progresos crecientes de la duda y del escepticismo, conservando algunos restos de vida gracias principalmente al apoyo del Estado, las tendencias liberales e igualitarias alcanzaban en Francia todo un ápice. El Humanismo y el Renacimiento habían muerto hacía mucho tiempo. En el Protestantismo todo estaba desgastado, como se ha dicho. Pero aquello que estos tres movimientos tenían de más dinámico y fundamental — el espíritu que los suscitó-sobrevivió a ellos y estaba más fuerte que nunca. Dicho espíritu debía lanzar a Francia, y después a toda Europa, en un cataclismo liberal e igualitario.
La Revolución Francesa estaba de tal manera marcada por el espíritu protestante que la Iglesia Constitucional, creada por ella, no era sino un instrumento, mal disimulado, para implantar en Francia un verdadero protestantismo. El sentido igualitario, antimonárquico y antiaristocrático de la Revolución Francesa es la proyección, en la esfera civil, de la tendencia igualitaria que llevó al Protestantismo a rechazar los elementos aristocrático y monárquico de la jerarquía eclesiástica. El fermento comunista, que trabajaba a la extrema izquierda de la Revolución y que terminó por explicitarse en movimientos como el de Babeuf, no era sino el símil laico de los movimientos comunistas, como el de los Hermanos Moravos, que brotaron de aquello que se podía llamar la extrema izquierda protestante. La completa laicización del Estado, el camuflaje greco-romano, la continua evocación de las repúblicas del paganismo clásico, demostraban los efectos del Humanismo, del Renacimiento y del Enciclopedismo en la Revolución Francesa. Cabe insistir. El Protestantismo, el Humanismo, el Renacimiento, no fueron más que aspectos que el espíritu anárquico e igualitario adoptó en su larga trayectoria histórica. Estos aspectos se extinguieron, en parte porque el espíritu que los había suscitado, destructor por excelencia, los aniquiló en su propio foco. La Revolución Francesa no fue sino un aspecto nuevo, todavía más enérgico, de este mismo espíritu. La Revolución Francesa se propagó por toda Europa en Ias mochilas de las tropas de NapoleónA través de vicisitudes históricas bien conocidas, la Revolución Francesa, aparentemente concluida con la instauración del Imperio, se propagó en las mochilas de las tropas de Napoleón por toda Europa. Las guerras y revoluciones que marcaron el periodo de 1814 a 1918, esto es, desde la caída de Napoleón hasta la caída de los Habsburgo, de los Romanov y de los Hohenzollern, forman un conjunto de convulsiones a lo largo de las cuales Europa entera se metamorfoseó según el espíritu de la Revolución Francesa. Los resultados de la II Guerra Mundial no hicieron sino acentuar aún más esta metamorfosis. Actualmente, de las antiguas monarquías europeas sólo resta una media docena, y todas tan tímidas en afirmarse y tan dóciles en dejarse modelar cada vez más por el espíritu republicano, que se tiene la impresión de que constantemente están disculpándose por vivir todavía... Al realizar estas observaciones, de ninguna manera quiero negar que existieran en las estructuras destruidas abusos reales, los cuales pedían un correctivo. Ni quiero decir que la adopción de una forma de gobierno electiva y popular sólo pueda ser resultado del espíritu igualitario y liberal que vengo analizando. Esto ni sería verdad a nivel doctrinal ni se justificaría ala vista de la Historia. La Edad Media conoció diversas estructuras políticas aristocráticas, si bien que no monárquicas, como la República de Venecia, y varias estructuras sin carácter monárquico ni aristocrático, tales como ciertos cantones helvéticos y ciudades libres alemanas. Todas estas formas de gobierno convivían pacíficamente entre sí, pues se comprendía la legítima diversidad de formas de gobierno según los tiempos, los lugares y las demás circunstancias. La Revolución que estalló a finales de la Edad Media estaba animada por un espíritu completamente diferente del que llevó ala formación de los Estados aristocráticos o burgueses de la Europa medieval. Este espíritu redundaba en la afirmación de la libertad absoluta y anárquica y de la igualdad completa como únicas reglas de orden y de justicia, válidas para todos los tiempos y lugares. Por su parte, dicho espíritu minó la sociedad burguesa, políticamente igualitaria, a que dio origen. Y pasó, por fin, a manifestar la más audaz de sus afirmaciones en la tercera gran Revolución de Occidente, que es el comunismo. Los principios de 1789: tendencia hacia la libertad e igualdad completasLa tesis igualitaria se expresó en la Declaración de los Derechos del Hombre -carta magna de la Revolución Francesa y de la era histórica que ésta instauró — en toda su desnudez: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos”. Está claro que este principio es susceptible de una interpretación correcta. Fundamentalmente, es decir, considerados en su naturaleza, todos los hombres son realmente iguales. Sólo son desiguales en los accidentes. Por otro lado, al estar dotados de un alma espiritual, y por lo tanto, de inteligencia y de voluntad, son fundamentalmente libres. Los límites de esta verdad radican solamente en la ley natural y divina y en el poder de las diversas autoridades espirituales y temporales a las cuales deben sujetarse los hombres.
Que en todos los tiempos hayan existido autoridades que violaron la fundamental igualdad y la fundamental libertad del hombre, nadie lo puede negar. Que a lo largo de la Historia fueron notorios, en contrapartida, sucesivos movimientos de defensa frente a los excesos de la autoridad, procurando contenerla en sus justos límites, es evidente. Y que tales movimientos, en cuanto estén circunscritos a ese objetivo, sólo merecen el aplauso, es asimismo incuestionable. La igualdad y la libertad — rectamente entendidas- podían ser recordadas útilmente en el siglo XVIII como en cualquier otra época. Es muy cierto que en 1789, entre los revolucionarios de las primeras horas, había personas que no deseaban más que una justa contención del Poder Público, y entendían la igualdad y la libertad promulgadas por la Declaración de los Derechos del Hombre en su sentido más favorable. Pero el texto de la famosa Declaración era demasiado genérico: afirmaba la igualdad y la libertad sin ponerles ninguna restricción. Esto propiciaba una interpretación vasta y desfavorable: una igualdad y una libertad absolutas y omnímodas. Obviamente, esta interpretación es la que correspondía al espíritu de la revolución naciente. A lo largo de su curso fue desembarazándose de todos aquellos partidarios suyos que no comulgaban con ese espíritu. La cacería de nobles y de clérigos fue seguida por la caza de los burgueses. Sólo debía sobrevivir el trabajador manual. Tras la caída del Terror, la burguesía, deseosa de eliminar en toda Europa a las antiguas clases privilegiadas, continuó afirmando los inmortales principios de 1789. Lo hacía de modo ambiguo e imprudente, no dudando en suscitar en las masas populares la tendencia hacia la igualdad y la libertad completas, a fin de obtener el apoyo de ellas en la lucha contra la realeza, la aristocracia y el clero. Esta imprudencia facilitó en amplia medida la eclosión del propio movimiento que habría de poner en jaque el poder de la burguesía. Si todos los hombres son libres e iguales, ¿con qué derecho existen los ricos? ¿Con qué derecho heredan los hijos, sin trabajar, los bienes de sus padres? El comunismo utópico proclamó que, sin la igualdad social y económica, la igualdad política burguesa sería una burlaAntes de que la industrialización formase las grandes concentraciones de proletarios subnutridos, ya el comunismo utópico denunciaba como siendo una burla la mera igualdad política instituida por la burguesía, y exigía la igualdad social y económica absolutas. El anarquismo, que soñaba con una sociedad sin autoridad, se propagaba. Estos principios radicales, que tuvieron un número de militantes restringido en la fase del comunismo utópico, alcanzaron más tarde, no obstante, una prodigiosa difusión en Occidente. Poco a poco minaron la mentalidad de numerosos monarcas, así como también de potentados y notabilidades civiles y eclesiásticas. Instilaron así, en amplias franjas de beneficiarios del orden entonces vigente, cierta simpatía por la generosidad de los ideales libertarios e igualitarios, así como una mala conciencia en lo tocante a la legitimidad de los poderes de los que se encontraban investidos. La gran realización de Carlos Marx no fue, a mi ver, la elaboración del llamado comunismo científico, doctrina confusa e indigesta que pocos conocen. El marxismo es tan ignorado por las bases comunistas y por la opinión pública de nuestros días como las elucubraciones de Plotino o Averroes. Marx consiguió, eso sí, desencadenar la ofensiva comunista mundial, coligando a los adeptos de una tendencia radicalmente igualitaria y anárquica, inspirada toda ella en el comunismo utópico. En otras palabras, si los líderes marxistas están imbuidos de Marx en mayor o menor medida, los soldados rasos por ellos comandados son, en general, incapaces de conocer la doctrina. Lo que les lleva a aglutinarse en torno de sus jefes son vagas ideas de igualdad y de justicia inspiradas en el socialismo utópico. Y si los cuadros marxistas encuentran fuera de sí mismos, en ciertos sectores de la opinión pública, una aureola de simpatía, lo deben, en el fondo, a la irradiación casi universal de los principios igualitarios de la Revolución Francesa y del sentimentalismo romántico inherente al socialismo utópico. Un sustrato igualitario y anárquico continúa influyendo a fondo en la opinión públicaEntre todas estas consideraciones resalta con claridad el principal factor causante del caos en el que se va hundiendo Occidente, y hacia el que va arrastrando al resto del mundo. Ese factor consiste en la aceptación muy generalizada de las tendencias y doctrinas de sustrato igualitario y anárquico que, aunque enteramente démodées en los círculos propiamente intelectuales, continúan sin embargo influyendo profundamente en la opinión pública. Y así, sirven de cebo a los comunistas para arrastrar tras de sí, en determinadas coyunturas políticas pasadas y presentes, a las turbas con las que pretenden arrasar los últimos vestigios de sacralidad y jerarquía de la civilización cristiana aún existentes. Esto no quiere decir que el pensamiento de Proudhon y de sus congéneres constituya la gran palanca ideológica de los acontecimientos contemporáneos. Los utópicos están muertos, y casi nadie se acuerda de ellos en nuestros días. Ellos no fueron más que una etapa en la gran trayectoria iniciada con los movimientos ideológicos y culturales del siglo XVI. Contribuyeron a universalizar las aspiraciones de nivelación económico-social que la Revolución Francesa contenía tan solo en germen. Dichas aspiraciones de total igualdad económica y social, de las que los utópicos fueron tan solo los portavoces, alcanzaron un eco difuso en todo el mundo. Ese eco prosigue a lo largo de la Historia mucho después de haber caído en el olvido tanto ellos como sus obras. Si queremos, pues, detener los pasos de la nueva catástrofe que nos acecha, cumple principalmente deshacer el trágico error doctrinal que identifica la igualdad absoluta con la justicia absoluta, y la libertad verdadera — de la que la Verdad y el Bien absolutos son merecedores — con el libre curso, e incluso con el apoyo de todos los errores y de todos los desórdenes. Todo esto nos lleva a pensar en la Contra-Revolución. La Contra-Revolución debe señalar los errores metafísicos fundamentales de la RevoluciónA lo largo de los últimos siglos, muchos movimientos se han erguido contra el proceso revolucionario. Sin embargo, el éxito concreto alcanzado por ellos fue transitorio y, a veces, nulo. No es que a esos movimientos les faltase el apoyo de talentos brillantes, de personas colocadas en puestos elevados ni de amplios sectores populares. Pero dichos movimientos se limitaron la mayor parte de las veces a combatir a la Revolución en una o en otra de sus expresiones religiosas, políticas, sociales o económicas. Si bien que, de vez en cuando, indicaran los errores revolucionarios más profundos yde porte metafísico, no insistían suficientemente en este punto. De ahí el hecho de que la Revolución continuase incólume su curso. Otros juzgaban más hábil usar su lenguaje y sus técnicas para detenerla, y embestir contra algunos de los innegables abusos que la propia Revolución denunciaba. De esta manera intentaban quitarle los pretextos. Ahora bien, combatir abusos es siempre meritorio. Pero ¡cuánta ingenuidad había en imaginar que la fuerza de la Revolución radicaba sobre todo en la indignación causada por ciertos abusos contra los cuales vociferaba! La Historia probó lo errónea que era esta táctica. Algunos abusos, que existían algunas décadas atrás, fueron de tal manera corregidos en Europa, que Pío XII pudo decir al “Katholikentag” de Viena: “A la vista de la Iglesia se presenta hoy día la primera época de las luchas sociales contemporáneas. En su esencia dominaba la cuestión obrera: la miseria del proletariado y el deber de elevar a esta clase de hombres, entregada sin defensa a las incertidumbres de la coyuntura económica, a la dignidad de las otras clases de la ciudad dotadas de derechos concretos. Este problema se puede considerar resuelto hoy día, al menos en sus partes esenciales, y el mundo católico ha contribuido de modo leal y eficaz para esta solución” [7]. Sin embargo, la Revolución continúa rugiendo más amenazadora que nunca. Así, sin negar el carácter meritorio de tantos movimientos de sentido contrarrevolucionario en el pasado o en el presente, sin negar tampoco lo que hay de benemérito en la lucha contra las injusticias que presente el actual orden de cosas, me parece que la gran necesidad de nuestros días consiste en señalar los errores metafísicos fundamentales de la Revolución y la cohesión íntima existente entre esas tres grandes olas que se arrojaron sucesivamente contra la Cristiandad occidental: en una primera etapa el Humanismo, el Renacimiento y la Pseudo-Reforma protestante (primera Revolución); más tarde, la Revolución Francesa (segunda Revolución); y, por fin, el Comunismo (tercera Revolución). En el terreno de la acciónEste empeño fue el que dio sentido a mi vida como parlamentario, profesor, escritor y periodista. Refiero aquí sólo de paso mi actuación como diputado por la Liga Electoral Católica en la Asamblea Federal Constituyente de 1934. Pues no interesa directamente a la Enciclopedia para la cual se me ha pedido escriba. En mi larga actuación en el magisterio -ya como profesor de Historia de la Civilización en el Colegio Universitario, sección anexa a la Facultad de Derecho de la Universidad de Sao Paulo; bien como profesor de la misma disciplina en el Colegio Roosevelt de São Paulo; o ya como Catedrático de Historia Moderna y Contemporánea en la Facultad de Filosofía de São Bento y en la Facultad de Filosofía Sedes Sapientiae, ambas de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo —, las consideraciones que acabo de hacer nunca estuvieron ausentes de mi espíritu.
Actuando como director del conocido semanario católico “Legionário”, órgano oficioso de la Archidiócesis de Sao Paulo; como Presidente de La Junta Archidiocesana de Acción Católica; y también como secretario de la federación de las Congregaciones Marianas de Sao Paulo, marqué mi apostolado con la preocupación de luchar siempre contra la Revolución. Revolución que yo no sólo veía encarnada en movimientos de izquierda, sino también en tendencias incubadas con frecuencia en movimientos de centro e, incluso, en otros que llevaban el rótulo de extrema derecha. Contra estos últimos, especialmente, dirigí enérgicas campañas, respondidas, por cierto, con violencia. Las páginas del “Legionário” atestiguan la polémica permanente que mantuve contra las diversas formas de fascismo y nazismo[8], en el momento en que estos movimientos parecían alcanzar su zenit. La Contra-Revolución es lo que da sentido a mi actividad como escritor. En Defensa de La Acción Católica: voz de alarma contra los gérmenes de laicismo, liberalismo e igualitarismo en los medios católicosMi primer libro fue publicado en 1943, y se titulaba En Defensa de la Acción Católica (Ed. Ave María, São Paulo). Era una voz de alarma contra los gérmenes de laicismo, liberalismo e igualitarismo que comenzaban a invadir la Acción Católica [9]. En calidad de Presidente de la rama paulista de esta entidad me cabía iniciar la lucha contra aquellos errores. El libro despertó controversias apasionadas, que no cesaron ni siquiera cuando, en 1949, recibí a propósito del libro una calurosa carta de elogio enviada, en nombre del Papa Pío XII, por Mons. Montini, entonces sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede y, después, Papa Pablo VI. En Defensa de la Acción Católica fue aplaudido por una buena parte de los sectores católicos. Aun así, en algunos ambientes continuaron expandiéndose los gérmenes del progresismo, culminando en la avalancha de errores que se extiende notoriamente hoy en día por toda la nación. Los que escriban en el futuro con imparcialidad la Historia de la Iglesia en el Brasil del siglo XX, reconocerán, creo yo, que la considerable resistencia que el progresismo viene enfrentando entre nosotros se debe, en gran medida, al grito de alerta de En Defensa de la Acción Católica. Pues esta obra alertó contra el virus incipiente del progresismo brasileño a muchas mentes, que aún no habían comenzado a sufrir la acción seductora de las nuevas ideas. Como se puede apreciar, mi primer libro, aunque de carácter doctrinal, fue escrito en función de un importante problema concreto, muy actual ya en aquel tiempo. El efecto más destacado de Revolución y Contra-Revolución: TFPs y entidades afines en 26 países en los cinco continentesNo se puede decir lo mismo de Revolución y Contra-Revolución. Por el resumen que he hecho del mismo anteriormente es fácil notar que su temática no se relacionaba con ningún asunto brasileño de actualidad en 1959, año en que se publicó. El principal objetivo de la nueva obra era explicitar, a los ojos del público, el sentido doctrinal profundo de la prestigiosa revista mensual de cultura “Catolicismo”, que se editaba en aquella época en Campos (Estado de Río de Janeiro) bajo los auspicios del entonces Obispo de aquella Diócesis, D. Antonio de Castro Mayer (* 20-6-1904, +25-4-1991) [10] En Brasil, Revolución y Contra-Revolución tuvo cuatro ediciones. La publicación inicial (1959) fue hecha en el número 100 de “Catolicismo” (dos tiradas). Las ediciones se sucedieron en el mundo hispánico, en los Estados Unidos, en Canadá y en Italia [11]'. El efecto más destacado de Revolución y Contra-Revolución fue el de haber inspirado, en Brasil, la constitución de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad — TFP, y, fuera del país, la fundación de organizaciones congéneres y autónomas, que brotan actualmente en casi todas las grandes naciones de Occidente y extienden sus ramas por los otros continentes. Existen también oficinas de representación TFP en diversos países, proyectando, de esta manera, los principios doctrinales y los ideales de Revolución y Contra-Revolución en 26 países de los cinco continentes” [12]. Estas entidades constituyen una gran familia de almas formada en torno de Revolución y Contra-Revolución. Una transformación interna anunciada por los propios teóricos marxistas: el desmoronamiento del Estado y el surgimiento de la sociedad cooperativistaEn 1976 le añadí a Revolución y Contra-Revolución una tercera parte. Se trata de una mise au point del panorama internacional transformado por la Revolución en los cerca de veinte años transcurridos desde el lanzamiento de la obra, con la intención de que el lector relacionase fácilmente su contenido con la nueva realidad de entonces. El dominio de la III Revolución — la comunista — llegó a un paradójico estado de apogeo y de crisis. Apogeo por la extensa área que el comunismo dominó efectivamente, y por la influencia que ejerció en Occidente a través de la inmensa coalición de partidos comunistas, criptocomunistas, paracomunistas, aparte del ilimitado magma de los inocentes útiles. A la par que apogeo, crisis. En efecto, el comunismo entró pari passu en declinio ante la opinión pública. Su poder persuasivo y su capacidad de liderazgo revolucionario menguaron dentro y fuera de los límites de la Unión Soviética. Comprometido de esta manera el avance del comunismo debido a la falta de éxito de sus métodos habituales de acción y de proselitismo, ¿optaría, de ahí en adelante, por la aventura? El hecho concreto es que, en el auge de su poder, la III Revolución dejó de amenazar y de agredir, pasando a sonreír y a pedir. Abandonó el camino recto — siempre el más corto — y escogió el zigzag, en cuyo transcurso no faltaban las incertidumbres. Colocó así lo mejor de sus esperanzas en la guerra psicológica revolucionaria, que utiliza la sonrisa tan solo como arma de agresión y de guerra, transfiriendo su impacto conquistador, de la violencia (esto es, de lo físico y palpable) al campo de las actuaciones psicológicas (es decir, al campo de lo impalpable). Su objetivo: alcanzar en el interior de las almas, por etapas e invisiblemente, la victoria que ciertas circunstancias le estaban impidiendo conquistar de modo drástico y visible, según los métodos clásicos. Bien entendido, estos métodos no tienen nada que ver con la mera novela periodística llamada normalmente “conquista de las mentes”, “lavado de cerebro”, etc. No se trataba de efectuar, en el campo del intelecto, algunas operaciones sueltas y esporádicas. Al contrario, consistía en una verdadera guerra de conquista — psicológica, sí, pero total — anhelando la totalidad del hombre, a la vez que todos los hombres en todos los países. No sería posible describir dicha guerra psicológica revolucionaria sin tratar detalladamente de su desarrollo en aquello que es la propia alma de Occidente, o sea, el Cristianismo, y, más concretamente, la Religión Católica, que es el Cristianismo en su plenitud absoluta y en su única autenticidad. Dentro de la perspectiva de Revolución y Contra-Revolución el éxito de los éxitos alcanzado por el sonriente comunismo post-stalinista fue el silencio enigmático, desconcertante y espantoso, apocalípticamente trágico, del Concilio Vaticano II a respecto del comunismo. La evidencia de los hechos apunta, pues, al Concilio Vaticano II como una de las mayores calamidades, si no la mayor, de la Historia de la Iglesia. Tras él penetró en la Iglesia, en proporciones inimaginables, el “humo de Satanás” [13], que se va dilatando día tras día, con la terrible fuerza de expansión de los gases. Para escándalo de incontables almas el Cuerpo Místico de Cristo entró dentro del siniestro proceso de “autodemolición”, del que hablara Pablo VI [14]. * * * Quedaba de esta forma delineada la situación de la III Revolución tal y como se presentaba poco antes del 20° aniversario de la publicación de Revolución y Contra-Revolución. Sin embargo, este panorama no estaría completo si omitiésemos una transformación interna en la III Revolución: es la IV Revolución que nace de ella. Como es sabido, ni Marx ni la generalidad de sus secuaces más notorios vieron en la dictadura del proletariado la etapa final del proceso revolucionario. En la mitología evolucionista inherente al pensamiento de Marx y de sus seguidores, así como la evolución se desarrollará hasta el infinito en la sucesión de los tiempos, así también la Revolución no tendrá término. De la I Revolución ya nacieron otras dos. La tercera, a su vez, generará otra más. Y así en adelante... No es imposible prever, por ahora, dentro de la perspectiva marxista, cómo será la IV Revolución. Ésta deberá consistir, según los propios teóricos marxistas, en el desmoronamiento de la dictadura del proletariado como consecuencia de una nueva crisis, a causa de la cual el Estado hipertrofiado será víctima de su propia hipertrofia. Y desaparecerá, dando origen a un estado de cosas cientificista y cooperativista en el cual — dicen los comunistas — el hombre habrá alcanzado un grado de libertad, de igualdad y de fraternidad hasta aquí inimaginable. ¿Cómo? Es imposible no preguntarse si la sociedad tribal soñada por las corrientes estructuralistas no daría una respuesta a esta indagación. El estructuralismo ve en la vida tribal una síntesis ilusoria entre el auge de la libertad individual y del colectivismo consentido, acabando por devorar este último la libertad. En dicho colectivismo los varios “yos” o las personas individuales, así como su pensamiento, su voluntad y sus modos de ser, característicos y conflictivos, se funden y disuelven -según ellos — en la personalidad colectiva de la tribu, generadora de un modo de pensar, de querer y de un estilo de ser densamente comunes. La Parte III de Revolución y Contra-Revolución termina con consideraciones acerca de esta IV Revolución que nace. La metamorfosis del comunismo rumbo hacia la sociedad autogestionariaLa década siguiente, la de los años 80, no concluiría sin que los pronósticos hechos en la Parte III de Revolución y Contra-Revolución fueran extraordinariamente confirmados por los hechos. Sin lograr esconder por más tiempo su estrepitoso fracaso económico, así como el inhumano cercenamiento de libertades legítimas, la Rusia soviética optó por admitir el hecho desinhibidamente ante el mundo. Y de esta manera, tras las espectaculares convulsiones geopolíticas que siguieron a los programas liberalizantes de la glasnost (1985) y de la perestroika (1986) desencadenados por Gorbachov, el régimen soviético se desmoronó (1989-1991), y desde entonces parece evolucionar hacia un modelo menos distante del que está en vigor en Occidente. Esta transformación plantea un problema estratégico nuevo para los no comunistas, pues parece contener un apelo: así como se disolvió la granítica estructura del comunismo, que Occidente se vuelva menos rígido en su aplicación de los principios básicos de la propiedad privada y de la libre iniciativa, aceptando dar pasos decisivos en dirección al socialismo. De este modo, Occidente y Oriente convergirán en un punto intermedio -no necesariamente a medio camino, y posiblemente bastante más cercano del comunismo que del capitalismo — y se habrá encontrado una solución definitiva para la paz mundial. ¡Cuántos no se han dejado seducir por esta perspectiva en occidente! ¡Cuántos no son propensos a decir: es mejor aceptar un régimen más igualitario, con menos libertad civil y económica, a fin de evitar que retroceda la situación en Rusia, retomen el poder los comunistas y vuelva a importunarnos el terrible espectro del holocausto nuclear, del cual nos libramos milagrosamente! A esta ponderación cabe responder diciendo que las guerras son castigos por los pecados de los hombres. El aceptar un régimen antinatural y contrario a la Ley de Dios, como es el comunismo, aunque sea un tanto mitigado, constituye un enorme pecado que, desplegando inevitablemente sus maléficos efectos, sólo puede acarrear la ruina y la infelicidad de los hombres. Así, frente al despedazamiento del imperio soviético, los espíritus más sutiles de Occidente se preguntan qué es lo que habrá en eso de auténtico, de consistente y de incontrovertible que justifique esperanzas sólidamente fundadas. Y, aunque no falten los optimistas presurosos en abrirles de par en par los brazos a tales perspectivas, engañosamente prometedoras, la prudencia recomienda mucha circunspección ante la enigmática retracción del comunismo, que bien puede no ser sino una metamorfosis para lograr su última meta, que es la sociedad autogestionaria. Así lo advirtió honestamente el propio Gorbachov en su ensayo propagandístico Perestroika. Nuevas ideas para mi país y para el mundo[15]: “La finalidad de esta reforma es garantizar (...) la transición de un sistema de dirección excesivamente centralizado y dependiente de órdenes superiores hacia un sistema democrático basado en la combinación de centralismo democrático y autogestión”. Autogestión ésta que, por cierto, era “el objetivo supremo del Estado Soviético”, según establecía la propia Constitución de la ex URSS en su Preámbulo. Todas estas consideraciones se encuentran desarrolladas de manera más amplia en la edición actualizada de Revolución y Contra-Revolución publicada en 1992 [16] Si Brasil no ha conocido la desgracia de la pulverización agraria, lo debe al libro Reforma Agraria — Cuestión de ConcienciaEs el momento de mencionar algunas realizaciones contrarrevolucionarias de envergadura llevadas a cabo por las TFPs en sus respectivos países. En 1960 bullía en Brasil la agitación agraria...¡casi toda ella urbana! Una propaganda sabiamente orquestada en las grandes ciudades intentaba hacer creer que todo nuestro mundo rural estaba a punto de explotar en virtud del descontento de la clase de los trabajadores manuales. Según se decía, para aplacar la efervescencia de las masas rurales — previniendo así una hecatombe- se imponía llevar a cabo una Reforma Agraria. Ésta consistiría, fundamentalmente, en que el Poder Público expropiase a un precio vil los latifundios improductivos, a fin de distribuirlos entre los pequeños agricultores. El propio dinamismo del espíritu igualitario que animaba a los agrorreformistas los llevaría, sin embargo, a eliminar de manera progresiva todas las propiedades grandes y medianas, transformando nuestra estructura rural en un inmenso entramado de pequeñas propiedades de dimensión familiar. Fue entonces que vio la luz el libro Reforma Agraria - Cuestión de Conciencia. Obra de gran porte, exigió un trabajo en equipo. Fue así que redacté la primera parte del libro, sometiéndola a la consideración de dos ilustres prelados, Mons. Antonio de Castro Mayer, por entonces Obispo de Campos, y Mons. Geraldo de Proença Sigaud, que era Obispo de Jacarezinho, y después Arzobispo de Diamantina, para que hicieran la revisión del texto, desde el punto de vista específicamente teológico. La segunda parte, de naturaleza técnica, quedó a cargo del economista Luis Mendoza de Freitas [17]. La obra tuvo una acogida muy favorable en los medios rurales, siendo objeto de manifestaciones de aplauso por parte de gobernadores, diputados estatales y federales, senadores, centenares de alcaldes, cámaras municipales y asociaciones de agricultores y ganaderos. Los mismos autores publicamos, en 1964, la Declaración de Morro Alto, programa positivo de Reforma Agraria [18]. En su conjunto, estas obras constituyeron, a la vez, una franca y enérgica defensa del principio de la propiedad privada, negado más o menos veladamente por el agrorreformismo socialista y confiscatorio, así como la afirmación de la función social de dicho principio para corregir abusos y defectos existentes en nuestra situación rural. Reforma Agraria - Cuestión de Conciencia originó polémicas que alertaron a la opinión pública sobre los verdaderos objetivos de las reformas estructurales preconizadas entonces por las corrientes de izquierda, y de esta manera contribuyó a la formación del clima ideológico y psicológico que cortó el paso a la instalación de la república sindicalista que deseaba por aquel entonces el Presidente João Goulart. Sin duda, si nuestro país no conoció la desgracia de la pulverización de su estructura agraria convirtiéndola en un incontable número de minifundios de baja producción, lo debió en gran medida a este libro. Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición? — Carta de elogio de una Congregación de la Santa SedeSin embargo, la que tuvo mayor divulgación de todas mis obras fue de modo incontestable La libertad de la Iglesia en el Estado comunista, que, en las últimas ediciones, apareció con el título de Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición? [19] La obra fue honrada con una carta de elogio de la Sagrada Congregación de los Seminarios y Universidades de la Santa Sede, fechada el 2 de diciembre de 1964 y firmada por los Cardenales Pizzardo y Staffa. Este estudio repercutió más allá del Telón de Acero. El semanario católico-izquierdista “Kierunki” y la revista mensual “Zycie i Mysl”, ambos polacos, lo atacaron violentamente. Zbigniew Czajkowski, colaborador de las dos publicaciones, escribió extensos e indignados artículos contra mi ensayo. Le respondí a través de las páginas de “Catolicismo”. Surgió, entonces, una polémica, en la cual intervino en favor de mi obra el periódico “L'Homme Nouveau”, de París, a través de la pluma de su colaborador Henri Carton, mientras que “Témoignage Chrétien” — turbulento órgano francés comuno-progresista- se puso del lado de Czajkowski. Al igual que la obra Reforma Agraria - Cuestión de Conciencia, también La libertad de la Iglesia en el Estado comunista fue escrita en función de un problema concreto. Ya por entonces se estaba generalizando entre los católicos la idea — astutamente propagada — de que el único obstáculo que les impedía adherirse al régimen comunista era que éste solía estorbar el ejercicio del culto. A partir de esta noción gravemente incompleta, les fue fácil a los marxistas, simulando respeto a la libertad de la Iglesia, obtener el apoyo decidido de ciertos católicos a un hipotético comunismo que dejase entera libertad a los diversos cultos. Esta maniobra propagandística podía rendir -y rindió- incalculables beneficios al comunismo. Pues, en la medida en que influyese en las masas católicas, enflaquecería, o anularía, la oposición que podrían hacerle al comunismo los 800 millones de católicos existentes en el mundo. En mi ensayo intenté frustrar esta maniobra ya en 1963, mostrando lo intrínseco que es al régimen comunista eliminar o mutilar gravísimamente el instituto de la propiedad privada, lo que, por su parte, es contrario a la doctrina de la Iglesia. Para ser fiel a su misión, la Iglesia no podría dejar de combatir tal régimen por más que éste le reconociese entera libertad de culto. Tal combate crearía un conflicto inevitable entre los católicos y cualquier Estado comunista. Transbordo ideológico inadvertido y diálogo denuncia la maniobra para debilitar la resistencia ideológica de los católicosTambién alcanzó una amplia repercusión Transbordo ideológico inadvertido y diálogo [20]. Este ensayo muestra de qué forma usan los comunistas el diálogo para debilitar de manera subrepticia la resistencia ideológica de sus adversarios, en especial la de los católicos. Su temática es demasiado sutil y extensa para ni tan siquiera ser resumida aquí. Una de las observaciones más importantes — de orden práctico — que contiene este estudio es que, a través del falso diálogo, los comunistas no pretenden tanto lograr que los católicos renuncien explícitamente a la Fe, sino que acepten una interpretación relativista y evolucionista de la doctrina católica. De esta manera se corrompe la Fe, que exige, por su naturaleza, una certeza que es incompatible con el estado de duda inherente al relativismo y al evolucionismo. Alcanzado este resultado, no le es difícil a la propaganda comunista inducir a los católicos a que esperen encontrar, en el diálogo con el comunismo, una síntesis... la cual bien podría ser, en último término, el propio comunismo con otro ropaje. La Iglesia ante la escalada de la amenaza comunista - Llamamiento a los Obispos silenciososEn 1976 publiqué el libro titulado La Iglesia ante la escalada de la amenaza comunista - Llamamiento a los Obispos silenciosos [21]. Esta obra constituye un análisis marcadamente doctrinal de las posiciones adoptadas entonces por la Jerarquía eclesiástica en Brasil a favor del comunismo. Por ejemplo, la predicación claramente pro comunista de D. Pedro Casaldáliga, Obispo de São Félix de Araguaia. En el libro, muestro la inmensa transformación que se operó en el seno del Episcopado nacional, férreo adversario del marxismo hasta 1948. Precisamente en aquella época, comenzó un giro hacia la izquierda en el Episcopado. La nueva orientación recibió un gran impulso en 1952, cuando se formó la CNBB” [22] y fue elegido D. Helder Câmara como primer secretario general de dicho organismo. Los frutos de este giro aparecerían en seguida: sacerdotes en manifestaciones, monjas con minifalda y líderes católico-izquierdistas que apoyaban las agitaciones comuno-janguistas” [23]. Tras 1964, se produjo una purga de elementos comunistas en numerosas instituciones brasileñas. Sin embargo, los medios católicos permanecieron incólumes. De esa manera, las tendencias izquierdistas se refugiaron en ellos. Y, protegidas de este modo, medraron de una manera impresionante, hasta el punto de que más de una figura del Episcopado nacional se ha transformado — por acción u omisión — en un valioso sostén de aquellos que se esfuerzan por volver comunista a Brasil. En el libro formulé un llamamiento vehemente a los “Obispos silenciosos” para que hablasen. Eran numerosos, y disponían del suficiente prestigio como para salvar a Brasil simplemente dando entre los fieles una amplia difusión a los numerosos documentos pontificios sobre el tema. Junto a esta triste evolución del Episcopado mostré la lucha, toda ella legal y doctrinal, que en pro de la Iglesia y de la civilización cristiana venía siendo emprendida por un grupo de fieles católicos, reunidos inicialmente en torno del “Legionário”, luego de “Catolicismo”, y que hoy, ya mucho más voluminoso, forma la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad - TFP. Este trabajo lo quise publicar como estudio introductorio a un resumen de La Iglesia del Silencio en Chile - La TFP proclama la verdad entera, un brillante bestseller publicado en enero de 1976 por la TFP chilena; pues existe entre ambos trabajos una íntima afinidad. Dicha analogía proviene de la similitud de situaciones entre Brasil y Chile en lo concerniente a la actuación de la Jerarquía eclesiástica. Allí, más claramente todavía que aquí, la mayor parte del Episcopado (y no sólo algunos sectores del mismo, como en Brasil) trabajó para comunistizar el país, como lo prueba con abundancia de documentos el referido libro chileno. Y esto tanto por la preparación del ascenso de Frei, el Kerensky chileno” [24], y luego de Allende, a la presidencia de la República como por el apoyo que dieron los obispos a este último durante su nefasto gobierno, e incluso por el esfuerzo que llevaron a cabo tras su caída para hacer retroceder al país hermano hacia las redes del comunismo. Es patente que, con la subida de Juan Pablo II al solio pontificio en 1978, todo este proceso pasó por importantes transformaciones, que implican ajustes, no pequeños, en este cuadro para ser descrito tal y como se presenta actualmente. Tribalismo indígena, ideal comuno-misionero para el Brasil del siglo XXIPara el estructuralismo, cuyo máximo exponente fue el filósofo Lévy Strauss, la sociedad indígena, al haber “resistido a la Historia”, es la que más se aproxima al ideal humano. Y es hacia esa forma de vida pre-neolítica a la que debemos retornar, según esta corriente filosófica. Si causa asombro que filósofos ateos defiendan tesis tan absurdas, más aún debe estremecernos que misioneros católicos propugnen al indio de las selvas como padrón perfecto de hombre, y, como modelo ideal de vida humana, la vida tribal. Sin embargo, esto es lo que sucede. Una nueva corriente misionera, que circula libremente en los medios eclesiásticos, sustenta que la civilización actual debe desaparecer para dar lugar al sistema de vida tribal. Instituciones como la propiedad privada, la familia monogámica y el matrimonio indisoluble, deben ser eliminadas. La figura clásica de los misioneros — evangelizadores y civilizadores —, tal y como lo fueron los Padres José de Anchieta (hoy beato) y Manuel da Nóbrega, tiene que ser abandonada. La nueva corriente misionera, al no querer civilizar, no quiere catequizar. Y, por no querer catequizar, tampoco quiere civilizar. En esta conducta se insinúa una cuestión táctica. Si la misiología actualizada elogiase la comunidad de bienes implantada en los países comunistas, se expondría inevitablemente a incómodas críticas y refutaciones. Esquivando este peligroso asunto, los nuevos misioneros hacen apología del sistema de vida tribal: ensalzan en él la comunidad de bienes, la inexistencia de lucro, de capital, de salarios, de patrones y empleados, de “privilegiados” y “marginalizados”, de “opresores” y “oprimidos”, como ellos dicen. Y, así, aprovechan la ocasión para embestir contra la propiedad privada que permanece en vigor en las naciones civilizadas de Occidente. El efecto concreto de esta táctica es que el elogio torrencial de la nueva misiología a la propiedad común, vigente en las tribus indígenas, no ha levantado ni de lejos entre nosotros la reacción que sin duda despertaría la apología directa de las sociedades comunistas de detrás del Telón de Acero. Sin embargo, no cabe la menor duda. Es una verdadera sociedad de tipo comunista lo que trasparece en esa idílica visión del indio salvaje, presentada por la neomisiología como el ideal para el hombre del siglo XXI. Cumple repetir que el mayor problema suscitado por esos delirios no está ni en los propios misioneros ni en los indios. Está en saber cómo pudo infiltrarse impunemente esta filosofía en la Santa Iglesia Católica, intoxicando seminarios, deformando misioneros y desnaturalizando misiones. Y todo con un apoyo tan fuerte de cierta retaguardia eclesiástica. Tribalismo indígena, ideal comuno-misionero para el Brasil del siglo XXI fue el libro que publiqué a fines de 1977 para darles a conocer a los brasileños esta inesperada faceta de la crisis dentro de la Iglesia. “Catolicismo” lo publicó como primicia (n° 323/324, de noviembre-diciembre de 1977). Y en diciembre de 1977, la Editora Vera Cruz lanzó la primera edición en forma de libro, seguida luego de seis ediciones más, totalizando 76 mil ejemplares. El católico puede y debe estar en contra de La Reforma Agraria.La CNBB constituye el órgano oficial del Episcopado brasileño. Siendo así, sus pronunciamientos deben ser recibidos normalmente por los católicos como la representación del pensamiento de la Iglesia. No podía, por lo tanto, dejar de causar gran perplejidad entre los fieles la publicación, al final de la reunión plenaria del provecto organismo eclesiástico en 1980, en la habitual finca de Itaici, del documento Iglesia y problemas de la tierra (IPT). Verdadero manifiesto agrorreformista, este documento de la CNBB quería suscitar la ofensiva general del país contra las propiedades rurales grandes y medianas. Además, les sugería a las autoridades gubernamentales medidas concretas para hacer inmediato el reparto rural. Este hecho creaba una gravísima cuestión de conciencia no sólo para los hacendados, sino también para todos los católicos formados según la doctrina tradicional de la Iglesia, así como para los hombres de pensamiento y de acción existentes en el país. Estas tres amplias y ponderables categorías de brasileños podrían preguntarse con explicable razón cuál era la efectiva validez magisterial de tantas afirmaciones, nuevas y tan singulares, contenidas en el IPT. Y cuál era la autoridad de los argumentos doctrinales del IPT para lanzar afirmaciones tan ásperas y explosivas. En el papel de la TFP estaba el romper el silencio y dar respuesta a esas preguntas. Lo hizo a través del libro Soy católico: ¿puedo estar en contra de la Reforma Agraria? (1981, 360 pp., 4 ediciones y 29 mil ejemplares), escrito por mí, en colaboración con el Master of Science en Economía Agraria por la Universidad de Berkeley, en California (EE.UU.), Prof. Carlos Patricio del Campo. El libro demuestra que el católico debe ser fiel, por encima de todo, a las enseñanzas tradicionales del Supremo Magisterio de la Iglesia. Ahora bien, un examen detenido del IPT lleva a la conclusión de que no existe consonancia entre tales enseñanzas y la Reforma Agraria preconizada por el documento de la CNBB. En consecuencia, el católico anti-agrorreformista no tiene solamente el derecho, sino también el deber, de continuar siendo contrario a la Reforma Agraria. La parte económica de la obra prueba que el documento de la CNBB presenta graves lagunas al delinear el panorama de la situación económica de la agricultura brasileña, y al apuntar la “solución”: la Reforma Agraria que propugna. Así, aunque el pronunciamiento episcopal no fuese objetable desde el estricto punto de vista de la doctrina católica, sería inaceptable desde el ángulo económico. El socialismo autogestionario: frente al comunismo, ¿barrera o cabeza de puente?El título del epígrafe constituye una amplia exposición y un análisis crítico del programa autogestionario de Mitterrand, por entonces recién elegido Presidente de la República Francesa. Este trabajo, redactado por mí — reproducido y divulgado en nombre propio por las trece TFPs existentes entonces —, fue estampado íntegramente, a partir de diciembre de 1981, en 45 diarios de los de mayor circulación de 19 países de América, Europa y Oceanía. Un sustancioso resumen del mismo se publicó en 49 países de los cinco continentes, en trece idiomas. De este modo, la difusión del documento alcanzó una tirada total de 33,5 millones de ejemplares. Para aquilatar el alcance del referido estudio es necesario tener en cuenta que, en el periodo que precediera a la primera elección del Presidente François Mitterrand, la expresión socialismo autogestionario equivalía a una especie de primavera propagandística mundial, que se empezaba a poner de moda en los ambientes de izquierda. Todo intelectual que quisiera mostrarse aggiornato, es decir, al día, se decía socialista autogestionario. Esto se debía al hecho de que las palabras “socialismo” y “socialista” se encontraban en un franco proceso de envejecimiento, que se trataba de frenar mediante un disfraz cualquiera. Algo a manera de una señora cuyos cabellos ya blanquean y que, por eso mismo, procura teñirlos. Así, el socialismo, viejo de tantas y tantas décadas, y con el plateado de su vejez estampado en el pelo, recomponía su semblante llamándose autogestionario. Era la manera de revitalizarse y rejuvenecerse. La denuncia mundial contra el socialismo autogestionario fue de tal porte que las palabras autogestión y autogestionario desaparecieron de la moda. Y, en su proceso de envejecimiento, el socialismo no pudo volver a recurrir al teñido que, a pesar de todo, tan buenos resultados propagandísticos le estaba proporcionando. De entonces a hoy, sólo ha obtenido escasos éxitos... Peor aún, el hecho concreto es que el proceso de envejecimiento llegó a un punto tal que, hoy en día, el socialismo ha sido declarado decrépito por sus propios dirigentes y partidarios. Una crónica sumaria de los acontecimientos posteriores a la publicación de dicho análisis, elaborada por mí también, atestigua lo que acabamos de decir:
Tales declaraciones equivalen a un verdadero atestado de defunción del sueño autogestionario de los socialistas franceses “ [25].
Las CEBs: instrumento de La izquierda católica para “reformar Brasil” en un sentido socializante.Una corriente teológica llamada “de la liberación”, explicitada por los teólogos Gustavo Gutiérrez y Hugo Assmann, e impulsada por la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín, en1968, se expandió ampliamente en círculos teológicos de todo el mundo. Dicha corriente, busca fundamento en la Sagrada Escritura para errores transmitidos a través de dos corrientes doctrinales distintas, pero íntimamente conjugadas entre sí: una, constituida por el progresismo en el campo de la Teología, de la Filosofía y de la Moral, con los consecuentes reflejos entre los estudiosos de Derecho Canónico, de Historia Eclesiástica, etc.; y la otra, compuesta por el izquierdismo en el campo de la sociología católica, reflejándose también en los estudios de Economía y de Política promovidos bajo influencia católica, así como en la vida, en el pensamiento y en la acción de las corrientes políticas denominadas demócratas cristianas, socialistas cristianas, socialistas católicas, etc. La doctrina de la Teología de la Liberación ha sido condenada en varios de sus aspectos por Juan Pablo II en su Alocución de Puebla (1979). No obstante, continuó expandiéndose tranquilamente por todo Brasil. Las potencialidades de acción suscitadas o estimuladas por el progresismo piden, por su propia naturaleza, una organización que dé, en el plano concreto, unidad de metas y de métodos a los clérigos y fieles comprometidos en la empresa de “reformar Brasil” en una línea socializante. Esta organización es la constituida por las CEBs [26]. Para alertar a Brasil de esta amenaza, los hermanos Gustavo Antonio Solimeo y Luiz Sérgio Solimeo, escribieron conmigo el libro titulado Las CEBs... de las cuales mucho se habla, poco se conoce - La TFP las describe como son. En la primera parte, demuestro cómo las CEBs son el instrumento de la izquierda católica para sembrar el descontento en la población (especialmente entre los trabajadores manuales), transformando luego el descontento en agitación y, a través de esta agitación, imponer a los Poderes Públicos la triple Reforma: Agraria, Urbana y Empresarial. Todo esto, muy probablemente, con la intención de instaurar en Brasil un régimen socialista autogestionario. La Parte II de la obra informa al público brasileño acerca de la realidad de las CEBs, la doctrina que éstas diseminan, su organización, sus métodos para reclutar asociados, y cómo estos actúan sobre el conjunto del cuerpo social. Para esto, los autores de dicha parte de la obra recabaron datos, por así decir, de labios de aquellas mismas organizaciones, o sea, de los escritos en que ellas se autodefinen ante sus asociados y el público. Completan estas informaciones así recogidas otras noticias de periódicos y revistas nada sospechosos de distorsionar los hechos en detrimento de las CEBs. A partir de agosto de 1982, los socios y cooperadores de la TFP se encargan de la difusión de la obra por todo el Brasil — 1.510 ciudades fueron visitadas por las beneméritas caravanas de propagandistas de la TFP — habiéndose agotado 6 ediciones del libro, con un total de 72 mil ejemplares. La propiedad privada y la libre iniciativa, en el tifón agrorreformistaCon la inesperada enfermedad, seguida de la muerte, del presidente electo, Tancredo Neves, y la subida a la Presidencia de la República del Sr. José Sarney, el 15 de marzo de 1985, se inauguró en Brasil la Nueva República. Vino ésta dispuesta a llevar adelante la Reforma Agraria, encallada desde el Estatuto de la Tierra, promulgado en noviembre de 1964 por el Gobierno de Castelo Branco. Concomitantemente, el país estaba siendo alborotado por invasores de propiedades individuales, los cuales procuraban justificar sus embestidas tomando como base un fundamento doctrinal católico en apariencia. En ese momento en que la nación entraba en una fase de grandes controversias sobre materias doctrinales, técnicas y similares, que marcaban a fondo el ejercicio de la Nueva República, publiqué el libro La propiedad privada y la libre iniciativa, en el tifón agrorreformista. Allí analizo, punto por punto, el Plan Nacional de Reforma Agraria (PNRA) lanzado entonces por el Gobierno Federal. Como siempre, tomo como base doctrinal las enseñanzas del Supremo Magisterio de la Iglesia en defensa de la propiedad privada y de la libre iniciativa — y de sus respectivas funciones sociales — heridas gravemente por el PNRA. En una amplia campaña para esclarecer a la opinión pública acerca de la Reforma Agraria, una centena de propagandistas de la TFP y cuatro caravanas de socios y cooperadores de la entidad, recorrieron 694 ciudades de 19 Estados de nuestra Federación, distribuyendo dos ediciones del libro, con un total de 16 mil ejemplares, y más de 30 mil números de una edición especial de la revista “Catolicismo” (n° 415-416, de julio/agosto de 1985), con trechos de la obra. En esta verdadera epopeya anti-agrorreformista, los propagandistas de la TFP entraron en contacto con más de diez mil hacendados del norte al sur de Brasil. Guerreros de la Virgen: la réplica de la autenticidad - La TFP sin secretosToda la lucha que vengo desarrollando contra la Revolución no quedaría descrita de manera adecuada si no hiciera mención a la contra-ofensiva de los adversarios, que sigue a cada lance de este combate. Adentrarse en la narración pormenorizada de tal contra-embestida alargaría en demasía este autorretrato filosófico. Me restrinjo a un ejemplo típico. Solamente ocho días después de su primer lance dentro de la batalla anti-agrorreformista que acaba de ser descrita, la TFP era objeto de un embate publicitario sobre una materia ajena a la controversia agraria: un reportaje publicado en “O Estado de S. Paulo”, ocupando una página entera, bajo el título Guerreros de la Virgen, esclavos de la TFP. Dicho reportaje fue precedido por una vistosa propaganda publicada durante todos los días de la semana anterior. Haciéndole eco a la publicidad de “O Estado de S. Paulo”, otros 29 periódicos y revistas de todo el país divulgaron reportajes de extensiones variadas con este mismo contenido. El eje de toda esa cantinela era el libro Guerreros de la Virgen - La vida secreta de la TFP, colocado poco después a la venta en librerías de Sao Paulo y de otras ciudades de Brasil. Su autor, el Sr. José Antonio Pedriali, había sido cooperador de la entidad e integraba ahora el cuadro de periodistas de “O Estado de S. Paulo”. Para condensar en una única frase todo el extenso cuerpo de acusaciones del Sr. J.A.P., podría decirse que, según él, la TFP sería una secta de carácter iniciático que, por medio del lavado de cerebro, produce efectos muy dañinos en sus socios y cooperadores. Acusaciones tan graves se hacían en un tono de aparente naturalidad, casi sonriente. Al mismo tiempo el libro incluye descripciones tan crudamente inmorales, e incluso tan obscenas, de la conducta del autor a lo largo de su proceso de alejamiento de la TFP, que bien podrían figurar en la profusa literatura pornográfica que circula actualmente en nuestro país. Todo esto salía a la luz, como fue dicho, precisamente cuando la TFP se erguía una vez más en contra de la Reforma Agraria socialista y confiscatoria. Se intentaba inculcarle al público una nueva imagen de la entidad: la TFP no sería...¡ anticomunista! No sería lo que todo el pueblo brasileño sabe que, desde su fundación, ella es de manera ininterrumpida, notoria y heroica. Al contrario, sería una secta oscura, y todo el gigantesco esfuerzo anticomunista de sus socios y cooperadores no pasaría de un espejismo, de un embuste. A pesar de la estruendosa propaganda que precedió y siguió al lanzamiento de aquel libro, éste ni de lejos causó el efecto que su autor y los patrocinadores parecían esperar. “Todo cuanto es exagerado es insignificante”, afirmó Tayllerand. Lo desmesurado, lo evidentemente inverosímil de la acusación del Sr. J.A. Pedriali la redujo desde el comienzo a la merecida insignificancia. La respuesta de la TFP a estas acusaciones redundó en un libro que escribí: Guerreros de la Virgen: la réplica de la autenticidad - La TFP sin secretos (Editora Vera Cruz, Sao Paulo, 1985, 333 pp.). En el mismo, señalo las manipulaciones que se han hecho de la palabra secta, para denigrar a las entidades que, como la TFP, levantan obstáculos al proceso revolucionario. Muestro, asimismo, que el lavado de cerebro no es sino una expresión periodística que los científicos de buen quilate no toman en serio. Como de costumbre, a la réplica de la TFP le siguió el silencio de los adversarios que no supieron cómo contestar la refutación. En verdad, las batallas de la TFP, en las cuales me encuentro obviamente envuelto, se caracterizan por un ritornello: 1) a una campaña nuestra le sigue una contraofensiva de los adversarios sobre un punto extrínseco al tema de la misma; 2) la TFP refuta las acusaciones de los adversarios, y estos se callan; 3) tiempo después (a veces años), los adversarios (los mismos u otros) retornan a las acusaciones iniciales, ¡como si nada hubiera sido refutado! 25 años de lucha contra el agro-socialismo confiscatorioLa Nueva República proseguía su poco glorioso esfuerzo por implantar en Brasil el agro-socialismo confiscatorio. La TFP, siempre atenta, seguía de cerca cada paso. En 1986, a petición mía, el conocido Master of Science en Economía Agraria, Carlos Patricio del Campo, socio efectivo de la TFP brasileña, escribió el libro Is Brazil Sliding Toward the Extreme Left? - Notes on the Land Reform Program in South America's Largest and Most Populous Country, que la TFP norteamericana lanzó en Washington en octubre de 1986. Recibieron el libro los principales centros de decisión norteamericanos: todos los miembros del primer y segundo escalón del Gobierno de los Estados Unidos; todos los senadores, diputados y embajadores norteamericanos; los bancos internacionales con sede en los Estados Unidos, centenas de intelectuales conservadores, brazilianists y 1.100periodistas. La obra presenta un análisis penetrante de la realidad socio-económica brasileña, sólidamente basado en estadísticas imparciales. Los prestidigitadores del hambre y de la miseria, los cuales, bajo este pretexto, querían imponer a la nación una Reforma Agraria socialista y confiscatoria, se quedaban de esta manera privados de su insostenible argumentación. En el prefacio del libro describo, con rápidas pinceladas, al Brasil real, frente al cuadro profundamente pesimista y tendencioso presentado por la propaganda izquierdista en el exterior. Al mismo tiempo, la TFP se preparaba para entrar de nuevo en otra campaña, en esta ocasión para divulgar el libro, escrito también por mí, En Brasil, la Reforma Agraria lleva la miseria al campo y a la ciudad - La TFP informa, analiza, alerta (Editora Vera Cruz, Sao Paulo, 64 PP.), en el que hago un balance de los 25 años de lucha contra el agro-socialismo confiscatorio, e incito a los hacendados y productores rurales a no dejarse engañar con el viejo slogan agrorreformista ceder para no perder, alertándoles de que su falta de decisión era la primera condición de éxito de la embestida agrorreformista. Fueron hechas cuatro ediciones de la obra, con un total de 55 mil ejemplares, que fueron vendidos directamente al público en campañas en la calle por los propagandistas de la TFP. Rumbo a la socialización integral del país: una Constitución que la mayoría de la población no quiereDado que el modelo de democracia directa — que estuvo en vigor, por ejemplo, en los Estados de dimensiones municipales de la Antigüedad helénica — es impracticable en los Estados contemporáneos debido a la amplitud de su población y de su territorio, la democracia se ejerce en ellos de modo indirecto, o sea, representativo. Por eso, los ciudadanos eligen representantes que votan las leyes y dirigen el Estado según las intenciones del electorado. Es la democracia representativa. La relación entre el elector y el candidato que él sufraga es, en esencia, la de una procuración. El elector otorga al candidato a diputado o senador de su preferencia un mandato, para que ejerza así el Poder Legislativo según el programa que éste debe normalmente exponerle a la opinión pública, para su conocimiento, durante la campaña electoral. Afirmaciones análogas caben en lo tocante a las elecciones para ocupar los puestos en el Poder Ejecutivo. A consecuencia de lo aquí expuesto, la autenticidad del régimen democrático reposa enteramente en la autenticidad de la representación. Es obvio. Pues si la democracia es el gobierno del pueblo, sólo será auténtica si los que detentan el Poder Público (tanto el Ejecutivo como el Legislativo) son escogidos y actúan según los métodos y considerando las metas deseados por el pueblo. Si esto no se da, el régimen democrático no pasa de ser sino una vana apariencia, quizás un fraude. Tal era el agudo problema que se les planteaba a los brasileños al ser convocados para elegir, el 15 de noviembre de 1986, a los parlamentarios que formarían la futura Asamblea Nacional Constituyente. Realizada la elección, se imponía la tarea de hacer un estudio que tratase al mismo tiempo sobre la representatividad de la recién elegida Asamblea Constituyente y sobre el Proyecto de Constitución que la misma estaba elaborando. El resultado de este estudio fue el libro Proyecto de Constitución angustia al país, que finalicé en octubre de 1987, y que fue ofrecido a todos los constituyentes como contribución para evitar el funesto desenlace que se podía vislumbrar ante el eventual divorcio del nuevo texto constitucional y el pensamiento mayoritario de la nación. En la primera parte de este trabajo, analizo los requisitos necesarios para la representatividad de una elección. Hago la distinción entre políticos de profesión y profesionales políticos, mostrando cómo el ingreso de estos últimos en la vida pública, como auténticos representantes de las más variadas profesiones o campos de actividad, enriquecería el cuadro político del país. Este sería, a mi modo de ver, el medio de deshacer el enajenamiento del electorado (que se manifiesta en el sorprendente porcentaje de abstenciones, votos en blanco y nulos) y sanear la carencia de representatividad de la Asamblea Constituyente, resultado melancólico de la elección sin ideas de 1986 (Parte segunda). A esta carencia de representatividad congénita se le sumó otra, proveniente del funcionamiento tumultuoso y anómalo de la propia Constituyente, en que las inautenticidades se sucedían en cadena: 1) el Plenario de la Constituyente era menos conservador que el electorado; 2) Las Comisiones temáticas eran más izquierdistas que el Plenario; 3) la Comisión de Sistematización (que coordinaba el trabajo preparado por las Comisiones temáticas) presentaba la mayor dosis de izquierdismo de la Constituyente. De esta forma, una minoría izquierdista activa, articulada y audaz, amenazaba arrastrar al país por caminos no deseados por la mayoría de la población (Parte tercera). En la parte cuarta analizo el Proyecto de Constitución que por entonces se debatía en el Plenario, y demuestro cómo se estaba dando un gran paso rumbo a la socialización integral de Brasil, de manera notoria en lo concerniente a la disgregación de la familia y al mengua-miento de la propiedad particular. El libro termina con una propuesta concreta: en primer lugar, que se votase una Constitución sobre la organización política, a respecto de la cual fácilmente se puede llegar a un consenso en las actuales condiciones de la opinión pública brasileña. Una vez aprobada esta parte por los constituyentes, sería sometida a un referéndum popular. En una segunda etapa, y después de un amplio trabajo para esclarecer a la población acerca de las materias de naturaleza socio-económica, sobre las cuales existe una profunda división, se elaboraría un complemento, que sería asimismo sometido a referéndum. Esto redundaría en darle a la población la mayor capacidad posible de expresión, y la Constituyente se alzaría con el noble papel de interrogar al pueblo, para conocer su voluntad acerca de puntos tan delicados. Los socios y cooperadores de la TFP se consagraron durante cinco meses a difundir la obra en más de 240 ciudades de 18 Estados de la Federación, divulgando los 73 mil ejemplares editados. Cabe resaltar el récord de una media de 1.083 ejemplares diarios vendidos durante los diecinueve días de difusión intensiva en Sao Paulo. Finalmente, se esbozó una cierta reacción de los elementos más conservadores, en el seno de la Constituyente; sin embargo les faltaba el ímpetu y la determinación necesarios para revertir el proceso descrito en el libro. Y Brasil recibió como “regalo” una Constitución que suscitaría en seguida toda especie de embarazos para la gobernabilidad del País. Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana.Uno de los aspectos más graves de la presente crisis brasileña tiene como causa profunda el proceso de decadencia gradual de nuestras élites. Desde finales del siglo XIX, se viene produciendo este fenómeno con una intensidad creciente, sin que nuestro optimismo brasileño, despreocupado y bonachón, le haya prestado al hecho una verdadera atención. Y esto nos ha conducido a este terrible final de siglo. En cualquier actividad donde se quiere reintroducir la honradez, la competencia y el orden, no faltan sugerencias inteligentes para poner en práctica. Pero la gran cuestión que realmente surge es la de constituir, en cada plano, un equipo moral e intelectualmente capaz. Inteligencias — muchas, incluso hasta insignes — no nos faltan. Por desgracia, nuestra mayor carencia radica en el plano moral, y continuamente nos encontramos frente a esta lamentable constatación. ¿Por qué no poseemos tales equipos? Porque no tenemos las élites necesarias. Donde existen élites moral e intelectualmente capaces, los hombres idóneos por su competencia y por su moralidad no faltan. Donde no hay élites, los hombres realmente valiosos son raros, poco conocidos y condenados a vegetar anónimos en la multitud de los mediocres o de los oportunistas. El memorable Pontífice Pío XII (1939-1958) previó seguramente que, antes o después, las condiciones morales del mundo moderno llevarían a esta situación a casi todos los países. Y esto lanzaría a la Humanidad en una crisis omnímoda de consecuencias imprevisibles. Por eso, pronunció, durante su pontificado, catorce importantísimas alocuciones, en las que solicita sean preservadas cuidadosamente las aristocracias respectivas en los países con tradición nobiliaria. Al mismo tiempo, desea que las élites nuevas, originadas del trabajo ejercido tanto en el campo de la cultura como en el de la producción, encuentren condiciones propicias para constituir auténticas élites, congéneres con la nobleza por su formación moral y cultural, así como por su capacidad de mando. Les cabría formar, a la manera de la nobleza, verdaderas élites capaces de originar hombres que fueran la flor y nata en los más variados campos. En Brasil, el llamamiento de Pío XII no tuvo casi repercusión; y la tuvo escasa en otros países. De esta forma, la falta de élites, que para nosotros era un problema trágico, para otras naciones constituye un problema serio al que cumple dar remedio urgente. Con la intención de contribuir a la solución de este magno problema, escribí el libro Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana, el cual analiza el estado del mundo contemporáneo a la luz de las catorce alocuciones de Pío XII. La primera edición de esta obra en idioma portugués le fue confiada a la prestigiosa Editorial Civilização, de Portugal, saliendo a la luz en abril de 1993. Traducida al castellano, la obra ha sido divulgada en España por la Editorial Fernando III el Santo. Esta edición abarcó no solamente el territorio español sino también el de las naciones hispanoamericanas. En Estados Unidos, la obra fue publica da por la importante editorial Hamilton Press, teniendo lugar su lanzamiento oficial en el prestigioso Mayflower Hotel, de Washington, en septiembre de 1993. En dicha ocasión, ante un público de 850 invitados, entre los que se encontraban la Archiduquesa Mónica de Austria y el Duque de Maqueda, Grande de España, hicieron uso de la palabra destacadas y relevantes personalidades de la vida pública norteamericana. En Francia, publicado por la Editorial Albatros, el libro está teniendo una gran aceptación en amplios sectores del país [27]. En Italia, la obra fue publicada por la Editorial Marzorati, y presentada en el Congreso de la Nobleza Europea, realizado en Milán en octubre de 1993, así como en una concurrida sesión de lanzamiento oficial en el Circolo della Stampa, Palacio Seberlloni, de aquella ciudad. La presentación en Roma se dio en el histórico palacio de la Princesa Elvina Pallavicini, con la presencia del Cardenal Alfonso Ma Stickler, de Mons. Cándido Alvim Pereira, Arzobispo dimisionario de Lorenzo Márquez, del Archiduque Martín de Austria, de príncipes, princesas y diversos miembros de la aristocracia italiana. En estos actos, la obra no sólo fue analizada pormenorizadamente, sino que recibió vivos elogios de los diversos conferenciantes que se sucedieron en el transcurso de las sesiones realizadas entonces. La repercusión de este lanzamiento en la prensa romana fue de las más vivas. Los principales diarios dieron gran destaque al evento, llegando a ser presentado (“Il Tempo”, 31-10-93) como “los estados generales de la aristocracia negra” (pues así es designada la parte más tradicional de la nobleza romana que, solidaria con la Santa Sede, se negó a reconocer la anexión forzada de los Estados Pontificios a Italia). Es importante consignar aquí las excelentes repercusiones de la obra, para mostrar la actualidad del tema que trata. Pues el mero enunciado del título podría parecerles a algunas personas de interés meramente histórico. Sobre su perfecta consonancia con la enseñanza pontificia dan testimonio las calurosas cartas de apoyo de los Emmos. Cardenales Silvio Oddi, Luigi Ciappi, Alfons Ma Stickler y Bernardino Echeverría, y de teólogos de fama mundial como los Padres Raimondo Spiazzi, O.P., Victorino Rodríguez, O.P., y Anastasio Gutiérrez, C.M.F. Estudios, análisis y pronunciamientos públicosMi actuación doctrinal se desarrolla asimismo a través de pronunciamientos publicados en la prensa, TV y radio, sobre las cuestiones más candentes, o por el envío de estudios y análisis sobre temas de actualidad a las autoridades. Esta acción la ejerzo a veces a título personal, aunque más frecuentemente en nombre del Consejo Nacional de la TFP, que tengo la honra de presidir. Cito algunos ejemplos.
Un verdadero pensador debe ser también un observador de la realidad palpable de todos los díasComo periodista empecé mi carrera en el “Legionário”, por aquel entonces expresión del pensamiento de la Congregación Mariana de la parroquia de Santa Cecilia, y, más tarde, órgano oficioso de la Archidiócesis de Sao Paulo. Ya dije algo acerca de mi actuación al frente de este periódico, del que fui director desde 1933 hasta 1947. En 1951, junto con la mayor parte de los antiguos colaboradores del “Legionário”, empecé a escribir en la revista mensual “Catolicismo”, que se acababa de fundar, y que continúa siendo editada con pujanza cada vez mayor. “Catolicismo” tiene una tirada media que alcanza los 15 mil ejemplares, aparte de ediciones especiales de varias decenas de millares. Fue asimismo en “Catolicismo” donde creé y mantuve, durante varios años, la sección Ambientes, Costumbres, Civilizaciones, apuntada por muchos como la expresión rica y original de toda una escuela de producción intelectual. Esa sección constaba del análisis comparativo de aspectos del presente y del pasado, teniendo por objeto monumentos históricos, fisonomías características, obras de arte o artesanía, que eran presentadas al lector a través de fotos. Tales análisis, hechos a la luz de los principios que explicité en Revolución y Contra-Revolución, tenían como meta mostrar que la vida diaria, en sus aspectos tanto ápices como triviales, es susceptible de ser penetrada por los más altos principios de la Filosofía y de la Religión. Y no sólo penetrada, sino también usada como medio idóneo para afirmar o para negar — de manera implícita, es verdad, pero insinuante y actuante- tales principios. De forma que, con frecuencia, las almas se modelan mucho más a través de los principios vivos que inundan y embeben los ambientes, las costumbres y las civilizaciones, que por medio de las teorías, a veces estereotipadas e incluso momificadas, producidas a espaldas de la realidad, en alguna oficina de trabajo aislada, o aletargadas en alguna biblioteca polvorienta. De ahí que la tesis de Ambientes, Costumbres y Civilizaciones consista en que el verdadero pensador debe ser también, normalmente, un observador y analista de la realidad concreta y palpable de todos los días. Y, si es católico, ese pensador tiene además el deber de intentar modificar esta misma realidad en los puntos en que contradiga a la doctrina católica. Desde 1968 hasta 1990 colaboré como articulista asiduo en la “Folha de Sao Paulo”, analizando problemas de la actualidad brasileña y mundial desde una perspectiva doctrinal. Con una frecuencia que se volvió habitual, mis artículos aparecen reproducidos en periódicos norteamericanos y latinoamericanos. El carácter tradicionalista de una corriente de pensamiento no le quita a ésta la visión de la realidadEn mis libros y en mis artículos denuncié ampliamente el gran desgaste del comunismo marxista y su incapacidad de arrebatar a las multitudes conquistando el poder, y, en consecuencia, la necesidad en que se encontró, para sacar adelante a la Revolución de su atasco, de recurrir con eficacia a los ardides de la guerra psicológica revolucionaria. Los acontecimientos posteriores hicieron patente de modo trágico, ante un mundo estupefacto, lo procedente de mis afirmaciones acerca del impresionante desgaste del llamado comunismo ortodoxo. Acentúo este hecho para mostrar que el carácter tradicionalista de una corriente de pensamiento no le quita a ésta la visión de la realidad. Al contrario, ningún análisis lúcido sobre el presente puede prescindir de la tradición que lo impregna y en función de la cual, a favor o en contra, se estructura el porvenir. He empleado de manera intencionada la expresión corriente de pensamiento. Creo que, todavía más que en mis libros y en mi actuación como profesor universitario y periodista, encuentro la imagen de mi pensamiento y el fruto de mi trabajo doctrinal en un grupo de estudios y de acción, que se constituyó inicialmente en torno del “Legionário” y, después, de “Catolicismo”. Si hubiera sido este grupo socialista o comunista, las tubas de la propaganda habrían llevado ya su nombre al conocimiento del gran público; tal es la inteligencia, cultura y la lucidez de observación que distinguen a mis nobles compañeros. Sin embargo, ellos prefirieron aceptar desinteresadamente las consecuencias de la campaña de silencio que, implacablemente, intenta sofocar en nuestros días de pretendida libertad de prensa, la voz de cuantos cantan fuera del coro de la Revolución universal. Destaco aquí el nombre de aquellos a quienes la Providencia llamó ya para sí: por el brillo de su colaboración en el “Legionário” y en “Catolicismo”, el vigoroso polemista que fue el ingeniero José de Azeredo Santos; el profesor universitario Fernando Furquim de Almeida, autor de estudios históricos de gran mérito; el abogado y eximio escritor y redactor, José Carlos Castilho de Andrade, de cuyas manos alcanzaban un brillo y corrección insuperables los artículos y textos de “Catolicismo”. Fruto de esta corriente de pensamiento fue, incluso, el penetrante libro, al cual ya hice referencia, de Fábio Vidigal Xavier da Silveira, Frei, el Kerenski chileno, calificado de “profético” por algunos observadores políticos chilenos. TFP: los valores esenciales de la civilización cristiana despiertan un entusiasmo y una dedicación indescriptibleEl mencionado núcleo de hombres de estudio y de acción constituyó el puñado inicial de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. Esta Sociedad no es tan solo un precioso instrumento para la difusión de todas las obras aquí mencionadas, sino también una afirmación pública de que en la juventud de hoy la tradición, la familia y la propiedad, valores esenciales de la civilización cristiana, son capaces de despertar un entusiasmo y una dedicación sin límites. En los cursos, en las residencias, en las sedes que la TFP mantiene en alrededor de treinta ciudades de los más diversos Estados de la Federación, la gran mayoría de los frecuentadores son jóvenes, que se transforman en cooperadores abnegados y fervorosos. En nuestro país, sobrepasan la cifra de 1.200. Los jóvenes cooperadores de la TFP provienen de familias de las más variadas clases sociales, desde representantes de la antigua nobleza imperial, de la vieja aristocracia rural de la 1ª República y de los nuevos capitalistas del mundo industrial y bancario de la 2ª República, hasta de familias de trabajadores manuales, pasando por toda la gama de los estratos sociales intermedios. La TFP cuenta, asimismo, con la colaboración de corresponsales y esclarecedores, es decir, personas que, permaneciendo extrínsecas a su cuadro social, se solidarizan incondicionalmente con los principios y métodos de esta Sociedad, empleando el tiempo que les deja libre el cumplimiento de sus deberes familiares y profesionales en la propaganda de la TFP, de sus doctrinas e ideas. Gracias al trabajo desinteresado y altamente idealista de los cooperadores de la TFP y, en la medida de sus posibilidades, de los corresponsales de la misma, la entidad ha podido emprender toda una serie de campañas cuya narración viene aquí a propósito, pues son un reflejo del pensamiento al que dediqué toda mi vida:
Si quisiera relatar aquí todo lo que la TFP ha llevado a cabo en la línea de la difusión doctrinal y del combate ideológico, sería el nunca acabar. He citado, por lo tanto, tan solo las grandes campañas hechas por la organización que fundé, y cuyo Consejo Nacional tengo la honra de presidir. Éstas tienen aquí cabida porque completan, más aún que mi retrato filosófico, la fisonomía de los principios que defiendo. En el campo de las ideas no existe tan solo lo antiguo y lo nuevo, sino, sobre todo, lo verdadero y lo perenneEn efecto, al leer este autorretrato filosófico a muchos les habrá venido a la mente, desde el principio, una objeción: todo esto es anacrónico e incapaz de echar raíces en el mundo en el cual vivimos. Los hechos hablan en sentido contrario. En el campo de las ideas no existe solamente lo antiguo y lo nuevo, como querrían los evolucionistas. Existe, sobre todo, lo verdadero, lo bueno, lo bello y lo perenne, en contraposición irreconciliable con el error, el mal y lo disforme. Y frente al verum, bonum y pulchrum, significativos sectores de la juventud moderna no sólo no permanecen insensibles, sino que han optado decididamente en favor de su expansión. La tradición de lo perenne no es muerte, sino vida. Vida de hoy y vida de mañana. De otro modo no se explicaría este hecho patente, que es el de la repercusión de las diversas TFPs en los sectores más jóvenes de este nuestro jovencísimo continente. No pretendo ser tan solo un defensor del pasado, sino un colaborador— junto con otras fuerzas vivas — para influir en el presente y preparar el futuro. Estoy seguro de que los principios a los que consagré mi vida son hoy en día más actuales que nunca y señalan el camino que el mundo seguirá en los próximos siglos. Los escépticos podrán sonreír. Pero la sonrisa de los escépticos jamás ha conseguido detener la marcha victoriosa de los que tienen Fe. NOTAS[1] El presente texto ha sido traducido del original, escrito en portugués, por D. José Angel del Barrio Muñoz. [2] Cfr. Denzinger-Schoenmetzer, 33ª ed., n° 3005 [3] Encíclica Inmortale Dei de 1 de noviembre de 1885, in Doctrina Pontificia, vol. II, p.202. B.A.C., Madrid, 1958. [4] Alocución al Presidente de la República Italiana, 11 de enero de 1964. Insegnamenti di Paolo VI, Tipografia Poliglotta Vaticana, vol. II. p. 69. [5] Carta Apostólica Notre Charge Apostolique, de 25 de agosto de 1910, in Doctrina Pontificia, vol. II. p.408. B.A.C., Madrid, 1958. [6] Le Démon du Midi, vol II, p.375. Plon, París, 1914. [7] Radiomensaje de Pío XII, de 14 de septiembre de 1952. Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, Tipografia Poliglotta Vaticana, vol. XIV, p. 313. [8] Nota de la redacción: Entre 1929 y 1947, fueron publicados en el “Legionário” 2.936 artículos contra el nazismo y el fascismo, siendo 447 del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, redactor-jefe y director de dicho órgano del 12-X-29 al 8-XII29 y del 6-VIII-33 al 28-XII-47. Asimismo, se publicaron 55 artículos sobre el mismo tema en “Catolicismo” (entre 1951 y 1982), 6 de los cuales son de Plinio Corrêa de Oliveira. Aún sobre dicho asunto publicó él también 24 artículos en la “Folha de São Paulo” (entre 1968 y 1982). [9] Nota de La redacción: La obra tuvo dos ediciones. La primera, de 2.500 ejemplares, se agotó por entero. En 1983 se realizó una segunda edición de 2.000 ejemplares, conmemorativa del 40° aniversario de su lanzamiento. [10] Nota de la redacción: Conviene aclarar que don Antonio de Castro Mayer, en diciembre de 1982, declaró cortadas las relaciones que mantenía con el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira y con la TFP. La revista mensual “Catolicismo” se convirtió entonces en el órgano portavoz de la TFP. El 22 de junio de 1988. Mons. Castro Mayer participó, junto con el Arzobispo francés Mons. Marcel Lefèbvre, en la ceremonia de consagración de cuatro obispos en Ecône (Suiza) sin la autorización de Roma. El día 1 de julio siguiente, el Cardenal Gantin, Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos, publicaba un decreto por el que confirmaba la excomunión de los dos prelados. De esta manera, la ruptura del ex Obispo de Campos con el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, con la TFP y con “Catolicismo” se produjo cinco años antes de su excomunión. [11] Nota de la redacción: Aparte de las ediciones en portugués publicadas en Brasil (dos en 1959, una en 1982 y otra en 1993), Revolución y Contra-Revolución ha tenido doce ediciones en español: Argentina (dos ediciones en 1970 y otra en 1992), Chile (1964 y 1992), Colombia (1992), Ecuador (1992), España (1959, 1965, 1978, 1992) y Perú (1994); dos en francés: Brasil (1960) y Canadá (1978); tres en inglés: Estados Unidos (1972, 1980 y 1993); tres en italiano (1964, 1972 y 1977); una en rumano (1995); y ahora (1996) acaba de ser presentada en la Feria Internacional del Libro en Frankfurt la primera edición ilustrada, escrita en alemán, contabilizando un total de 26 ediciones. Asimismo, fue transcrito en periódicos y revistas de Brasil, Angola, Argentina, Colombia, España, Francia, Italia y Venezuela, alcanzando una tirada total (excluidas las transcripciones parciales) de 126.700 ejemplares. [12] Nota de la redacción: TFPs y entidades afines u oficinas de representación TFP existen hoy en Brasil, Africa del Sur, Alemania, Argentina, Australia, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, India, Italia, Nueva Zelanda, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido (Inglaterra y Escocia), Uruguay y Venezuela. La TFP de Venezuela fue arbitrariamente clausurada en 1984 mediante un inicuo decreto del Gobierno de aquel país. Sus miembros continúan al servicio de los mismos ideales en TFPs de otras naciones. La inocencia de la TFP venezolana quedó ampliamente comprobada con la publicación de la sentencia judicial definitiva del 15 de mayo de 1986, en la cual se declaraban sin fundamento las acusaciones levantadas contra la entidad. [13] Cfr. Alocución de Pablo VI de 29 de junio de 1972. [14] Cfr. Alocución de 7 de diciembre de 1968. Nota de la redacción: En diversas ocasiones, también Juan Pablo II se ha referido a los problemas del mundo moderno y su relación con la tempestad que se abate sobre la Santa Iglesia. Muchos de estos problemas, afirma el Papa, incluyen la difusión de “verdaderas herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones y rebeliones” (Alocución de 6 de febrero de 1981, in Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Libreria Editrice Vaticana, 1981, vol. IV, 1, p. 235). [15] Ed. Best Seller, São Paulo, 1987, p.35. [16] La Parte III de Revolución y Contra-Revolución, aumentada por el autor con algunos comentarios, fue publicada en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y España (todas en 1992), en Estados Unidos y Brasil (ambas en 1993), en Perú (1994) y en Rumania (1995). [17] Reforma Agraria - Cuestión de Conciencia tuvo diez ediciones en los siguientes países: Brasil (2 ediciones en 1960, una en 1961 y otra en 1962), Argentina (1963), España (1969) y Colombia (3 ediciones en 1971 y una en 1985), con un total de más de 41 mil ejemplares. [18] La Declaración de Morro Alto tuvo dos ediciones en portugués. Junto con la trascripción en la revista “Catolicismo”, su tirada totalizó 32.500 ejemplares. [19] Este ensayo, publicado por vez primera en 1963, tuvo diez ediciones en portugués: Brasil (1963, 7 ed. en 1965, 1967 y 1974); once en español: Brasil (1963 y 2 ed. en 1964), Chile (1964), España (2 ed. en 1970, 2 ed. en 1971, y otras 2 ed. en 1973) y México (1965); cinco en francés: Brasil (1963, 1964, 1965) y Francia (1975 y 1977); una en alemán (1965); una en húngaro (1967); cuatro en inglés (1963 y 3 ed. en 1964); dos en italiano (1963 y 1964); y dos en polaco. Las ediciones en estos cinco últimos idiomas fueron todas ellas publicadas en Brasil. Estas sucesivas ediciones alcanzaron un total de más de 163.500 ejemplares. Además, el trabajo fue trascrito íntegramente en 40 periódicos y revistas de Brasil, Alemania, Angola, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, Francia, Italia, México y Portugal. [20] Publicado por primera vez en 1965, ha tenido trece ediciones, de las cuales cinco en portugués (4 ed. en 1966 y una en 1974), una en alemán (en Brasil, en 1967), seis en español (una en Argentina en 1966, dos en España en 1966 y 1971, una en México y dos en Chile en 1985) y una en italiano (1970). Fue trascrito en nueve diarios y revistas de Brasil, Argentina, Chile, Colombia, España, Estados Unidos y Portugal, alcanzando un total de 136.500 ejemplares. [21] Salió a la luz en junio de 1976, alcanzando cuatro ediciones (dos en 1976 y otras dos en 1977), con un total de 51.000 ejemplares, que fueron vendidos por los socios y cooperadoes de la TFP en 1.700 ciudades brasileñas. [22] Conferência Nacional dos Bispos do Brasil, equivalente a nuestra Conferencia Episcopal Española (N. del T.) [23] N. del T.: El término janguismo hace referencia a la política de cuño socialista del Presidente João Goulart, apodado jango. [24] Sobre el sentido comunistizante de la actuación del ex presidente de Chile, Eduardo Frei, y de la Democracia Cristiana chilena, véase Frei, el Kerensky chileno, de Fábio Vidigal Xavier da Silveira. Publicado por primera vez en 1967 por “Catolicismo” (n° 178/179), tuvo diez ediciones, de las cuales dos en portugués, siete en español (tres en Argentina, una en Colombia, una en Ecuador y tres en Venezuela) y una en italiano. Hubo asimismo dos tiradas en “Catolicismo” (Brasil) y tres en “Cruzada” (Argentina). El diario “La Verdad”, de Caracas, lo transcribió íntegramente, apareciendo resúmenes en otros tres periódicos de la misma ciudad. El total de estas ediciones fue de 128.800 ejemplares. [25] Nota de la redacción: El lector que desee conocer más pormenores sobre este otro provechoso y eficaz documento del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira — a nivel internacional —, se verá plenamente atendido consultando el libro Tradición, Familia y Propiedad. Un ideal, un lema, una gesta (pp. 507 a 517) [26] N. del T.: “CEBs” es la abreviatura con la que se conocen en Brasil las Comunidades Eclesiales de Base. [27] A finales de 1995, la TFP francesa hizo una segunda edición, en esta ocasión de lujo, de esta magnífica obra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira (N. del T.) [28] El documento —verdadero manifiesto— se publicó en 57 periódicos de once países: en Brasil, en 36 diarios de los más diversos puntos del país; en Argentina, en “La Nación”, de Buenos Aires, y “La Voz del Interior”, de Córdoba; en Chile, en “La Tercera”, de Santiago, “El Sur”, de Concepción, “El Diario Austral”, de Temuco, “La Prensa”, de Osorno; en Uruguay, en “El País”, de Montevideo; en Bolivia, en “El Diario”, de La Paz; en Ecuador, en “El Comercio”, de Quito; en Colombia, en “El Tiempo” y “El Espectador”, de Bogotá; en Venezuela, en “El Universal”, “El Nacional”, “Ultimas Noticias”, “El Mundo” y “2001”, de Caracas; en Estados Unidos, en “The National Educator”, de Fullerton, California; en Canadá, en “Speak Up”, de Toronto; en España en “Hoja del Lunes” y “Fuerza Nueva”, de Madrid, y “Región”, de Oviedo. Lo divulgaron también, además de “Catolicismo”, las revistas y boletines de las diversas TFPs y entidades afines: “Tradición, Familia y Propiedad”, de Argentina; “Fiducia”, de Chile; “Cristiandad”, de Bolivia; “Reconquista”, de Ecuador; “Cruzada”, de Colombia; “Covadonga”, de Venezuela y “Crusade for a Christian Civilization”, de Estados Unidos. [29] IDO-C, es decir, Centro Internacional de Información y Documentación relativa a la Iglesia Conciliar. Iba más allá de lo que su nombre, aparentemente inocente, haría suponer. Se trataba de una organización moloch, que englobaba y tenía a su servicio grandes editoriales e importantes diarios y revistas, en los principales países de Europa y América del Norte, e incluso en algunas naciones del otro lado del Telón de Acero, y que de esta manera controlaba la propaganda del llamado progresismo católico en varias partes del mundo. Este documento fue divulgado, en su día, por la entonces Sociedad Cultural Covadonga, actual TFP-Covadonga (N. del T.). [30] Nota de la redacción: El mencionado documento fue redactado, por lo tanto, 10 años antes del alejamiento de este Prelado en relación a la TFP. [31] TFP-Covadonga, durante este mismo periodo, recorrió toda nuestra Piel de Toro, consiguiendo, al final, más de 500.000 firmas (N. del T.).
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